“Seré mejor si lo que hago contribuye a un bienestar social, independientemente de cómo me digan”
ESTAR, SER, HACER
María Madrid Zazueta
Dicen
que el arte de pensar es para los llamados filósofos; y son titulados de esa
forma por aquello que les ocupaba tiempo y producción de algo, en su caso son
razonamientos, reflexiones; pero antes de todo eso, ya eran. El humano es ‘algo’
que se va redefiniendo en todo el proceso de su vida. Al morir cambia la
estructura hasta que se hace polvo. Para el momento de la muerte ya fuimos y ya
dejamos constancia de eso, sea que los demás lo aprecien o no. Cuando digo que
somos ‘algo’ es en el sentido de existir, independientemente del pensamiento.
Porque sabios o estúpidos existimos en este mundo. El pensamiento es sólo una
capacidad que caracteriza al humano, y es muy importante. Alguien que está en
coma, ¿piensa? Si se supone que tiene muerte cerebral ¿sigue existiendo?
Evidentemente sigue su cuerpo, su sangre tibia recorre su cuerpo y llega al
corazón que late, pero en su mundo mental hay oscuridad y silencio; eso creo. Pero
sigue allí siendo.
Una vez
escuché decir – miente quien dice que se estudia para llegar a ser alguien, ya somos
alguien desde antes -. Las personas crearon a la escuela, no al revés. Quien no
va a la escuela también tiene una esencia tangible. Estudiar más bien, es una
opción, que sabiéndola aprovechar puede servir para estar mejor en el sentido
amplio de la palabra, no solo en lo laboral. Por eso, en esto de ir a la
escuela, en el ser y hacer, ¿qué importancia tienen los títulos? Que cada vez
más personas aspiran a acumularlos lo más posible. No conozco a alguien más
importante y vital para la existencia que Dios, el Todopoderoso, el Juez
Supremo, el Creador, y claramente Salmos 83:18 dice – que toda la gente sepa
que tu nombre es YHWH (Jehová por explicaciones lingüísticas que no vienen al
caso, pero las hay) -. Incluso, en otras culturas no cristianas, la gente llama
a sus dioses por sus nombres. Y, se supone que no hay nadie con un puesto
superior.
Y,
viene al caso porque es y está alguien que no hace nada importante para los
demás. Hasta una piedra es algo. Acaso, si yo digo de mí misma ‘soy profesora,
soy maestra o doctora’, ¿soy mejor y más útil sólo eso? No. Seré mejor si lo
que hago contribuye a un bienestar social, independientemente de cómo me digan.
Yo prefiero que la gente me designe el título en función de lo que represento
para ellos. Así me entero de sus expectativas y qué esperan de mí. Pero, ¿por
qué les importan tanto los títulos a la sociedad actual? ¡Porque cuesta obtenerlos!
Actualmente, cuesta mucho sólo vivir, y no nos llamamos unos a otros vivientes.
Un título supone que hacemos algo, no que somos algo. Delimita una función, un lugar,
una etapa y sólo una parte de nuestra vida. Un título no se mira, se práctica.
Es un hacer, no un ser. Al menos, eso tengo claro en esta etapa de mi vida
donde lo que me resta por vivir es menos de lo que he vivido; y, dicen que
cuando la muerte está más próxima se suelen notar mejor las prioridades porque
se es más objetivo.
En una
reunión de más de cien personas, un campesino del ejido El Doce, llamado Juan,
escuchó que se hablaba de la forma en que pueden incidir en una persona las
interacciones sociales en las que se involucra. Juan levantó la mano, le dieron
la palabra y se puso de pie. Entonces dijo, - es como una caja de tomates. Si
un tomate se pudre y lo dejan en la caja, al menos los que están cerca se van a
echar a perder, y si los dejan se echan a perder todos -. Él no sabía de la
teoría sociocultural de Vygotsky, ni del existencialismo de Sartre, de
Descartes, quizá ni sabía leer. Todos los presentes entendimos tan bien el
punto. A más de treinta años, sigo recordando esa expresión llena de sabiduría
empírica de Juan.
Por
otra parte, hay una amiga a la que nadie le dice psicóloga, lo es, y con
maestría, le decimos Eva, y sabemos que siempre tendrá una alternativa práctica
cuando se nos ofrezca su consejo. Uno de sus métodos de trabajo con los
pacientes es pedirle que le describan cómo tienen la casa donde viven; ella
cree que como uno tiene la casa tiene la vida. Ella dice que cuando los
pacientes trabajan en mejorar su casa, y desempeñan el rol que les corresponde,
sanan y sana su familia. Eva dice que entre más ‘rollo’ traigamos en la cabeza,
menos útiles nos volvemos a la sociedad; nos hacemos más inútiles para las
cosas prácticas, que por lo general son las más importantes.
No
reniego de los títulos, ni menosprecio el portarlos. Sólo creo que se
sobrevaloran, y a veces más bien vuelven soberbias a las personas que exigen
que se les nombre por él cuando no hay clara evidencia de lo que hacen ni el
beneficio que tiene para los demás. Ésta es sólo una idea de las mil que rondan
mi mente cuando pienso en la educación, en si los actuales profesionales con
tantos títulos están respondiendo a lo que se esperaba de la profesionalización
de los maestros. La vida cambia tan rápido y en formas tan sorprendentes, que
pienso seriamente en que, si llegáramos a perder lo que tenemos, y que ahora
creemos seguro, hay posibilidades de que volvamos a sobrevivir sólo por lo que
conocemos o creemos conocer.
Durante
la pandemia del Covid19, la gente moría por igual independientemente de su
oficio, status social, peso político o económico. Murieron profesionales como
gente analfabeta. Los que sobrevivimos ni siquiera podemos asegurar por qué. No
fueron los sabios ni intelectuales los que nos motivaban a vivir. Fueron las personas
que empezaron a jugar ante un teléfono celular, y nos sacaron muchas sonrisas;
fueron aquellos a los que se les ocurrió ponerse a cantar para toda la cuadra y
nos alegraron semanas y meses tejidos de malas noticias y temor. Otros
recurrieron a la escritura virtual, más vital y menospreciada, la literatura, y
nos contagiaron para escribir sobre nosotros y lo importante del momento: estar
vivos. A algunas nos alivió la solidaridad de otros; o el sentirnos útiles para
alguien más al que podíamos echarle la mano. Fueron situaciones y personas que
no hemos terminado de identificar y sistematizar para aprender de lo sucedido y
plasmarlo para repetir a conciencia todas esas formas de ser y actuar que nos
tienen ahora vivos. Estando. Siendo.
Haciendo.
Comentarios
Aunque sea para echarle flores a una de las mejores escrituras de Este Blog, de toda la UPES y de gran parte de Sinaloa, mi amiga Maria Madrid
Un abrazo a las dos: Marité y Maria Madrid
Su amigo José Manuel Frías Sarmiento
Querido Frías, si usted lo dice, yo lo aprecio. Y, sí, me sigue decepcionando que este sea un espacio desperdiciado; ni los escritores comentan sobre sus propios textos. Hay que entender que los escritores necesitamos interactuar con otros sobre el pensamiento, sentimiento o desparpajo que imprimimos, quizá descrubran formas diferentes o más complejas de ver el mundo y sus realidades; quizá nos enriquezcan sus aportaciones porque escribir siempre es un arte en progreso, con diferentes horizontes y visiones; quizá de eso salga un nuevo texto, en la dialéctica de las interacciones nadie sale igual que como entró. En fin, estoy como la canción quizá, quizá, quizá.