“Creer no cambia el mundo de golpe, pero lo sostiene, lo mantiene girando, aunque sea un poco más despacio”
PARA AQUELLOS QUE AÚN SIGUEN CREYENDO
—Celso Gilberto Guzmán Félix
Querido
tú —o ustedes, o quien sea que aún conserve un poco de fe en algo que no se
puede tocar—:
Les
escribo desde un punto incierto entre la duda y la esperanza, entre lo que todavía
puede ser y lo que ya se está desvaneciendo. Esta carta no es un mensaje de
consuelo ni un manifiesto optimista; es más bien un recordatorio para quienes
todavía creen, aunque no sepan muy bien en qué.
Para
los que creen en el cambio, aunque el mundo parezca girar en círculos.
Para
los que, aun después de tantas caídas, siguen intentando levantarse sin saber
si esta vez habrá alguien que los mire hacerlo.
Para
quienes confían en que las palabras, por pequeñas que sean, pueden tocar algo
invisible dentro de otra persona.
Creer
no es fácil. Es un acto de rebeldía silenciosa en tiempos donde todo exige
pruebas, resultados, certezas. Creer, hoy, es nadar contra la corriente de la
inmediatez, de la ironía, del “nada importa”. Es una forma discreta de resistencia,
un susurro en medio del ruido.
Hay
quienes todavía creen en la amistad que no necesita mostrarse, en el amor que
no exige promesas, en los abrazos que curan más que las explicaciones.
Hay
quienes creen que los días malos no duran para siempre, que las calles siguen
siendo caminables incluso bajo la lluvia, que aún vale la pena aprender cosas
nuevas, aunque nadie lo note.
También
están los que creen en el arte, en la música que acompaña sin hablar, en los
libros que cambian de sentido cada vez que los releemos. Los que creen en las
conversaciones que se dan sin mirar el reloj, en los silencios que no
incomodan, en los pequeños momentos que parecen nada y luego lo son todo.
Creer
no siempre tiene que ver con esperanza. A veces tiene que ver con obstinación,
con no querer aceptar que todo es tan frío y calculado como dicen.
Creer
es mirar el vacío y decir “quizás haya algo más ahí”, aunque nadie te crea.
Creer
es seguir caminando cuando no sabes si el camino lleva a algún lado.
Y sí,
hay días en los que uno se cansa. En los que creer se siente ingenuo, inútil,
hasta ridículo. Pero incluso en esos días, hay algo —una mirada, una canción,
un recuerdo— que vuelve a encender una chispa diminuta. Y esa chispa, aunque
parezca poca cosa, es suficiente para mantenernos aquí, intentando, respirando,
buscando.
Esta
carta es para todos esos que aún creen:
En la
bondad sin recompensa,
En el
esfuerzo sin aplausos,
En los
sueños que siguen vivos incluso cuando ya no se habla de ellos.
Sigan
creyendo, aunque nadie lo note.
Sigan
creyendo, aunque se rían de ustedes.
Sigan
creyendo, porque no hacerlo sería renunciar a lo poco que nos queda de
verdaderamente humano.
Creer
no cambia el mundo de golpe, pero lo sostiene, lo mantiene girando, aunque sea
un poco más despacio.
Y si un
día dudan, si un día sienten que ya no tiene sentido, lean esto y recuerden:
No
están solos en su fe sin nombre.
Hay más
como ustedes, dispersos, silenciosos, pero vivos.
Y
mientras exista uno solo que aún crea, aunque sea en lo invisible,
Entonces
—de alguna forma misteriosa—, todo sigue valiendo la pena.
Con
cariño,
Alguien
que también sigue creyendo.

Comentarios
Me ha gustado leerte compañero.
Te mando un fuerte saludo!!