¿Qué enseño y qué aprenden de lo que enseño? Pero ahora los maestros no enseñamos, sólo somos mediadores del conocimiento”







EL ABSURDO PEDAGÓGICO EN EL SISTEMA EDUCATIVO MEXICANO

 

Manuel Álvarez


La sociedad del conocimiento está en boga de los países desarrollados, ¿Qué esperamos para estar dentro de este tipo de sociedad? estamos seguros que la puerta a esta sociedad es la de la educación. ¿Por qué México no ha volteado a ver este rubro, uno de los más importantes, por no decir el más importante con los que cuenta el sistema político y social?

Voltear a ver a la educación es lo que ha faltado por parte de nuestros dirigentes, a los que con nuestro voto elegimos para un mejor futuro de nuestra sociedad, ¿Qué no se han dado cuenta que la base de una sociedad próspera se forma con una buena educación?

La educación en México ha tenido infinidad de tropiezos y sigue tropezándose con lo mismo, se habla de una educación para la diversidad cuando su evaluación es estandarizada; se habla de una educación donde se acepten las diferencias, cuando el maestro no está preparado para atenderlas; se habla de que el maestro es de “libre cátedra”, cuando a cada momento se les llama a cursos para explicarles cómo se debe enseñar en el salón de clases, entre otras cosas.

Pero contradiciendo mi visión al respecto, Ahuja (2007) lo plantea de una forma más optimista, al citar a Laclau (1993):

 “En este siglo que comienza, la configuración del mundo ha cambiado radicalmente. Las dos grandes utopías que perfilaban el progreso de la humanidad, capitalismo y socialismo, se han agotado; en este escenario emerge con gran fuerza la globalización, fenómeno que ha puesto en contacto a los diferentes pueblos y ha impactado nuestras relaciones en términos económicos, políticos, sociales, educativos, culturales y valorales. Estas utopías absolutistas e integracionistas se encuentran en crisis y, al margen de su causa, se podría decir que el mundo pasa por un momento de reestructuración y transformación en todos sus planos y niveles.

Pero entonces ¿Quién está fallando, el sistema educativo, con sus políticas y demás circunstancias o el maestro, cansado, enfadado y apático ante tantas reformas y más reformas educativas que lo único que hacen es confundirlo más y seguir haciendo lo mismo? “Al fin y al cabo lo que hago me funciona…”, dicen.

Por tal razón el maestro debe cambiar esas posturas tradicionalistas dentro de las aulas, debe dejar a un lado sus rutinas diarias por algo novedoso y creativo día a día. La práctica educativa debe estar a la par con lo que la sociedad del conocimiento y de la información demanda. El maestro debe mejorar su rumbo, debe ser propositivo, debe proponer mejoras el campo educativo.

Se necesitan personas capaces y capacitadas en el ramo, sabemos que el currículum es abierto y flexible; sin embargo, no lo hemos entendido así, seguimos creyendo que tenemos que terminarlo para fin de ciclo; y los supervisores y directores están al pendiente para que así sea: “Tienes que ir en la semana que debes ir de acuerdo al calendario de actividades, debes tener cubierto los contenidos que marca la semana en la que debes de ir en el bimestre”.

Debemos reestructurar el currículo, adaptarlo al contexto político y social. Y, mucho más, al contexto áulico y, en lo más específico, hacer adaptaciones curriculares individuales. El maestro debe entrar a la era que Ahuja (2007, 11) ha denominado “el florecimiento de la diversidad”, donde hay que “reconocer que no hay verdades únicas y universales, así como tampoco culturas, formas de pensar o ver el mundo de manera única y homogénea”.

Modificar el currículum, como lo menciona Escudero (1992), “es el reconocimiento explícito y el compromiso con un nuevo estilo de promover el cambio en educación. Es participación, negociación, autonomía e implicación de la comunidad social y profesorado”.

Haciendo una interpretación de Ahuja (2007, 30), podemos mencionar que en estos tiempos, en la llamada era de la globalización, tenemos la oportunidad de comprender que la diversidad es el signo de la humanidad y, además, su riqueza. Así, debemos apostarle a la educación, ésta tiene el papel principal y “determinante en la configuración de la convivencia del mañana; pues todos y cada uno de los seres humanos, a la vez que únicos, compartimos rasgos esenciales que nos definen como grupo: somos seres sociales que nos necesitamos recíprocamente para conformar nuestra identidad, y tenemos la posibilidad de vivir en armonía aprendiendo unos de otros en un clima de respeto”. Debemos comprender al otro en sus diferencias.

Por tal motivo, las sociedades actuales requieren de personas que sepan vivir en comunidad potenciando sus diferencias, impulsando la aceptación de los demás mediante el interés, la valoración, el respeto mutuo y la capacidad para poner en cuestión tanto los hábitos, las ideas y las visiones propias como las ajenas. (Ibídem)

Todo tipo de educación debe enfocarse a la filosofía de coadyuvar al logro de un país unido en la diversidad; promover una visión pluralista, democrática e incluyente; pues favorece los sistemas plurales de pensamiento al comprender que enriquecen nuestras posibilidades y, a partir de los cuales, pueden construirse distintos procesos y prácticas pedagógicas que busquen potenciar el desarrollo integral y armónico de los individuos, en tanto suscitan, el derecho a ser diferente. Cada maestro es libre de cátedra sin dejar de lado el objetivo general de la educación. (Villoro, 1993; 43-50, citado por Ahuja 2007).

Como lo menciona Ahuja (2007, 35), la diversidad es la pluralidad de realidades, y si la trasladamos a nuestras aulas, podemos decir que estamos trabajando con diferentes formas de pensar, creer y sentir sobre el mundo que nos rodea. ¿Qué saben? ¿Qué quieren aprender? ¿Qué enseño y qué aprenden de lo que enseño? Pero ahora los maestros no enseñamos, sólo somos mediadores del conocimiento.

Ahuja (2007, 39) menciona que “La educación destinada a los pueblos indígenas está en una situación crítica; aquí es donde se concentran los mayores niveles de analfabetismo, los menores promedios de escolaridad, así como los más altos índices de reprobación y deserción, y lo más grave: en estas escuelas los alumnos aprenden significativamente menos que sus pares de las escuelas rurales y urbanas”. Es verdad lo que menciona, pero primero debemos analizar quién evalúa, cómo y qué evalúa, porque en relación con esto estamos en desventaja. En cuanto al aprendizaje, claro que, si hay aprendizaje, creo que primero debemos tener bien claro el concepto de aprendizaje significativo y si hacemos una comparación con los otros sistemas educativos creo que es un absurdo.

Otro de los aspectos a tomar en cuenta es que no tenemos un proyecto escolar; y si lo tenemos, sólo es para cumplir con un compromiso burocrático u obligación administrativa y quedar bien en supervisión que, en la mayoría de los casos, sólo es para archivarlo y llenar un cartón más de papeles “muertos”.

¿Qué está pasando? ¿Quién será el culpable? ¿El sistema educativo por tanta reforma o el profesor que no adopta una forma de trabajo en la que dé resultados positivos? ¿Pero cómo vamos adoptar una si ni siquiera sabemos concretamente si el niño está aprendiendo o no? No se lleva un control de lo que se enseña mucho menos de lo que aprende el alumno.

Recuerdo un examen enlace aplicado a un grupo de 6° grado de una escuela primaria indígena, le pregunté a un alumno de esa escuela que acababa de terminar su examen: ¿Cómo te fue en el examen? “La verdad, profe, algunas cosas no le entendí, se me hicieron muy difíciles… y continuó diciendo, pero porque no me preguntaron otras cosas, algo que yo supiera, por ejemplo, cuántos dompes entran al día para sacar arena, cuántas paladas ocupa el dompe para llenarse o cuánto cobra cada cargador por dompe que ayuda a llenar y cuánto gana al día, eso sí les respondo fácilmente.”

Esto me hace reflexionar sobre qué estamos enseñando, que está aprendiendo el alumno y qué le estamos evaluando. Si estamos educando en la diversidad hay que evaluar en ese sentido, eso sería lo más sensato. Es decir, las manifestaciones de la asimetría escolar dependen de la calidad de la educación que se ofrece. La reprobación escolar no puede ser combatida sólo mediante la aplicación de exámenes de carácter general, sino que exige instrumentar un conjunto de lineamientos y de programas enfocados al mejoramiento de la calidad de la educación que se imparte, sobre todo en las escuelas de las localidades rurales y de las zonas urbanas marginadas del país.

¿Adaptaciones curriculares… será ésta la solución…? Tenemos que conocer al alumno para saber qué le vamos a enseñar o, en sí, modificar el currículo; pero resulta que el currículo ya está establecido y da por hecho que el alumno sabe tal o cual cosa, por eso hay que enseñarle tal o cual contenido.

La educación enfocada a la interculturalidad constituye una alternativa que induce a replantear y reorganizar el orden social, porque insiste en la comunicación justa entre las culturas como figuras del mundo y recalca la importancia de dejar libres espacios y tiempos para que dichas figuras puedan convertirse en mundos reales (Panikkar, 1995, citado por Ahuja, 2007). Esto debe aplicarse en cada una de las aulas, se tienen que replantear y reorganizar nuestras prácticas educativas darle la palabra al niño.

Debemos hacer un diagnóstico serio de lo que saben nuestros alumnos y partir de ese resultado, pensar en que, de esta manera, las cosas pueden mejorar. Pero también hay que diagnosticar las emociones y no nada el conocimiento; también hay que diagnosticar el contexto, ya sea familiar, social y/o económico.

No podemos trazar un camino sin saber de dónde vamos a partir. Adaptar el currículo al alumno implica conocerlo primero: qué sabe, qué siente y piensa… qué quiere aprender, qué quiere conocer.

Vamos partiendo de ahí, de conocer primero al niño, ahora sí, hay que adaptar el currículo, hay que diseñar el currículo de acuerdo al grupo, tipo de niños, edades, gustos, inquietudes, sueños, anhelos, tristezas, preocupaciones, fortalezas y debilidades, entre otros aspectos que quizás se me escapan. Debemos hacer las adaptaciones curriculares individuales, en algunos casos, grupales o colectivas.

Esto implica replantear y reorganizar nuestras prácticas educativas; pero no seamos pesimistas, debemos pensar en que si se puede, pero vamos iniciando con los más vulnerables, con aquel que más nos necesita.

Debemos optar por el diálogo intercultural en cuanto necesidad para alcanzar la justicia, para establecer un vínculo justo con el otro, un otro libre y diferente. Es, pues, la necesidad de reconocer la interpelación cultural, histórica, política y, en nuestro caso, educativa de la diferencia, de la dignidad inviolable de las personas, lo que al mismo tiempo nos hace iguales y diferentes, para la toma de decisiones democráticas y autónomas. Por tal motivo debemos optar por el diálogo entre alumnos y profesores, con el fin de ver las necesidades particulares de cada uno y establecer un vínculo justo con el otro, el otro libre y diferente.

Las necesidades educativas especiales están presentes en todas y cada una de nuestras aulas, todo aquel que se le presente una dificultad para aprender requiere de una adaptación curricular; es decir, tienen una necesidad educativa especial.

El informe Warnock de 1978 menciona que el concepto de N.E.E (Necesidades Educativas Especiales) ha sufrido cambios. En él se centró la capacidad de ofrecer una respuesta educativa a los alumnos escolarizados; menciona que el concepto de dificultades de aprendizaje es relativo y éste depende de objetivos, currículum establecido, niveles de exigencia y sistemas de evaluación.

Hoy que la educación en y para la diversidad está en auge, debemos entender los conceptos: educación para la diversidad, escuela inclusiva, escuela para todos, educación intercultural, lo multicultural… cuando adaptamos el currículo no sólo adaptamos la forma de hacer que el alumno aprenda el conocimiento, sino también hacerle adaptaciones al contexto, a su infraestructura.

Ahora bien, la forma de alcanzar los objetivos, tanto los comunes como los propios de cada población y de cada institución educativa, tampoco son iguales en todas las poblaciones. Se entiende que la capacidad de conseguir que todos los alumnos logren objetivos de aprendizaje relevantes en el tiempo previsto, requiere de procesos diferentes para poblaciones distintas en cada una de las instituciones que componen el sistema educativo. De ahí que la calidad en la educación intercultural sea multideterminada, es decir, que intervienen muchos factores para el logro de los aprendizajes; también es compleja ya que considera la relevancia, la eficacia, la equidad y la eficiencia.

Otro de los aspectos que caracteriza a una educación de calidad es que es relativa y dinámica; relativa en relación a que cobra sentido cuando se compara una escuela con otra, con otro sistema educativo, con parámetros o estándares, o con el pasado, construyendo puentes que respeten la diversidad y dinámica en la idea de que al cumplir con alguna meta planteada existe la posibilidad de forjarse una nueva.

Los objetivos de la educación intercultural son relevantes porque están determinados por los entornos socioculturales de las comunidades educativas; lo cual, además de favorecer el desarrollo de habilidades básicas y superiores, la capacidad de seguir aprendiendo, y las herramientas para convivir socialmente en democracia, permite construir una realidad social en que la relación entre culturas se produzca en pie de igualdad, con base en el respeto, la valoración y el aprecio de la diversidad. (Ahuja, 56-57).

Tenemos que entender que la educación se desarrolla en distintos contextos socioculturales y, de acuerdo a esos contextos, debemos planear y proyectar estrategias de intervención; debemos partir del contexto sociocultural, como paso insoslayable para alcanzar la educación que queremos.

Delors (1999), menciona que “la educación tiene la misión de permitir a todos sin excepción hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal”; pero, desafortunadamente, con nuestras prácticas bloqueamos esos talentos y capacidades.

Todo convida, entonces, a revalorizar los aspectos éticos y culturales de la educación y, para ello, dar a cada uno los medios de comprender al otro en su particularidad y comprender el mundo en su curso caótico hacia una cierta unidad. Pero hace falta, además, empezar por comprenderse a sí mismo en esta suerte de viaje interior jalonado por el conocimiento, la meditación y el ejercicio de la autocrítica. Comprender al otro implica tener conciencia de la diversidad en la que vivimos.

Durante la Conferencia de Jomtien en 1990, se habló sobre la educación básica y sobre las necesidades básicas de aprendizaje, y coincidimos en que tenemos que conocer las Necesidades Básicas de Aprendizaje (NBA) que menciona Delors en cada uno de nuestros alumnos y, en relación con éstas, hacer nuestras adaptaciones curriculares. 

Ninguna reforma podrá dar resultados positivos si no advertimos esas NBA y, mucho menos, si no tenemos la participación activa del cuerpo docente. Por esa razón, la Comisión recomienda que se preste atención prioritaria a la situación social, cultural y material de los educadores.

Van y vienen reformas educativas y todos nos preguntamos ¿por qué no hay cambios favorables? Pues resulta que el profesor sigue apático, no hay propuestas de cambio de su parte, no hay participación activa del docente.

Se exige mucho al docente, incluso demasiado, mucho se le pide, mientras que el mundo exterior, entra cada vez más en la escuela, en particular, a través de los nuevos medios de información y comunicación. Así pues, el maestro se encuentra ante niños menos atendidos por los padres y familiares. Por tanto, el maestro debe estar al tanto de lo que sucede en ese nuevo contexto para hacerse escuchar y comprender por los niños, para despertar en ellos el deseo de aprender y para hacerles ver que la información no es conocimiento, que éste exige esfuerzo, atención, rigor y voluntad (Delors).

En nuestro contexto, hay tres tipos de educación o tres tipos de currículo: el primero, el establecido por el sistema, llamado curriculum formal; el segundo, que es el que imparte el maestro, le llamamos curriculum oculto; y, el último curriculum que es la educación informal, la cual es aprehendida en el día a día en el que estamos inmersos en una gran sociedad.

El currículum, en palabras de W. Harlen, citado por Arnaiz, es el “conjunto de procesos que facilitan la adquisición de conocimientos a todos los niños, con independencia de su edad, experiencia o capacidad, libertad a los profesores para que promuevan el desarrollo de las ideas de acuerdo con la vía de comprensión de los niños”. LOGSE menciona que “se entiende por currículo al conjunto de objetivos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada uno de los niveles, etapas, ciclos, grado y modalidades del sistema educativo que regulan la práctica docente”.

Como vemos, el currículum formal tiene establecidos sus objetivos, métodos y criterios de evaluación; mientras que los otros no están establecidos, pero están implícitos en cada evento de la vida diaria. Pero trabajar con un currículo abierto y flexible es promover un nuevo modelo de escuela en donde profesores, alumnos, padres y otras entidades sociales trazan su propia trayectoria como comunidad escolar.

El proyecto educativo de centro (PEC) debe responder a las preguntas: ¿qué educación queremos? ¿Quién la decide? ¿Qué papel corresponde a los centros, profesores y comunidad educativa en cuanto a su diseño, ejecución y evaluación? ¿Qué significan las Necesidades Educativas Especiales? Este proyecto debe cumplir con el objetivo principal de toda educación, misma que debe abarcar cuatro aspectos de la vida que Delors en su informe denominó “los cuatro pilares de la educación”. Menciona que “se trata de aprender a vivir juntos conociendo mejor a los demás, su historia, sus tradiciones y su espiritualidad y, a partir de ahí, crear un espíritu nuevo que impulse la realización de proyectos comunes o la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos”. El otro es “aprender a conocer, pero, teniendo en cuenta los rápidos cambios derivados de los avances de la ciencia y las nuevas formas de la actividad económica y social, conviene compaginar una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de estudiar a fondo un número reducido de materias.

El otro pilar habla de aprender a hacer y que, al mismo tiempo, advierte que no se debe limitar a conseguir el aprendizaje de un oficio y, en un sentido más amplio, adquirir una competencia que permita hacer frente a numerosas situaciones, algunas imprevisibles, y que facilite el trabajo en equipo, dimensión olvidada en los métodos de enseñanza actuales. En numerosos casos, esta competencia y estas calificaciones se hacen más accesibles, si alumnos y estudiantes cuentan con la posibilidad de evaluarse y de enriquecerse participando en actividades profesionales o sociales de forma paralela a sus estudios, lo que justifica el lugar más relevante que deberían ocupar las distintas posibilidades de alternancia entre la escuela y el trabajo.

Por último, aprender a ser, nombrado como uno de los más destacados, ya que estamos en la exigencia de una mayor autonomía y capacidad de juicio junto con el fortalecimiento de la responsabilidad personal en la realización del destino colectivo. Por consiguiente, la educación tiene que adaptarse en todo momento a los cambios de la sociedad, sin dejar de transmitir por ello el saber adquirido, los principios y los frutos de la experiencia.

Por último, ¿qué hacer para que, ante esta demanda cada vez mayor y más exigente, las políticas educativas alcancen el objetivo de una enseñanza a la vez de calidad y equitativa?

Si queremos cambiar nuestra forma de ver las cosas y entrar a esta visión utópica, como se quiera ver, pero necesaria, coincido con Delors: tenemos que transformar nuestra filosofía de vida por una más crítica, en el sentido de ser más crítico y analítico con lo que nos rodea y no quedarnos conforme con lo que sucede a diario. Si vemos que no hay mejoras no echarle la culpa al sistema, o al otro, mejor preguntémonos qué estamos haciendo por transformar esa realidad de la que tanto nos quejamos.

Nuestras prácticas pedagógicas no son las adecuadas, tenemos que transformar el espacio educativo en algo más significativo para el alumno, algo en el que él se sienta parte y siempre sea partícipe de su propio conocimiento. Queremos enseñarle algo que quizás a él ni le interesa. Debemos conocer del todo a quién pretendemos guiar y sumergir en el inmenso mundo del conocimiento. Debemos trabajar al ritmo que se preste, pero con firmeza con esos cuatro pilares que menciona Delors. Todo en relación con la vida misma.

Comentarios


Estimado amigo Manuel Álvarez, la Educación debe de ser prioridad nacional, y la enseñanza, potestad de los profesores; pero ya vemos y sabemos que, muchas veces, no se nos permite educar en y con la libertad de cátedra que tanto se arguye en los discursos.
Y, fuera de esa disquisición, qué chingonería de análisis ha realizado Usted en este texto que debería ser de lectura casi obligatoria de alumnos y de profesores que se interesen por lo pedagógico.

Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Anónimo dijo…
Tarde mucho en leerlo jajaja, profr. Manuel en verdad que me pongo a reflexionar y digo que si es verdad lo que dice, el claro valor de una mejor vida es la Educación que no somos vistos como lo que realmente es la importancia de saber aprender, transformar la educación es unos de los pasos más importante que el ser humano puede obtener.

Pero lejos de eso me pregunto que cosas ahí dentro de los campos educativos, con tristeza digo en su mayoria maestros tradiciones que se reuzan a cambiar sus métodos por que les fueron útiles y tal vez si, lo digo en mi caso que fui alumna de algunos con lo que estoy ahora en el contexto escolar, pero que están lejos de una educación acorde a los aprendizajes nuevos de estas generaciones.
De mi punto de vista si empezáramos amar nuestro espacio como lo que es, y no ponerlo como el lugar que nos da para nuestros gasto básico seguro actuaríamos como seres humanos pensantes para el buen fin de venir a servir a nuestro pueblo,dejar aún lado el bien común, creo abría un cambio muy significativo y pudiéramos pedir con valentía lo que deseamos cambiar en nuestra ámbito escolar.
Marcelo Tolosa dijo…
Estimado Manuel Álvarez, es un texto algo amplio con muchas ideas, argumentos, reflexiones, observaciones muy valiosas. Hay una frase que me gusto y creo envuelve toda esta problemática:

"Pero entonces ¿Quién está fallando, el sistema educativo, con sus políticas y demás circunstancias o el maestro, cansado, enfadado y apático ante tantas reformas y más reformas educativas que lo único que hacen es confundirlo más y seguir haciendo lo mismo? “Al fin y al cabo lo que hago me funciona…”, dicen."

Le mando un saludo.
¿Quien está dañando? Buena pregunta, me atreve a decir, todos. En lo individual y en colectivo. Caminamos con el Sistema educativo conforme a lineamientos preestablecidos.

Me atrevo a decir, una escuela, una educación libre de pensamiento crítico, autónomo está ausente en las aulas escolares en todos los niveles educativos.

El capitalismo, con el humanismo, no se mezclan… es como el agua y el aceite.

Al Sistema le encuentro diversas puertas; la flexibilidad, adecuación al contexto, formación individual… Al “yo” resistencia, sociedad desconcierto e inestabilidad, patrones de culturas… somos todos.

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