"Esa noche ni durmió con el sabor de sus labios en la boca"
"HACE TIEMPO QUE NO ME BESAS"
José Manuel Frías Sarmiento
Hace tiempo que no me besas, dijo la esposa, tallando con esmero un sartén viejo de peltre destartalado que su esposo le comprara en sus primeros años de casados.
Eiiii, dijo el esposo, con la mirada fija en las sopas de tortilla con huevo que meneaba en el sartén tramontina sin teflón que su esposa comprara en el Sam's la última vez que la acompañó a renovar su membresía que ya estaba por vencer.
La esposa enjuaga la esponja y talla con más fuerza la mancha de grasa incrustada en las grietas del usado sartén que su viejo le llevara del Mercadito Rafael Buelna cuando, recién casados, llegaron al Culiacán de aquellos tiempos de arañas con caballos y tranvías tropicales de los ranchos, usados como transportes en Sinaloa. Eran jóvenes y empezaban a formar el hogar en el que ahora sólo quedan ella y su esposo, ese señor que hace mucho tiempo ya no la besa. Y en eso pensaba cuando del alma le salió esa reflexión que pareció reclamo.
El esposo le pone una pisca de sal y de pimienta a los huevos de las sopas, mientras piensa que sí, hace tiempo no la besa como aquella primera vez que la besó en la noria de la cacaragua del arroyo abajo de su casa. Esa noche ni durmió con el sabor de sus labios en la boca y el calor de su breve cintura en los callos de sus manos que no dejaban de sentirla palpitar, mientras le besaba con los ojos entrecerrados y parada de puntitas, como para guardar el recuerdo de ese beso que ya nunca se repetirá con el temblor y la dulzura de ser el primero que los dos se dieron.
Ella mira las burbujas brillantes del Axión doble espuma líquido, con el sartén que ya casi queda rechinando de limpio y le invade la nostalgia por aquellos besos de amor que su esposo le daba cada que la miraba o le pasaba por un lado. Como aquel de la cacaragua junto a la noria que jamás olvidará por ser el primero que recibiera de su esposo que hace tiempo ya no la besa, ni siquiera por compromiso.
Iii, dice la esposa, exprimiendo la fibra Scotch brite verde y, mientras escurre el agua entre sus dedos, y vuelve a decir con un suspiro del corazón: antes me besabas bonito a cada rato y ora ya hace mucho que no me besas...
Eiii, contesta el marido, viendo a la señora que lava el sartén en el fregadero de fibra de vidrio porcelanizado que le compró en Kuroda el Buen Fin del año aquel en el que empezó la pandemia. La mira, entrecerrando los ojos y los hunde en el recuerdo de aquel beso que su esposa reclama quedito, como para no molestarlo pero para que sepa que ella sabe que hace mucho no la besa. Mira sus labios, con huellas de la tercera edad y piensa que no es por eso que no la besa, sino porque ella poco a poco dejó de acercarse a él y de guisarle frijoles refritos como a él le gustan, chinitos y con queso derretido, ese que se estira al hacer el taco con tortillas de maíz recién hechas en la tortillera arrumbada porque hace mucho tiempo no la usa, tanto como el tiempo que hace que no la besa. Largo tiempo que a veces, como ahora, ya le pesa.
La señora a la que hace mucho su esposo ya no besa, piensa que tal vez ya ni le gustarían sus besos y ya no sabe ni para qué se lo dijo, capaz que viene y la besa por pura educación, porque eso sí, educado siempre ha sido, y prudente también, porque en los últimos seis años sin tener intimidad nunca le ha reclamado sus necesidades de hombre, desde aquella vez que recalaban de la boda de la Catato en Calomato, ya muy noche y medio atontado por la media botella de tequila 1800 reposado agave azul, cuando se acostaron, así nomás, la abrazó de cucharita y la arrempujó sin decirle nada. Y ella nomás se dejó porque, de repente, no halló qué decirle, ni cómo echarlo de la cama hasta que logró lo que quería, pero de seguro que se dio cuenta de la indiferencia y del desgano con la que ella participó, porque desde esa vez ya no la volvió a besar, ni siquiera de pasadita o jugando como siempre lo hacía. Y hasta eso que no lo hizo por el olor a las Tecates y al humo de los cigarros Marlboro impregnados en la camisa Weekend que no se quitó al acostarse con ella, todo sudado y apestoso a humo cuando se le arrepegó. Esa camisa que le regaló en la Navidad pasada, porque la No-iron no se la quiso poner y eso que a ella le gusta más porque ni se arruga ni se plancha, por eso mejor lo llevó a Suburbia del Walmart del Tres Ríos para que escogiera la que quisiera, aunque fuera una genérica y corriente, como la Weekend que se compró para la noche aquella de la boda en que por última vez la besó. Y de los besos de esa noche sólo tiene un vago recuerdo que no se compara con nada a la dulzura, el ímpetu y la suavidad de aquel primer beso en la noria de la cacaragua. Iiii, dice para sus adentros, se me hace que ya cayeron varios aguaceros desde entonces y no me ha vuelto a besar.
El señor de los 65 y más tapa un ratito las sopas de tortilla para que se pongan blanditas con el vapor y agarren mejor el sabor de los cinco blanquillos que les echó, porque ya ven que estos pinches huevitos de la Ley parecen más de cholis que de gallinas, y menos se comparan con aquellos huevotes del rancho, con la clara consistente y la yema bien amarilla que nomás con dos ya se armaba un buen desayuno. Levanta la tapadera y con el calorcito del vapor se acuerda de los besos que le daba mientras la abrazaba por detrás. Siempre le gustó darle unos besos en la nuca y ponerla chinita, diciéndole cositas al oído mientras le daba mordiditas e la oreja. Y ahora que apenas escuchó el reclamo de la señora que talla y talla el sartén, piensa que sí es verdad que hace mucho no la besa como la besaba entonces, cuando por décadas gozaron de su amor a rienda suelta y sin tapujos, tal vez por eso, en recuerdo de aquellas caricias en la oreja es que su esposa suspiró por los besos que hace tiempo no le da.
La esposa le mira resignada, al ver que ni voltea para decirle por qué ya no la besa. Él sigue afanado con las sopas de tortilla con huevo que siempre le salen más sabrosas que a ella. Sabe que se le antojan, pero que no le pedirá y él por capricho no le ofrecerá hasta que ella se lo pida. Y como para picarle un poco el apetito, se sirve un plato grande copeteado de sopitas con frijolitos refritos, con queso cremoso de Tacuichamona y salpicadas con salsa Guacamaya, que nomás de verla se antojan acompañadas con una taza de café Nepente, sabroso y calientito, traído de Zapopan, allá por Guadalajara.
A ella le gustaba que, a veces, le diera una nalgadita al pasar a su lado, era una manera de sentir que la quería y estaba pendiente de ella; pero hace tiempo que no la besa ni le da esa cariñosa nalgadita. Y parece que ni las sopitas de huevo compartirá con ella, pues tampoco se sientan a la mesa para comer y platicar como lo hicieron por muchos años; comían y platicaban de sus amigos y de los hijos que ya no vivían con ellos. Eso también se terminó, casi desde que ella dejó de freírle, chinitos y cafecitos, los frijoles y él empezó a guisar sus latas de sardinas Guaymex y a preparar sus ricas sopas de tortilla con huevo, que ahora come con gusto y sin voltearla siquiera a ver. A lo mejor las come pensando que no la besa, pero tampoco ella le guisa como antes le guisaba. Una cosa parece emparejada con la otra y cada quien ahora vive con su antojo: ella, de un beso como en los primeros años; y el, con las ganas de una machaquita bien guisada, con tamal y asadera a un lado; un bistec de hígado o, ya de jodido, unas ricas sopas de tortilla con huevo, acompañadas de unos frijoles bien guisados y una jarra de agua de pepino con limón. Y los dos piensan que la vida se acaba Y los reconcomios se afianzan más que las manchas de grasa en las grietas y junturas del viejo sartén que su esposo comprara a su esposa, cuando llegaron recién casados a Culiacán y él todavía la besaba con la pasión y el cariño de aquel primer beso en la cacaragua, junto a la noria, yendo para el arroyo, atrasito de su casa.
Comentarios
Saludos. Su amigo JM, El Tal Frías S
Saludos y gracias, tu amigo José Manuel Frías Sarmiento
Bueno eso.cada matrimonio lo.sabrá y las consecuencias de su vivir diario se los dirá al paso del tiempo.
Es un relato que envuelve ciertas realidades que se viven y detalles con los que podemos familiarizarnos.
Mmmm se nota que andamos de.vacaciones, pero seguimos leyéndonos unos cuántos.
Un gran abrazo maestro Frías!!!
Cada quien siente al besar; una sensación inexplicable cuando es recíproco.
Buenas vacaciones JM
Saludos Jose manuel frias sarmiento
Gracias, tu amigo José Manuel Frías Sarmiento