“¿Quiere decir que no hay forma de lidiar con esto? Claro que hay forma, si no hay pared, no hay salitre”
EL
SALITRE SOCIAL
Itzel
Karyme Rubio Espitia
Cuando hablamos de
cultura, nos imaginamos a personas vestidas con trajes típicos de su tierra,
peinados trenzados con listones o, incluso, en tú platillo mexicano favorito,
enchiladas, sopes o unos taquitos esquineros, esos que son como elixir de la
vida a las 3 A.M. O puede que tu imaginación se expanda más y pienses en las
fiestas a las que estamos acostumbrados en fechas memorables; o las lenguas
indígenas que representan muy bien a nuestros hermanos mexicanos.
No te equivocas, todo lo
anterior es parte de nuestra cultura, aunado con la música y arte, tenemos el
enorme privilegio de pertenecer a una nación con un espacio cultural muy
amplio. Pero bien, ¿Puede haber aspectos culturales malos? Por increíble que
parezca, la realidad es que sí, para ejemplificar a lo que me refiero usaremos
un poco la imaginación, si alguna vez te ha tocado visitar una casa vieja, al
observar las paredes, podemos ver cómo éstas se encuentran descarapeladas o con
huecos. Bueno, a esta condición se le conoce como salitre. Es como si la pared
estuviera enferma, pues el moho que produce la humedad la mancha y la hace ver
mal. Aunque existen productos para limpiarla, lo cierto es que a pesar de que
pongas capas y capas de pintura, sigue existiendo, sólo la tapas temporalmente,
pero, al final, siempre sale de nuevo.
De manera parecida,
dentro de nuestra estructura y funcionamiento social, hay costumbres que se han
apropiado de la cultura y éstas, por su influencia, terminan siendo como ese
“moho”. Pensemos en algunos ejemplos y más sonados, la función de las mujeres
dentro de la sociedad, es verdad, si volteamos a ver al pasado, podríamos decir
que somos más libres en el aspecto de que, por lo menos, podemos controlar
nuestra vida. ¿O no? Teóricamente, sí. Somos capaces de expresarnos con libertad
y tomar las riendas de nuestra vida; sin embargo, el salitre social sale a la luz cuando escuchamos comentarios como: “Una
mujer es mujer hasta que tiene hijos”. “Tú tienes que atender siempre de tu
casa”. “Alguien como tú no puede tomar grandes cargos”. Inconscientemente,
estos comentarios retumban en nuestra cabeza.
Y no sólo en este tema. Si
pensamos en las ideas y prejuicios sociales que traemos arrastrando desde que
somos niños, cada vez más nos damos cuenta de lo cuadrada que está educada
nuestra mente. Mirar a personas vestidas de manera extravagante, aún nos sigue
sorprendiendo. O que nuestra meta en la vida sea ser ricos, es una realidad
social; fomentar un espíritu egoísta se ve todos los días, menospreciar a las
personas por su origen étnico es un hecho real que, aún en el siglo XXI, vemos
cotidianamente; roles muy bien impregnados que nos impiden hacer cosas que nos
gustan por el miedo al “¿Qué dirá la gente?” Son estragos del salitre que hemos
cargado de generación en generación. La educación no ha podido contrarrestar ésta
problemática y, aunque los buenos educadores, se han empeñado en pintar esa
pared, el salitre siempre termina asomando sus narices, dejándonos claro lo
bien arraigado que está.
¿Quiere decir que no hay
forma de lidiar con esto? Claro que hay forma, si no hay pared, no hay salitre.
A los nuevos educadores nos tocará un gran trabajo y no porque nuestros
maestros no lo hagan, al contrario, nos han enseñado tan bien, que nosotros
mismos tumbaremos esa pared, haga lo que haga falta por hacer, aún con todo en
contra, aún sin un mazo de metal.
El hambre de libertad y avance social con el que nos han educado, nos ayudará a tirar esa pared con nuestras propias y a construir otra si hace falta. Ahora nos queda aprender, aprender lo que haga falta, no detenernos a ver de qué otro color podríamos pintar la pared, más bien, ir pensando en cómo construir una nueva. Y sólo así el lado oscuro de nuestra sociedad sera erradicado. Y, al fin, ya no habrá salitre social.
Comentarios
Y tu reflexión ya mira para allá.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
¡Saludos!