"Las abuelas son unos panes de Dios, unos encantos, unos dulces empalagosos”.

EL PATIO DE MI ABUELA TOLA

Adán Lorenzo Apodaca Félix
Nuestro Gabriel García Márquez escribió entre 1972 y 1974 un cuento largo, lo tituló “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”. En él, el nobel de literatura, narra la tormentosa relación entre la joven Cándida y su abuela, relación que deviene en acontecimientos trágicos en Macondo; es ésa, quizá, la mayor referencia universal en la cual se muestra a una abuela mala, por lo demás, en la literatura y más en la vida real, las abuelas son “unos panes de Dios”, unos “encantos”, unos “dulces empalagosos”.
Las abuelas están en todas partes, en la poesía es posible encontrarlas, siempre he
pensado que la multicitada Tía Chofi, aparecida recurrentemente en los poemas de Jaime Sabines, en realidad es su abuela. En la Música, no sólo Gabilondo Soler nos las recrea cuando pide a la abuelita que tome las llaves para que enseñe su ropero; también el Nano español, Joan Manuel Serrat la cita en una canción llamada “La abuelita de Kundera”. En menor proporción, las abuelas están también en la pintura. En suma, las abuelas están presentes en la vida tuya, en la nuestra y en la de todos. Lo referenciado en abundancia sobre las abuelas, no imposibilita para escribir sobre mi abuela. Su nombre: Eustolia Fierro Nolasco, para nosotros los nietos, simplemente era: “La Tola”.

Siempre aseada, de cabellos canosos y largos, usaba unas naguas de popelina de colores floreados, andar erguido, voz enérgica cuando se trataba de mandar, pero apacible y dulce para hacer cariños orales, se parecía mucho en su físico a la duquesa, aquella mujer que aparecía en las revistas de Gene Autry. Era una mezcla de razas la Tola, por lo Fierro, se decía que era descendiente de la estirpe de un notable personaje revolucionario, villista para ser más precisos; por lo Nolasco, era descendiente de la bravía tribu cahíta, habitantes de la región norte del estado de los once ríos y de los cien arroyos. Muy orgullosa se sentía la Tola de sus duales orígenes.
Genera muchos recuerdos la Tola. En este breve escrito, queremos dar cuenta de los combates diarios que se suscitaban entre el patio y la Tola en su obsesionado afán aséptico. Situemos estos acontecimientos en Charay,  por allá por los años setenta del siglo pasado, temporalidad en la cual la infancia se hacía presente en nuestra corporeidad. El patio inmenso, en complicidad con el viento pueblerino, se encargaba de depositar sobre su superficie toda clase de objetos, bolsas de papel, ramas secas, hojas de árboles, huesos de animales traídos por los perros, un carrito, una canica olvidada por nosotros, una pelota; quedaban en el patio, también, objetos que en este tiempo son difíciles de imaginar que existían como trompos y baleros, dispositivos lúdicos motivos de nuestra felicidad en la época ya descrita. Todos esos objetos amanecían como en una miscelánea de feria sobre el patio de la casa de la Tola.
Los pleitos de nuestra abuela con su patio, empezaban temprano. Como a las ocho de la mañana de todos los días, el patio aliado en complicidad con el sol radiante parecía decirle cada mañana, “mira Tola cómo estoy”. Nuestra abuela se asomaba por la ventana de madera y dirigiendo su mirada hacía la esquina en donde estaba la escoba, también murmuraba amenazante, “mira como amaneciste, ahorita vas a ver”. Esa amenaza-advertencia se cumplía una vez que nos daba de desayunar, nos alistaba para irnos a la escuela y sacaba la jaula con el perico al sol.
De esa forma empezaba su trajinar, levantando aquí, quemando acá, renegando por esto y por lo otro, hora y media después, poco antes del mediodía, el patio quedaba reluciente, coronaba la Tola su tarea echando unos jumatazos de agua sobre el aseado patio, esa labor de limpieza culminada era su orgullo, presunción aumentada con los elogios de la Beatriz, la Teresa y la Angelita, sus vecinas de toda la vida, quienes a manera de saludo expresaban: “Mira que regadito Tola está tu patio”. “Qué limpiecito está el patio Tola” o simplemente, “Madrugaste Tola”.
Fueron muchos años de esa constante batalla, lid que sólo era interrumpida cuando la Tola se enfermaba o cuando las “equipatas” de algún diciembre le ayudaban con sus lluvias y cancelaban los afanes de ambos. Uno de tener objetos diversos sobre su superficie y la otra de barrerlos.
Hoy, a tantos años de distancia, cómo añoramos ser de nuevo testigos de esas batallas, queremos decir que ni el patio ni la protagonista de este relato existen, la abuela Tola hace diez años que desapareció de este mundo, situación que recordamos con tono nostálgico y a punto de soltar el llanto, el patio, por su parte, se ha modificado con construcciones para los demás nietos que, por circunstancias de la vida, no pudieron hacer casa en otros espacios y se lo repartieron.
Qué bueno que tenemos memoria para acordarnos de la abuela y de su patio, con este escrito y nuestro recuerdo los hemos subido al cineasta del subconsciente, para tenerlos presentes cuando queramos ordenar los recuerdos del pueblo y de su gente, tal como dicen Milán Kundera y Alberto Cortez.


Comentarios

DR. Adán, su texto es una viñeta nostálgica de un mundo que se niega a desaparecer. Hay que contarlo para que las nuevas generaciones sepan del amor sincero y pleno de las abuelas que quieren, a veces, con más cariño que muchas madres.
Esos patios grandes y tersos por las barridas y los jumatazos es un escenario que el cemento sepultó no sólo en la orografía, sino en el corazón de una sociedad que pierde, sin percatarse, el alma de la convivencia alegre, tranquila y sosegada de las comunidades sinaloenses
Dr. Adán Apodaca. Daré gracias a usted, a José Manuel Frías y a los recuerdos donde las abuelas dejaron huella en nuestra memoria.... uuuuufffff valores, humildad, a través de su texto mi Nana Tichi, mi abuela se hizo presente. Cómo bienvenida a su casa lo primero que decía: ¿gustas una tacita de café mi Licha? ...

Cada que se escribe a través de la memoria, una se conecta y las emociones afloran, vibran. Y como dice la obra de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla.

María Luisa

Saludos
Lázaro Armenta dijo…
Me recordó a mi mamá lupa.. y a la par de la lectura llegó ella.. haciendo empanadas.. cuidando sus aves.. y haciendo helados de vainilla y limón para vender.. que además de ir a verla día a día eran sus helados otra causa de la visita..saludos.
David García dijo…
Me recordó bastante a aquella época donde mi abuela nos cuidaba en el campo, sin duda las abuelas son un hermoso regalo que la vida nos pudo otorgar, por ello debemos cuidarlas y amarlas inmensamente como ellas lo hacen con nosotros, excelente relato... Saludos
Estimados Frías, álvarez, Armenta y García, celebro que el texto les haya provocado recuerdos de sus abuelas, no se si les tocó que sus abuelas sacaran un pan de quién sabe dónde y te lo daban, diciéndote: "desde cuando te lo tenía guardado", o que tuvieras un apuro económico y que la abuela de unos trapos anudados sacara unas monedas y te dijera, " a ver si te sirve esto mijito". ¡ Qué bonito quieren las abuelas¡ ¿ Verdad?
Gracias.
Un saludo afectuoso desde Los Mochis para todos y todas.
Adán Apodaca
LEA-V dijo…
Dr. Adán.

Su relato golpea a los recuerdos personales y luego éstos, dicen los que saben: son reconfigurados/resignificados para traerlos al presente con otra historia que puede agregar/quitar detalles pero conserva el hecho general y emotivo. Hay cada abuela, con mimos y tratos preferenciales a sus nietos; pero los críos casi no lo notan. Coincido, muchas historias de nosotros y de los demás están hilvanadas con hilos y cruces donde están siempre las abuelas: Va para mi Nana Canucha (Cándida) y mi Nana Calina (Ceferina). La primera buena para la cocina y la bailada. La segunda, buena para las pisteadas, los barullos, y los balazos. Así con ellas.

Saludos.

Ana Arredondo dijo…
Grata manera de honrar el recuerdo de tu abuela, intentemos conservar los que aún podemos, el aroma a tierra mojada en nuestros patios. Un relato impregnado de tus sentimientos que nos compartes en tu ya estilo tan definido para contar tus historias. Gracias, va un abrazo virtual
Unknown dijo…
FELICIDADES AL MAESTRO APODACA POR INVOCAR A UN GENIO DE LA LITERATURA LATINOAMERICANAS Y EN ESPECIAL LA LITERATURA MEXICANA. SIEMPRE SERÁ DE BUEN GUSTO TRAER A LA MEMORIA EL GABO COMO LO LLAMAN SUS IGUALADOS. PORQUE ÉL SENTÓ LAS BASES DEL REALISMO MÁGICO PARA QUE OTROS ESCRIBIERAN Y SIGAN ESCRIBIENDO ARTÍCULOS MARAVILLOSOS SOBRE PATIOS DE ABUELAS O DE CASAS DE ABUELOS O DE PERSONAJES COMO GABRIEL GARCIA MARQUEZ.SIEMPRE SERÁ MARAVILLOSO ESCRIBIRLOS O LEEERLO.

TAMBIÉN VAYA UN SALUDO AFECTUOSO PARA EL MAESTRO FRIAS QUE SE CODEA CON ESCRITORES SINALOENSES Y NACIONALES PORQUE TAMBIÉN SE LE DA EL ARTE DE ESCRIBIR,PERO SOBRE TODO HACER QUE OTROS ESCRIBAN BAJO SU TUTELA,

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