“Y pues aquí estoy, una madrugada de lunes, con insomnio, escribiendo que extraño al Maestro Frías”
EXTRAÑO AL MAESTRO FRÍAS
Gladys Jamileth Elenes Soto
Nunca pensé que diría esto, pero sí, extraño al Maestro Frías.
Extraño entrar
al salón y que estuviera 5 minutos antes de la hora de entrada y preguntarme si
no lo quieren en su casa o por qué tan temprano. Extraño tener que salir rápido
de mi casa para alcanzar a llegar a tiempo y que el maestro Frías no me pusiera
falta porque a las 8:00 a.m. en punto tomaba asistencia. A veces me preguntaba,
bueno, ¿Dormirá en la Universidad? O ¿Por qué siempre está por todos lados a
tiempo? ¿Tendrá su rinconcito por ahí? No sé, ¿En la biblioteca, por ejemplo?
Extraño tener
que desayunar rápido porque media hora de receso no me alcanza para comerme mi
desayuno de unas galletas y unas Sabritas. Extraño quejarme por tener que subir
minutos antes de las 10:30 a.m. porque, adivinen qué, sí, el maestro Frías ya
estaba en el aula de clases para cuando entrábamos.
Extraño que nos
salude con la mano o de tope al entrar al salón. Extraño que cada clase era
salir con un dolorazo de cabeza, sentirme absorbida mentalmente y terminar
quejándome de él porque salía derrotada; pero lo que más extraño es el que me
haga pensar, el sentirme torturada en siempre tener una respuesta a las
preguntas, que no me diera tiempo de digerir bien la cuestión cuando ya quería
una respuesta. ¡Ay, cómo sufría! Una pensadora compulsiva como yo, que sobre
piensa todo y le da mil vueltas a cada pensamiento, para poder animarme a decir
algo. ¡Terrible! ¡Un sufrir! Pero ahí estaba yo, con mi ardillita en la cabeza
corriendo a 200 km por hora, con tal de formular una respuesta coherente, muy
pocas veces lo lograba verdad, pero al menos decía algo ya sea para
avergonzarme o para que el pobre maestro, obtuviera una respuesta en un salón en
que lo único que nadaba era un silencio ensordecedor; pero, bueno, ése es otro
tema, no me meteré por ahí, porque no es como que fuera una heroína que se
sacrificaba por los demás, porque no era así y más cuando uno a veces no va de
humor en ocasiones y ¡Ay, esos días que no iba de humor! ¡Eran un martirio las
clases con el maestro Frías! Pero hasta eso extraño, el sufrir en esas clases
que cuando menos tenía ganas de verlo, en ocasiones, era cuando más necesitaba
escucharlo, aunque saliera con la cabeza tirando humo de la pensadera, pero
disfruté el aprender.
Y el poder ser
libre en mi pensar, en mi escribir, en mi hablar, en ser yo misma. Creo que
todos tenemos un antes y un después, con el Maestro Frías, tanto para mal como
algunos así lo ven, como para bien, también.
En mi persona
fue un parteaguas, que descubrió una parte de mí que no salía a la luz desde
hace mucho, que muy dentro de mí existía, pero yo sólo observaba desde lejos.
Una vez escuché
de alguien decir que debemos perder la inseguridad de escribir, pero yo siento
que debemos enfrentarla, ponernos al tú por tú con ella y decirle ¿Cuál es tu
problema? ¿Cuál es tu miedo? O, ya de plano, amarrarla y taparle la boca para
que no hable, porque siento que es muy difícil perder esa inseguridad del
escribir, aprendamos a abrazarla y dejar que nos acompañe, pero nunca darle el
poder de estar por encima de nosotros, agarrarle un poco más fuerte la mano al
"animarse" y ver para adelante, que siempre habrá alguien para
leernos.
Como el Maestro
Frías, que podemos enviarle cualquier tontera y pensar: y aún así lo lee,
bueno, eso pienso yo, que lee cada escrito que se le envía, a veces me da
curiosidad qué pensará el Maestro al leer las tonterías que le mandamos, ¿Se
ríe? ¿se avergüenza de nosotros? ¿Pensará que estamos dementes? ¿Se queda
dormido? (Yo sería ésa). De algo que sí estoy segura es que descubre mundos
nuevos en cada texto, nuevos pensares, nuevos personajes, un sin fin de
emociones y sentimientos que dejamos plasmados en cada escrito.
Extraño al Maestro
Frías, y su manera peculiar de terminar las clases. Como en muchas ocasiones lo
hacía, estaba tranquilamente hablando de un tema cuando de repente agarraba su
botecito de cámara con té, decía "Nos vemos" y salía del salón, yo me
quedaba modo "¡¿QUÉ?!", no sabía si reírme o qué, no me dejaba
asimilar su último comentario cuando ya bajaba las escaleras, ¡Muy peculiar!
Extraño salir y
verlo esperar camión a veces y pensar que si no tiene carro o qué, o también
encontrarlo en el camión e ignorarlo porque soy demasiado vergonzosa para
saludarlo y prefiero hacer como que no lo conozco y que nunca en la vida lo he
visto.
Si, lo admito,
también extraño quejarme de él, de las tareas, de las clases, de cómo hablaba
de tantas cosas y desesperarme porque sabía tantas cosas que me sentía tonta de
no saber nada, y echarle la culpa a él de sentirme así, porque sí, es su culpa
que hoy en día ya no quiera ser tonta, ahora quiero ser una tonta culta con
saberes.
Siempre le
estaré agradecida por lo mucho que aportó a mi vida en los dos semestres de
clases que me dio, por el cómo me destapó el cerebro y me ayudó a crecer en
varios aspectos de mi vida, tanto personal como estudiante, aunque tengo una
anécdota espectacular donde casi me reprueba pero ese tema lo dejaré para
contar después, ahorita estamos sentimentales hablando de que extrañamos al Maestro
Frías, ¡Pero no vayan a pensar que se murió o algo así he! Por Todavía anda
vivito y coleando, dirían por ahí, haciendo zanja por toda la universidad,
saludando a todos y yo sacándole la vuelta por todos lados, para no topármelo,
aunque dudo que se acuerde de mi persona, pero de todas maneras huyo, ¿Por qué?
Desconozco, creo que quedé traumada de las tantas veces que me pidió el cuento
(que nunca le mandé, por cierto), pero ese tema también lo dejamos pendiente
por contar.
Y es curioso,
el cómo desbloqueamos un personaje en nuestras vidas, que poco a poquito va
tomando su lugar, cuando de pronto, ese personaje sigue otro rumbo y deja de
tener protagonismo en nuestra historia. Porque así fue como pasó con él, alteró
mi vida, para después irse a alterar la vida de otros más por ahí. Ya no más
mortificación de que entre al salón antes de la hora de clases, ya no más
dolores de cabeza por pensar mucho, ya no más respuestas impulsivas, ya no más
su botecito de cámara que siempre pensé que era una cámara de verdad, ya no más
tareas creativas de textos extravagantes y ya no más encuentros en el camión y
yo ignorando que lo conozco.
Y pues aquí
estoy, una madrugada de lunes, con insomnio, escribiendo que extraño al Maestro
Frías.
Comentarios
Gladys, gracias por tus recuerdos, gratos y no gratos, pero recuerdos al fin. Un poco de eso es lo que los Maestros buscamos en los alumnos: no tanto que nos recuerden, sino que piensen en las enseñanzas y en los modos de obtenerlas con las que, muchas veces, los atormentamos, sin saber por qué ni para qué, hasta que tiempo después, los recuerdos les hacen asomarse a la esquina del saber para empezar a ver la realidad.
Gracias, Jamileth, también yo extraño tus textos porque, tal vez, fuiste la que más se acercó con ellos a mí.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Saludos
Ese Maestro que parece que vive en la universidad, como nos ha cambiado la vida a todos los que nos hemos topado con el, sin duda un maestro que se interesa en “Aprender a aprender”, un docente que busca cuestionarnos y hacernos hablar, aunque sea la respuesta más tonta, pero el hecho de que nos haga pensar, ya marca una gran diferencia.
Todos tenemos algo que agradecerle y sin duda, es el hecho de que nos destape el cerebro y nos quite la venda de ojos y empecemos a ver que el mundo está aquí ahora mismo, enfrente de nosotros.
Saludos, ¡te felicito por tu escrito!