"29 de septiembre, 494 Aniversario de Culiacán"
“Qué bonito Culiacán, qué bonito mi botánico. Ve pronto, te estará esperando"
QUÉ BONITO
CULIACÁN,
Qué
bonito mi Botánico…
Irasema Galindo
Villalba
Me gusta la naturaleza, me da paz, tranquilidad, me da una esperanza de que todo estará bien en la vida. Y sí, a lo mejor estar rodeada de árboles mientras escucho como cae la lluvia no me resuelva la vida, pero sí me devuelve un respiro, una calma de que por un instante hace que todo lo demás deje de pesar.
Por primera vez, hace poco visité el Jardín Botánico de Culiacán, y desde que entré, sentí que no era un lugar común… Uno piensa que va a ver sólo plantas, flores y árboles grandes; y sí, pero es más que eso: es como entrar a un mundo donde la naturaleza y el arte te abrazan sin sentirlo.
Al
entrar en este mágico lugar, me encontré con una moneda de $10 pesos en el
suelo.
Caminé un poco más y quedé sorprendida con la cantidad de monedas que cubría el camino. Obviamente, la curiosidad me ganó y quise tomar una, pero, por obvias razones no se pudo; era imposible, ya que estaban soldadas con tornillos, El ver tantas monedas en el suelo me dejo un dejavu; me sentí como en un sueño. ¿Nunca te ha pasado soñar que encuentras una moneda y, al caminar, descubres muchas más? Así fue exactamente como me sentí.
Caminé, caminé y seguí caminando, y a lo lejos me llamó la atención el famoso bochito estampado en un árbol del que tanto me habían platicado. Yo me quedé viendo y pensé: “a ver, ¿quién fue el menso que choco aquí y nunca regresó por su carro?”. Luego al leer su historia, descubrí que Nadie lo había chocado y que en realidad es una obra de arte llamada “Game Over”, que representa como la naturaleza termina reclamando lo que es suyo. Y vaya que lo logra, porque las ramas ya lo abrazan como si fueran parte del motor. Fue imposible no reírme, pensando: “Hasta los árboles en Culiacán tienen autos propios”.
Hace
no mucho tiempo, apenas unos años atrás, el “dueño” reapareció reclamando lo que,
según él, todavía le pertenecía.
Sorprendente, ¿no? Cómo después de la fama, siempre aparecen los interesados. Fue una gran idea no entregárselo, pero si yo hubiera estado ahí, sin duda en ese momento le habría dicho al disque dueño:
“No buscas el bochito, buscas el dinero, para obtenerlo, paga los cargos y será tuyo: el auto, el dinero y hasta las ramas que lo abrazan por dentro y si quieres, hasta la iguana que está en el asiento”.
Seguí caminando alrededor de plantas, flores y mariposas, cada rincón tenía algo que me sorprendía, algo único. Había palmeras enormes que parecían sacadas de una película tropical, la que más me llamó la atención fue la palmera Talipot originaria del sur de la India, midiendo más de 20 metros de altura, casi el tamaño de la estatua de San Judas Tadeo ubicada en Badiraguato, ¡Eso sí que es altura!, además. “¡Que nombré tan raro dije yo!”, ¿pero su antigüedad fue lo que más me sorprendió? Bueno, no, el florecer una vez en su vida para después morir me ocasionó revuelo.
Mi segunda fruta favorita es la piña y descubrí que en Jardín Botánico existe una especie de planta de piña originaria de Sudamérica. Al leer su historia, me enteré de que la piña es el segundo cultivo de fruta tropical más importante en el mundo y que, para crear un solo fruto, llega a producir hasta 200 flores. ¿Qué coincidencia tan curiosa, no crees?
Entre
risa y sorpresa, me di cuenta de que el lugar no solamente es bonito, sino que también
tiene un mensaje fuerte: la importancia de cuidar la naturaleza, de valorar lo
que tenemos y de entender que el arte puede estar en cualquier lado, incluso en
una lámpara vieja y polvorienta, lo feo por fuera puede esconder un brillo
inesperado. Además, pasar un lindo momento en ese jardín me encanto, pero eso
no es todo: tener la compañía de mi papá y mi hermanito lo hizo más especial,
sin duda, su presencia convirtió mi visita al Jardín Botánico en un recuerdo
inolvidable.
“Siempre he dicho que una buena compañía es el secreto de una buena vida.”
Al final, Salí con los tenis llenos de polvo, con veinte fotos fallidas tratando de verme “aesthetic” frente a las plantas y con una sonrisa enorme. Porque el Jardín Botánico de Culiacán no es solamente un lugar para pasear: es una experiencia mágica donde te ríes, aprendes y hasta reflexionas, sin darte cuenta de lo importante que es tener este mágico lugar en una ciudad tan única.
Qué raro, ¿no? Amar a la naturaleza sin escucharla, sólo sintiéndola. Eso me provoca una sensación de querer descubrir más, pues eso es la naturaleza: descubrir y explorar más allá de lo meramente estético.
En fin… que bonito Culiacán, que bonito mi botánico. Ve pronto, te estará esperando

Comentarios
interesante tu vista acerca del Botánico. Saludos
Escribiste de manera sencilla y muy clara esta bonita experiencia por el Jardín!!
Te damos la Bienvenida al Blog y espero leas los comentarios.
Saludos!!!