No me convencía tan fácil de leer, en mi casa había más libros que cazuelas para cocinar, enciclopedias, revistas de superhéroes y, en ciertas ocasiones, historias del gran Memín Pinguín
Jesús Manuel Tamayo Oliva
Debí tener algunos nueve años cuando mi padre me invitaba a leer parte de
sus libros, pero en ese entonces mi vida era un balón de fútbol, una sonrisa
puesta en los ojos de mi madre y una pequeña guitarra color marrón. ¿Qué tanto
significaba leer para un niño? Me preguntaba, ¿por qué tanto el afán de mi
viejo por los libros?
Cada tarde lo observaba frente a su enorme librero, sin camisa, sentado en
su escritorio escuchando a Joaquín Sabina, fumando un cigarrillo, leyendo un
libro y escribiendo en su computadora. Ese hombre era mi padre, mi héroe, mi
mejor amigo por muchísimo, el culpable de mi amor por la música, los libros, la
poesía, la verdad, sólo tenía un defecto; nunca le importó el fútbol y yo a esa
edad me sentía dueño del balón y el rey de las chicas. Iba por la vida soñando
que era Nino Bravo y Oswaldo Sánchez a la vez.
Pasaba el tiempo y no me convencía tan fácil de leer, en mi casa había más
libros que cazuelas para cocinar, a veces ponía frente a mí enciclopedias,
revistas de superhéroes, libros de biología y humanidades, otras veces el
periódico, y en ciertas ocasiones, historias del gran Memín Pinguín, a pesar de
su noble terquedad yo miraba cada ejemplar, me concentraba en sus formas,
imágenes y en sus títulos, era divertido y muy encantador, pero no lograba leer
más allá de su portada.
Llegaron momentos sutiles, de partidas y lágrimas cuando mi padre empezó a
viajar a Tijuana para estudiar su doctorado, mi vida empezaba un poco a temblar
por su ausencia, se marchaba quién cuidaba a todo el rebaño y aunque a mí me
fue otorgado el título de “El hombre de la casa” siempre lo echaba de menos.
Cuando volvía lo esperaba siempre con un abrazo y él abría su maletín y sacaba
un libro nuevo para regalarme y de su maleta un balón de Fútbol, fue entonces
cuando supe que mi padre quería que leyera de verdad y que no dejara de lado mi
pasión por el balón.
Comencé a leer El Principito, Hombrecitos, El libro de la selva y cuentos
infantiles, hasta que mi edad avanzó junto con el tiempo, la memoria y el
espacio. Mi cuarto se fue llenando de a poco con libros, discos, y pelotas de
fútbol. La vida marchaba bien, ya era casi un hombre cuando llegó notablemente
mi gusto por leer y la necesidad por expresar lo que sentía a través de la
composición de frases, versos, pequeñas líneas donde se notara mi inquieto y
desesperado sentimiento. Mi padre me había obsequiado entonces: Veinte Poemas
de Amor y una Canción Desesperada de Pablo Neruda… ¡POESÍA!
Llegó a mi vida la poesía como un rayo que cruza las ventanas del cielo, me
enamoré completamente de los poetas cursis y desgarradores, aquellos que
escribían a su amada con la dulzura de los días y el hambre de amar, con el
coraje y el orgullo de lucha y espera.
La lectura se hizo indispensable en mi vida junto con la música y la
poesía. Descubrí mundos y sueños que abrazaban la sensibilidad de las cosas,
decidí ser un intento de poeta, músico y loco para adornar las noches de
soledad con letras afables, como una boca que busca boca al cabo del tiempo y
sigo aún recordando aquellos días cuando mi padre me invitaba a leer y yo
corría detrás de un balón de fútbol.
Comentarios
Gracias por acercarte y acercar la luz del Pensamiento escrito a los lectores.}
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Estimado Jesús Manuel, que me ha gustado la narrativa, en aquellos años su niñez como prioridad el
fútbol, con padre que gustaba se la lectura “libros más que cazuela” compaginando luego la música, poemas … los textos cortos tienen tanto significado como los extensos siempre y cuando atrape al lector.
Bienvenido en este Blog maravilloso, que nos da la oportunidad de ser a través de las letras; nosotros mismos. Y eso es un regalo que nos damos. En medio de estereotipos o simulaciones.
Saludos
Talentos hay en UPES ¡ooohhh sí que si!
Jesús Manuel sigue escribiendo pues lo haces muy bien!!