“La educación será un espejo o una ventana, es la duda que ha rondado por mi mente el día entero. ¿Nos muestra quiénes somos o nos invita a mirar más allá?”




 

DIARIO DE UN APRENDIZ ETERNO

 

Mía Camila Payán Angulo

       

Inspiración para escribir, es lo que siempre he buscado. Y parece que lo he manifestado inconscientemente, pues en mi carrera hay un profesor que nos incita a escribir lo que se nos venga a la mente o, como él dice, escribir, aunque sea pendejadas. Un diario es mi mano derecha, lo que me acompaña cuando trato de no perderme entre tanta teoría, donde trato de explicarme esas lecciones de gente que vivió hace siglos y por qué diablos me debe interesar tanto. Preguntas como el cuestionar si el poner en práctica todas esas ideas nos haría sentirnos menos frustrados o si le tomaríamos un amor más grande a la educación. 


El eco de las preguntas - 07/09

Hoy ha sido otro de esos días donde te hacen cuestionarlo todo. Apenas cruzo la puerta del salón y ya surgen las preguntas: ¿para qué sirve todo esto que aprendemos? ¿De verdad nos va a ayudar en la vida real? Perdida como siempre entre tantas palabras y conceptos, sintiendo que no aprendo algo que me vaya a funcionar hoy. La educación ideal de los filósofos se siente como un sueño imposible, mientras nosotros estamos en esta lucha entre exámenes, proyectos y tareas, pensando en si realmente tiene sentido todo lo que han dejado o nos están tomando el pelo.

Cada vez que en clase surge un debate, siento como si los propios filósofos estuvieran en clase, a veces proyectados en mi propio profesor, invitándonos a cuestionar, a no aceptar las cosas nada más porque sí. Nos enseñan, sin siquiera estar presentes, a analizar y criticar todo lo que nos rodea. A veces esa crítica se convierte en una sensación de frustración, porque queremos respuestas útiles, pero entonces recuerdo las palabras en los debates y pienso que quizás lo importante no sea la respuesta, sino el aprendizaje del preguntar el por qué.


El espejo y la ventana - 13/09

La educación será un espejo o una ventana, es la duda que ha rondado por mi mente el día entero. ¿Nos muestra quiénes somos o nos invita a mirar más allá? Al principio pensé que sería sencillo de responder, pues la mayor parte de mi corta vida se ha basado en eso, educación, pero conforme iba dejando que cruzara por mi mente, comenzó a abrirme un laberinto de dudas. El espejo, en su silencio, refleja lo que ya existe. Nos permite vernos tal como somos, con todas nuestras imperfecciones, pero también con nuestras fortalezas ocultas. La educación como espejo debería ofrecernos la oportunidad de descubrir quiénes somos, de profundizar en nuestra esencia, de darnos espacio para mirarnos sin prisas ni juicios. Sin embargo, ¿eso es lo que realmente sucede en nuestros salones?

En clase, Sócrates aparecía en cada esquina de la conversación, recordándonos que "sólo sé que no sé nada", como aquella esquinita que el Maestro Frías dibuja en el pizarrón. Esta frase, aunque conocida, tiene una resonancia profunda. Tal vez lo que haga falta en la educación moderna es la humildad de este espejo. En vez de invitarnos a descubrirnos y cuestionarnos, parece que se ha transformado es un espejo distorsionado, uno que no refleja la verdad de cada alumno, sino una versión moldeada, predecible. En lugar de ayudarnos a ser conscientes de nuestras preguntas y dudas, nos empuja a seguir un camino lineal, sin espacio para la incertidumbre o el cuestionamiento genuino.

Pero, ¿y si la educación fuera más como una ventana que no está cerrada? ¿Qué pasaría si, en lugar de enseñarnos sólo lo que ya sabemos, nos impulsara a mirar hacia el horizonte y a descubrir nuevas posibilidades? Quizás, en lugar de intentar "moldearnos" como plastilina, deberíamos aprender a ser más como el espejo, reflejando no sólo lo que somos, sino también lo que podemos llegar a ser. Sería una educación que nos invita a explorar, a expandir nuestras fronteras, a conocernos y, sobre todo, a entender que aprender no es un proceso de "llenado", sino de expansión. El verdadero reto de la educación debería ser ayudarnos a descubrir nuestra propia forma, a entendernos en relación con el mundo, no a través de lo que otros ya han decidido por nosotros.


La cueva de las sombras de Platón - 20/09

La primera aventura en clase fue ir directo a la cueva de platón. Pensaba en lo que decía: que la educación debía ser un proceso de despertar. No de llenar vacíos, sino de iluminar. Pero, al alzar la vista, me pregunto si nuestras aulas son más como las sombras que se generan en la pared de la cueva que reflejos de la verdad. Somos bombardeados con información, pero ¿en verdad estamos viendo las formas verdaderas, todo lo que está más allá de lo evidente? Platón decía que el conocimiento no es un objeto que se nos da, sino algo que recordamos, algo que hemos olvidado al entrar a este mundo. Tal vez la educación no debería ser un mecanismo de liberación, sino un proceso de liberación. Hoy, al mirar mi cuaderno, me pregunto: ¿qué sombras estoy viendo y qué verdades aún me esperan encima de esas sombras?


El peso del reloj - 05/10

En cada rincón del aula, el reloj parece observarnos, dictando el ritmo de las lecciones, los descansos y los exámenes. ¿Es la educación un proceso que puede apurarse? A veces, me parece que estamos atrapados en una carrera contra el tiempo, cuando aprender debería ser un viaje sin prisa. Quizá el mejor aprendizaje sea aquel que no puede medirse por tic-tac del reloj.


Virtud, virtud, virtud - 11/10

Luego de terminar la clase de hoy, me he quedado divagando sobre la idea de la educación como el camino hacia la felicidad plena, de Aristóteles. La educación nos es sólo llenar la cabeza de datos sino formar un carácter, una virtud. El conocimiento no es sólo para entender, sino para vivir bien. En la escuela sólo nos interesa el numerito al final del semestre, las respuestas correctas, que olvidamos que la educación verdadera debe ayudarnos a ser mejores personas. Aristóteles decía que la virtud se cultiva con práctica, que no nacemos sabiendo lo que es justo o lo que es bueno, sino que aprendemos a ser justos y buenos con el tiempo. Hoy me sentí como si la educación que recibimos no fuera sólo para prepararnos para un examen, sino para prepararnos para la vida. ¿Cómo puedo ser virtuosa en este caos que nos llaman educación? ¿Dónde está la práctica en este mundo de respuestas rápidas y tareas interminables?


La jaula dorada - 19/10

Hoy pasé frente a una escuela con grandes ventanales, tan grandes que mostraban las filas de pupitres perfectamente alineados. Desde afuera parecía un lugar luminoso, pero no pude evitar sentir que los niños dentro estaban en una especie de jaula dorada. Todos con los ojos fijos en una pantalla o en un cuaderno, obedeciendo el ritmo de un reloj invisible. ¿Es la educación una forma de encerrar o de liberar? Quizá la clave está en descubrir si esa jaula es una prisión o un refugio temporal, un lugar seguro para aprender a volar.


El jardín del conocimiento - 25/10

Durante el debate de hoy, me he quedado con un nombre marcado por la mente, Comenio. Él soñaba con una educación universal, que llegara a todos, sin distinción de clase o estatus. Mientras escuchaba, pensaba en las escuelas en las que he estado: algunas parecen castillos de conocimiento, donde sólo unos pocos tienen acceso a los recursos para aprender de verdad, y otros luchan por sobrevivir en el sistema. Comenio, sin embargo, quería una educación que fuera accesible, no sólo en términos de información, sino en su enfoque. Hoy me pregunto: ¿cómo sería nuestra educación si todos tuviéramos acceso a una enseñanza que realmente nos prepara para vivir plenamente, y no sólo para sobrevivir a los exámenes? ¿Qué cambiaría si pudiéramos aprender de forma integral, como él soñaba?


La chispa oculta – 26/10

Me he puesto a imaginar cuando esté en el lugar del profesor, cómo sería cada lección. Puedo decir que la siento como una chispa. Una chispa que puede encender una llama o desaparecer en el aire, dependiendo si el vierto del interés la avivó o si el agua de la indiferencia la apaga. Los maestros, tal como si fueran artesanos, tienen la tarea de encender esas chispas, pero no siempre están seguros de si el fuego crecerá o se extinguirá rápidamente. A veces siento que, en lugar de enseñar aquellos hechos, ideas o fórmulas, lo que verdaderamente necesitamos es averiguar cómo encender nuestra propia chispa.


El jardín y la semilla - 01/11

Hoy, mientras pensaba en la educación, me vino a la mente la imagen de un jardín. Rousseau decía que el niño es como una planta que debe crecer libre en su propio jardín, un espacio donde se le deje desarrollarse de manera natural, sin interferencias que restrinjan su potencial. Pero, al caminar por el mundo, veo escuelas que parecen fábricas, donde el proceso de enseñanza está tan mecanizado que parece que lo único que interesa es la cantidad, no la calidad, del conocimiento que se produce. En este sistema, todos los niños, como semillas diferentes, pasan por las mismas máquinas, los mismos moldes preestablecidos. Al final, no sabemos si hemos cultivado un árbol robusto con raíces profundas, o si simplemente hemos producido un tronco vacío, sin vida ni sentido.

Me pregunto si es posible mantener la visión de aquel filósofo en este mundo tan acelerado, donde la individualidad parece ser un lujo y la eficiencia un mandato. ¿Cómo podemos cultivar un jardín de diversidad si todos los niños son tratados igual, como si su crecimiento y su potencial fueran los mismos? La educación, tal y como la conocemos, parece más un proceso de uniformización que de enriquecimiento. Al final del día, en lugar de ver árboles frondosos y llenos de vida, nos encontramos con troncos que se tambalean, vacíos por dentro, incapaces de sostenerse por sí mismos.

Es triste pensar que la "educación" que nos imponen hoy no tiene espacio para la naturaleza singular de cada niño, para su propio ritmo de crecimiento. Rousseau hablaba de un jardín donde cada planta se alimenta de su propio sol, crece hacia donde quiere, pero siempre en armonía con el entorno. En cambio, hoy nuestros jardines parecen más bien desiertos, donde las plantas son alineadas en filas rectas, sin espacio para expandirse, ni libertad para crecer. Me pregunto: ¿en qué momento dejamos de ser jardineros y comenzamos a ser más bien carpinteros que intentan moldear las semillas en algo que no son? ¿Es este el tipo de cultivo al que estamos destinados?


El puente invisible - 09/11

Entre los filósofos y yo hay un puente invisible. Ellos, con sus teorías, construyen los pilares; yo, con mis preguntas, pongo las tablas. Cada día en clase siento que cruzo un puente hacia lo desconocido. Hoy fueron ellos quien me han enseñado que aprender es vivir, que la escuela no es preparación para la vida, sino vida misma.


Río en constante flujo - 20/11

Hemos llegado casi al final del semestre y me doy cuenta de que la educación no se trata de sólo un punto de llegada, sino de un río que fluye constantemente, adaptándose a las formas del momento, pero sin perder nunca su naturaleza de búsqueda. Es un proceso que no tiene fin, porque el conocimiento no es algo que se puede alcanzar, sino algo que se vive, que se experimenta en cada respiración, en cada paso, en cada duda. El verdadero aprendizaje no se encuentra en el destino, en dejar que todo llegue a nosotros sin mover un dedo, sino en el caminar, avanzar, en la travesía, en los momentos a adentrarnos en lo desconocido.

La educación, entonces, se convierte en un acto de libertad, y no en la libertad de escapar, sino en la de ser. Es la oportunidad de despojarse de las capas que la sociedad nos ha impuesto y descubrir lo que somos en esencia. No se trata de conformarse, de repetir lo aprendido, sino de cuestionarlo todo, de escuchar el susurro de lo que nos llama desde dentro y desde fuera. En la quietud de la reflexión, encontramos el movimiento de una verdad que nunca es definitiva, sino siempre provisional, en perpetuo cambio.

A medida que avanzo, siento que lo que la educación realmente me ofrece es la capacidad de percibir el mundo con ojos nuevos, de darme cuenta de que no hay respuestas universales, sino múltiples caminos que nos invitan a explorar. No es un proceso de adquisición, sino de transformación. No se trata de llenar un vacío, sino de dejarlo ser, de aceptar que el vacío también tiene su lugar en nuestra existencia. En este espacio de incertidumbre, el verdadero saber se revela como una apertura, una posibilidad infinita de ser más y ser diferente.

Así, el aprendizaje no es un simple acto de recibir información, sino una danza constante con la vida misma. Es una llamada a la acción, a la creación, a la experimentación. Es el eco de nuestras preguntas, las que nos persiguen sin descanso, y las que nos invitan a seguir adelante, sin importar cuántas veces nos caigamos. Al final, la educación no se mide en diplomas ni títulos, sino en el coraje de abrir los ojos cada mañana y preguntarse: "¿qué puedo aprender hoy que me haga más yo, que me acerque más a la verdad que habita en mí?".

La verdadera educación, entonces, no es un acto de conformidad, sino de renacimiento. Es el gesto diario de despojarnos de lo que ya sabemos para volver a la esencia de la pregunta, para regresar al lugar donde el misterio aún nos llama. Y en ese espacio, al final, entendemos que educarnos no es otra cosa que aprender a vivir plenamente, con todas nuestras dudas, certezas, errores y maravillas, sin miedo a lo que vendrá, pero siempre atentos a lo que somos en este momento, en esta corriente que nos arrastra hacia lo desconocido.

Comentarios

Mía Camila, te felicito por este maravilloso texto que nos regalas en este fin de semana, de mes y casi de año. Espero, de todo corazón, que todos se animen y se den el lujo de leerlo, para que disfruten, para que aprendamos y se hagan las preguntas que nos acerquen un poco a la verdad que se nos esconde, por no atrevernos a ir por ella, a buscarla dentro y fuera de nosotros, pero más aún, en nuestros propios pensamientos, en nuestros saberes y haceres cotidianos que afianzan el dogmatismo del conocimiento que nos hacer creer que somos lo que ostentamos ser.

Cuánta falta nos hace y cuánto bien nos haría volver a leer, ahora en vacaciones, a Bachelard, a Baudrillard, a Bauman, un poco de Sócrates, un mucho de Platón, a Holt, a Reimer y a nuestro paisano César Carrizales, el Canijo Pollo..
Y ojalá dejen sus comentarios, para empezar el diálogo educativo

Saludos y felicitaciones. Mtro. José Manuel Frías Sarmiento
Mía Camila Payán Angulo dijo…
Estimado Mtro. Frías,

Muchas gracias por sus palabras tan generosas. Me honra saber que considera mi texto un espacio para reflexionar y cuestionarnos, algo que es esencial para acercanos a la verdad que muchas veces se nos escapa.

Comparto su invitación de abrirnos a leer a más autores durante este tiempo de descanso. Llegar a sus ideas es un recordatorio de mirar más allá de las certezas que nos construimos.

Me encantaría leer las reflexiones de quienes se animen a dejar sus comentarios; creo que el diálogo educativo es la verdadera riqueza de estos intercambios.

Saludos y, de nuevo, muchas gracias.

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