“Los rostros son como imaginé que serían y eso, precisamente, es lo que lo hace más emocionante” 





 



 

LOS ROSTROS OCULTOS DE LA PANDEMIA


 

Andrea Berrelleza Altamirano


Muy profundo suena el título de este texto en el que ya tenía algún rato pensando, pero en realidad no tiene nada de profundidad, salvo la que hay entre el cubrebocas y la piel de nuestro rostro.

En marzo del 2020 el uso del cubrebocas era la mera novedad de ese año; todavía me acuerdo que muchos olvidábamos ponernos nuestro cubrebocas antes de salir de la casa y teníamos que regresar por ese producto al que poco a poco nos íbamos acostumbrando a meter a nuestra rutina diaria para hacerlo parte de la nueva normalidad; si ya íbamos de camino, ni modo, teníamos que llegar a alguna farmacia cercana para comprar un paquete; los más precavidos metían un bonche de ellos en la guantera del carro para evitar este tipo de situaciones.

Se nos recomendó desde el inicio (de la pandemia) hacer uso de él para evitar contagios, para protegernos; se nos dieron indicaciones de cómo debe usarse: cómo colocarlo, cuándo quitarlo, cuándo ponerlo, de qué material debe estar hecho para una mejor función.

Luego, el alarmismo que se genera en las redes sociales creó rumores como que podríamos morir de hipoxia por un uso prolongado de él (aunque la gente que compartiera esas fake news escuchara esa palabra por primera vez), cosa que muchos médicos tuvieron que salir a desmentir.

Lo llamaron bozal; muchos rojitos le dimos la función simbólica del silencio: tapa la boca, no permite que se hable con claridad. También se lucró de forma descarada con él: empezaron a vender de colores, con estampados y diseños atractivos, únicos, que fueran ad hoc con la personalidad de quien lo comprara; o con diseños para ocasiones especiales como fiestas de gala, irónicamente: ¿lo va a querer con o sin pedrería? Pero sin importar el modelo, el color, el tamaño o si cumple su función o no, una cosa sí hacen todos los cubrebocas del mundo: cubren medio rostro.

Al principio era extraño ver a nuestros amigos y familiares con los bozales puestos, a la falta de costumbre le echo la culpa yo. Con el tiempo fue haciéndose más normal el ver sólo la mitad de la cara de las personas. Hasta las gurús de belleza de Instagram y YouTube empezaron a postear tutoriales de maquillaje para cubrebocas en los que se enfatizaban los ojos, por supuesto, y recomendaciones para el cuidado de la piel (que es afectada por usar este pedazo de tela).

La situación se volvió curiosa para mí cuando empecé a conocer gente nueva, lo cual también es irónico porque se supone que debemos tener el menor contacto posible con terceros; sin embargo, así fue sucediendo: empecé a notar que sentía mucha curiosidad por conocer esos rostros que se ocultaban detrás de los cubrebocas.

Lo noté cuando, por alguna razón, alguien lo retiraba por segundos, ya sabes, para tomar agua, y entonces hacía mi descubrimiento, porque sí, era como descubrir eso que alguien esconde, pero de una forma bonita, no como atrapar a alguien en una mentira, sino como cuando le descubres un tatuaje a alguien que siempre lleva ropa que lo cubre o cuando descubres un dibujo que hizo en la libreta en la que anota sus gastos y deudas y te das cuenta que tiene algo bonito que mostrarle al mundo; así son todavía esos descubrimientos.

Y es muy emocionante el momento. Es extraño porque no es algo en lo que esté pensando a conciencia, simplemente una especie de satisfacción que llena mi curiosidad aparece cuando esa persona se desnuda el rostro frente a mí; y es que nunca, jamás, desde que me di cuenta de esta extraña curiosidad y he puesto atención a ese detalle, los rostros son como imaginé que serían y eso, precisamente, es lo que lo hace más emocionante. Quizás porque en ningún momento me he hecho expectativas de cómo puedan verse, pero jamás son como lo esperaba.

He quedado sorprendida con algunas personas: “¡qué guapa (o)!”, he pensado, o también algo como “no es tan guapo (a) como lo imaginé”, aunque no hubiera imaginado algo en específico. Sin embargo, ésa es la magia del descubrimiento: saciar una curiosidad de la que no se tiene conciencia hasta que se llena.

Hasta unos límites nuevos me puse: cuando conozco a alguien a quien sólo he visto con el cubrebocas puesto, no lo busco en ninguna red social para no ver fotos de esa persona y matar mi curiosidad con una pantalla en el medio; mejor espero a que se lo retire frente a mí y vivirlo en persona.

Labios gruesos o delgados, narices grandes o pequeñas, barbillas, pieles, dientes, piercings… no es hasta cuando se materializan las facciones cuando todo toma forma y complementa esa armonía facial que empieza con la frente y los ojos.

No se sabe cómo son los rostros que oculta la pandemia a través del uso del cubrebocas hasta que pasa ese momento mágico de descubrimiento y devela un rostro completo lleno de gesticulaciones cuya legibilidad nos ayuda a entendernos mejor; expone una boca llena de palabras que suenan más claramente cuando ese pedazo de tela deja de interponerse entre emisor y receptor; pero, sobre todo, muestra un rostro completo y asimétrico que nos permite sentirnos cerca uno del otro y caer en la cuenta de que somos igual de humanos.

 

Comentarios

Andrea, tu relato, con cierto rasgo de humor, me remite a otra perspectiva de la mascarilla que la pandemia nos obliga a utilizar. Fuera de lo asimétrico, agradables o interesantes que sean los rostros completos, al verlos por vez primera; me quedo con la reflexión, un poquito más profunda, de cuáles serán los verdaderos rostros de dolor, de angustia y de ansiedad que no podemos ver a través de la tela que cubre esas expresiones. Si, de por sí, con los rostros al descubierto, la insensibilidad campeaba, ahora, con el pretexto del ‘anonimato’, más fácil será no ver los padecimientos visibles de los otros.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Muy bien Andrea. Muy interesante y entretenido texto que surge a raíz de la pandemia y que a todos nos pasa ese pensamiento al ir leyendo tu texto. Te mando un saludo.
Muchas gracias por publicar, leer y comentar este texto que tuvo inspiración en hechos reales y comunes durante esta pandemia.

¡Saludos!
Anónimo dijo…
Felicidad Andrea 👏🏻 Creo que el relato nos deja los que lo leímos recordando a rostros que nos llamaron la atención al momento de descubrir y saber que todos somos un tanto parecidos y que nosotros mismos somos para otras personas el rostro nuevo por descubrir 👍🏼 Saludos

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