“No tengo nombre. No tengo rostro. No hablo. Soy la última advertencia. La mano que restablece el orden”


 




EL INSTRUMENTO DEL ORDEN

 

Mía Camila Payán Angulo

 

No tengo nombre, pero todos me conocen.

No tengo rostro, pero cuando me ven, tiemblan

No hablo, pero mi mensaje resuena con la fuerza de un trueno

Soy la última advertencia. La mano que restablece el orden.

Desde mi trono en la penumbra, observo. La casa es mi dominio, mi campo de batalla. He visto generaciones nacer y crecer, he presenciado desafíos y actos de rebelión. Algunos creen que el tiempo los hará inmunes a mí, que su astucia les dará ventaja. Pobres ilusos.

Yo no fallo. Yo no olvido. Yo siempre alcanzo mi objetivo

El día avanza con aparente calma, pero la tormenta se gesta en silencio.

—Te lo dije dos veces.

Las palabras de mi dueña son firmes, cargadas con el peso de una advertencia ancestral. Pero el destinatario—una criatura insolente de espíritu indomable—no comprende el peligro en el que se encuentra.

—Ya voy.

¡Oh… grave error!

Mi dueña suspira. En su mirada hay resignación, pero también certeza. Ella sabe, como yo sé, que el libre albedrío tiene límites. Y ese límite ha sido cruzado.

Soy tomada con precisión. Siento el calor de su mano firme. Ha llegado mi momento.

No hay prisa en su movimiento. No la necesita. Porque cuando soy llamada, el destino ya está escrito

El objetivo se da cuenta demasiado tarde. Gira la cabeza, ojos abiertos de pavor, músculos tensos en un intento inútil de escapar. No importa

No hay escapatoria.

Soy lanzada

Surco el aire como un relámpago. El viento silba a mi alrededor. Todo se ralentiza. El tiempo, la distancia, la esperanza del fugitivo… todo se desvanece ante la certeza de mi trayectoria.

Impacto.

Un sonido seco, un jadeo de sorpresa, el eco de la justicia restaurada.

Mi misión ha concluido. Caigo al suelo con la dignidad de un guerrero que ha cumplido su deber. Desde aquí, escucho los murmullos de aceptación, la promesa de obediencia renovada. No necesito regocijarme en la victoria, porque la victoria siempre es mía.

Soy recogida, devuelta a mi lugar de descanso.

Espero

Porque la rebelión nunca duerme… y yo tampoco.

Soy la ley. Soy el orden.

Soy la chancla.

Comentarios

Marité Ibarra dijo…
Buenos días compañeros lectores y escritores de este magnífico Blog!!
Mía nos tenías un poco abandonados pero que bueno que te haces presente de nuevo.
La chancla sin duda restablece el orden, es una medida disciplinaria que no falla.
"Te voy a dar unos chanclazos", es una seria advertencia que hay que tomar en cuenta.
Creo que todos en su momento conocimos la furia de este instrumento del orden y no hay traumas de por medio, bueno al menos en mi caso no.
Mía yo trataba de entender a lo que te referías pero al final lo defines con dos palabras muy claras y que todos sabemos cuánto poder tiene.
Te felicito y no te pierdas tanto.
Te mando un gran saludo!!!
Seguimos en contacto!!
.
Estimada Mía, no hay deportista que tenga tanto tino a la hora de acertar en el blanco, que la chancla justiciera en manos de nuestras madres, nadie se escapa a su alcance, sin importar que seas tan rápido como el mismísimo Flash, tengas la agilidad de Bruce Lee o te sientas invencible como al el mismísimo Supermán, serás castigado por el poder de la chancla voladora.
Excelente texto.
Saludos
Que buen texto nos regalas el día de hoy Mía. Mantenía mi mente abierta para encontrar cuál era el instrumento al que te estabas refiriendo. Al igual que lo comenta Marité, la chancla fue una de mis psicólogas al igual que la escoba. Y la mayoría de las veces me las aventaba mi mamá. Recuerdo que en una ocasión me subí a la mesa para alcanzar la alacena y ahí buscar unas moneda para comprar dulces. Pero en mi desespero, porque no me descubrieran tiré un kilo de harina que estaba abierto y me baño toda la cara y la camisa. Entonces me bajé y puse pies en polvorosa. Saludos cordiales.
GILBERTO MORENO dijo…
Excelente el texto de nuestra amiga Camila, el contenido de la mano de la Justicia, restaurar e imponer el orden con la firmeza de la ancestral Chancla. Cuantos brotes de violencia y desobediencias concluyeron con el uso de ese artefacto justiciero. Saludos, Gilberto Moreno
Compañera Payán, es una excelente narrativa la que genera, desde el primer renglón nos va poniendo en suspenso, que bien escribir sobre uno de los instrumentos hogareños muy educadores y disciplinadores de la conducta humana, instrumento que en la historia de la educación formó hombres y mujeres de bien, como alguna vez escribió el Dr. Juan Pablo González. Un abrazo y una felicitación reciba desde Los Mochis Sinaloa.
María Porcella dijo…
Hola Mía. Coincido con mis colegas que es un texto que nos atrapa. En lo personal el fin me sorprendió, aunque ya luego lo asimilé. La Chancla Redentora y más corregidora que la de Querétaro. ¡Cuánta falta hace ahora! Su ausencia, por la "paciencia" de su dueña, nos tiene en un mundo todo al revés.

Entradas más populares de este blog