“¿Por qué no aprendemos de este tragaluz que, sin voz, puede hablarnos; sin ojos, puede vernos; y sin manos, puede tocarnos…”
EL TRAGALUZ
Flor Castro Angulo
Llevo horas sentada frente al computador, tratando de escribir algo, pero
no me puedo concentrar. Ni siquiera veo la pantalla, sólo observo el inmenso
tragaluz que está justo arriba de mi cabeza. Nunca pasa desapercibido,
inconscientemente, siempre tengo que verlo, pero en este momento no puedo dejar
de cuestionarme… ¿a quién se le ocurrió semejante cosa? ¿Cómo le hicieron para
subirlo hasta ahí? ¿Cómo es que no se cae o se rompe? Todos los días le da el
sol directo, le cae sereno, le llueve, los pájaros caminan sobre él y sigue
igual…
Es un pedazo de vidrio de poco más de 3 metros de largo que, según yo, su
única función es iluminar mi casa. (y hacer que el recibo de luz no llegue tan
alto). Lleva toda una vida recostado en estas paredes sin moverse, sin
quebrarse, completamente inmóvil. ¿Cómo es que no se cansa? No se queja ni se
manifiesta de alguna forma.
Ya casi son las 6:00 p.m. y apenas
puedo ver como se está anocheciendo, poco a poco va disminuyendo la luz. Poco a
poco, la luz se vuelve más tenue … Sé que falta poco para que la habitación
quede obscura, pero, aun así, no dejará de verse hacia el otro extremo. Sea de
día o de noche, sigue siendo tan transparente y eso le permite transmitir algo.
Puedo suponer la hora con tan sólo verlo, sé exactamente como está el clima
afuera gracias a él. Realmente algo tan insignificante tiene tantas maneras de
sorprenderme y de ayudarme. Lo peor del caso es que ni siquiera lo sabe. No
sabe que para mí es importante, ineludible y necesario.
¿Qué tan aburrido sería estar en su lugar? Creo que no etaria tan mal
después del todo. Pasa acostado día y noche, no se tiene que esconder de nadie,
no tiene preocupaciones, es tan transparente, literalmente se puede ver sobre
él. No puede aparentar algo que no es. Fue diseñado para ser autentico, tal y
como es.
Él me lleva a pensar ¿Por qué los seres humanos no podemos ser así? Un poco
como este tragaluz, normalmente, siempre escondemos algo, por más mínimo que
sea, nunca somos completamente sinceros ¿a qué le tenemos miedo? ¿Por qué no
dejamos que la luz pase sobre nosotros y nos mostramos tal y como somos? ¿Por
qué no aceptamos que somos reales y que tenemos una razón de ser? Tenemos
muchas maneras de sorprender, de ayudar y de hacer sentir, tenemos muchas más
cosas que ofrecer, muchas más que este tonto tragaluz y, simplemente, por miedo
a ser juzgados no lo somos.
¿Por qué no aprendemos de este tragaluz que, sin voz, puede hablarnos; sin
ojos, puede vernos; y sin manos, puede tocarnos…
Comentarios
Flor, así es esto de la escritura, a veces nos brotan las palabras y en otras ocasiones, batallamos para pescar una idea. Este relato es prueba de ello, empezaste sin saber qué hacer y ello te llevó a escribir un interesante texto.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Saludos Flor.