“En este océano de conocimiento ¿Qué soy yo?”






“YO SOY…”

 

Itzel Karyme Rubio Espitia

 

Postrada sobre mi roca de la ignorancia observó todo a mi alrededor. El mar de conocimientos siempre se encuentra en constante movimiento, todo lleno de ruido, colores y sabiduría, siempre luce bello con toda su flora y su fauna. Cerca de mí, a unos cuantos centímetros, pasa un Pez de la Ciencia, especialista en todas sus ramas, con colores neutros y con una franja azul brillante a su costado. Es muy fácil de reconocer, son peces de pocas palabras, pero siempre se encuentran en la cumbre de la pirámide en nuestro océano. Inteligentes sin duda, pero un poco esnob. Al girar un poco, veo pasar por encima de mí una mantarraya, hermosísima por cierto, enorme y bella. Su nado es como un baile al compás de la corriente y los rayos de sol que alcanzan a llegar la hacen ver aún más bella. Siempre son tímidas y sólo anda con las suyas, más de alguna vez me ha tocado hablar con ellas, sólo hablan con propiedad, pero sin pasar a ser como los peces, un poco más humildes y amables, estoy segura que, si se lo propusieran, podrían llegar a estar en la pirámide de nuestra estructura social; pero nuestro océano a veces es injusto y nada más beneficia a unos cuantos; sin embargo, las mantarrayas parecen estar bien con eso. Un espécimen de color brillante se acerca y. aunque no estoy segura de qué forma tiene, el color y el movimiento al andar, me advierte que se aproxima una estrella de mar. Debo ser honesta, si tuviera manos, yo misma me encargaría de que estuvieran en peligro de extinción, egocéntricas y llenas de orgullo, pasean por la arena moneándose. Todos les sacan la vuelta, excepto uno que otro pobre cangrejo que se dejan envolver en su palabrería, a ellas no les importa lo que opinen los demás, hablan y hablan por cada uno de sus tentáculos y las pobres piedras, a pesar de que son inertes, tienen que soportarlas. Pasa justo enfrente de mí, mientras yo trato de manera vana moverme, ya que la última vez me confundieron con una piedra y, créanme cuando les digo que escucharlas cinco minutos parece una eternidad. Finalmente, dejo de verla y comienzo a observar todo otra vez. Una sombra tapa mi vista y me cuesta ver a la criatura que se posa encima de mí, mis ojos se adaptan y me doy cuenta que es una tortuga, tan vieja pero tan sabía, debo admitir que mi mejor amiga es una tortuga y siempre es un placer hablar con ella. Ella lo ve y escucha todo, como viven por tantísimos años, es muy perspicaz, siempre con comentarios bien pensados y acertados hacen que todo mundo se sienta cómodos con ellas, además tiene historias de aventuras padrísimas.

En este océano se vive bien, ¿Podría ser mejor? La verdad es que, a pesar de que no conozco nada, puedo decir que sí, pero, aun así, es bello y muy satisfactorio. Si las corrientes marítimas hablaran, estoy segura que me contarían más cosas, pero en este océano de conocimiento ¿Qué soy yo? Bueno, yo, yo soy un pepino de mar, insípido, inmóvil y muy tonta para sobrevivir. No puedo moverme por mi cuenta, así que no puedo andar con la gracia de las mantarrayas, jamás he avanzado más de diez centímetros en toda mi vida y no conozco otra cosa que no sea la arena y está tonta piedra que alguna vez fue mi refugio. Así que no puedo ser como las sabias tortugas que navegan por todo el océano. No tengo ni la más remota idea de cómo funciona nuestro mundo y estoy segura que, aunque tratarán de explicármelo no lo entendería, así que no puedo ser como los peces. No sé hablar con las palabras correctas y, mucho menos, una cuarta parte de lo que hablan las estrellas de mar. Mi única aliada es la corriente que me mueve apenas unos cuantos centímetros, pero qué valiosos centímetros son para mí. Mi perspectiva cambió completamente y puedo ver un poco más allá de mi roca.

A veces, cuando el océano se vuelve más oscuro y los rayos de luz son menos intensos, me gusta imaginar que me crecen aletas o patas que me ayuden andar a través de todo lo que hay más allá, más allá de lo que mis pobres ojos pueden ver. Estoy segura que me esforzaría por aprender un poco más. No necesitaría oír la increíble vida de los demás, porque yo misma estaría viviendo la vida que quiero. Pero yo, yo soy un pepino de mar y aunque hace un momento me molestaba serlo, estoy segura que no todos observan mi bello océano como yo lo hago. Y, con todo en contra de mi desafortunada existencia, tengo la enorme fortuna de aprender. Y si la injusticia de mi bello océano ha puesto mano dura en mí, no me ha quitado mi habilidad de aprender. Aún si la corriente se volviera en mi contra y me dejara justo en este espacio que estoy parada, aprendería a hablar con los granos de arena, imaginaria que la pobre piedra me habla y me cuenta historias. ¿En qué parte de la pirámide me encuentro? No lo sé. Y si te soy sincera, no me importa saberlo. La satisfacción de que nadie espere nada de mí es mejor porque así puedo ser yo misma la que la controle. Si pertenecer a la esquematización piramidal me quitaría mi libertad de ser quien soy, prefiero ser un Pepino de Mar, sin aletas, sin patas y con pocos amigos; pero, a fin de cuentas, un pepino de mar que aprende. Porque aprender me importa más que simplemente pretender que soy algo que no me hace feliz.

 

Comentarios

Karime, no sabes el gusto y la alegría que me da leerte. Es grato ver a nuestras alumnas empezar a develar el sentido del aprendizaje y la razón de permanecer, de cambiar y de interactuar con el entorno, con los demás y con uno mismo desde una perspectiva crítica y constructiva.
Te felicito por esta maravillosa reflexión.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Que relatatazazo estimada Karime. Que buena habilidad tiene para usar figuras para dar a entender un punto. También, en lo particular, me gusta cuando hacen este tipo de ejercicios. Por ejemplo, sacar las personalidades a especies marinas. Me ha tocado ver también como en las frutas han hecho también este tipo de ejercicios . Y el texto se vuelve mas ameno, divertido e interesante. Bien hecho, Karime le mando un gran saludo.
María Porcella dijo…
Querida Karyme, me gustó que en me mente se fue dibujando un océano con cada criatura que describes. Un agua transparente, ¿un pepino 🥒 de mar 🌊?, qué ocurrencia tan más creativa que ni siquiera en mi vida he considerado a esas criaturas y ahora quiero saber cómo son, creo haberlos visto en imágenes pero quiero estar segura. Me gusta la perspectiva del cambio, el moverse tan solo un poco permite tener una distinta visión del contexto. Tan solo cerrar un 👁 no es lo mismo que mirar con ambos 👀. Me acordé de un personaje de Paco I. Taibo II, Héctor Belascoarán, que se queda tuerto y cuando está en la playa mirando mujeres en 👙 reflexiona con frustración que un tuerto mira menos. ¿Ves hasta dónde impacta lo escrito? No es solo lo que trasmite lo que escribes, es todo lo que produce en nuestra mente y que nos lleva a distintos pensamientos. Imagino a mi 🧠cerebro haciendo un montón de conexiones de neuronas.

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