“Aquellas personas que crearon obras maestras, como pintores y científicos, fueron individuos excepcionales. . Una obra suya es como un fragmento de su alma”
¿SABEMOS
QUÉ ES LA CULTURA HUMANISTA?
Jazmín López Aispuro
Alguna vez te has preguntado, ¿qué es la cultura? Si es así, seguramente lo primero que harías sería dirigirte a tu buscador favorito, introducir la palabra "cultura" y aparecería que es un "Conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo". Y está bien si nos quedamos con esa idea de cultura, ya que es una de las tantas definiciones que existen. Pero, ¿te has detenido a pensar qué es la cultura humanista? Se trata de una cultura más sensible, con valores arraigados, una cultura que trasciende generaciones, la cual grandes pintores, científicos y escultores nos han legado.
Es posible afirmar
que la cultura puede considerarse como la culminación de los pensamientos y
expresiones más sobresalientes a lo largo de la historia. Sin embargo, en ese
caso, ¿será que las personas más instruidas, aquellas que frecuentan teatros y
museos para admirar obras maestras, poseen una cantidad superior de cultura? La
respuesta, en realidad, es sí y no. Aquellas personas que se nutren y
enriquecen más, desarrollan un entendimiento más consciente y una visión más
profunda del arte, la música y la cultura. Por esa razón, la élite, es decir,
las personas más importantes, a las que admiramos, deberían tener un estatus y
un nivel de cultura superior al de nosotros, los mortales comunes. Deberían ser
un ejemplo para todos nosotros. Sin embargo, ¿qué ocurre si esa persona a la
que elevamos a la cima no posee ese nivel cultural? ¿No estaríamos
sobrevalorándola únicamente por su carisma, por ser una figura relevante en
nuestra realidad moderna? ¿Sólo porque está de moda, la catalogamos como
alguien extremadamente culto?
La cultura es
selectiva y ésta es una de sus muchas cualidades. Sólo se reconoce como cultura
aquello que es digno, lo que lleva consigo la nobleza inherente a la condición
humana para que sobresalga. La cultura debe aspirar a la excelencia. Entre las
cualidades humanas se encuentra el clásico ser clasista, una tendencia a
catalogar y clasificar cosas, personas y, en este caso, pinturas, obras de
teatro y películas. Pero, ¿quién dice que sólo existieron éstas? Claro que hubo
muchas más, pero sólo aquellas que alcanzaron un nivel de excelencia perduran a
lo largo del tiempo. Se han cuidado, evitando que caigan en el olvido, en el
oscuro abismo del desuso.
Aquellas personas
que crearon estas obras maestras, como pintores y científicos, fueron
individuos excepcionales. Así es como los percibimos: fueron admirados y
seguidos, tuvieron discípulos y se convirtieron en figuras artísticas. Lo mismo
ocurre hoy en día con aquellos a quienes admiramos: poseen personalidades
atractivas que atraen a los demás, desencadenando exclamaciones de admiración y
perfección. Una obra suya es como un fragmento de su alma.
La cultura no es
algo que se logre de la noche a la mañana. Es el fruto de un largo y arduo
camino, un paseo lento y sofisticado que inicia desde nuestro nacimiento y
continúa hasta el interminable atardecer, sigue con las personas educadas en
familia y en la escuela o desarrollando otro tipo de actividades
extracurriculares. Estas actividades permiten que, con el tiempo, podamos
disfrutar un poco más de lo que llamamos arte. Decir que la cultura es el
cultivo de la mente y la sensibilidad resulta poético.
A lo largo de la
historia, siempre han existido jerarquías sociales, desde las comunidades
primitivas durante el Renacimiento y hasta el día de hoy. Aquellas personas más
cultas deben tener una mejor percepción de los valores, deben disfrutar más de
las obras importantes y deben comprender el significado de las tradiciones
culturales, aquello que nos nutre y representa, lo que da significado a nuestra
existencia; sin embargo, la cultura ha sido un lujo, un privilegio reservado
para ciertas clases sociales. Se considera un atributo que uno debe poseer para
ser considerado elegante y digno de respeto. No obstante, la cultura no es algo
que se adquiera de manera sencilla. Debe ser nutrida día a día, permitiendo que
sus ramas crezcan hasta que, finalmente, todo el árbol esté cubierto de follaje
verde. Sólo entonces comprenderemos que la cultura no sólo se trata de
tradiciones o de la forma de vestir, sino también de la percepción que tenemos
del mundo que nos rodea y de la profundidad con la que observamos las cosas. La
cultura es frágil y vulnerable, susceptible de perderse en cualquier momento.
¿Dónde estarían ahora las grandes pinturas de Leonardo da Vinci si no se
hubieran resguardado adecuadamente?
No debemos caer en la farsa artística de la reproducción mediante la tecnología y, mucho menos, en las pobres copias de aquellos que afirman ser artistas, limitándose a manchar un papel o tocar una canción ya existente. Preservar el arte abarca más que los museos, bibliotecas o salas de cine. Implica la educación que nos nutre y transmite a través de las generaciones, el talento humano. Implica sumergirnos en ese mundo maravilloso de sensibilidad, belleza y valores.
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Saludos, José Manuel Frías Sarmiento