“Desperté, después de un rato de llenarme de los sonidos de la cuadra que se combinaban con sensaciones y recuerdos”





 

MI CUADRA


 

María Madrid Zazueta

 

He despertado con sonidos de gallos cantando y eso me trajo el sonido de las campanas que a veces me toca oír cuando llaman a misa. Me desperté con hambre de los tacos de costilla de la avenida Revolución. Pensar en esa calle me trajo el recuerdo de la aventura infantil de cruzar otra vez los arroyos por los puentes de piedra para ir a la casa de mi tío Pancho. La sensación de cruzar los puentes de piedra era similar a la de caminar por las bardas delante o atrás de mis amigas Mirna y Pinita. El premio era tan sólo mantener el equilibrio y llegar al otro extremo. La audacia de entonces era comparable a la tenacidad de llegar a la rama del árbol, junto a mi prima Yadira, guiada por el impulso de comprobar la fuerza de mis piernas.

Me ha dado hambre de probar la barbacoa enterrada de la que, en nostalgias más que en certezas, recuerdo que mi papá y mis tíos preparaban en el patio y sacaban de un hoyo caliente, la comida era olorosa y sabía a hogar. Estos olores me traen esperanza, como cuando acompañaba a mi tía Chepina a la estación de ferrocarril y me quedaba viendo como el tren partía con mi prima Claudia que iba a pasar unos días en Guadalajara. Entonces, sólo sabía que algún día conocería esa hermosa ciudad. A los años, era yo quien tomaba un autobús, y era un amigo el que me despedía en la central de autobuses tapatía. Él miraba a través del cristal con su cara pegada al muro transparente que nos separaba, él llevaba sus manos a la cara intentando enfocar la ventanilla en la que iría yo que lo miraba sin que él lo supiera, lo veía entre los claros que dejaba una pequeña cortina en la ventana del autobús. Desde entonces sé l qué es que me despidan, pero parte de lo que se queda se viene conmigo. Lo descubrí en ese otro terruño al que sin querer mi prima me enseñó a apreciar en la infancia.

Desperté, después de un rato de llenarme de los sonidos de la cuadra que se combinaban con sensaciones y recuerdos, entonces pensé en mi primo Juan, así de pronto apareció; asocié su imagen con el sentir por la muerte de su hermano, mi primo Lingo. Me sentí invadida de certeza que recordarlo sonriendo es el mejor homenaje para él. Que, de alguna manera, lo que me conecta con ellos, con toda mi familia, son las experiencias en que he tenido la oportunidad de descubrir la vida y su sentido. Recordar a mi primo feliz, me hace recordar los juegos a la canica con mis hermanos, las carreras bajo la lluvia, los resbalones y las nalgas adoloridas de bajar los cerrones resbaladizos de alguna manera. Me recuerda los días y noches en la playa viendo toninas y los chistes colorados de un precoz primo llamado Víctor. A mi tía Petra, cuando podía correr dentro de un costal y sus caídas no representaban ningún peligro para ella. Me vino a la mente algún lugar oscuro en la casa del rancho San Antonio, donde mis primos en bola compartían el turno para contar sus aventuras, y mi primo Marco en el oído susurraba que alguna chica del barrio le acababa de robar el corazón. Recuerdo las fogatas de mi primo José y mi hermano Manuel en el patio de la casa, que luego se convirtieron en noches de lunada con mi primo Pancho cantando serenatas a amores frustrados. También llegan las lianas de los arroyos con las marcas de carne peladas y oídos reventados por la cantidad de veces que me zambullí en esas aguas, que también nos hacían correr cuando alguien gritaba que el arroyo venía crecido. Y veo a mi primo Ángel y al Guaguá caminando tras las vacas. A mi prima Claudia que, otra vez, veo poco a poco irse de lado hasta caer del caballo. Escucho cantar por primera vez a mi prima Elsa y a mi tía Aída, juntas, bajo la ceiba.

La ceiba me recuerda las casas de madera en el solar de mi tío Luis. Esas casas tenían un tejaban donde había una puerta que daba con la cocina de mi abuela. La abuela tenía una gran mesa de madera clara donde yo corría a esconderme cuando veía a mi padre con su temible cinto. A veces, bajo la mesa, me encontraba con el gato de mi abuela que un día amaneció tieso en un balde con agua. Pero, sobre todo, recuerdo al Rintin, ¿se llamaba realmente así el perro negro y enorme de mi tío Luis?, no lo sé, pero su marca de uña sigue en mi espalda como si fuera una operación enorme de riñón pequeño. Me clavó la uña cuando creyó que le quería quitar la comida; ¿y por qué andaba yo tan cerca de su plato? es un misterio. El perro era de mi tío Luis. Recuerdo que mi tío, una vez que comía frijol con tortillas, le escuché decirle a mi primo Pancho que dejara de comer agarrando la comida con la tortilla y que tomara un tenedor, entonces mi primo le contestó - “con el tenedor no me lleno” -. Y alguien que no se llenaba nunca era mi primo Güero, y güeros hay varios: el Güero de mi tío Ángel, el de mi tía Aída y el de mi tío Rolando. Pero primos y primas con ojos verdes y azules hay más. Recuerdo que sólo Raquel tiene los ojos del color del ámbar. Raquel me recuerda el sabor de los tamales y las aventuras de caminar por las calles de la Hidalgo y de las Vegas, cuando apenas iban echando chapopote por las calles.

La Hidalgo contenía a un resto de mi familia y hoy estos sonidos matutinos me han recordado por qué este apego a los patios grandes, a las calles despejadas, a los árboles enormes. Me dan la sensación de que es cierto que nada es para siempre en la vida de las personas y, al mismo tiempo, algo de todo lo vivido se mantiene en nuestro ser, como en mi prima Rosy que contiene mucho de lo que yo no sé sobre mis abuelos y sus raíces. Como mi tía Gloria que es mi puerta a las aventuras familiares de las que yo me he perdido. Como en cada uno de mis primos mayores que son ahora mi referente familiar más grande. Los aprecio y valoro a todos y cada uno de ellos, porque junto a ellos hoy me toca asumir que somos el cimiento de esta tribu, y es una gran responsabilidad, al mismo tiempo que es un privilegio, que a algunos primos que se nos han adelantado no les ha tocado vivir. Siento que, de alguna forma, aquí están presentes con el resto de la familia que ha dejado su semilla. Amo esta esencia, pese al desierto en el que ahora las balas convierten poco a poco mi calle en la que tantas veces jugué. 

Comentarios


Estimada y querida María, Mi Cuadra, tu relato, nos lleva a recordar también el lugar o los lugares que nos definen y precisan nuestra identidad. En todos resalta, cómo no, el valor fundamental de la familia en la formación del carácter y de los recuerdos que, luego, nos harán evocar con nostalgia los tiempos y las acciones pasadas que, muchas veces, no supimos aprovechar. Por eso son tan importantes Ustedes, los escritores que dan fe y dejan constancia de lo que en esta vida nos han dado alegrías y dolores que lastiman el alma y los recuerdos.

Saludos, un abrazo, José Manuel Frías Sarmiento
María Porcella dijo…
Muchas gracias. Leí el texto porque me entraba duda de ¿Cuándo escribí esto? Y al leerlo confirmé que yo lo escribí, y confirmo la importancia de mi familia en mi vida,de la cuadra y todas las circunstancias que me han formado. Saludos.
Marcelo Tolosa dijo…
Que bonitos recuerdos estimada María. Me llama la atención como va hilando un suceso a una memoria familiar y claro , la manera de redactarlo, fluye facilísimo, no hay interrupción a lo largo. Eso es lo bueno de tener el don de escribir (algo que sin duda le estoy estudiando) y la fortuna de poder compartirlo. Le mando un saludo.
María Porcella dijo…
Gracias, Marcelo Tolosa. Me doy cuenta que además de analizar el contenido del texto se mete a la composición y entender la estrategia del autor para estructurar sus ideas. Algo, que confieso, yo no siempre tengo presente. Mis textos casi siempre son tipo charla porque desde niña he escrito cartas, y también muchos años llevé diarios.perdonales. Algunas herramientas las he tomado de modelos como el Gabo, aunque con menos disciplina. Así como de Paco I. Taibo 2, bien a bien no sé decirle qué, pero de ellos me encanta la forma en la que describen y van haciendo de una trama varias historias. Saludos.
María, muy bellos recuerdos, tú capacidad por el detalle, yo tengo una habilidad para el olvido que al leerte admiro la secuencia de las historias, del recuerdo que dan los olores, los sabores y la unidad familiar alrededor de la comida como lo hacemos los Mexicanos, como asocias cada primo, tío con alguna comida.
Gracias por compartirnos tus recuerdos de familia.

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