“Así como de las colmenas salen abejas que revisan los alrededores y se internan en parajes ignotos para explorar y encontrar los nichos de polen y de néctar..."
LAS ABEJAS DEL ALFABETO
(Recuerdos
para la historia de la Educación en Sinaloa)
José Manuel Frías Sarmiento
Haz de cuenta miles de abejas de un panal,
enjambre o colmena. Y así como las abejas salen de la colmena
para ir a los campos a buscar el néctar que requieren para fabricar la miel de
la que viven, así los alumnos y las alumnas de las tres Unidades de la UPES,
salieron a las rancherías, subieron a las montañas, bajaron a las costas,
navegaron en pangas, se adentraron en las colonias, entraron a los centros de
rehabilitación contra las adicciones, se internaron en las cárceles sinaloenses
y hurgaron en cada hogar para indagar por los adultos que no supieran leer ni
escribir. Las abejas buscan en su diario recorrido la fuente de la cual extraer
un elemento que luego convertirán en alimento dulce y energético que les
sustente de por vida; los alumnos y las alumnas prestadoras de Servicio Social
Universitario, salieron también, igual que las abejas, a todos esos lugares
pero no a extraer sino a llevar un alimento igual de nutritivo como la miel que
jamás se echa a perder, pues el conocimiento, cuando se adquiere tampoco podrá
nunca perderse. Estas nobles muchachas y estos valientes jóvenes, llevaron a
miles de personas el néctar de la sabiduría trasmitida a través de la palabra
escrita, algo que ellos, los adultos analfabetos, no habían tenido aún la dicha
de probar.
Eran
miles de estudiantes que en sus tardes o mañana libres salían de sus casas,
llevando en sus mochilas de PROASIN los instrumentos mínimos para alfabetizar;
además de un pintarrón y plumones de
colores luminosos para trazar el camino de sus nuevos alumnos, mayores que ellos
y ya con un mundo de experiencia vivida. Pero ellos, los estudiantes de la
UPES, les llevaban el conocimiento mágico de la palabra escrita, ésa con la que
pueden escribir y comunicarse con el hijo ausente y que les permite comprender
mejor los beneficios de los medicamentos que los galenos prescriben en las
recetas para curar su padecimientos físicos; ahora las muchachas y los jóvenes
estudiantes de licenciaturas en educación, les llevaban una medicina que
curaría para siempre el dolor de no saber leer ni escribir, que desterraría, de
una vez por todas, el padecimiento de pedir a otros que le escriban o lean las
cartas que les llegan de lejos con noticias de sus hijos y familiares,
residentes en otros lugares del país y del extranjero.
Y el conjunto de alumnos y de alumnas
alfabetizadoras empezó a generar otro murmullo como de colmena entusiasmada con
su nueva labor educativa. El zumbido ahora fue más agradable, en los corrillos
intercambiaban experiencias, dialogaban y se contaban anécdotas que disminuían
la tensión y el enojo inicial, aquel que sintieron cuando aún no sabían con
precisión la magnitud de la empresa pedagógica con la cual su Universidad les
proveería de una enseñanza, que sólo su ejercicio alfabetizador pudo hacerles
comprender y aquilatar en toda su valía pedagógica y en su formación
profesional y personal. El zumbido se incrementó de tal manera que ya casi
nadie pudo quedarse afuera de la colmena que murmuraba con orgullo a favor de
la experiencia plasmada en los Cuadernos de Experiencias de Alfabetización, con
relatos de los adultos y de sus jóvenes profesores. Muy pronto, la colmena
generó enjambres en las subsedes, y por todos los municipios se les miró y se
oyó el zumbar de las abejas llevando el conocimiento alfabetizador por las
veredas, caminos y ríos que les acercaban a los adultos que, con esta labor
estudiantil, saboreaban la dulzura de la escritura y paladeaban el néctar de la
lectura. ¡Pura miel, pues!
Pero,
igualito que las abejas, que se organizan para construir la cera y transformar
el polen en la sabrosa y nutritiva miel, la UPES también se organizó para
obtener los resultados esperados. Así como de las colmenas salen abejas que
revisan los alrededores y se internan en parajes ignotos para explorar y
encontrar los nichos de polen y de néctar, melíferos, para, enseguida,
coordinar el avance y exploración de las recolectoras; asimismo aconteció con
este programa de alfabetización auspiciado por el Servicio Social de la UPES y
por los capacitadores del PROASIN. Un grupo de administrativos, profesores,
capacitadores y coordinadores se desplegó por las tres unidades sopesando las
variables que marcarían la pauta en este innovador programa de alfabetización.
Un programa que, a pesar de atender una orientación gubernamental, no fue
acatado por las otras instituciones de educación superior en el estado; no, por
lo menos, con la fuerza y la pasión con la que lo asumió y realizó la
Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa. Estos primeros exploradores de la
alfabetización, levantaron los primeros censos, firmaron acuerdos con otras
autoridades, reclutaron alumnos y alumnas y les capacitaron para entender la
importancia de la empresa educativa que se les encomendaba, y se les habilitó
para cumplirla; no del todo, hay que decirlo, pero sí con las herramientas
indispensables para ponerlos en contacto con sus nuevos alumnos y apoyarlos en
la realización de la práctica docente que, de repente, les cayeron encima,
ambos, programa de alfabetización y adultos analfabetas. Todo un mundo que les
sacaba de su confort citadino, que les sacudía la modorra de la cotidianidad
estudiantil de no saber, muchas de las veces, para que estudiar tal o cual
materia y, a veces, tal o cual licenciatura. Ahora, aunque fuere a repelones,
poco a poco, con cada sesión de trabajo con sus adultos, empezaban a reconocer
la valía de ser educador, comenzaban a sentir el gusto de ayudar a que otros
conocieran lo que ellos ya sabían, por el privilegio de comprender los signos
lingüísticos impresos en los papeles que, para sus alumnos adultos, fueron
siempre códigos impenetrables y, por lo mismo, indescifrables. Toda una
existencia de oscuridad llegaba a su fin, con el trabajo de los alumnos y
alumnas de una Universidad que había mirado hacia el rincón en el que las
circunstancias ¡méndigas circunstancias!, les habían recluido de por vida.
Los
capacitadores iniciales llegaron desde afuera de la UPES, pero, luego, varios
universitarios tomaron las riendas y retomaron esa tarea; por su parte, los
coordinadores surgieron del cuerpo administrativo de las tres Unidades y a
éstos sí, más que a los propios alfabetizadores, les costó mayor esfuerzo
coordinar las actividades de los prestadores de Servicio Social, para llevar
las primeras letras a los miles de adultos marginados de la educación formal
que aún existen en nuestro estado. Más tarde vendrían los evaluadores y, con
ellos, las angustias para todos: alumnos alfabetizadores y adultos
alfabetizados, ¡quién sabe por qué la evaluación de lo que hacemos, aunque lo
hagamos bien, nos provoca tanta desazón! Pero también esta prueba fue superada
con creces, y los cientos de analfabetas que se sacudían el estigma de
iletrados crecieron, hasta sumarse por miles las personas que hoy miran al
mundo con un nuevo color: el color del conocimiento y del aprendizaje propio.
Comentarios
Saludos, su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Qué agradable leer este tipo de aventura de los jóvenes de la UPES que rebosan de energía y vitalidad para emprender y enfrentar este tipo de retos.
Gracias profe por compartir tan hermosa experiencia. Seguimos leyéndonos!!
Le mando un gran abrazo y saludo enorme.
Gracias por hacernos recordar tan bellos recuerdos.
Saludos.