“Me ahogué en mi propio infierno, lleno de mujeres que querían comer cada parte de mi cuerpo. Esa es mi condena por ser tan bello y hermoso”




 



YA NO QUIERO SER IRRESISTIBLE

 

Hugo Esteban Martínez Reyes

 

Hay algo que es incongruente y muy cruel en este mundo. En los medios de comunicación, el internet, la televisión, las revistas y el cine, han dejado ver a los seres bellos, guapos y hermosos como algo proveniente de la divinidad del cielo mismo, algo que nos condena a ser personas perseguidas sólo por nuestra figura e Imagen Perfecta. ¡Ya no soporto ser tan bello y hermoso!

Por algo dicen que los feos son más felices que nosotros, piensen un poco, los feos son los que se muestran desesperados para conseguir pareja; pero veo más parejas de feos felices que opacan a las parejas bellas y tristes.

Cuando nací, los doctores y las enfermeras quedaron asombrados, según mis padres, ellos decían que era bellísimo, que no había cosa más hermosa en el mundo.

Les describo un poco mis características: soy un hombre algo fornido y en forma, soy pelirrojo con cabello un poco largo y ondulado, con ojos de color, nariz fina, con un mentón que ha sido herencia por parte de la genética de mi padre; él dice que nuestra familia proviene lo mejor de lo mejor. Por parte de mi madre, que muchos aseguran que es la gemela perdida de Susana Zabaleta, de ella herede sus pecas y su altura, en efecto, mi madre es más alta que mi padre, al igual que yo, mi madre y yo medimos exactamente 1.83 metros; mientras que mi padre 1.72; pero, aun así, mi padre parece el mismo Sinatra retratado en su persona. Y con mis abuelos es igual; y con mis tíos también es igual; y con mis primos, en efecto, es igual. Todos en la familia somos bellos.

Cada que asisto a la escuela, todas las mujeres me miran. Ellas siempre hablan de como los hombres las acosan, pero nunca me creen cuando les digo que a mí me incomoda que ellas me miren tanto; pero bueno, la dualidad no es importante, el detalle es que no dejan de mirarme y suspirar al verme pasar. Me siento hasta atrás en mi salón para que eviten verme, pero aun así es inútil, todas las mujeres y hasta los hombres voltean a verme. Me preocupa saber que reprobarían sólo por verme a mí.

Cada que voy a la iglesia, me inclino ante la imagen de Jesús y le digo:

- ¡Por qué, Señor, me hiciste tan perfecto! ¡Por qué, Señor, no me diste algún defecto! Yo sufro tanto por ser tan diferente, ¡Quiero ser feo como toda la gente!

Y no es nada de vanidad, que yo tanto desprecio, porque eso atrae más a las personas y hace que mi problema sea cada vez más grande.

Claro que sí, he tenido novias, pero terminaron decepcionándome: la primera fue Rosita, era chaparrita, delgadita y usaba lentes, una ñoña para los demás de la clase, me gustó mucho su talento para tejer y hacer pulseras, es un talento en mí que desde que empecé a desarrollarlo lo oculté, y creí que con ella podía haber un vínculo y compartirlo; pero no fue así, ella me abrazaba, me besaba en toda la cara y la cabeza y, sobre todo, me acariciaba, incluso, llegaba a propasarse en algunas situaciones; sólo se enamoró de mi cuerpo y de mi belleza, no se interesó en mi persona, ni en mis intenciones por compartir talento. Después llegó América, era más alta que yo, practicaba futbol, era atlética, estaba en forma y era algo fornida, pero su vestimenta lo ocultaba y engañaba a todos, mostrando una figura curvilínea; lo que más me gustaba de ella, era su afición por el futbol, soy alguien que le encanta ese deporte, y por fin creí que podría compartir con alguien una de mis aficiones; pero no fue así, hacía lo mismo que Rosita y, en una ocasión, casi pierdo mi castidad con los engaños que me hacía para que me acostara con ella, sabía que esa invitación a ver Netflix no sería de a gratis, me escapé antes de que pasara lo que quería ella que pasara. Cierto día se armó un escándalo porque la novia de un amigo muy desesperadamente me pedía que fuera su novio, yo me entristecí mucho y apoyé a mi amigo. De verdad, odio tener la cara y el cuerpo que tengo.

La gota que derramó el vaso fue en la fiesta del Día del Estudiante, en donde bebí un poco y las mujeres empezaron a subirme a la ola de ellas, ya estando harto me rendí, puse mi cuerpo flojito y me dejé llevar por este infierno que se me avecinaba y les dije a todas esas urracas gritonas:

- ¡Soy tan hermoso, ya lo ven! ¡Soy primoroso, ya lo sé! ¡Soy muy bello, fino y muy gracioso! ¡Soy tan divino, yo lo sé! ¡Soy exquisito, saben bien! ¡Soy muy bonito, miren bien! ¡Soy Rodolfo Fernandino!

Y dicho esto, Me ahogué en mi propio infierno, lleno de mujeres que querían comer cada parte de mi cuerpo. Esa es mi condena por ser tan bello y hermoso.

Comentarios


¡Excelente, mi estimado Hugo! Un divertido relato para contarlo y dramatizarlo en estas fiestas navideñas, al calor de unos tragos y al compás de una suave y melancólica melodía.

Saludos y felicitaciones, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Ahí disculpen el retraso en la comentada, pues como el protagonista de este relato, decidí ver la final del futbol.

Mi Hugo bien, rifado y ejecutado este texto. Esta narrativa divertida sobre lo que significa ser hermoso y el "sufrimiento" que eso conlleva. Pero pues ni modo, es el precio a pagar. Y el protagonista se dejo ahogar en ese mar.

Sin duda, esta chispa de creatividad enriquece el blog y lo oxigena. Dándole una importancia cada vez mas notoria.

Te mando un saludo.
Estimado Hugo, un relato con sentido de humor. Que al final, se dio “flojito y cooperando”

Saludos

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