Cómo se empieza a escribir sobre esta experiencia






UN SUEÑO CUMPLIDO. UNA META LOGRADA  

  



Andrea Berrelleza Altamirano


Qué mejor momento para empezar a escribir que estando sentada en la estación del tren,  esperándolo porque viene con 40 minutos de retraso, cosa anormal aquí, poco usual; digo, la sociedad alemana no está estereotipada por su impuntualidad. Escribiendo desde el celular (que, por cierto, no me gusta) a falta de computadora y de papel y pluma. Pero vine a Alemania, no importa, vine a romper mis esquemas y estereotipos que el Internet y la generalización de la cultura me ha vendido y yo, tontamente, he comprado.


¿Cómo se empieza a escribir sobre esta experiencia? Digo, creo que ya me siento lista para compartirla porque ya casi me voy, estoy por regresar a mi México caliente. Las manos me tiemblan, me duelen por el frío, pero tampoco eso importa, importa que, al fin, me determiné a hacerlo. La gente se está juntando en la estación, algunxs más desesperadxs que otrxs.


Quise venir aquí a probar y probarme. Ya lo sabía, sabía que iba a implicar salir de mi zona de confort, misma de la nunca había salido antes. Lejos de mi casa, de mi gente, lejos de mi clima, mi comida y hasta de mi idioma. ¡Una locura! Cuando le comenté a mi mamá que lo haría, que vendría, no pudo entenderme: me preguntó por qué y para qué, qué me iba a dejar esto de ganancia (económica), pero yo estaba muy segura de la ganancia que iba a obtener con este viaje, también estaba muy segura de querer hacerlo y ya había tomado mi decisión, por supuesto que lo haría y nadie me iba a detener porque así es una Andrea determinada.


 Al momento de mi aterrizaje, lo que más me asustaba era el proceso de entrada al país; la oficina de migración no es conocida por ser la más sencilla... pero lo fue: la señorita ni siquiera me preguntó a qué venía a su país, me lo pregunté más veces yo misma: ¿a qué vine? Sencillamente, mi respuesta es conocer. No estaba en mis planes. Siempre pensé que la primera vez que visitara Europa sería siguiendo la ruta del típico Eurotrip que muchxs americanxs hacen cuando visitan Europa por primera vez (y, a veces, la única), ya sabes, Roma, París, Madrid, Londres, Berlín... pero, no. Yo vine a Schwabach, una muy pequeña ciudad al sur de Alemania, cerca de Núremberg. Mi propuesta fue ser su niñera (de esta familia monoparental con la que vivo) por tres meses (el tiempo que, como mexicana, puedo gozar de este lugar sin necesidad de una visa), en vez de un año porque, porque, por mi edad, yo ya no podía aplicar para una visa de estancia larga (la de Au Pair) en el país. Aceptaron. En seguida compré mis boletos de avión y me puse a trabajar doble turno para traer dinero y no sentirme tan desprotegida; pesos mexicanos que aquí se hacen nada. Trabajé durante el verano sin descansar y cada día, al finalizar, cansada, harta, me repetí: esto va a valer la pena. ¿Fue cierto? Para alguien como yo, con ganas de aventurarse a la vida y al mundo, es cierto y lo volvería a hacer.


Un mes antes de mi salida, estaba aterrada; los horrores del mundo y la desconfianza de nacer y crecer en un lugar tan inseguro como lo es Culiacán, me hacían cuestionarme si había tomado una decisión favorecedora. Claro, tenía, aún, la opción de retroceder y cambiar de decisión, todavía no salía mi vuelo, todavía tenía chance, el dinero invertido, en realidad, no importaba, pero claramente no lo haría, así me siguiera cuestionando con constancia. Las videollamadas que tenía con Chris me hacían sentir segura de que iría a un lugar seguro, así que traté de tener sus palabras siempre en mente para continuar convencida de que ya no sólo quería, sino que tenía que hacer este viaje. Cuando lo consulté con amigxs y familia, casi todxs me dijeron que no lo hiciera, que era muy arriesgado, pero la zanahoria (mi almohada y compañera de viajes) y mi intuición siempre me dijeron que sí, como si lo único que buscaba fuera dar la contra. Para entonces, ya se había convertido para mí en una meta que sabía que sería un precedente en mi vida. Un mes más tarde, me encontraba camino a Mazatlán para tomar mi vuelo MZT-LAX. Ya había empezado mi travesía. 


Tenía que ir a Los Ángeles porque de ahí salía mi vuelo hacia Frankfurt. Decidí quedarme una noche en Los Ángeles para evitar cualquier contratiempo con mi vuelo largo y, gracias a eso, pude conocer a Josh, un amigo virtual con el que ya tendré tres años platicando vía WhatsApp. Ya había sido yo guía turística para alguien que iba de paso por Culiacán, ahora me tocaba a mí ser la turista. Aunque ya había pisado tierras yanquis varias veces antes, esta fue la primera vez que lo hice sola. 


Josh fue un excelente anfitrión: me llevó a varios lugares de la ciudad. Estuvimos juntos todo el día hasta que me llevó al aeropuerto a eso de las cinco de la tarde, mi vuelo salía a las ocho, un red eye por el que, curiosamente, no sentí nada de nervios tomar. Le agradecí a Josh por haber hecho mi día tan ameno y nos despedimos. Por supuesto que nos tomamos una foto juntxs para guardar el momento.


Dicen que los viajes se viven tres veces: cuando lo sueñas, cuando lo vives y cuando lo recuerdas. Cuando empecé a vivirlo, no se parecía para nada a lo que había soñado; en realidad, no soñé mucho, no quise porque no quería traer altas expectativas para luego no tener que lidiar con la decepción si no se cumplían. Lo cierto es que la vida acá es muy diferente... pero también muy parecida. Somos humanxs todxs, al final de cuentas, no podría ser tan diferente. Aunque la cultura acá sí difiere bastante de la nuestra. En Schwabach la gente es cálida y amable, pero nadie es amigx.


Ya estando por acá tuve la oportunidad de conocer otras ciudades alemanas más grandes que la pequeña Schwabach: Múnich, Berlín, Núremberg y Bamberg. Pero también pisé tierras austríacas: otro de mis amigos virtuales, Dominik, me invitó a pasar mi cumpleaños en Viena, donde él vive y por supuesto que acepté.


¡Viena es una ciudad increíble! La arquitectura y todos los edificios arrasan con las miradas de turistas y locales. El transporte público también está muy chingón: es una versión del metro más grande y sofisticada, pero que también incluye el Straßenbahn (tranvía) y los autobuses. Además, es la cuna del arte en Europa las artes visuales y la música, con decirte que de ahí salió uno de mis artistas favoritos, Gustav Klimt.


Pero no porque de ahí haya salido la música de las más alta calidad significa que la gente escucha eso, ¡la música que escuchan y que bailan en los antros es tan diferente! Pura techno que ni sabor le hallo; esa noche que salimos de fiesta en Viena Dominik y yo, aunque sí estuvo bomba, no puedo negar que sí hubiera preferido otro tipo de música. Ya hasta extraño escuchar al Bad Bunny en las calles, aunque la raza se queje de que ese bato ni músico es.


La comida, ¡ni se diga! ¡Súper diferente! Alemania no es conocida en el mundo por su distintiva gastronomía, pero claro que aprovecharía la oportunidad de probar cosas nuevas como las salchichas de carne de jabalí y otros platillos bávaros hechos con carne de ganso y venado; algunos snacks muy típicos del país que se hallan en el Weihnachtsmarkt (el mercado navideño) como el Bratwurst, el Currywurst o el Glühwein (éste último no me gustó para nada: ¿a quién se le ocurrió la idea de tomar vino caliente?). 


Dependiendo cómo se tome, afortunada o desafortunadamente, vine aquí en épocas de otoño-invierno, por lo que me ha tocado estar en este lugar en la época navideña, por eso pude conocer este típico mercado navideño en el que, además de comida, también se pueden encontrar otro tipo de cosas como decoración navideña y dulces y postres típicos de la región.


Pero aunque la fascinación por conocer todo esto que para mí es totalmente nuevo mientras me encuentro inmersa en esta cultura aún no se termina, también puedo decir que, quizás por la época navideña, quizás por la soledad, quizás por mis hormonas, he extrañado mi casa; me puse chípil unos días por esa cuestión del homesick. Sin embargo, aprecio mucho mi estancia aquí, aprecio mucho lo que he ganado aquí, lo que he aprendido y conocido, las experiencias que se suman a mi proceso. Porque todos somos proceso, cambio continuo y las experiencias siempre, aunque a veces no sean muy agradables, nos suman. Y, claro, aquí, igual que en otros lugares en los que he estado, no todas las experiencias han sido completamente de mi agrado, como esa vez que llegué a Núremberg a las cuatro de la mañana y tuve que esperar una hora y media el tren porque aún no iniciaba su servicio para poder llegar a Schwabach, después, caminar unos 20 minutos de la estación a la casa, mientras nevaba y la temperatura estaba a -4°; una situación muy frustrante, pero nadie me va a contar qué siente caminar por calles alemanas en la madrugada, nevando y con un frío de la chingada, cargando mochilas y una zanahoria afelpada... para eso estoy yo. Y he de decir que en ningún momento sentí miedo o me sentí en peligro o insegura, al contrario, estaba muy segura que llegaría a casa sana y salva, o más salva que sana porque al día siguiente mi garganta se sentía a reventar.


Hice mención de la época navideña porque aquí la Navidad casi literalmente, es una luz, pues el sol cae a eso de las 16:30 y todo se pone oscuro, mientras que sí, la luz publica, pero los foquitos de navidad son los que aluzan las calles de la ciudad y dentro de las casas, los pinos llenos de velitas generan el calor acogedor de una familia y la luz tenue reconfortante.


Pude darme cuenta que familia es familia en la mexicana o en cualquier cultura y pasar Navidad con una familia que pertenece a una cultura diferente, neta, es una experiencia que sólo quienes tienen el privilegio de emigrar pueden vivir. Pensé que sería solitario, que me sentiría sola por no estar al lado de la gente que amo, pero no, esta familia me aceptó como parte de ellxs a pesar de no compartir el mismo idioma. Aquí sí puedo decir que el idioma no es barrera para expresar cariño por alguien.


 El día que abordé el avión rumbo a Los Ángeles, en el momento preciso en el que estaba buscando mi lugar dentro del avión, ya me sentía otra persona; pero después de tantos días lejos de mi casa y mi gente, conociendo un poquito más este mundo tan grande, tirando abajo estereotipos e idealizaciones y tomando completa responsabilidad de mi vida y mis decisiones, definitivamente, otra Andrea va de regreso. Bien dice la Dra. Nilda: somos proceso, somos evolución, la vida entera nos la pasamos evolucionando y heme aquí: sentada, esperando volver y empezar el 2023 bien cabrón.


P.D.

Considerar que escribí este texto durante varios días por si se hallan cambios en los tiempos verbales en la narración; desde ese día a mediados de diciembre hasta hoy que estoy a punto de abordar mi vuelo de regreso.



Comentarios

Estimada Andrea,qué maravillosa experiencia la que nos cuentas. Seguro que, como lo dijo Octavio Paz, no regresa la misma Andrea que se fue. Y que bien que lo compartas para aprendizaje propio y de tus lectores.

Saludos, un abrazo y felicitaciones.
José Manuel Frías Sarmiento
Estimada Andrea, los sueños vistos en realidad, sentidos en carne propia: sueñas, vives y recuerdas es inherente. Una forma de vivir con gozo, aun que nos lleve tiempo superar algunos inconvenientes emocionales que forman parte de ello VIVIR.

Saludos

P.D que el año 2022 se despida con alegría y recibir el 2023 con más alegría 🤩
Andrey Padilla dijo…
Una Andrea inició el relato y otra lo terminó. Sentí que viajé contigo a Alemania. Excelente relato.
María Porcella dijo…
Woooow mi muy querida, Andrea. Te he extrañado, y al mismo tiempo te he acompañado en ese viaje del que me tocó ver algunas imágenes. ¿Por qué precisamente Alemania? Bueno, a parte de Lars, para mí también sería muy interesante conocer la cuna de la cultura occidental, después de Grecia; el pensamiento alemán sigue latente en la nueva América. Me da mucha felicidad saber que te animaste a una fría pero cálida experiencia a la cual yo no sé si soportaría; soy muy friolenta. Pero, quién sabe, en mí se cumple el dicho de que la mujer entre más vieja más atrevida se vuelve. Y en mi etapa madura es cuando me he abierto a la aventura de conocer el mundo internacional que ya empecé en el 2019. Muchas gracias por este relato de reflexiones y paisajes, por estar de nuevo en las letras. Feliz retorno. Abrazo enorme, querida Andrea.

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