“Nuestras dudas nos definen como estudiantes y seres humanos. Dudar y pensar de forma crítica es el primer paso para el cambio”
DUDAR Y PENSAR, PRIMER PASO PARA EL CAMBIO
Mariana López Díaz
Desde que tengo uso de memoria, he sido una persona curiosa, el sentimiento de la duda y el deseo de saber el ¿por qué? de todo lo que me rodea son cosas que habitan en mi desde siempre, ¿por qué pasan cosas malas?, ¿qué ocurre cuando morimos?, ¿por qué el cielo tiene nubes?, ¿cómo son las nubes, se pueden tocar? Me sorprendí mucho cuando supe que las pequeñas ventanillas de los aviones no se podían abrir para permitirte tomar un trozo de algodón de cielo para dormir en él.
Dicen que la edad de los porqués termina cuando uno está en cuarto de primaria, desconozco si eso es cierto en los otros, pero en mí el sentimiento de duda seguía latente, solamente que me volví tímida, introvertida y retraída, limitaba mis ¿porqués? y decidí investigarlos todos por mi cuenta.
Las preguntas y las dudas siempre han invadido mi mente, no me deja dormir el cuestionarme todo y morir del desespero por la incertidumbre que me da no entenderlo todo y saber que, por más que investigue, estudie o avancemos tecnológicamente, nunca lograré tener todas las respuestas, ¿los quarks son las partículas más pequeñas o hay algo más? ¿Hay vida en Marte? ¿Cómo se construyeron las pirámides?, siempre pensé que sólo eran dudas sin sentido, muchos años después logré darle nombre a lo que pensaba y era que tenía un pensamiento filosófico y científico.
Nunca tuve problemas en tener acceso a información, mi casa siempre estuvo llena de libros, ya que mi papá era un lector apasionado, dice que heredó el amor a la literatura de su abuelo, él escribía poemas y los grababa en discos, recuerdo estar pequeña y que mi papá nos ponía discos de su abuelo, me parecía fascinante que alguien de mi familia tuviera sus palabras plasmadas más allá de una libreta y sentí que era mi destino y legado, que mi historia debía ser escrita en libros y ser conocida, aunque no tengo una historia que contar, pienso que quizá debería escribir la historia de otros o inventar historias fantásticas, pero lo que más escribo son poemas de amor y de tristeza, interminables diarios que relatan mi vida, pero también llenaba libretas con mis investigaciones, buscaba un tema y me gustaba anotarlo todo, sentía que así retenía mejor la información y me encantaba cuando me encontraba alguien por ahí dispuesto a escuchar lo que había aprendido.
Creo que mi despertar científico y filosófico se dio cuando
tenía 6 años, nunca olvidaré la primera vez que fui al Centro de Ciencias, el
mejor lugar para una mente curiosa, ese día cambió el curso de mi vida. Nos
llevaron a una excursión escolar, hace muchos años, cuando Plutón todavía era
considerado planeta, no podía estar más emocionada veía la sala del espacio,
los cohetes, me preguntaba cómo las personas viajaban en esas naves, el temor y
emoción que debían sentir al estar abandonando su hogar, la Tierra, para
explorar otros mundos, no me imaginaba que ese día me convertiría en una
astronauta también, era turno de entrar a un lugar llamado planetario, una
especie de sala de cine circular tenía una estructura en el centro que no
podría describir y, poco a poco, los niños y niñas nos sentamos alrededor de la
sala, nos pidieron guardar silencio, se apagaron las luces y comenzó a sonar
una voz que hacía que tu piel se erizara, nos dijo que estábamos en una nave
espacial y estamos por despegar e ir a recorrer el espacio, el techo se abrió
ante nuestros ojos y comenzó el viaje.
Una parte de mí estaba segura de que no salimos de esa sala de cine circular, pero otra muy grande a la que prefiero escuchar decía que sí habíamos viajado al espacio en una nave, desde ese día el Centro de Ciencias me enamoró.
Cuando tenía 7 años mis padres se divorciaron, mi hermano y yo comenzamos a ver a mi papá cada domingo, escaseaba el dinero, entonces se vio en la necesidad de buscar cosas que hacer para entretener a dos niños, como un hombre culto buscó cosas de cultura a donde llevarnos, empezamos a recorrer todos los museos de Culiacán que, debo decir tristemente que son escasos, conocí Difocur como la palma de mi mano y se volvió mi lugar favorito, adoraba ir a ver películas a la sala Lumiere, películas viejas, que eran nuevas para mí, pues no las pasaban en la televisión o cine, recorrer las galerías y ver pasar el arte contemporáneo, moderno, arte clásico, pinturas, dibujos y esculturas de todo tipo, tal vez, de ahí nació mi amor al arte.
Lo curioso era que a alguien que le gustaba tanto aprender le desagradara tanto la escuela, en mi primaria el bullying era el pan de cada día y yo no entendía por qué los maestros no hacían nada al respecto, ¿no les interesaba acaso? Después de meses logré convencer a mi mamá de que me cambiara de escuela y fue la primera vez que noté que había una diferencia en educación, tanto en el buen actuar de las niñas y niños como en lo académico, mientras en el colegio las niñas eran sangronas groseras y presumidas en la escuela pública todos parecían haber sido criados con impecables valores, pero en cuanto a la educación académica el punto se lo llevaba la escuela privada. Estando en la escuela pública vi por primera vez las divisiones con la resta incluida, yo pensé que yo las hacia mal y que estaba muy atrasada, luego noté que a mí me habían enseñado un poco más allá, me habían enseñado a hacerlo en la mente, sentí que había una desigualdad y me pregunté si estaba atrasada o adelantada académicamente, lo único de lo que estaba segura es que no quería regresar a estudiar a un colegio nunca, los asientos eran más bonitos, igual que las aulas, pero la educación y valores estaban mejor en las escuelas donde el dinero no compraba la atención de los profesores y directivos.
Cuando estaba en secundaria, comenzó el cambio de sistema
educativo al sistema por competencias y no me gustó, yo sentía que no era
compatible con mi forma de aprender, ver a mis compañeros pasar con una
cartulina mal elaborada a leer, no me entretenía, me distraía y tenía que
llegar a mi casa a estudiar por mi cuenta; me sirvió de algo porque ahora mis
apuntes son impecables pues los hago en casa, pero en su momento la pasé muy
mal, pues no sé si mis maestros carecían de capacitación o interés, pues las
competencias eran una exposición y ya, no había preguntas, no había dudas, no
había resolución de conflictos o problemáticas, únicamente un estudiante con
una cartulina sostenida por sus amigos porque se les había terminado la cinta
adhesiva. Creo que el modelo actual me gusta más, pero falta ver los
resultados, a mí me hubiera gustado que se me enseñara más de acuerdo con mis
habilidades, que aprendiendo por memorización, quizá por eso no conozco los
datos de la historia de México, la memoria me falla y en este mundo tan
tecnológico estamos más acostumbrados a no memorizar, pues tenemos la
información literalmente en la palma de nuestra mano, bastan unos cuantos clics
y tenemos desde recetas, hasta explicaciones de cómo formar una bomba atómica.
Este fácil acceso de la información atrofió nuestro sistema de memoria, y de razonamiento, la inmediatez hace que no queramos esforzarnos en el proceso, únicamente en los resultados, lo que hace que nos topemos con un montón de escritos elaborados por una IA alimentada de información basura en muchos casos, o videos que requieren otro video pegado, pues uno sólo no logra satisfacernos; vivimos ahora en un mundo donde se venden libros escritos por chat GPT, pues a la sociedad se le olvidó que las máquinas debían hacer los trabajos pesados no los creativos, los trabajos en las artes debían pertenecer a los humanos.
Decidí estudiar gastronomía, sé que rompe mucho esta línea de la niña científica pero siempre vi las ciencias inalcanzables, entonces desde que tengo conciencia decidí que quería hacer pasteles para vivir, quería ser una gran repostera, de pequeña recibí el regalo que toda niña de los 90s soñaba, un hornito mágico y comencé a hacer pasteles, no había duda yo sería chef. En la carrera llevaba un montón de materias que la mayoría de mis compañeros odiaban, yo disfrutaba las escasas matemáticas que obtenía de la clase de estadística, contabilidad o costos, matemáticas siempre fue mi materia favorita, pero nunca lo dije, me daba vergüenza, pues desde siempre se me dijo que las matemáticas no le gustaban a nadie, yo, queriendo pertenecer a la norma, fingía que a mí tampoco.
Años después noté lo mal que nos habían educado, ¿por qué ver las matemáticas como una tortura y no como un arte? Las matemáticas son la expresión de todo, el universo mismo se entiende de las matemáticas, no existe nada más universal que ellas, pero nunca se nos enseñó así, siempre se enseñó con gritos, una chancla en la mano, debo decir que no fue mi caso, pero sí el de muchas de mis amigas, nunca se nos explicó realmente la importancia del cálculo o por qué te servía estudiar biología, pero siempre me pregunté por qué enseñarlas desde el miedo y la memorización, en lugar del entendimiento y la lógica, quizá así nuestros padres no se molestan al tener que ayudar a hacer una tarea de la que claramente no se acuerdan pues sólo memorizaron y no entendieron, quizá si se nos hubiera enseñado de forma más amigable, no habría tantas personas que están en contra de las vacunas o pensando que con ellas nos robaron el líquido de las rodillas, pues se educaron a seguidores, la escuela no nos preparó para tener un pensamiento crítico del mundo y cuestionarlo.
Siento que el sistema, les falló a muchos, el sistema cambió
y cambia constantemente pero hay cosas que se conservan intactas, seguimos aquí
sentados en un escritorio en una silla incómoda viendo un pizarrón que ahora es
moderno, ahora en algunas escuelas tenemos el privilegio de tener un proyector,
pero la educación no ha cambiado tanto a lo largo de los años, una maestra nos
comentó que un libro relata que si trajeras a un médico de hace 50 años no
sabría qué hacer, la tecnología médica ha avanzado mucho, lo mismo con
ingenieros, no me imagino a Vitruvio trabajando con AutoCAD para ayudarle a Julio
César a vencer a los Galos; pero si trajeras a un profesor no tendría ningún
problema en impartir clases en un aula actual.
Podríamos pensar que el sistema educativo es perfecto por
eso no cambia, pero qué hay de esas ciudades en Suecia donde las aulas son
espacios abiertos, sillones divertidos con libros que te invitan a leer y cada
niño puede desarrollar su aprendizaje de forma diferente, quizá algo así nos
ayudara a rendir mejor en la prueba PISA; pero contamos con un sistema
educativo que nos segrega, se nos educa a seguir, a ser obreros o engranes y
cuando alguien no encaja en esos engranes es señalado y visto como incapaz pues
no se adapta a la norma académica.
Éste fue mi pensamiento mucho tiempo, que la educación académica era el ideal, hasta que entendí que la escuela no es para todos, lo entendí con mi esposo, criticaba el hecho de que no hubiera terminado la universidad, hasta que lo vi tratando de estudiar, quedarse sentado escribiendo o tomando clase por horas le resultaba imposible, pero era capaz de entender sin ningún problema los circuitos eléctricos, las matemáticas eran sus mejores amigas para realizar cálculos de estructuras de carpintería y un conocimiento sobre sistemas electrónicos que no tengo idea como logra integrarlos, cualquier cosa que requiera tecnología o una herramienta él lo puede hacer, pero la escuela le falló pues no está diseñada para esas personas y su forma de aprender, él necesitaba más que libros y pizarrones, ahí entendí que la escuela no es igual para todos, pues mientras yo disfruto estar en un aula tomando notas y haciendo tareas para él es su más grande tortura.
Como era obvio, después de estudiar gastronomía seguía trabajar en restaurantes, estuve muchos años así hasta que me di cuenta que necesitaba más, era feliz no puedo negarlo pero necesitaba seguir alimentando mi curiosidad; así que con miedo, pero sin algo que perder, pedí trabajo en el Centro de Ciencias de Sinaloa, ese lugar que me vio crecer y que habían sido anteriormente destruido, debo decir que lloré mucho cuando supe que lo cerraron para darle una nueva vida, ¿por qué hacerlo si era perfecto? Sí, era viejo, anticuado y se había quedado suspendido en el tiempo, pero era mi lugar seguro; entonces, deseosa de regresar a ese lugar feliz, obtuve el empleo. Después de mi primer día, llegué a mi casa y no pude parar de llorar pues en primera instancia no lo entendí, no entendía el por qué los cambios, pensé que sólo cambiarían la estructura y volvería a lo mismo, pero sólo era yo con esa melancolía de extrañar lo que me hacía feliz, sabía que necesitaba el cambio, pero perder al viejo museo se sintió como cuando muere un familiar y no puedes concebir el mundo sin la existencia de alguien que amas, así me sentía yo al saber que el Planetario no existía más.
Pasaron semanas y poco a poco me enamoré del proyecto, unían el arte con la ciencia, artistas del mundo venían a Culiacán, a presentar sus obras de arte que combinaban la ciencia y la ingeniería, cambió el modo de ir a un museo, la información dejó de ser dada por un guía y se volvió mediada por alguien que, si tenías suerte, estaba increíblemente interesado en hablar contigo; pero si tu suerte era mala, un chico forzado a hacer su servicio social con trabajo, te saludaría, pues lo único que quería era volver a bajar la mirada hacia la pantalla de su celular; pero esos buenos mediadores eran quienes daban vida al museo. Al principio me costó entender por qué debían dar preguntas en lugar de una explicación, años después supe que ésa es una forma de enseñar, se creó unos cuantos miles de años atrás y Sócrates la llamó Mayéutica, era sorprendente cómo cambiaba la percepción de alguien cuando con una cara de disgusto te preguntaba ¿y esto qué? y tú comenzabas a preguntarle hasta que él había llegado a su propio entendimiento dependiendo del contexto, pues aprendí como la transdisciplina nos une a todos, como todos podemos aportar desde nuestra trinchera y enriquecer conceptos y entendimientos ajenos, cuando lo dialogamos con otros.
Después de mi maravillosa experiencia en Materia, el museo del CCS, supe que quería dedicarme a la educación y entendí la importancia de educar a quien educa, pues noté como había una gran diferencia entre los mediadores que reciben capacitaciones constantes de los que sólo se paraban ahí sin interés y entendí por qué el sistema educativo por más que cambie nunca presentará cambios grandes si no hay una adecuada capacitación docente, pues una guía no es suficiente para formar a los formadores.
Sabía que quería dedicarme a la educación pero con un título en gastronomía era complicado, temía volver a la escuela, pero no podía predicar la importancia de la capacitación y formación si yo no recibía una formación adecuada, Tenía miedo pero creo que mi mamá y su forma de apoyarme fueron mi inspiración para estar aquí el día de hoy, ella quería ser maestra, pero mi abuela siempre le dijo que la carrera del futuro era la informática, mi mamá obediente a mi abuela estudió informática, una carrera que nunca disfrutó y, aunque reconozco que le dio frutos económicos, no la hacía feliz, muchos años después decidió seguir su sueño, trabajando y con dos hijos estudió psicología, fue una sorpresas cuando aparte de recibir su certificado le dieron diploma de aprovechamiento, también estudió una maestría después de los 50 y se inscribe a cada congreso y clase que el tiempo le permite pues le encanta aprender, es por eso que me sentí segura de decirle que quería volver a la escuela, es la primera en aplaudir que quiera estudiar.
En mi primer semestre de pedagogía, le pude poner nombre a muchos conceptos que conocía en práctica mas no en teoría y ambas son necesarias, me hice de un repertorio de libros, filósofos y educadores a los que me gusta recurrir y me hice de nuevas palabras favoritas; Contexto, aprehender, perspectiva, hermenéutica, axiología, sistematizar, son algunas de ellas, las uso cada que puedo, conocí al fin profesores interesados en el desarrollo de habilidades personales e intelectuales y tuve profesores que retaron mi creatividad, creo que después de muchos años encontré un lugar en el que pertenecía, en el que entendía el lenguaje en el que se me hablaba, logre ser parte dé y logré mantener mi mano levantada, incluso cuando no estoy segura de la respuesta, pues no tuve sólo aprendizajes académicos, tuve aprendizajes personales que atesoro aún más, por ejemplo aprendí la importancia de hacerse notar siempre y ahora deseo ser la que tiene un micrófono en mano y lee su poesía o su texto a la clase, aprendí a analizar los éxitos de otros y buscar mis fallos, no en un sentido de competencia, sino de crecimiento personal, perdí el miedo a compartir mis escritos y me replanteé metas, pues ahora se ven más alcanzables, conocí el sentimiento de ver un texto mío en una revista y es un sentimiento que busco repetir.
Todo este conjunto de experiencia da como resultado la
evolución de ser una niña curiosa, llena de preguntas a ser una adulta aun
curiosa pero decidida a contribuir en el mundo educativo, a promover que se
sigan haciendo preguntas, pues estas son las que más nos enseñan, nuestras
dudas nos definen como estudiantes y seres humanos. Dudar y pensar de forma
crítica es el primer paso para el cambio.
Comentarios
Tus escritos no solo son preciosos, sino que también tienen una profundidad que los hace únicos. Tienen esa capacidad de transmitir emociones y pensamientos de una manera tan auténtica que es imposible no sentirse conectado con lo que escribes.
Gracias por compartir tu visión y tu voz, por inspirar a quienes te leemos.