“¿Cuándo, dónde y por qué comenzó esto que ahora nos duele y nos asusta? ¿Cuál fue el momento exacto donde todo se torció y dejamos de amarnos?”




 

El Origen del Mal y la “Cosa Maligna”  

 


Marité Ibarra

 

En este Blog, últimamente he estado leyendo textos sobre los recientes disturbios y acontecimientos violentos que se han suscitado, es tan patético pensar en ello que ni siquiera tengo ganas de pronunciar el nombre con el que se conoce este fenómeno social.

Alumnos y maestros dan a conocer sus sentires, sus vivencias, sus temores arraigados, todo a causa de estos conflictos innecesarios que trastocan la vida de las personas que sólo quieren vivir tranquilas en su ciudad, en sus respectivas localidades, en su entorno y hacer las mismas cosas que están acostumbradas a hacer todos los días. Gente que desea seguir la rutina y la vida en sí, la cual a veces me la imagino como un hámster gigante dando vueltas y vueltas, sin llegar a ningún lugar en concreto. Nada que ver con la vida que llevan otras personas en otros países.

Esto me hace pensar en una película que he visto varias veces, que se llama Los Dioses Deben Estar Locos (1980), es una película que particularmente me gusta mucho, que se da por allá en Botsuana África, en la tribu de los bosquimanos que viven en el desierto del Kalahari, y donde en un día común, (como los que todos vivimos), una botella de Coca Cola cae desde el mismísimo cielo. Esta botella de vidrio trae conflictos a la tribu, los niños se pelean porque todos quieren tenerla, le dan distintos usos y comienzan a surgir disturbios y hasta violencia por un objeto ajeno a esa pacífica tribu, alejada de la supuesta civilización del hombre inteligente y modernizado. Y para eliminar de raíz los problemas que se suscitaron, un valiente bosquimano decide deshacerse del “regalo” que los Dioses otorgaron, pues es una “cosa maligna” que causa problemas y alboroto en su tranquila civilización, y así este hombrecito (el protagonista) comienza a vivir una serie de aventuras bien interesantes.

Como vemos, en cualquier lugar, a cualquier hora, pueden surgir los conflictos y alterar la vida, como pasó en el remoto Kalahari, arrebatando la cotidianidad de la sociedad así como así, que una vez quitada, entonces, se desea, se valora, como el trabajo, la escuela, los camiones, la luz y, por ende, el internet, sin esas cosas a las que estamos tan acostumbrados, nuestra vida ya no es la misma.

Somos espectadores como si estuviéramos en el antiguo Coliseo Romano, donde las personas se deleitaban en la violencia, en la muerte, en la sangre, en las mutilaciones, en el dolor ajeno de aquel gladiador que peleaba con todo su ser, con tal de sobrevivir ante el ataque de la bestia feroz que era su contrincante. Porque el ser humano siempre ha sido violento por naturaleza, atroz como un animal salvaje, incapaz a veces de controlar impulsos y deseos asesinos, respira sangre y desea verter sangre.

Y así seguiremos, mientras nada se altere en nuestra frecuencia del vivir diario, cuando no haya de qué quejarse, cuando todo vuelva a la normalidad, cuando todos olvidemos: entonces se seguirá escuchando la música que alimenta la grandeza de aquel héroe que mata, que usa armas, que tiene dinero, riquezas, aquel que es ejemplo a seguir para chicos y grandes. Seguirá la producción y distribución de sustancias que jóvenes y adultos compran y consumen sin el menor reparo y, lastimeramente, eso es parte de nuestra cultura y ahora vivimos las consecuencias de tener esta cultura y a todos se nos da por igual, todos cobramos la misma factura, aunque unos deban más que otros.

Ahora bien, una vez focalizado el problema, sería bueno preguntarnos ¿Quién tiene la culpa? ¿El dinero? ¿Las ansias de poder de las personas que lo desean? ¿La corrupción? ¿A quién sería bueno culpar? ¿A la Educación? ¿Al gobierno?  ¿Cuál es la raíz del problema en sí? ¿Cuándo, dónde y por qué comenzó esto que ahora nos duele y nos asusta? ¿Cuál fue el momento exacto donde todo se torció y dejamos de amarnos?

El bosquimano detectó el problema de inmediato y tomó acción, fue decidido para deshacerse del mal, ¿y nosotros? Por lo pronto, seguiremos sintiendo pena, temor, frustración, ansiedad porque tanto justos como pecadores vivimos en común, nos relacionamos e interactuamos y mientras vivamos juntos, moriremos juntos…

Comentarios

Anónimo dijo…
A veces olvidamos con tanta facilidad que no nos damos cuenta que caemos en los mismos errores.

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