“Mi temor y los latidos de mi corazón cada vez aumentaban más y sólo pensaba “ya valí madre”
¡VAYA, CASI MUERO!
Akire Kassandra Uraga Flores
Hoy les quiero
contar algo impresionante e interesante que me pasó en mi trabajo. Primero que
nada, me presento, soy una joven estudiante que trabaja en un restaurante de
hostess. Es muy común en mí ser impuntual y, por obvias razones, ese día llegué
tarde a mi trabajo, para ser exactos, llegué a las 5:10 y, como todos los días,
me puse a hacer mis actividades, las cuales son limpiar mis cristales de la
entrada y poner las reservaciones.
Siempre soy muy
atenta con los comensales y trato de dar el mejor servicio, como todo
trabajador, pero ese día no preste atención si había mesas o no ya que no me
hago cargo de eso y venía con prisas. Como comenté anteriormente, yo hice mis
actividades, en realidad estaba tan estresada por llegar tarde que ni cuenta me
di que se fue la mesa y no despedí a esos comensales, la cual es otra de las
cosas que tengo que hacer.
No pasaron ni 5
minutos cuando veo al señor todo enojado regresando y señalándome, diciendo:
“¡Tú, ven para acá!”. Creí que le hablaba al mesero que lo atendió y no le hice
caso, cuando, de una, abre la puerta y me dice de nuevo: “¡Tú, ven para acá!”.
Me sacó del
restaurante, yo, toda atemorizada, ya que no sabía el por qué me estaba sacando
y nadie hacia nada porque no saliera o preguntar qué pasaba, aparte, cabe
aclarar que este señor tenía unos guaruras en otro auto, uno estaba manejando,
mientras el copiloto se bajó.
El carro del señor
estaba más lejos que el de sus guaruras, así que me llevó hasta su carro y yo,
anhelando que alguien saliera a ayudarme, en cualquier cosa, Mi temor y los
latidos de mi corazón cada vez aumentaban más y sólo pensaba “ya valí madre. Al
llegar al auto del señor, miré que estaba una chica, eso me tranquilizó un poco
debido a que sentí un apoyo sólo por ser chica; pero, regresando a la pequeña
anécdota, el señor estaba parado con la puerta abierta viendo a la chica, éste
me pregunta casi gritando, en otras palabras, con una voz muy fuerte y ruda.
- ¡Dime! ¿A qué
horas llegaste?
Yo, en shock sin saber
qué pasaba, no contesté y sólo volteaba a ver quién estaba para ayudarme, mi
compañero estaba en la puerta, pero por dentro del restaurante y el guarura seguía
abajo con la puerta abierta. Cuando el señor me vuelve a preguntar.
- ¡Dime! ¿A qué
horas llegaste?
Fue ahí cuando
volteo a ver mi reloj, eran las 5:28, y toda atemorizada, pero sin doblar la
voz contesto: “Llegue a las 5:15”, si lo sé, mentí… pero no sabía ni por qué
preguntaba o qué pasaba en realidad.
Para esto, el señor
le dice a la chica: “¡Llegó a las 5:15, vez, no la vine a ver a ella!”
A lo que contesta
la muchacha: “¡Pobre de ti, que si no me bajo a pegarle una putiza!”
Por mi mente sólo
pasaba “hoy no me despedí de mi familia, ni mucho menos les dije lo mucho que
los amo, tengo mucho que vivir y no sé qué me pasará, seguido de, sí esta chica
se baja, yo no sé pelear y en mi vida he peleado, así que si me pegará la
putiza de mi vida”. Obviamente, mientras pensaba todo eso, volteaba
constantemente a la puerta y para mi sorpresa, mi compañero se quitó, o sea ¡No
había nadie viéndome! Y una chica me quería ¡pegar! Aparte la única persona
viendo todo eran los guaruras, los cuales jamás me van a defender a mí, así que
lo único que esperaba era que tanto como el señor y los guaruras me quitaran a
la chica, si es que en dado caso se bajaba a pegarme.
Pasando todo esto,
el señor me dice, un poco más tranquilo. - “Muchas gracias señorita”
Mi contestación sólo
fue - “A usted y disculpe por causar problemas”.
Obvio, si vemos la
historia desde otro punto de vista, el cual fue de mi compañero mesero, me
comentó esto: “Mira, el señor llegó con su hijo y dijo: “deme una mesa para
nosotros que mi vieja fue a una entrevista y la esperaré”. El señor estuvo
súper lindo con el niño y llegó la señorita enojada, la única persona que
estaba en el área eras tú, tal vez fue ése el problema.
Ahora pensemos…
¿Qué problema causé y por qué tuve que pedir disculpas yo? Si en realidad sólo
llegué a mi trabajo como todos los días, con mi uniforme, con un moñito en mi coleta
y haciendo mis actividades. Dijeran que me maquillo para ir a trabajar, no, no
lo hago, sólo uso máscara de pestañas y me maquillo mis cejas; y sólo por una
chica y sus celos enfermizos podría acabar mi vida, y yo sin deberla ni
temerla, podría perderla. Tal vez suene un poco exagerada, pero en realidad mi
temor era demasiado grande.
Chicas, hoy me doy
cuenta que, en verdad, no todas somos una amenaza, crean qué hay muchas chicas
acá afuera que estamos para apoyarnos en cualquier situación y, sin duda alguna,
todas somos perfectas; no luchemos contra nosotras y menos por un hombre, y si
el hombre no te sabe valorar, tonto él que está perdiendo una gran mujer. Otra
de las cosas que me dejó de enseñanza esta pequeña anécdota, es que nunca
confíes en cualquier persona. Estás tú sola y tú sola tendrás que salir adelante.
Bien dicen: no confíes ni en tu propia sombra.
Comentarios
Akire, tu relato refresca un poco la narrativa del Blog y nos sitúa de golpe en la realidad real que vivimos en Sinaloa, por más que los que cuidan de nuestra seguridad digan que disminuye la violencia. Tú, con dos páginas nos muestras que, por nada y sin saberlo, una joven estudiante y trabajadora, puede ser involucrada en situaciones violentas sin deberla ni temerla.
Te felicito, es un texto claro, sencillo, con argumento y adecuada narrativa.
Saludos y bienvenida a este Blog que dentro de un mes cumplirá Dos Años de contar historias. José Manuel Frías Sarmiento
Me gusto tu relato porque empieza muy ordinario, parece que va a ser muy simple y luego llega el famoso incidente incitante que hace andar la historia, y luego nos encontramos en una situación que no logramos entender (pues normalmente es al revés) lo cual causa un cambio de paradigma al entender.
Felicidades.
Con ésto uno se da cuenta el día a día de todo lo que puede pasarle a alguna persona, que sin más de un momento a otro da un giró y pasa a estar en peligro.
Muchas felicidades y a seguir llevando en práctica tus narrativas