Debes entender que el río no es sólo agua, es vida es el canto de los pájaros, es el suspiro de los árboles, es la risa de los niños que juegan en sus orillas el río, es todo lo que te rodea”






EL RÍO DE LOS COLORES

 

Nidia Santos Moncivais


Hace mucho tiempo, en un valle lejano rodeado de montañas, existía un río muy especial; pero no era un río cualquiera, porque sus aguas brillaban con los colores del arcoíris, los ancianos del lugar decían que el río había nacido cuando la tierra y el cielo hicieron un pacto para compartir sus colores, para que todos los seres vivieran en armonía con la naturaleza.

En ese valle vivía una niña llamada Génesis, que desde pequeña se había sentido fascinada por el río, sus aguas reflejaban tonos que cambiaban con las estaciones: en la primavera el agua era de un verde brillante en verano, un azul profundo como el cielo; en otoño, un rojo anaranjado, como las hojas caídas y, en invierno, un blanco plateado, como la nieve que cubría las montañas cercanas.

Génesis era conocida por su curiosidad y por su amor por las historias que su abuela le contaba: historias que hablaban de los primeros habitantes del valle y de cómo el río había sido el guardián de todos los secretos del mundo.

Pero había algo que la niña no entendía: ¿por qué el río sólo mostraba sus colores a quienes eran verdaderamente sabios en su corazón? Nadie, ni siquiera los ancianos del pueblo habían sido capaces de ver el río brillar en su totalidad, como si la naturaleza misma quisiera compartir su mayor secreto sólo con unos pocos.

Un día, mientras paseaba por la orilla del río, Génesis decidió que era hora de descubrir ese secreto, se acercó al agua y con una piedra en la mano la lanzó al río esperando ver cómo cambiaba de color. Pero, para su sorpresa, cuando la piedra tocó la superficie del agua el río comenzó a oscurecerse como si se hubiera enfadado.

Desconcertada, la niña se sentó junto al agua y comenzó a llorar. ¿Por qué no puedo ver tus colores?”, le preguntó al río con el corazón lleno de tristeza. Entonces algo mágico sucedió el viento comenzó a soplar suavemente y el agua del río se calmó, de pronto, una voz suave y profunda como el murmullo de las olas se oyó en su oído, Génesis, el río no muestra sus colores a quien sólo busca el espectáculo de su belleza, los colores son para aquellos que comprenden su propósito, que entienden que el verdadero significado del río está en su conexión con todo lo que vive a su alrededor.

La niña, sorprendida, se levantó y miró hacia la fuente del río donde el agua nacía de una gran piedra que resplandecía bajo la luz del sol, el río no sólo llevaba agua; llevaba historias, llevaba memorias de todas las criaturas que habían bebido de él, de todos los seres que lo habían cruzado, de todos los sueños que habían sido susurrados en su corriente.

Para ver los colores del río, continuó la voz, debes entender que el río no es sólo agua, es vida es el canto de los pájaros, es el suspiro de los árboles, es la risa de los niños que juegan en sus orillas el río, es todo lo que te rodea. Si quieres ver sus colores debes abrir los ojos y el corazón y debes de entender que la belleza está en cada uno de los momentos que compartimos con el mundo”. Génesis cerró los ojos y en ese momento comprendió lo que el río le quería enseñar, abrió su corazón a la naturaleza, sintió la brisa en su rostro, escuchó el canto lejano de los pájaros, vio las flores que nacían junto al agua; todo alrededor de ella comenzó a cobrar vida de una forma nueva, más profunda, más conectada.

Cuando volv a mirar al río, sus aguas resplandecían con todos los colores del arcoíris, ya no era sólo un espectáculo visual, sino una experiencia completa, un reflejo de la unidad entre todos los seres que habitaban el valle.

Desde ese día Génesis compartió lo que había aprendido con todos en su pueblo, les enseñó que la verdadera belleza de la vida no se encuentra lo en lo que vemos, sino en cómo nos conectamos con el mundo y con los demás. El río de los colores ya no era un misterio, sino un recordatorio de que, para entender la cultura y la naturaleza, es necesario ver con el corazón y no sólo con los ojos. Y, así, el río siguió fluyendo más brillante que nunca, reflejando los colores de una comunidad unida por el amor el respeto y la sabiduría compartida.








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