“El cerro de las tres cruces fue mi maestro de vida por esos instantes y no me arrepiento de todo lo que me esforcé para llegar a la cima”






MI MAESTRO EL CERRO


Ariadna Lizeth Loaiza Valdenegro

 

Cuando llegué a Cali, Valle del Cauca, Colombia hice un grupo de amigos con los cuales desde ese momento todos conectamos super genial y platicando quisimos hacer una lista de cosas por hacer juntos en esa zona, pues entre ellas estaba subir el cerro de las tres cruces y aquí es donde comienza la historia.

Me levanté a las 4:30 a.m. pues había que prepararse y realizar la actividad antes de que saliera el sol debido a que es muy intenso, mis amigos pasaron por mi tomamos camino hacia una zona cerca del cerro para dejar el auto y comenzar a subir.

Comenzamos a caminar sobre una colina entre casas para encontrar el sendero que nos llevaría hasta la punta del cerro, una vez que la encontramos yo me coloque bloqueador, repelente de moscos, una gorra y mi bolsa cruzada al pecho.

Íbamos cinco personas, después de durar 5 minutos subiendo una de ellas dijo que no creía poder subirlo y como iba poder si traía tenis duros, pantalón de mezclilla y blusa incomoda, pero bueno ella decidió bajar de nuevo y esperar sentada en alguna tienda, una segunda persona también tomo la decisión de simplemente bajarse con la otra persona, entonces quedamos 3 personas al final.

 Claro que diré que no es fácil subir 480 metros de un cerro y les confieso que al principio iba muy feliz y motivada pero después de varios metros como dicen los tigres del norte “se te borro la sonrisa” ya sentía el calor en mi cuerpo, que las piernas comenzaban a punzarme, las manos un poco vencidas porque había tramos de caminos donde no podías sostenerte de nada mas que de las mismas piedras, mi mente comenzó a decirme “no vas aguantar”, “Y si te caes y ruedas sobre las piedras”, ”Porque me vine a arriesgar” y comenzó a hacerme demasiado ruido así que decidí ponerme mis audífonos y elegí poner música que me motivara.

Por delante mío iba un amigo que tenía más condición y ya había subido el cerro y detrás mío iba una amiga que no tenia nada de condición, traía unas botas como de ingeniero, unos jeans pesados, pero con gran fortaleza en la mente y corazón así que la felicito porque dio más de lo que pudiera haber imaginado, se preguntaran ¿dónde iba yo? Bueno pues en el medio de estos dos amigos, así seguimos subiendo por alrededor de una hora.

Llegamos a un punto del cerro donde tenias que pensar muy bien cual seria tu camino porque era una zona muy empinada, rocosa y si elegías mal tu camino creo que tendrías que bajar rodando, por lo menos así lo visualizo mi mente, así que opte por subir por la pura horilla pero un pedazo era lodoso y en ese momento quería ser un gato para poder sostenerme con pezuñas fue un momento critico porque no encontraba como seguir y en eso vi a un señor que venia de bajada, me dijo que sostuviera su mano para así jalarme y subir, donde sea que se encuentre ahora ese señor le agradezco mucho su ayuda, después mi amigo me tendió la mano para poder subir yo y mi amiga tramos un poco peligroso.

Después de tres horas llegamos a la cima y fue cuando comencé a pensar lo que me había enseñado el cerro, primeramente me enseño que ante cualquier acción debemos estar preparados porque si no lo estamos no lograremos nuestras metas, que el trabajo en equipo es esencial en la vida pues siempre necesitaremos una mano que nos ayude, debemos aprender a motivarnos nosotros mismos, que debemos confiar a pesar de todo en las buenas intenciones, que siempre va a ver obstáculos incluso propios pero debemos tener fortaleza para seguir adelante y que al final aunque los caminos sean difíciles el esfuerzo siempre valdrá la pena.

Ese día que llegué a casa entendí que el éxito de nuestras metas en la vida no radica siempre en los resultados sino en la perseverancia para lograrlos, el cerro de las tres cruces fue mi maestro de vida por esos instantes y no me arrepiento de todo lo que me esforcé para llegar a la cima.

 

Comentarios

Ariadna, la Naturaleza es, sin duda, la mejor Maestra de la Vida. Y, en este caso, un Cerro te dio una gran lección. Saludos, José Manuel Frías Sarmiento

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