“Volví a verme en el lago, mi piel era agrietada, verdosa, mis ojos estaban hundidos y sonreí, nunca me había visto tan hermosa”
MARIPOSAS
Mariana
López
Me comencé a llenar de mariposas,
seguían mi camino, primero fueron pocas, unas cuantas, revoloteando sobre mí,
adornaban mi cabello con mil colores, sus alas acariciaban mi piel, yo parecía
su reina, su altar su refugio.
No lo entendía, pero me hacían
sentir especial, la encarnación de la diosa Ceres en esta tierra de mortales,
caminando con las bellas criaturas acomodando mis pasos.
Ostara envidiaría mi ser, mi
caminar, mis rizos adornados por los seres alados que me hacían ver como un
cuadro de Botticelli de carne y hueso, fecunda, gloriosa en un equinoccio entre
la vida mundana y la fantasía.
La primavera desearía ser yo, mi
andar, mi cuerpo mi perfume, comparable al de las rosas más hermosas.
Las personas me miraban al pasar era
obvio que lo hacían, como no hacerlo sorprendidos veían era la feminidad
encarnada veía como al verme tocaban el brazo de sus acompañantes boquiabiertos
para que me vieran también, para que gozaran mi belleza, mi esplendor.
Me veía al espejo religiosamente
cada mañana sonriendo, viendo cada hermoso ser que llegaba de nuevo a mí, que
me cubrían cual sagrado velo
Debe ser mi perfume, mi esencia
natural quizá imperceptible para mí, pero perceptible pero no para esas
criaturas.
Pero esto cambió cuando estaba en el
parque aquel día, el aire era espeso y húmedo, el sol se había olvidado brillar
y las nubes cubrían el cielo, me gustaba ir al parque y que todos me observan,
solía descansar en una banca viendo al horizonte solo existiendo, disfrutando
como cada persona giraba su cabeza al notar mi presencia, disfrutaba ser el
centro de atención.
Las mariposas revoloteaban a mi
alrededor, otras más preferían arrastrarse sobre mi piel, como si chupara algo
invisible en mis poros, deben creer que soy una flor pensaba yo.
Escuché a un niño, ese miserable
niño, estoy segura que envidiaba a mis compañeras, lo vi ahí parado con su cara
de repulsión, tomar el brazo de su mamá mientras gritaba, su madre se giró para
ver qué era lo que aterraba a su hijo y me vio, la misma cara de asco, enojada
les grité que se largara, que no tenían derecho de verme así, su mamá apretó
fuerte a su hijo contra su pecho y le dijo que se fueran de ahí, mientras el
niño preguntaba ¿por qué es verde?
Verde, de qué habla, mi piel es de
un color arena, a veces rosado, pero verde. ¿cómo se atreve?
me sentí confundida, todo el mundo
sabía que era hermosa.
No fue hasta que un apuesto hombre
me vio como un ser no humano, como si no pudiera encasillar mi ser en sus
pensamientos, baje la vista a mi regazo apenada, algo goteaba en mis piernas,
me humedecía el blanco vestido, lo manchaba de una especie de líquido viscoso,
tarde unos segundos en comprender que ese líquido salía de mí.
Toqué mi rostro, y sentí como bajo
mi piel se movía algo, se retorcía, mientras trozos de carne caían, corrí al
lago intentando ver mi reflejo y ahí estaban las mariposas, amontonadas en las
heridas, entrando y saliendo de esa carne abierta, puse atención a las
mariposas, no eran de colores, sus alas eran una combinación de muchas gamas de
café, sus antenas no eran finas, eran largas y peludas, estaba cubierta de
polillas.
Los cuerpos antes ligeros y hermosos
se hincharon y retorcieron para dejar ver su verdadero ser, polillas
carnívoras, temblando de hambre, royendo lo que quedaba de mí.
abrí la boca con un grito ahogado,
entonces las polillas comenzaron a introducirse en mí, sus alas revoloteando en
mis dientes, en mi garganta, sentí un zumbido que venía de mis pulmones de mi
estómago sentí como carcomía mi corazón, hasta que entendí que no sentía dolor,
sentía un placer liberador al ser devorada, el sol se fue y llegó la noche, me
cubrió con su manto, volví a verme en el lago, mi piel era agrietada, verdosa,
mis ojos estaban hundidos y sonreí, nunca me había visto tan hermosa.

Comentarios
Compañers literaria, en esta tarde nublada y airosa de domingo, te mando un gran abrazo!!