“Mamá Chabe sabe un mundo de cosas del que sigue ignorando el valor histórico que pueden tener”
LAS
CHARLAS CON MAMÁ CHABE
María
Madrid Zazueta
Imaginarme escribiendo un
texto para hablar de mi madre me hace sentir una niña. Por más que lo intento,
sólo acierto a reflexionar en que he escrito mucho sobre ella en los últimos
tiempos. En realidad, he escrito bastante sobre mi familia, pero los diálogos
con Mamá Chabe han cautivado a un auditorio que sigue estos textos por
Facebook, lo que a mí me ha tomado por sorpresa.
Empecé a sentir la
necesidad de escribir sobre ella una vez que me pidieron hacer un escrito sobre
la Revolución, alguna anécdota insólita, algo genuino. Entonces recordé cómo mi
madre me contaba relatos que sucedieron en Alcoyonqui y Carboneras. Entre ellas,
cómo mi bisabuela le temía a un tal hombre al que identificaban como el Gral.
Iturbe. Junto a la historia de este hombre, al que describe como que practicaba
la magia, nos contó algunos relatos de aparecidos y tesoros escondidos.
Me ha relatado historias
variadas, desde cómo se imagina ella que se estremeció la tierra cuando cayó
aquella piedrota de fierro al que llama “electrólito o metrólito”. También
narra sucesos que pasaron en Eldorado y, sin sospecharlo, confirma sucesos de
la historia de nuestra región, por ejemplo, de los Redo, un tal Rápido y un
chinito al que cree se llamaba Tomasiaco, que gritaba por las calles:
Tomatolopolloyalanco. Por eso lo reconocían como matapollos (yo mato los pollos
y arranco), aunque él, en realidad, quería decir: tomate, repollo y cilantro.
El caso es que empecé a ver
a mi madre de forma distinta y escribí para ella un texto al que llamé “papá se
ha ido de casa”, con el cual cerré un episodio de tres años de luto y coraje
por la muerte de mi padre; empezando, con ello, a reconocer y admirar los
aportes de mi madre, a la que sus nietos han impuesto el mote de Mamá Chabe,
con el que ha sido más públicamente reconocida.
A lo largo de varias
pláticas, generalmente por la mañana y al sabor de un café o unas ensaladas y,
con frecuencia, con mis montones de documentos de la universidad sobre la mesa,
he escuchado un sinfín de historias que, sobre todo, nos ganan por lo ameno que
resultan; además, Mamá Chabe sabe un mundo de cosas del que sigue ignorando el
valor histórico que pueden tener.
Ella, con mucha sencillez,
relata que trabajó y era muy querida en la casa de la hija de un tal Manuel
Paez, exgobernador de Sinaloa, y cuyo yerno fue tesorero municipal, su función
en realidad la confunde todavía. Cuando habla de don Manuel, me señala como
para despejar cualquier duda que su foto está en una sala del parque
Constitución, junto a otros hombres importantes de Sinaloa. Lo que sí recuerda
con mucha vivencia, es que el suegro de su patrón, un hombre muy adinerado y
muy ranchero, cuando llegó a vivir a Culiacán quería apagar el foco a
sombrerazos, como a las cachimbas en el rancho. Hasta que su esposa, doña
Merceditas, le enseñó a usar el interruptor.
Cuenta que le tocó ver en
la casa de sus patrones a un señor flaco, que tocaba el piano de la casa, un
piano enorme y de muy buena madera, a este señor dice que lo llamaban Lara y
que venía en exclusivo a darle clases a la señorita de la casa que tocaba tan
lindo. Y lo dice más enamorada de la que llama señorita que de Agustín Lara, a
quien describe como el señor flaco de la cara larga.
Mamá Chabe ni sospecha
que es reconocida por muchos de mis alumnos, maestros, amigos y aún más por la
familia. Había tanto de ella que estaba escondido que estas charlas ocasionales
me han permitido reconocer. Una mujer menuda, trabajada y sumamente protectora,
a pesar de su sencillez mantiene cierta feminidad y elegancia, no en balde una
amiga me dijo que mi madre habría de agarrar novio primero que yo. Y tuvo
razón, cuando enviudó tenía más de sesenta años y, al menos, le llegué a contar
tres pretendientes. Pero ella ha preferido conocer el mundo, entró a un grupo
de la iglesia local con el que empezó a viajar, y de allí pal real lo difícil
es encontrarla en casa.
Me han pedido seleccionar
algunos de estos relatos, pero en realidad estas charlas con ella, son más bien
para leerlas directamente, temo perder el ritmo y lo ameno de ellas al leerlas
en voz alta para ustedes. Así que he escrito este relato como una invitación a
que lean por ustedes mismos “los diálogos con Mamá Chabe”; mientras, yo
mantengo el anhelo de que me siga dando Dios más tiempo con mi madre para
seguir disfrutando de su colorida personalidad. Reconozco que me sigue
sorprendiendo y que no he podido rescatar al vuelo todas las historias de las
que ha sido testigo, y de las que me ha hecho a mí una cómplice que sólo actúa
como espectadora y redactora de sus charlas tan amenas.
Comentarios
Estimada María, tus charlas con Mamá Chabe, la convierten en un personaje más fuerte que la escritora, porque, como bien lo dices, María Madrid se torna en el alter ego que hace visible a Mamá Chabe en las páginas electrónicas, por las que su verbo y su imagen navegan con donoso donaire Coloquial y Literario. Un día, Estimada María, si no desmayas en el esfuerzo y sigues escribiendo sus historias, estaremos comentando el libro CHARLAS CON MAMÁ CHABE. Sólo es cuestión que te la creas, ordenes esos textos y vayas, una y otra vez, con las Autoridades para que apoyen al talento emergente en áreas culturales que, aunque algunos las desdeñen, tienen gran importancia en la formación pedagógica y en la acción educativa en las instituciones, en la sociedad y, también, como lo muestras con estas Charlas, son un grande y hermoso baluarte familiar.
Felicitaciones. José Manuel Frías Sarmiento
Alma Beltrán
como Carboneras, Sanalona, caminos hacia lugares que tienen mucho que ver con mi vida. Recorrer estos lugares de nuevo es un reencuentro con muchas historias y aventuras de mis seres queridos y propias, son historias de personas, momentos, lugares que van hilando la historia de mi familia y mía. El conocimiento que tengo de alguno capítulos son por la expresión oral de mis tías, primas mayores y de mi madre. Sobre todo de mi madre con quien muchos lectores se podrán conectar porque son como las pláticas genuinas y melancólicas de las abuelas que expresan con gracia, a veces con nostalgia, lo que sienten, lo que piensan y logran trasladarnos a aquellos momentos, con aquellos lugares y personas con quienes nos sentimos cobijados, acariciados, encantados con su esencia. Es reconfortante el conocimiento que se puede tener de pláticas cotidianas si quien comparte sus experiencias habla con sencillez aquellos sucesos vividos que nos pueden causar gracias pero también nos instruyen más allá de los conocimientos académicos que son refritos de historias que parecen fragmentos de un suceso que poco o nada tiene que ver con nosotros. Agradezco que mi madre esta habilidad para hacer amenas las conversaciones que me permite registrar, porque ella ya sabe ahora que las escribo, en primer lugar porque amo conocer la historia de mi historio y las plasmo en un intento de que el tiempo no se las lleve.