“Polvos de estrella dicen los poetas; yo digo que apenas un puñito menudo de barro que a veces llega a trascender por lo que otros cuentan de nosotros. Y por lo que cuentan algunas de nuestras obras”



 



LA MEMORIA INFINITA


María Madrid Zazueta

 

Es un domingo cualquiera, aunque en muchas casas del país se celebra el día del padre. Un día caluroso y nublado. Despejado del ruido atemporal de los helicópteros que tiene cimbrando las construcciones de la cuadra. Para mí, es un día en el que me desperté con el recuerdo de un nostálgico, emotivo y profundo documental que miré en Netflix, antes de ver, o sentir, mi ya rutinaria película de Orgullo y prejuicio. El documental se llama La memoria infinita, y son imágenes y audiovisuales recopilados que nos presentan un poco de quién fue Augusto Góngora, un poco de su pasión, de su profesionalismo, de su amor y sus recuerdos. 

Augusto Góngora. Ahora es una recopilación de sus recuerdos antes y durante el Alzheimer. Sus hijos no se ven, pero allí están presentes en todo el documental. A veces se miran por las fotografías en una pared rústica y hermosa de alguna sala de la casa donde Augusto y Paulina viven su historia de amor. Esta obra hecha documental es para una memoria histórica de la familia chilena, la América Latina y del mundo en general. En este escrito intentaré plasmar en letras ideas que ojalá sean ligeras en el esfuerzo lector, tal vez decepcionando un poco a los que me dicen que escribo mucho (textos largos a su ver), pero de profundos sentimientos y reflexiones.

Los muertos que no dejan morirse. Así dijo Augusto en una entrevista sobre los miles y decenas de miles de víctimas del régimen de Pinochet. Asesinados, otros torturados y los más encarcelados. Pero los que no se pueden morir son aquellos, dice él, a los que seguimos buscando; son aquellos que mantiene en los vivos la angustia de no tener la certeza de dónde y cómo están. De esos que algo nos dice que están vivos, aunque siempre está la sensación de que pudieran estar muertos; pero mientras nuestros ojos no los vean inertes frente a nosotros nos dejan la esperanza de que volverán. Algo que me remueve las entrañas y moja mis ojos por los miles desaparecidos en Sinaloa desde tiempos inmemorables, entre ellos mi amor, mi niño, mi Peque, mi Juanito.

Recesión. En una entrevista de por allá en los turbulentos años 80, Augusto entrevista a varios niños paridos durante la dictadura que tienen una visión tan clara como es posible a esa edad sobre la realidad en la que están. Una niña menciona la recesión, y Augusto le pregunta si sabe lo que es esa palabra. La niña dice: es cuando uno ya no tiene para comer y el dinero se está acabando. Se sorprende Augusto y me sorprendo yo de la inteligencia urbana de las mentes joven y despiertas, como él mismo lo fue toda su vida.

Desgarro. El primer dolor profundo que experimentó Augusto nunca fue la muerte de uno de sus amigos a manos de las fuerzas militares. La noticia fue titular de un periódico donde refería que él y otro colega habían sido encontrados degollados (a manos de los comunistas, como en esa fecha era común acusar). Un desgarro para mí como espectadora fue ver a ese hombre siempre lúcido y de ideas fuera de lo común, como dijo su hija Javiera, en medio de una crisis existencial peleando con seres imaginarios que no lo dejan ser. Atraviesa el Covid 19, y un mundito que creyó le mantendría vigente se le prohíben. Las reuniones, los amigos, los encuentros y todo aquello que le podía traer recuerdos ya no están allí para ayudarle a encontrar lo que en su memoria se ha bloqueado. No encuentra sus libros, cree que se los han llevado, que no están sus amigos. Sus amigos de toda la vida son los libros y las historias que cuentan. Las mentes de sus amigos mantenidas en esas páginas que huele siempre para distinguir a cada uno. De momento su propia casa es un mundo habitado por primera vez en el que no sabe cómo desplazarse.

Los años 70 nos llevaron a unos 80 con demasiados desplazamientos y movimientos militares. América Latina lo sufrió, pero México, y en especial la sierra de Sinaloa también. Muchos pobladores de esta tan apaliada colonia Hidalgo y Guadalupe Victoria se vinieron de la sierra porque los militares los estaban matando. Al menos a algunos de sus hijos. Desde entonces, se supone que está la guerra contra el narcotráfico, y en su nombre se ha derramada la sangre de inocentes y victimas colaterales. Una madre chilena, como una mexicana podría serlo, narra cómo fueron agente de la policía 21 comisaria los que sacaron a sus hijos de la casa; eran también oficiales disfrazados de civiles con brazaletes amarillos en las muñecas. Como bien recuerdo cuenta la historia en el México del 68 en Tlatelolco. Otros colores, causas más o menos similares: luchas contra las injusticias sociales, judiciales y la libertad de expresarse, como hoy mismo están haciendo miles de ciudadanos y migrantes en las calles estadounidenses.

Pinochet queda en la memoria colectiva de Chile como un sinónimo de ejecuciones, cárcel, tortura y desapariciones. Un denominador de los países en vías de desarrollo; que, sin embargo, no dejan de sentirse en todas las naciones de los cuatro puntos cardinales con menor o mayor intensidad y claridad. El hombre siempre ha dominado al hombre para puro perjuicio suyo, dice un texto bíblico, y ¿habrá quién le debata lo contrario?

Alzheimer. Es la condición que vive en una película Anthony Hopkins, en cuyo trama me aburrí. No era mi momento de apreciarla, aunque me ha servido de preámbulo para algunas pláticas interesantes de cafetería. En una página donde hablan del documental se refieren al Alzheimer como vacíos cognitivos que experimenta Augusto cuando le preguntan por un acontecimiento o una persona que no recuerda. Dice Cristóbal, su hijo, que muchas veces le ayudaba a su padre al recordarle las historias que él mismo le contó alguna vez. Pero, llegó el momento que eso ya no sirvió. No es que la mente estuviera vacía, quizá se había borrado. Yo prefiero pensar que ese estante donde están todos nuestros recuerdos olvidados, sellados; tal vez se encuentran bloqueados o encerrados en un almacén en el que se ha perdido la llave, pero que allí están.

Contar historias. A Augusto le encantaban las historias, y ellas le ayudaron por muchos años a mantener viva su memoria. Amaba las conversaciones, las reuniones, los eventos culturales, los libros, los documentales, las películas, el cine, el teatro; porque todos sirven como una memoria infinita que existe más allá de nosotros que somos finitos. Polvos de estrella dicen los poetas; yo digo que apenas un puñito menudo de barro que a veces llega a trascender por lo que otros cuentan de nosotros. Y por lo que cuentan algunas de nuestras obras. 

 

Comentarios

María reitero mi admiración por tu riqueza y potencia narrativa. No sólo te admiro, envidio tu capacidad y talento para narrar historias de profundo contenido humano. Por eso me caes tan bien y me gusta tanto platicar contigo. Para aprender.
Saludos, tu amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Fermín dijo…
Wowwwww me encanta la narrativa de tus escritos porqué tienen la virtud de trasladarme al epicentro de la misma, hoy tú escrito me llevo a esa infancia cuándo vendía periódico y leía un poco de lo qué pasaba en la ciudad,estado,país y el mundo. Gracias María por hacerme ver el porqué de tus consejos para escribir...Graciassss
Maestra María, me hizo una síntesis mejor adaptada que un libro, cada línea lleva a imaginar y evocar esas noticias de pasados cruentos, que, como cosa del destino, continúan acechando nuestra actualidad.
Excelente reflexión.
Saludos
Interesante narrativa nos brinda como siempre mi estimada maestra María. Me gustó como vas entrelazando esta historia con sucesos acontecidos también en nuestro país y que tienen mucha relación. Por ejemplo, el de los muertos que no dejan morirse, con el de las madres rastreadoras de Sinaloa, que no paran de buscar a sus hijos, que para ellas aún pueden estar vivos. Saludos cordiales.
Marité Ibarra dijo…
Estimada María Madrid. Qué interesante narrativa nos acabas de regalar. Tocas fibras sensibles como el tema de aquellos desaparecidos que sólo aparecen en las memorias de quien los recuerda y los siguen buscando, es una agonía perpetua. Tantas guerras, abusos, injusticias vemos constantemente, por eso el hombre le tiene tanto miedo al hombre, pues conocemos nuestros alcances malévolos.
El Alzheimer qué enfermedad tan triste, borrar la historia de tu vida es algo tan cruel y al que estamos expuestos quien sea, ya que las enfermedades son parejas.
Como siempre Madrid tu narrativa y la manera de exponer tus ideas, es exquisita.
Siempre es un placer leerte en cualquier momento.
Seguimos en contacto literario compañera de parranda.
Te mando un gran abrazo!!
María Porcella dijo…
Buenas tardes, estimados lectores y colegas. Me hacen un gran favor al leer y comentar mis textos sobre pensares y sentires que se me andan arremolinando y los necesito sacar. La verdad, luego que veo que publicaron mi texto me pongo a leerlo y me da vergüenza encontrar algunos errores en palabras o letras que se me pasan, o me las cambia el corrector, pero de las que ustedes no tienen la culpa. Me imagino el montón de tarea gratuita que tiene Frías de leernos como para también corregirnos. Que bueno que no es tan fijado. Hay quien dice que el que no es tonto como quiera entiende. Aunque a mí ya no me parece tan aplicable ni para mis trabajos libres y creativos. Sobre todo, porque soy muy criticona con todos cada que leo. Cuando no encuentro ningún error siento un descanso y una admiración. Porque a mí cuando no se me va uno, se me va otro. Del contenido, pues qué les puedo decir. Mejor los invito a echarle un ojo al excelente documental que está realizado como videos caseros, sin ningún tipo de presentación. Pero se entiende con claridad. Como dice Zañudo, uno va comprendiendo los sucesos por su experiencia y conocimiento de las situaciones locales, nacionales e internacionales. Ojalá lo miren y luego, si se acuerdan, vengan a comentar este texto. Saludos.
GILBERTO MORENO dijo…
Amiga, me tomé un tiempo prudente para leerte con calma y detenimiento y poder admirar y saborear de paso tu exquisita forma de plasmar no solo realidades actuales, sino relacionarlas con historias y hechos de diferentes latitudes. Tienes la magia de ir de una vivencia personal a un acontecimiento histórico. Ese vaivén de situaciones y contenidos con sentido social y humanitario, hacen que me pare de pie. En serio a veces pienso que no eres aquella plebe de la cuadra que iba a la tienda a comprar almohaditas de shampoo Vanart. Saludos fraternos. el Gil.
María Porcella dijo…
Hola, Gil. Solía comprar un shampoo vanart azul y un enjuague. Eran la pareja ideal para mi cabello de adolescente. Desde que vivía don Juan, antes que ustedes llegaran a la tienda, ya tenía esa costumbre, y la de llegar corriendo de la secundaria para comprar un pan tostado con mantequilla y azúcar acompañado de una vita de toronja. Me acuerdo de la canción de Milanés, dice algo así: el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, el amor no reflejo como ayer... Hermoso Pablo Milanés que me trae muchos recuerdos del ayer, ¿cuánto gané, cuánto perdí? Sin lugar a dudas dejé muchas cosas, y he obtenido otras. Pero, en el fondo, muuuy en el fondo soy la misma atarantada de siempre. Saludos.
María Porcella dijo…
Qué lindo que lo digas, Wyn. No te recuerdo vendiendo periódicos, pero te creo. Eras un vivillo desde chiquillo. Las historias del mundo y de los otros, las tenemos que ir tejiendo con las nuestras, porque más de lo que creemos están relacionadas. Eso lo aprendí con el estudio de la historia en la licenciatura, con mi querido maestro, pintor, historiador y amigo Lamberto Vizcarra Cárdenas.
Maestra Madrid, el que realiza es un buen recuento de los horrores que se han vivido en territorio Latinoamericano, la memoria infinita sigue recordando a sus muertos, dice Góngora " no dejan morirse" porque persiste la esperanza de que esos muertos vuelvan y vivos. Esperanza infinita. La saludo con aprecio desde Los Mochis Sinaloa.
Anónimo dijo…
María Madrid en estos andares de la vida traer episodio de historia que para mí se envuelve una realidad tan sentida que ahoga la esperanza. La pantalla grande relata lo sobre humano que lastima la consciencia…
Me gusta cuando dices sobre la memoria perdida, en recuerdo cerrados en una llave olvidada.

Te mando un fuerte abrazo 🤗
María Porcella dijo…
Gracias por tu comentario, en poco dices mucho para mí. La realidad a veces hace sentir que se ahoga la esperanza; pero yo confio que hay esperanzas que vale la pena mantener. Las películas, los documentales, y otros formatos que presentan vivencias, me han enseñando tanto o más que la escuela. Porque me han planteado y hecho vivir realidades que se han integrado a mi experiencia como si fueran mías. Abrazo fuerte.

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