“Ese día, el pueblo se vistió de luto, habían perdido un personaje único y talentoso. Pero les dejó un tesoro en sus escritos”






LA VOZ DEL ESCRITOR

 

Leslie Gissel Iribe Machado

 

En un pequeño y pintoresco pueblo de Sinaloa, en las últimas semanas de enero, Quilá se comienza a vestir de fiesta para celebrar a la Virgen de la Candelaria, las banderitas colgantes, azul y blanco de papel picado, se menean al son del viento y adornan el atardecer. Y Gabriel un joven de 25 a 30 años, mudo con el don de expresarse libremente a través de su escritura, aprecia este escenario desde las bancas de la plazuela. Este individuo, hijo de las calles y pariente de las banquetas, que fue privado de la facultad para hablar desde su cuna, que fueron estas calles de mi bello Quilá, captura cada momento importante en los textos que diariamente escribe, algunos los comparte y otros son sólo para él, los guarda en su diario personal. Gabriel no tuvo el privilegio de ir a la primaria, de niño atesoraba tantas cosas en su corazón, tantas que éste se iba a reventar, pues los dibujos de un niño de 8 años no eran suficientes para expresar tal cual su sentir.

Gracias a la bondad de una maestra foránea de primaria que lo enseñó a comunicarse con palabras escritas fue que comenzó entonces a vivir. El así lo expresa en uno y cientos de textos que ha escrito, cada uno lleno de agradecimiento a esa buena mujer. La cultura y el mar de colores de este lugar, han sido fuente de inspiración para la creación de tan bellos poemas y canciones, que sólo las paredes de mi pueblo habían tenido el privilegio de escuchar, pues en cada festividad del 2 de Febrero, le daban su lugar en un pequeño escenario frente la casa de la cultura, para que un alumno de secundaria o prepa, recitara o cantara sus escritos para ganarse unos puntos extras. Sus poemas atrapaban la cultura de este lugar, resaltando las maravillas que tiene en cada rincón. Pero, ¿por qué si su escritura encapsulaba cosas tan magníficas, no cruzaba las barreras de ese pequeño lugar? A pesar de ser textos profundos y llenos de sentimientos, no cumplían con los requisitos básicos para ser publicados y lanzados al resto del mundo. ¡Vaya, qué egoísmo! Todo por la mala semilla de la falta de ortografía, quién iba a pensar que le costaría hasta la vida. Sus borradores, eran un mar de incoherencias que sólo él podía llevar ese barco a flote, pues anotaba tan de prisa para no perder ni un detalle de los “Regalos de la vida”, como él le decía a las risas de los niños jugando en el parque; el recorrido de Don Fide con sus elotes, los campos llenos del oro amarillo a punto de ser trillado en Mayo y de las festividades del 2 de Febrero, desde las peregrinaciones, hasta ese gigante frente a la iglesia que sube y baja niños y adultos, arrancándoles una sonrisa; así se refería en sus textos a la rueda de la fortuna. Un primero de enero, como todos los años, la familia de don Fernando iba en compañía de su esposa y sus 2 hijas a las festividades de la Virgen a llevarle sus ofrendas, ya que estaban muy agradecidos por haber rebasado el tiempo estimado de vida de su hija menor Catalina, quien padecía una enfermedad incurable y que los desmayos constantes habían reducido y había nacido en ellos una esperanza. En estas pequeñas calles del pueblo de Quilá, era imposible no topársela a ella, a Catalina, fue como “un trago de agua en el desierto”; el así lo expresa en su poema con más sentimiento “Catalina”, bastó sólo una mirada para que Gabriel quedara condenado a morir por ese amor.

“Mis palabras no las puedes escuchar,

   pero sí mi corazón por ti palpitar,  

   él te grita con desespero y amor,

   Catalina le has dado a mis versos volumen y color”

 

Éste es un pedazo del poema que Gabriel le hizo a Catalina en los pocos días que duró su historia de amor.

El padre de Catalina era un hombre de carácter difícil, no le interesaba nada de Gabriel, simplemente le daba igual y en vez de admirar sus escritos, lo miraba como un tipo vulgar, medidor de banquetas, el cual no quería cerca de su pequeña.

En una fría tarde de febrero, Gabriel y Catalina se encontraban juntos apreciando los últimos rayos del sol, que besaban las cumbres de las estructuras metálicas de los juegos mecánicos. Horas más, tarde el cuerpo sin vida de Catalina estaría tendido al fondo de las escaleras del templo del pueblo. ¿Y Gabriel? Gabriel estaba ya descansando en su cuarto de pensión, con su diario en la mano y un escrito nuevo que decía: “Estoy feliz, muero de amor por ella y esta tarde Catalina muere…” El texto quedó incompleto, Gabriel, en sus borradores confundía, ya que a veces sólo ponía palabras claves y era difícil darle claridad y su falta de ortografía lo hacían aún más difícil de descifrar. El padre de Catalina, cegado de dolor, acabó con la vida de este pobre hombre sin darle la oportunidad de defenderse.

Ese día, el pueblo se vistió de luto, habían perdido un personaje único y talentoso. Pero les dejó un tesoro en sus escritos, ya que su diario capturó años de historia del pueblo de Quilá, quedaron plasmados sucesos importantes y memorables y se sentía como si hasta ese momento llegara la historia, como si ahí terminara todo. Una máquina del tiempo llegó a su fin. Es en este punto donde sus escritos fueron perfeccionados y publicados por un diario reconocido. Pero ¿qué paso realmente con Catalina? Pudo tratarse de que regresaran los desmayos y cayera por las escaleras o que alguien lo hubiera provocado. ¿Por qué en el diario de Gabriel estaba ese escrito? ¿Será coincidencia? Nunca lo sabremos.

 

Comentarios

María Porcella dijo…
Leslie, tu relato es un regalo que captura el interés y deja muchas emociones. La sensación dudosa de si leímos una ficción o una realidad. Me deja curiosa. Hace tanto que no voy a Quilá, y es un interesante recordatorio de su historia y existencia.

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