"La escuela ideal no se construye de un día para otro; es un proyecto que avanza con cada clase bien dada, con cada estudiante escuchado y con cada valor trasmitido"
LA NEM: IDEAL vs REALIDAD
Guillermo Aglael Verdugo Carrillo
Los dos relatos que presentamos hoy son elaborados
casi textualmente con ayuda de la Inteligencia Artificial, a la que se le pidió
redactara dos textos sobre la Nueva Escuela Mexicana, desde dos perspectivas
diferentes y complementarias: la del Alumno y la del Profesor
***
ALUMNO.
LA ESCUELA DE MIS SUEÑOS
Soy estudiante y cada mañana me despierto emocionado por
ir a la escuela. Caminar por sus pasillos es como entrar un lugar mágico donde
aprendemos de manera diferente: mi escuela se rige por los ideales de la Ley
General de Educación y el artículo Tercero Constitucional. Aquí, la educación
es gratuita, laica y obligatoria, pero sobre todo es inclusiva y equitativa.
Cada día veo reflejados los valores de la Nueva Escuela Mexicana: la inclusión,
la equidad, la excelencia, el pensamiento crítico, la colaboración, la justicia
social y el cuidado del medio ambiente.
En mi escuela, todos los estudiantes somos acogidos sin
importar nuestra condición social o nuestras capacidades. Recuerdo una clase de
matemáticas donde un compañero en silla de ruedas resolvió un problema en la
pizarra mientras lo animábamos. La maestra, muy paciente, adapta las
actividades para cada quien, porque cree en la equidad: aunque todos estudiamos
juntos y apenas haya espacio en el aula, recibimos el apoyo que necesitamos.
También celebramos nuestras diferencias culturales: tenemos un rincón donde
está la biblioteca escolar, que permite compartir todas nuestras ideas y
opiniones.
La maestra nos dice que la excelencia académica no se
trata solo de sacar buenas calificaciones, sino de aprender con pasión. En la
clase de ciencias hicimos un experimento de biología sobre plantar árboles. No
había clases magistrales aburridas; la profesora nos dio instrumentos para
medir la humedad de la tierra y nos dejó explorar. Todos participamos: algunos
compañeros propusieron usar composta natural, otros decidieron recolectar agua
de lluvia. Así trabajamos en equipo, promoviendo la colaboración y el
pensamiento crítico, pues discutimos soluciones diferentes al mismo problema.
Los docentes y la dirección de la escuela están
comprometidos con nuestra formación. El director organiza un círculo de
reflexión donde los maestros, los estudiantes y hasta los padres de familia
discutimos ideas. Una vez, durante ese círculo, una alumna sugirió que
queríamos un taller de radio escolar para expresar nuestras opiniones. Al día
siguiente, los profesores dedicaron un espacio para ayudarla a montar el
taller. Así nos enseñan a tomar iniciativas y a ser responsables de nuestro
aprendizaje, porque la escuela nos considera personas capaces de decidir y
construir.
La familia y la comunidad participan de forma activa.
Cada mes hay una jornada comunitaria en la que limpiamos el parque cercano,
plantamos flores o reciclamos basura. Mis papás también van a la escuela: en el
comedor, la mamá de un compañero enseña recetas saludables tradicionales, y en
las ferias escolares montamos un puesto donde los padres venden artesanías de
la región. Siento que la escuela no es solo un edificio; es parte de nuestro
pueblo.
Gracias a este ambiente, he aprendido sobre justicia
social. Cuando escribimos en clase de historia, no se trata solo de memorizar
fechas: discutimos por qué es importante ayudar a los más necesitados.
Organizamos colectas de útiles escolares para chicos de otras comunidades y
debates sobre igualdad de género.
También cuidamos el medio ambiente en todo momento. En mi
salón de clases usamos bombillas de bajo consumo, las paredes están decoradas
con murales sobre reciclaje y tenemos un huerto escolar donde aprendemos a
sembrar alimentos. Cada viernes, la clase de biología sale al huerto con los
profesores y agricultores del pueblo.
Todo esto es real para mí: no es solo un discurso, sino
mi vida cotidiana. El ambiente colaborativo hace que todos estemos motivados.
Mis calificaciones mejoran porque aprendemos haciendo y explicando, no
memorizando.
Al terminar mis clases, camino a casa con
la certeza de que estoy en el camino correcto gracias a esta educación. En el
fondo sé que una escuela así transforma vidas: me ha enseñado a pensar con
libertad, a respetar a los demás, a trabajar en equipo y a cuidar de nuestro
planeta.
Mi historia inspira a otros: yo, un estudiante
cualquiera, he visto que los sueños de inclusión, equidad y justicia pueden
hacerse realidad, empezando aquí y ahora, en mi escuela.
PROFESOR
LA ESCUELA QUE ME PROMETIERON
Soy maestro, mi labor se rige por la Ley General de Educación,
el artículo tercero constitucional y los principios de la Nueva Escuela
Mexicana, debo confesarles que la realidad es mucho menos idealista de lo que
dicen los discursos. En papel, la educación debe ser gratuita, laica,
inclusiva, equitativa y de excelencia. En la práctica, me siento más bombero
que educador, apagando problemas y cumpliendo requisitos que poco tienen que
ver con enseñar.
Mi escuela se dice inclusiva, pero esa inclusión se
siente como una carga mal distribuida. Tengo 42 alumnos en un salón que apenas
tiene ventilación, y aunque algunos alumnos necesitan apoyos específicos, no
hay personal suficiente para atenderlos. La equidad se convierte en
malabarismo: debo adaptar actividades para todos, pero sin recursos ni tiempo
real para hacerlo. La ley de general de educación nos pide atención
personalizada, pero el reloj y las condiciones no cooperan.
La excelencia, según los lineamientos, implica formar
estudiantes críticos y creativos. Pero entre formatos, reportes y reuniones,
apenas queda espacio para preparar actividades innovadoras. Recuerdo una clase
de ciencias en la que debíamos experimentar con plantas; el material
recolectado estaba en mal estado. Terminamos haciendo “experimentos” con
macetas rotas y tierra que trajeron los estudiantes de sus casas. Lo llamamos
aprendizaje colaborativo… creo que fue más una improvisación forzada.
La colaboración con la comunidad es otro ideal que suena
bonito en las reuniones con directivos. En la realidad, las juntas con padres
terminan siendo discusiones sobre uniformes, cuotas y quejas. Las jornadas
comunitarias, que deberían ser oportunidades de unión, a menudo se convierten
en días extra de trabajo no remunerado: pintar bardas, barrer patios y
organizar ferias escolares sin apoyo logístico.
La justicia social también está en el discurso.
Organizamos colectas para comunidades necesitadas, pero me pregunto por qué
siempre los mismos maestros y estudiantes ponemos los recursos. No hay un plan
sostenido, solo acciones aisladas que sirven más para tomar fotos que para
transformar realidades.
En cuanto al cuidado del medio ambiente, tenemos un
huerto escolar que es casi más simbólico que funcional. Lo riegan dos alumnos
voluntarios, porque el resto está ocupado y no quiere hacerlo. Las campañas de
reciclaje terminan con bolsas de plástico acumuladas en un rincón, esperando
que alguien las lleve al centro de acopio… y ese “alguien” casi siempre soy yo.
Entre la presión por cumplir indicadores, las
observaciones administrativas y la carga emocional de acompañar a estudiantes con
problemas familiares, me pregunto si de verdad estoy formando ciudadanos libres
y críticos.
No es que no crea en la
educación, al contrario, es mi vocación. Pero la escuela que me prometieron y
en la que vivo las separa un abismo de carencias y burocracia. A veces sueño
con la educación de los planes y programas… pero despierto con el sonido de la
campana y la pila de trabajos por revisar.
Lo que me impulsa a seguir, incluso en los días más
difíciles, es ese instante mágico en el que descubro que he tocado un corazón y
he cambiado el mundo de un de mis niños.
CONCLUSIÓN
Ambas perspectivas son reales y necesarias
conocer; hacia donde nos dirigimos, pero también la realidad en la que nos
encontramos. El docente, aun en medio del hartazgo, sigue siendo el puente en
el camino. Su esfuerzo, aunque muchas veces invisible, siembra en los
estudiantes semillas de pensamiento crítico, empatía y compromiso social.
La escuela ideal no se construye de un día
para otro; es un proyecto que avanza con cada clase bien dada, con cada
estudiante escuchado y con cada valor transmitido. Puede que no siempre se
veamos el fruto de nuestro esfuerzo, pero el impacto de un maestro es profundo
y duradero.
Comentarios
Agradecemos al Dr. Guillermo Aglael nos haya compartido estos relatos que presentan la Nueva Escuela Mexicana desde las miradas de un alumno y de un profesor sacados casi del Metaverso Digital.
Aunque este Blog alega por la creación literaria personal, decidimos presentar lo que la Máquina piensa del Nuevo Paradigma Escolar Mexicano, desde una orientación humana.
Ésta es una excepción.
Porque siempre abonaremos que lo que importa es promover, desarrollar, presentar y comentar, el Pensamiento Escrito, Lateral y totalmente personal y creativo, aunque parezcamos seres traídos del pasado ante la mirada sorprendida, aburrida y hasta burlona de algunos que ya no escriben ni siquiera una bella Carta de Amor.
Saludos, su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
De igual forma algo sacado por la IA, es bueno probar algo distinto, como una nueva comida, un nuevo sazón, esperemos leer más del compañero para mí nuevo en el Blog!!
Saludos a todos!!!
Por otro lado el maestro vive una realidad diferente ya que al maestro le prometieron una escuela en buenas condiciones pero lo que en realidad vive es que la escuela no está en buenas condiciones, no cuentan con maestros capacitados, no son inclusivos en esa escuela y no cuentan con con lo prometido.
Así que creo que aunque este relato tenga ayuda de IA siento que no está alejado de la realidad que muchos viven.
Mi opinión es que ambos puntos de vista son valiosos y complementarios: el del alumno representa el ideal que debemos alcanzar, y el del maestro, los retos que debemos resolver. Solo reconociendo las dificultades reales se podrá construir una escuela que se acerque cada vez más al sueño educativo de justicia, equidad y excelencia para todos.
Me gusta porque muestra una escuela donde todos aprendemos juntos y nos tratan con igualdad.
2. Profesor:
Habla de cómo los maestros quieren enseñar bien, pero muchas veces no tienen los recursos ni el apoyo
El texto muestra una visión muy positiva y esperanzadora de lo que puede ser una escuela basada en los valores de la Nueva Escuela Mexicana. El profe transmite entusiasmo y una fuerte creencia en que la educación puede transformar vidas. Sin embargo, su relato refleja una realidad muy idealizada, donde todo funciona perfectamente y no existen obstáculos. Aun así, el mensaje es inspirador, porque nos recuerda cómo debería ser realmente una escuela: un lugar donde todos se sientan incluidos, valorados y motivados a aprender con alegría.
Este texto nos muestra una escuela que realmente sería muy bonita, si fueran así pero lamentablemente no lo son.
MAESTRO.
Este texto habla de todo el esfuerzo que hace un docente para poder seguir adelante, aunque no tenga el suficiente apoyo.
Expresa que la escuela en donde esta es la mejor porque dice munchas cosas bonitas de ella en donde hacen ferias para recolectar dinero para apoyar a otras escuelaa de baja economia en donde tiene un huerto y el pueblo les ayuda ..
El maestro
El esta desesperanzado por la escuela que le prometierón ala cual no es la de sus sueño tambien comenta que en las reuniones a las cuales deberian para apoyarse suelen ser problemas de en los pagos o de los alumnos mal portados…
Expresa que la escuela en donde esta es la mejor porque dice munchas cosas bonitas de ella en donde hacen ferias para recolectar dinero para apoyar a otras escuelaa de baja economia en donde tiene un huerto y el pueblo les ayuda ..
El maestro
El esta desesperanzado por la escuela que le prometierón ala cual no es la de sus sueño tambien comenta que en las reuniones a las cuales deberian para apoyarse suelen ser problemas de en los pagos o de los alumnos mal portados que lo ponen de su parte para que todo sea más fácil todo el trabajo y desorden lo dejan a los maetros o papás ..
Habla sobre el entusiasmo que siente el alumno al ir a estudiar, también habla de que la escuela se rige acorde al artículo tercero, “la maestra dice que la excelencia no se trata solo de las buenas calificaciones, si no de aprender realmente”.
la escuela que me prometieron
Las instalaciones no son nada comparadas con lo que prometen, ya que la infraestructura como instalaciones están en muy mal estado en algunas ocasiones.
Por otro lado el maestro vive una realidad diferente ya que al maestro le prometieron una escuela en buenas condiciones pero lo que en realidad vive es que la escuela no está en buenas condiciones, no cuentan con maestros capacitados, no son inclusivos en esa escuela y no cuentan con con lo prometido.
Así que creo que aunque este relato tenga ayuda de IA siento que no está alejado de la realidad que muchos viven.
Creo que el mayor aporte está en recordarnos que los grandes ideales (escuela inclusiva, equitativa, crítica, creativa) no se logran por decretos o discursos, sino por pequeñas acciones bien hechas, decisiones conscientes e inversión real