“Prefiero pensar que fuiste mi verdadero amor, pero nos encontramos en el momento equivocado"
EL FANTASMA DE LO QUE FUIMOS
Mía Estefanía Beltrán Beltrán
Hay
canciones románticas que de pronto adquieren la capacidad de convertir la noche
en un mar de penas. Las noches, antes insípidas, casi innecesarias, se han
convertido en mis amigas, confidentes protectoras de mis lágrimas.
Hace
meses que dejé de contar los días; las horas, junto con los minutos, se
tornaron insoportables, tanto que preferí arrancar el calendario de la sala y
arrojarlo al armario. Lo único que me mantiene cuerda la mayor parte del tiempo
son esas canciones que me recuerdan a ti.
Jamás
pensé que “Patadas de ahogado” se
convertiría en mi amuleto. Esa canción que una vez me pareció tan nostálgica,
tan extrañamente hermosa, y que hoy sólo me provoca lágrimas y me evoca inevitablemente
a recordarte.
Prefiero
pensar que fuiste mi verdadero amor, pero nos encontramos en el momento
equivocado. El protagonista de mil versos y dueño de mis lágrimas. Siempre te
me antojaste perfecto, tirando la mayor parte del tiempo a irreal.
Contigo
jamás sentí el correr de las horas; los años se convertían en un par de
segundos, y cada segundo a tu lado representaba un nuevo recuerdo que ansiaba
algún día poder contarle a carcajadas a nuestros hijos.
Cuando
el sol se va y la luna resplandece en su lugar, es el frío quien me abraza y me
consuela hasta que concilio el sueño. ¿Sería injusto pedirte regresar una noche
más?
No es
necesario que me digas nada, no te pido una respuesta, mucho menos que me
reproches errores del pasado. Basta con que me abraces una última vez, en el
silencio de un amor que solo nosotros entendemos.
Me he
preguntado miles de veces cómo sería volverte a ver. Me imagino entre tus
brazos, aspirando tu colonia y saboreando la calidez que envuelve de pronto mi
alma, esa que solo de ti podía obtener.
Me
hablarías sobre tu día y yo solo escucharía pacientemente hasta quedarme
dormida. No haría falta nada más.
Juraría
que te has llevado parte de mi alma contigo después de tu partida. Ahora solo
siento que existo junto a la soledad y el silencio que me acompañan de la mano
como fieles amigas.
A veces
siento que te ríes de mí, como si supieras lo mucho que te extraño. Como si
gozaras de que, aunque fui yo quien eligió no dar marcha atrás y dar por
terminado nuestro amor, siempre seré yo a la que le pese más que no estés.
No me
aterra decir que tenía miedo. Miedo de amar demasiado, porque es la única forma
en que se amar. Sin embargo, es bien sabido que mi corazón es orgulloso, y
había decidido no dar marcha atrás. Al menos yo había prometido irme mirando al
frente sin voltear la mirada.
En
cambio, tú has decidido acompañarme clandestinamente, perturbando mi calma y
apareciéndote en canciones y poemas. Te has propuesto recordarme que, de
haberte dicho que si una vez más, tal vez ahora mismo estaríamos riéndonos,
tomados de la mano, viajando por la ciudad y creando nuevos recuerdos para
nuestro álbum.
Si me
preguntan por ti, diré que todo ha quedado en el pasado. Sin embargo, he
descubierto que, quiera o no, me dedicaré inconscientemente el resto de mi vida
a extrañarte.
Me he cansado de decir que te extraño, de llorar cada que te recuerdo y de escribirte mensajes que nunca van a llegar a tus manos. Sin quererlo, te has convertido en uno de los tantos fantasmas que acechan mi vida a través de los recuerdos.
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