Taller de Redacción Libre y Creativa


 “¿Para qué nos sirve pensar, pues? ¿Por qué debemos, los que tenemos el privilegio de hacerlo, insistir a los demás que piensen?”



 


El privilegio de pensar

Andrea Berrelleza

Cogito, ergo sum. Pienso, luego existo: lo dijo Descartes y universalmente conocida es esta cita. Debe entenderse ese luego como un por lo que, es decir existir como consecuencia de pensar y no como si fuera en plano temporal, como entendemos comúnmente el adverbio. Claro, esa famosa frase del filósofo guarda un análisis profundo sobre la duda que ha de tener sobre todo lo aparentemente existente, mientras que lo único indudable es dudar.

Sería interesante estudiar las reflexiones y observaciones que el filósofo hizo y plasmó en sus diferentes obras de meditaciones, como él las llamaba o como las llamaba cualquier filósofo de la Antigua Grecia. Dicen que, para llegar a esa simple frase, Descartes tuvo que observar diferentes premisas, previamente. Seguramente era una persona que leía mucho y, por lo tanto, pensaba mucho. Tampoco es como que tuviera mucho qué hacer, digo, eran los 1600, no es como que tuviera la gente mucho con qué entretenerse. No le quedaba de otra más que pensar y repensar lo que ya había pensado.

No como ahora que hay tanto que hacer, que le faltan horas al día para pensar. La gente se ocupa demasiado en tantos asuntos, que pensar se vuelve algo que sólo unos pocos se dan la libertad de hacer. Eso me hace creer, entonces, que pensar es un privilegio y, como cualquier privilegio, sólo algunos lo tienen

En el capitalismo, pensar es una actividad que no sirve, salvo si se piensa en y para producir, si no, a la basura pensar, hay más quehacer en la vida real. La vida real es lo que importa verdaderamente, pues ahí es donde está el dinero que nos va a solucionar esa vida que nos dijeron y nos siguen diciendo como debemos vivirla.

Por un lado, se nos ha hecho creer que pensar no forma parte del monopolio de la felicidad, es decir, el consumismo. Y por otro, si nunca alcanza para ser felices, menos alcanza para empezar a pensar. Es que, como dije, para pensar hay que invertir tiempo, pero nadie puede (y a veces ni quiere) gastar tiempo en pensar, cuando se podría aprovechar para trabajar y generar ganancias y con ese dinero comprar lo que les hará felices.

Creo que lamentable es el caso de quienes están tan ocupados sobreviviendo, que en sus cabezas ni siquiera hay una lánguida señal de poder, ni mucho menos de querer pensar porque no hay espacio libre en ese cerebro para dedicarlo a esas cuestiones sin importancia que en nada van a aportar a la supervivencia propia.

La gente está ocupada, la gente quiere alargar su existencia en el mundo y eso, claramente, es comprensible. La gente necesita estar sana, necesita comer, necesita pagar cuentas, deudas, necesita darle de comer a los hijos, a los perros y a los gatos; la gente necesita generar dinero, aunque sea poquito, mínimamente, poquito para asegurar la existencia en el presente y sentirse tranquila al final del día y poder medio descansar porque pudo palomear en el calendario ese mismo día que está terminando; mañana será otro día.

Y así puede transcurrir la vida de mucha gente: palomeando un día más de existencia en el calendario, trabajando duro para ello y recibir ese dinerito y solventar el hambre y el sueño. Para algunos pueden ser muchos, muchos días, para otros, pueden ser pocos, pero larga o corta la existencia, en ninguna se ha de tener el privilegio de pensar. Y se entiende. No es juzgar a la gente, es entender que hay quienes no tienen ese privilegio porque, sencillamente, no pueden tenerlo. En apariencia, el que quiera pensar, puede hacerlo, pero es igual que decir: el pobre es pobre porque quiere; así, el que quiere pensar, piensa, ¡y no! Porque la gente necesita priorizar aquellas actividades que le permitan continuar en este mundo y, cuando eso se hace, todo lo demás pasa a tomar un puesto sin la mínima importancia.

Es que no veo a la madre soltera con tres hijos que trabaja en la lavandería de la colonia preguntándose: ¿qué quiso decir Descartes en sus Meditaciones Metafísicas sobre la necesidad de dudar de todo lo existente, incluso de Dios? Es más, ni siquiera puedo imaginarla haciéndose la pregunta filosófica más básica de todas: ¿quién soy? Creo que un: debo apurarme a terminar de planchar toda la ropa para que me paguen la comisión y completar para la medicina de Anita que ya tiene dos semanas enferma porque no he podido comprársela, encaja mejor. Así es como se ocupa la gente: intentando resolver las preocupaciones del día a día que, lamentablemente, la mayoría, si no es que todas, tienen que ver con dinero.

Por otro lado, está la gente que no tiene preocupaciones como ésas, ya que tienen el privilegio, como unos cuantos, en este sistema, de poseer buenos ingresos fijos o, quizás, gozar de alguien más que les provea las soluciones a los problemas (de ese tipo). Pero mucha de esa gente tampoco piensa.

La gente sin problemas de dinero, también tienen sus propias preocupaciones, pero son de otro tipo. La gente se preocupa porque no puede decidirse si ir a Barcelona o a Milán en vacaciones de verano, porque no halló cita disponible en la estética para el día que la procuró, porque en el restaurante le trajeron leche normal y había pedido de almendras o porque la señora de la lavandería (sí, la que tiene que comprar medicinas) todavía no le tiene listas las camisas que mandó planchar; porque sus cabezas están llenas de preocupaciones así, es que no hay espacio para pensar, tampoco. Y no estoy justificando, ¡estoy criticando! Y critico porque creo que ese tipo de preocupaciones son tan mundanas, que caen en lo ridículo. Y no se trata de invalidar, claro que todos tenemos las mortificaciones que nos toca tener según las responsabilidades y los privilegios que tengamos, pero para expresarlo con seriedad, me parece que hay que tener conciencia de clase, también, si no, se vuelve un chiste.

¿Para qué nos sirve pensar, pues? ¿Por qué debemos, los que tenemos el privilegio de hacerlo, insistir a los demás que piensen? A los que se dejen, pues no siempre hay resultados favorables al momento de invitar y exhortar a las personas a hacer actividades como ésta, las que no generan ganancia de dinero. Bueno, es verdad que pensando no vamos asegurar la comida, ni tampoco, pensando, vamos a pagar las deudas que tenemos, pero sí nos permite comprender el mundo de otra manera, cambiar nuestra perspectiva de él y de la vida misma, es una forma de conocernos mejor a nosotros mismos y conocer el mundo, de demeritar el valor que se le da al dinero que, aunque necesario, no tiene las cualidades para hacernos felices (aunque las tenga para satisfacernos).

Por eso, me gustaría compartir: existo, luego trabajo, entendiendo el luego, como un por lo que; es decir, porque existimos, trabajamos. Caemos, entonces, en ese bucle en el que se existe para trabajar y se trabaja para existir... aunque hayamos algunos que creamos que a esta vida se viene a vivir y en el vivir se piensa.

 

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