“¿Qué te parece si te vienes al ranchito de tus abuelos y das clases aquí, de maestra de Conafe? ¡Ah, caray!  ¿Y cómo es eso?”





EL RANCHITO DE MIS ABUELOS

 

Ángela Gissel Ríos Benítez

 

Sofía es una muchacha de escasos dieciocho años recién cumplidos, acaba de terminar sus estudios en la preparatoria de su comunidad, no podría decir que con muy buenas calificaciones porque les estaría mintiendo, ya que como cualquier adolescente muchas veces se dejó influenciar por sus compañeros para no entrar a clases; pero, al menos, le sirvió para concluir sus estudios de la preparatoria. ¿Pero qué sigue para ella, después de graduarse en preparatoria? Ni ella misma sabía, ya que no estaba pensando en su futuro, como otros jóvenes si lo habían hecho desde hace mucho tiempo. Siempre que en la preparatoria hacían preguntas sobre qué tendría pensado hacer en un futuro, ella cambiaba de opinión, un día decía que veterinaria, pero cómo iba hacerlo si  le daban tanto miedo muchos animales; otras veces decía que psicología, esa opción le parecía más viable para ella, ya que sus amigas acudían a ella para pedir consejos sobre sus problemas y preocupaciones; aunque muchas veces ni siquiera había vivido ni la mitad de las experiencias de sus amigas, ya que siempre fue muy seria comparada con ellas. Pero acababa de terminar la prepa ¿Qué iba a ser de su vida? Casarse y ver toda su vida pasar en un rancho donde la mayoría de las muchachas hacen lo mismo, no está mal, pero también podía buscar su futuro en otro lado

Un día le llega una llamada de su tía. “hola, Sofía, ¿ya terminaste la prepa, verdad? Sí, ya la terminé, contestó. ¿Qué te parece si te vienes al ranchito de tus abuelos y das clases aquí, de maestra de Conafe? ¡Ah, caray!  ¿Y cómo es eso? Sofia ni siquiera había escuchado hablar sobre Conafe. Mira, te vienes y das clases aquí a tus primos y a los niños de la comunidad, le explicaba su tía. Pues no sería mala idea, mientras pienso qué voy a estudiar. pensó Sofía. Pues, mira, si te vienes te pueden dar una beca para que sigas estudiando, ¿qué te parece? Perfecto, sí me gustaría. Ah, pues te vienes a los cursos intensivos, ahí te van a capacitar para que puedas dar clases. Le voy a decir a mi mamá que me voy a ir para allá. Afortunadamente, Sofía siempre ha tenido el apoyo de sus padres dentro de sus posibilidades, ya que mantener a una familia con varios hijos no es una tarea fácil y ella lo sabía. Esa llamada cambiaría su futuro y con el tiempo lo iba a descubrir.

Días después, Sofía se fue al ranchito de sus abuelos con una maleta llena de dudas, pues no sabía qué le depararía el destino. Inician los cursos y ella se tenía que ir todos los días del rancho a Badiraguato, ya que ahí es donde se estaban impartiendo los cursos de capacitación. Era un camino largo y hacía más de una hora de camino diario, para llegar a la cabecera municipal, pero ya había empezado, así que no le iba a quedar mal a los padres de familia, pues ellos habían puesto mucha fe en ella para que sus hijos pudieran tener una maestra, aunque fuera por un año, ya que los pobres niños tenían que ir a las comunidades vecinas para recibir educación, pero en los días lluviosos ni siquiera podían porque los caminos de terracería no se lo permitían por el lodo y los charcos de agua. En cuanto Sofía inició sus cursos ellos se pusieron a limpiar su escuela, era una escuela tan vieja en la que ahí habían estudiado todos los niños de la comunidad, que hoy serían los padres de los nuevos alumnos. En la escuela había dos salones, los padres escogieron el salón más completo ya que uno no tenía puertas ni ventanas, el otro salón estaba mejor tenía su puerta, pero no tenía chapa así que consiguieron una cadena y un candado para poder cerrarla. El pizarrón estaba tan viejo que ya se había caído de la pared, así que lo volvieron a pegar. Limpiaron las paredes y el piso con agua, jabón y una escoba. Iniciaba un nuevo ciclo escolar, era tanta la emoción de los padres por ver de nuevo su escuela en funcionamiento, que casi todos los días iban para limpiar mejor el salón y el patio, tal vez, a ellos les traía muchos recuerdos de su infancia, así que mientras la nueva maestra se capacitaba, ellos hacían su parte: las madres seguían limpiando el salón, pero los padres de familia no se quedaban atrás y limpiaban el patio del monte y toda la basura que había en él. Poco a poco, la escuela estuvo más apta para los alumnos. Sofía, por su parte, iba aprendiendo cosas nuevas, le enseñaban cómo iba a trabajar con los alumnos, cuáles actividades podría realizar para iniciar el ciclo escolar. Ya casi terminaba la capacitación, pero Sofía sabía que tenía un reto, pues no iba a ser cosa fácil empezar con niños de diferentes grados, así que tenía que adaptar las actividades para cada uno de ellos, con el tiempo se le iba a facilitar, pero en ese momento ella no lo sabía.

Llegó el primer día de clases. ¡Buenos días, padres, madres y alumnos! Yo sé que todos ustedes ya me conocen, soy su sobrina y prima de la mayoría, pero vamos dejando unas cosas claras: desde el día de hoy, yo aquí soy su maestra, así que quiero que me respeten como tal, de las puertas para afuera soy su prima, pero aquí soy su maestra. Con esas palabras inició Sofía su primer año dando clases. ¿Cuál sería el pensamiento de los padres de familia? Ella no lo sabía aun, pero quería que eso fuera en serio, no porque la maestra era prima de algunos alumnos los iba a favorecer, ella quería que las cosas fueran las más honestas posibles para todos los padres de familia.

No fue fácil para Sofía el estar lejos de su casa los primeros meses, ya que nunca se había separado de su familia y, además, estaba viviendo con sus abuelos, que ya por la edad tenían su carácter, pero, poco a poco, se fueron adaptando ellos a ella y viceversa. Respecto a las clases a Sofía le gustaba lo que estaba haciendo, tenía limitaciones, claro que sí, estaban en una comunidad donde apenas había luz eléctrica, la señal telefónica era muy mala, a veces duraban tiempo sin señal y esto para una muchacha era más complicado, ya que gran parte de su vida estuvo acostumbrada a eso, como la mayoría de los jóvenes actualmente. Cuando Sofía tenía acceso a internet, buscaba estrategias para trabajar con los niños, les descargaba imágenes que bien no podía imprimirlas así que las dibujaba en una hoja blanca. Sofía no era buena dibujando y buscó una manera de poder hacerlo, con una hoja blanca encima de su celular marcaba las líneas del dibujo y le quedaban casi exactas al dibujo; así fue que ella decoró su escuela con dibujos remarcados de su celular. Hizo el abecedario, las vocales, los números y todas las cosas que normalmente están pegadas en la pared de un salón de clases; también, encima de su pizarrón viejo, pegó rotafolios forrados con cinta trasparente para simular un nuevo pizarrón y le funciono perfecto, pues hasta podía borrar cada vez que necesitaba y volver a comenzar. Tuvo muchos aprendizajes a lo largo del primer año, utilizó los recursos que eran muy limitados, ella siempre buscaba la manera de poder enseñar a esos pequeños niños.

Se fue el ciclo escolar en un abrir y cerrar de ojos y a Sofía ya le gustaba lo que estaba haciendo, así que decidió quedarse un año más y luego otro, ya eran tres años que Sofía daba clases. Los padres de familia estaban encantados con la idea de que ella siguiera con las clases y ella se sentía segura de lo que estaba haciendo; entonces empezó a pensar en prepararse universitariamente para realizar esto que le estaba gustando mucho. Cuando se terminó el ciclo escolar inició un cuarto año, pero esta vez estaba decidida a inscribirse a una universidad, pero ¡oh, sorpresa! que se atraviesa el Covid y eso puso en pausa su pensamiento de estudiar, pues no quería estar expuesta al virus ni exponer a los demás. Cuando se terminó su cuarto año de maestra, decidió regresar a su casa ya que extrañaba a su familia, sí los visitaba, pero muchas veces por tiempo muy cortos. Regresó a su casa dejando atrás su escuela que decoró con sus manos, a sus alumnos que durante todo este tiempo habían crecido junto con ella. Se fue y dejó a su abuela y eso ya le apachurraba su corazón, pues se había acostumbrado a estar con ella, pero tenía que Salir y buscar su futuro.

Habían pasado cuatros años y aún no iniciaba sus estudios universitarios. Empacó su maleta y regresó a su casa. Empezó a investigar escuelas para estudiar, pero tenía que tener dinero para estar viajando a la ciudad así que consiguió un trabajo y empezó a ahorrar para estudiar sin preocupación. Poco a poco, Sofía se sentía más motivada para iniciar sus estudios. La historia de Sofía aún no termina, le faltan tantas experiencias por vivir y está emocionada por lo que le falta por aprender… Y ahora, aquí está Sofía escribiendo este texto para su Maestro en la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa.

Comentarios

Entradas más populares de este blog