"Todo es tan diferente a lo que los libros nos cuentan, tanto que parece que son una tremenda falsedad. Porque no puedo verlo. Ni mucho menos sentirlo"



 



ME SUENA A PAIDAGOGA

 

Mía Estefanía Beltrán Beltrán

 

 Entré a la carrera de Pedagogía. Escribí una tarde por mi grupo de Economía, la carrera que estaba estudiando el ciclo anterior.

 ˗        Me he inscrito a una nueva carrera. Quiero estudiar Pedagogía. Le dije el Día de las Madres a mi Nino y a mi Abuela, mientras desayunábamos en familia en un restaurante.

˗        Te vas a morir de hambre.

Me dijeron más de una vez argumentando que si estudiaba para ser maestra, posiblemente, mi sueldo jamás me alcanzaría para cubrir esa vida a la que me he ido acostumbrando.

 ˗        ¿Quieres ser maestra?

Me preguntaron mis pequeños hermanos, un día cuando me vieron con mi nueva camiseta para la Universidad.

˗        ¡Uy, los niños somos muy traviesos, te acuerdas de nuestros compañeritos del kínder? Los niños grandes son peor.

Me dijo uno de ellos riendo y jugando conmigo. Sólo sonreí y le dije que lo sabía, pero me faltaba mucho trayecto antes de poder llamarme a mí misma maestra.

 ˗        ¿Existe esa tal pedagogía?

Me pregunto alguien que no tenía ni la remota idea de lo que le estaba hablando.

 

A los 11 años decía que quería ser maestra de primaria.

Y a los 16 lo cambié por maestra de preescolar. Sin embargo ¿Cómo era posible que yo quisiera ser maestra?

Yo que jamás me he visto ni siquiera como una madre de familia.  Mucho menos como una figura maternal.

Pero quiero ser maestra, no madre.

No sólo maestra, sino pedagoga.

Quiero llevar de la mano a esas nuevas personitas que en un futuro serán las nuevas generaciones, así como lo hacían en el pasado.

Educarles desde el cariño, la conciencia y el amor. No sólo para que en algún momento sean adultos de bien y trabajadores con desempeño exitoso. Quiero enseñarles a vivir, aunque yo no sepa. Enseñarles a disfrutar y a ver las cosas más pequeñas como un aprendizaje. Incentivar ese foquito que alberga en el cerebro de todos para que se encienda y revolucione sus propios mundos individuales.

Tal vez no sé mucho de filosofía. Ni de psicología. Ni soy el ser humano más experimentado del Universo. Ni el que tiene el mayor número de artículos científicos o de investigación memorizados.

Empiezo a pensar que no importa qué carrera hubiera decidido antes de entrar a pedagogía, igual habría acabado aquí. Porque fue mi persona, mi esencia, lo que yo soy y siempre he sido lo que me ha colocado en este lugar. No fui hecha para trazar curvas presupuestarias, sino para pasarme mis tardes pensando cómo he de convertir el conocimiento en algo divertido para mis niños. 

Aun no estoy recibida. No soy una pedagoga, ni una maestra. Pero, aun así, después de mucho tiempo soy capaz de visualizar la persona que seré en un futuro. Puedo poner un rostro a esa mujer que a veces aparece en mis sueños. Esa mujer que será pedagoga. Que enseñará, educará y buscará la forma de que sus alumnos realmente aprendan de la vida, de las ciencias, y no sólo de lo estrictamente académico.

Llevo arrastrando la filosofía por años. “Porque no la disfruto”. Al menos, no sabía siquiera que pudiera hacerlo. Por un momento llegué a pensar que de filosofía lo único que podía llegar a conocer eran un montón de hombres viejos que murieron hace años.

Existe una mayor comodidad cuando no te preguntas nada. Mucho más cuando ni siquiera te interesa preguntarte cosas. Vives experimentando, sin un rumbo fijo, vagando por la vida dejando que los años pasen y pasen, llevándote como aprendizaje sólo aquello que en algún momento se te exigió.

Me he visto obligada a dejar a Stephen King y cambiarlo por aquellos filósofos que han vivido arrumbados por años en mi cerebro, ésos de los que sólo voy y consulto cuando necesito algo.

Escribiendo, ahora mismo, no hay forma de que no me pregunte si todas estas personas que han estudiado de pedagogía y que se han interesado por la educación, por el verdadero conocimiento, si todos ellos no hubieran escrito, si no se hubieran preguntado, si ni siquiera se hubieran puesto a cuestionar al mundo, tal vez no estaría estudiando pedagogía en este momento.

Entonces tendría que conformarme con esa pequeña espina que alberga mi corazón y se quema por revolucionar un poco la forma de ver el mundo.

Si aún consigo robarle años a la vida espero poder enseñar algún día, de español, historia, lo que sea, fomentar a que el conocimiento no muera, que crezca, que perdure, que a través de otras cabecitas evolucione.

A veces volteo un poco a ver alrededor de mí.

La música.

Las personas.

El arte.

Todo es tan diferente a lo que los libros nos cuentan, tanto que parece que son una tremenda falsedad. Porque no puedo verlo. Ni mucho menos sentirlo. Olvidando que cada uno de esos libros lleva, indirectamente, miles de conocimientos de muchísimas personas a lo largo del mundo y de la historia. Portan su visión, su pensar, su enseñar, un pedacito de historia y esencia que conforman este nuevo mundo actual.

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