“¿Cómo sabes que funcionará?”, preguntó Lourdes a Antonio, quien respondió: “No lo sé todavía, pero si falla, lo intento de nuevo.”
El
puente de las ideas: Construyendo juntos el conocimiento
Dra. Virginia Macíaz Ayón
Para
mis alumnos y alumnas
Había una vez una escuela donde los alumnos no se conformaban con memorizar respuestas, sino que buscaban descubrir el porqué de las cosas. Su maestra Victoria, creía firmemente que cada niño debía construir su propio aprendizaje, respetando sus ritmos, curiosidades e intereses. Un día, decidió proponerles un reto emocionante: construir un puente con materiales del salón que les permitiera cruzar un pequeño río imaginario dibujado en el patio.
“¿Cómo creen que podríamos hacerlo?”, preguntó Victoria, iniciando la aventura.
Antonio, un niño curioso que siempre observaba cómo funcionaban las cosas, sugirió usar bloques para formar la base del puente. Victoria asintió y les recordó que cada propuesta era valiosa, ya que todos tenían conocimientos previos que les ayudarían a resolver el reto. "¿Qué es lo que ya sabemos sobre puentes?" —preguntó, provocando que los niños recordaran lo que habían visto en excursiones y libros.
Lourdes, quien adoraba dibujar, decidió trazar un plano del puente en una hoja. "Si sabemos cómo se ven los puentes reales, podríamos hacer uno parecido", propuso. Mientras tanto, la maestra los observaba sin darles respuestas exactas, guiándolos con preguntas que los motivaban a seguir pensando: "¿Qué pasaría si la base no fuera lo suficientemente sólida?" Los alumnos entendían que las ideas necesitaban ajustarse y evolucionar, tal como enseñaba Jean Piaget: el aprendizaje es un proceso constante de construcción y reestructuración.
Al día siguiente, Victoria introdujo una herramienta especial: una computadora con el lenguaje LOGO, donde los niños podían programar cómo querían que se movieran las piezas virtuales del puente. “Esto es lo que Seymour Papert llamaría construccionismo”, explicó Victoria. "El constructivismo se enfoca en la interacción del niño con su entorno, permitiéndole construir conocimiento a partir de sus experiencias. Sin embargo, el construccionismo va más allá, ya que incluye la creación de artefactos y el uso del lenguaje como herramientas fundamentales para plasmar ideas."
Uno de los
equipos, liderado por Saniat, programó un puente levadizo en la computadora, lo
que inspiró al grupo a intentar replicarlo con los materiales físicos. Entre
bloques, planos y código, cada niño aportaba algo único. “¿Cómo sabes que
funcionará?”, preguntó Lourdes a Antonio, quien respondió: “No lo sé todavía,
pero si falla, lo intento de nuevo.” Victoria sonrió al escuchar esto, pues
sabía que los niños estaban aprendiendo a reconstruir su mundo a través del
ensayo y error, tal como Papert enseñaba.
Finalmente, tras varios intentos, el puente quedó terminado, tanto en su versión física como en la simulación virtual. Los niños celebraron juntos, no sólo porque lograron cruzar el río imaginario, sino porque comprendieron que el verdadero aprendizaje es un proceso activo, donde se conectan las ideas nuevas con lo que ya saben y se construyen cosas significativas en equipo.
Victoria les explicó que, con cada proyecto, sus mentes se volvían más creativas y organizadas. "Hoy han demostrado cómo el conocimiento es suyo, no mío", dijo. "Y así como construyeron este puente, construirán el resto de su aprendizaje." Desde ese día, los alumnos no sólo querían aprender, sino también crear, compartir y descubrir juntos el mundo que los rodeaba. La escuela se había transformado en un espacio donde la imaginación se volvía tangible y el conocimiento se construía como un puente sólido que los acompañaría para siempre.
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