“Las casas olían a buñuelos, se tomaba un sabroso chocolate caliente por las mañanas y un aromático champurrado por las noches”





 


 


AQUELLAS FELICES NAVIDADES

 


José Manuel Frías Sarmiento


El mundo, nuestro mundo, ya no es como cuando éramos plebes de rancho, mostrencos y felices, allá en El Aguaje. La felicidad, en aquellos tiempos era fácil de conseguir para quienes teníamos tan poco, que lo poco siempre nos parecía mucho. Un paquete de galletas Marías, una lata de jugo de manzana, una pistola de cartera negra con tres rollitos de petardos rojos, una corneta tricolor, un pirulín tan dulce y pegajoso que durábamos horas para terminarlo de saborear; y para las niñas, las consentidas de la casa, su indestructible muñeco pelón de plástico tan duro que, para la próxima Navidad, ahí andaba rodando, tuerto, manco de un brazo o mocho de una pierna. Ah, pero si en casa de los pobres, la de nosotros pues, había un poco más de dinero, no faltaba un carrito con redilas de lámina, un pontenis y un apestoso globalón. Eran tiempos en los que la Navidad se escuchaba en las mañanas con pitos de cornetas, golpes del pontenis y plebes que pateaban pelotas y corrían felices y contentos, sin parar. Las casas olían a buñuelos, se tomaba un sabroso chocolate caliente por las mañanas y un aromático champurrado por las noches; los arbolitos brillaban con luces multicolores y todos parecíamos disfrutar de vivir una época sin igual. A ricos y a pobres nos gustaba la Navidad. Aunque no tuviéramos iguales recursos, el espíritu del Niño Jesús, trabajaba y ponía sonrisas en los rostros y esperanza en los corazones. Ahora, ya no es, ya no se mira, ya no se siente así la Navidad.

Los yoyos gruesos y de cuerda larga, los trompos de madera y punta de clavo filoso, las loterías y los juegos de té, ya no salen de los empaques brillosos que adornaban el pie del Árbol de Navidad que, en mi casa, allá en el rancho, era un arbusto de Brasil o de casiguana adornado con aquellas extensiones de luces rojas, azules, blancas y amarillas, con foquitos filosos y puntiagudos que picaban los dedos y enredaban la extensión hasta el punto de no poderla extender por completo, y así nomás la colgábamos en las ramas del arbolito cortado ese mismo día en la lomita cercana al arroyo de El Aguaje.

Mi madre, Doña Rosa, que en octubre cumplió 96 años y Dios nos las conserva muy bien de salud, se levantaba tempranito para empezar a preparar la masa para los infaltables buñuelos que, a veces, enriquecía con ralladura de cáscara de naranja, para darles un tenue pero rico y diferente sabor; las tortillas de harina, aún sin cocer, las extendía en manteles sobre tarimas para que tomaran la consistencia adecuada y, al freírlos, salieran del sartén hirviendo de aceite, crujientes, doraditos y con el añorado sabor de aquellos buñuelos de rancho, que no se parecen pero para nada a los tan de moda, hoy en la ciudad, buñuelos de aire. Hasta el azúcar de los buñuelos en El Aguaje, sabía distinto a los que hoy venden en el Agua Miller, o los que por Facebook y en las tiendas de las colonias ofrecen doblados como si fueran moños y empalagosos de miel o de Nutella. Nada que ver ni oler con el aromático jarabe de panocha cuadrada o el cónico piloncillo con canela y clavo de olor, en el que los trozos de buñuelos se trocaban en el más exquisito de los manjares rurales y campiranos.

Esos escenarios navideños ya no existen más que en la memoria y en el recuerdo de quienes añoramos, con intensa y prolongada nostalgia, aquellos tiempos de nuestra pobre pero tan feliz niñez, escuchando los relatos de espantos y aparecidos que, por las noches, a los adultos les gustaba contar y que a nosotros, plebillos espantados y temerosos, nos llenaban de miedos imaginarios, pero que ni a fregazos nos quitaban del grupo en el que tantos fantasmas, mujeres de blanco, manos peludas y gallinas con pollos deambulaban de uno a otro relato de terror.

En El Aguaje poco se cantaban los villancicos y muy de vez en cuando se oía reír el ¡Jo Jo Jo! de Santaclós, pero a todos nos llenaba de ilusión que el mítico personaje nos trajera los regalos que, con esperanza, pero con resignada resignación, le pedíamos en cada Navidad. Que no se cantaran Villancicos, no quiere decir que no hubiera el jolgorio natural de la Navidad, pues había bailecitos pequeños, alumbrados con cachimbas de tractolina y amenizados con tocadiscos de pilas Ray- o- Vac; pequeños tocadiscos que desplazaban a los otros que utilizaban discos de 78 revoluciones, por unos más ligeros de apenas 45 revoluciones, cuando ni en sueños imaginábamos que ambos dejarían de existir para dar paso a las nanotecnologías musicales de las USB y de las bocinitas ligadas al internet, en un rancho en el que ni siquiera asomaba la punta ninguno de los cables de alta tensión que hoy llevan energía eléctrica por allá.

Las fogatas nocturnas eran otro de los alicientes de la Navidad de antaño; un montón de leños ardiendo, con flamas iluminando los rostros alegres y platicadores, a la vez que irradiaban el calor a los cuerpos y espíritus reunidos para departir y convivir en armonía verdadera, era una escena que, por desdicha, ya no se mira ni siquiera allá en esos ranchos de nuestra niñez, en los que las pavesas de las brasas llenaban de ceniza las historias del Niño Dios que una Noche Buena, hace más de Dos Mil Años, bajó a la Tierra para salvarnos del Pecado Original cometido por Adán y Eva; después que el Paraíso dejó de serlo por acciones mal intencionadas que, por desgracia, todavía se siguen cometiendo en este Mundo que, cada vez más, se aleja de la cordialidad humana y nos convierte a unos en defensores de los malos actos realizados por los otros. Estamos, en medio de tanta zozobra existencial, como en espera no ya de los regalos materiales, pobres o fastuosos, sino en espera del mayor regalo que puede ser la Seguridad familiar y la Estabilidad personal que hemos perdido por los que se obstinan en arrebatar a los otros, lo que, con esfuerzo, con cariño y con ética social hemos logrado construir.

Ya no creemos casi en nada de lo que antes alegraba nuestras vidas, ahora los niños piden regalos que a sus padres les cuesta mucho comprar para tenerlos contentos; y, entonces, se endrogan para conseguir el celular, los tenis, la ropa de marca, o los viajes y fiestas fuera del presupuesto familiar, sin que a los hijos e hijas parezca importarles un comino la angustia y el desatino de sus padres para que Santa Claus les traiga su Feliz Navidad, y el 25 verlos alborozados y aburridos, romper las envolturas, tomar la foto para el Feis, el video para el Reel en el Instagram y luego ponerse a pensar qué más les pueden pedir a sus agobiados y manipulables papás.

Sí señor, la Navidad ya no es lo que antes fue. Ni miro padres interesados porque vuelva a serlo. Todos parecen andar con premura, acuciados por una incesante rapidez que les impide pensar con serenidad y saborear con deleite los escasos instantes de paz y de felicidad que estas fechas deberían de significar. Pero no es así. Tengas o no tengas, el rumbo es igual; porque, aunque no se viva con las mismas penurias económicas, en lo moral, familiar y social, en lo esencial, en lo que nos da carácter de humanos, todo es igual; ahora prima la individualidad enajenante de una comunicación social tergiversada en estados con historias que desaparecen o dejan de significar en cuanto se miran, para pensar en cuál es la siguiente o en cómo superar la de la amiga que ya les supera en miles likes y emojis mudos que todos los piensan comunicativos; tal vez lo sean en su aspecto gráfico e icónico, más no en el auténtico sentimiento personal. Ya no hay música de rondallas con los clásicos y tiernos villancicos navideños, ya ni siquiera Rodolfo el reno, cantado por los tremendos Tigres del Norte, llama la atención como para tocarlo a todo volumen en la Tacoma o en la bocina de la posada, ¡vamos, ya ni las méndigas posadas son las que antes fueron!

Y si en la Familia se ha desvanecido la navideña ilusión, pensaríamos, algunos ilusos educadores, en el nicho cultural por excelencia que redimiría esa estulticia y recobraría la tradición para volver a los tiempos felices que a los profesores les tocó vivir. Sí, pues, hablo de la Escuela, de la Universidad y de las Instituciones Formadoras de Docentes, éstas últimas, junto con las escuelas de educación básica, deberían de ser el último reducto cultural para detener y resarcir el deterioro de tan bellos y educativos tiempos de aquellas navidades que a nosotros alguien propició que disfrutáramos. Pero no, tampoco es así. Y no siendo así, la batalla y la guerra por completo, empezamos a perder.

Y no sólo no son los tiempos iguales, sino que a las personas les cuesta hablar de la Navidad, no ya del Niño Dios convertido en Hombre, sino simple y sencillamente, en el Espíritu Navideño, que nos concita a reunirnos, a convivir en alegre tertulia fraterna para cantar y bailar por el puro gusto de estar con la gente que sentimos nos quiere y a quienes nosotros queremos de verdad. Pero no, no es del todo así. Ya las familias no se reúnen, y si lo hacen afloran los rencores y las chifletas dichas como en broma que calan por lo dicho y por el tonito en el que se dice. La bronca empieza desde que se escoge el lugar de la reunión “familiar”. Cada quien sabe a lo que me refiero y, por ello, me salto la descripción. Luego viene el menú y la aportación que a cada quien le corresponde dar. Que si una es vegana, que si el otro es carnívoro, que si aquella nomás quiere lasagna porque presume que le sale muy bien, que si al otro le vale queso lo que sirvan pero que se coma con tortilla y no con los méndigos cuernitos del walmart… Todos sabemos, porque lo hemos vivido, las trifulcas y las caras serias en las reuniones de Navidad y de Fin de Año, cuando son varias las familias de hermanos que intervienen en la organización y en la toma de decisiones para tan esperado y temido convivio familiar. Si eres un plebillo ni te das cuenta, si estás en la adolescencia tampoco lo sufres, porque a las 12 pelas gallo con tus compas o a la casa de tu novia. Pero si eres padre o madre que cuida la “unión familiar” establecida por los abuelos, sabes bien de lo que hablo y seguro, en este momento, estás en esos aprietos de quedar bien a fuerzas.

Pero, ¿por qué si somos pobres batallamos menos para disfrutar la Navidad? ¿Por qué si tenemos tan poco lo gozamos más? ¿Será por eso? ¿Por las pocas opciones que tenemos para escoger y decidir que nuestra voluntad se pliega a lo que hay, sin respingos absurdos y enconados? Y, entonces, cabe una observación que va muy bien con el origen primigenio de la fecha y del hecho que se festeja. Entre más pobre es la casa y menos cuantiosas sean las viandas, como que se disfruta y agradece más la comida y la compañía. ¿No se han dado cuenta que algunos de los que más tienen, a veces, regatean más los estipendios para hacer de esa noche la más linda, amena y memorable de las reuniones familiares? ¿No le regatearon, acaso, los pudientes de aquella época, a la Virgen María y al Señor San José, un albergue para que naciera Jesús? Y pareciera que tanto el regateo por apoyar económicamente, como el distanciamiento en el afecto y la cordialidad humana, siguen impidiendo que hagamos de la Navidad un momento especial para convivir en familia, para hacer de estas fechas unos momentos de paz y de hermandad, esa paz que las balas y los insultos, junto con los desprecios, destruyen hoy con tanta facilidad o con tanta cotidianeidad el Mensaje de Amor que aquel niñito, en aquel pesebre humilde trajera, con su sola presencia, para todo el mundo.

Por eso, en estos convulsos tiempos de mortal pandemia, en estos momentos en los que no podemos abrazarnos con la calidez de hace poco, valdría mucho la pena hacer un esfuerzo por querernos y mirarnos como hermanos. Porque, por desdicha, en varias familias, hay quienes miran con mayor afecto y cariño a otros que no son de su sangre, pero que los quieren más y mejor que sus propios hermanos.  Y no es que no haya amigos leales y dignos de ser queridos, todos, por fortuna, contamos con esa presencia que tanto nos consuela y nos alegra la vida, como la de unos pocos amigos de verdad, que casi los vemos y sentimos como si fueren nuestros hermanos; a despecho de los hermanos de verdad que miran con resentimiento y con envidia al desear lo que a su hermano Dios y su talento les proveyó. Estamos en un mundo en el que ya nada es seguro ni para siempre. Ni el dinero, ni los puestos, ni la misma vida que muchos creen tener asegurada.

Por eso digo ¿Qué tal si, por un momento, por una noche, por una semana, volvemos a ser los niños de antes que corrían con sus hermanos montados en un palo de escoba que semejaba el más brioso corcel? Aquellos plebillos de El Aguaje que disfrutaban de las tortillas, recién salidas del comal, desbaratadas y revueltas en mantequilla calientita, antes del desayuno con frijoles refritos y queso derretido. ¿Qué tal y regresamos al pasado para hacernos bola alrededor de la mesa y comer los buñuelos azucarados o desbaratados en el jarabe que nuestra madre nos preparaba? ¡Qué tal si a nuestros hijos les compramos carritos de madera y les enseñamos a hacer teléfonos con botes y piolas de cáñamo, para que se comuniquen de verdad y dejen de simular conversaciones en celulares que solamente los alejan de su propia familia? ¡Qué tal si en las escuelas volvemos a las posadas de verdad, con los cantos de los acompañantes de la Virgen pidiendo un lugar para pernoctar y los cantos de rechazo de los caseros, para luego, todos en comunión, darle de palos a la piñata de los pecados y de las tentaciones, hasta romperla con la fe ciega de la devoción por el amor del Niño convertido en Dios, que bajó del Cielo para redimirnos de tantas acciones y pensamientos negativos que albergan nuestros corazones? ¿Qué tal y le damos una oportunidad a la Paz, al Amor y a la Solidaridad? ¿Qué tal y volvemos a ser felices como lo fuimos antes? Aunque sea por unas horas nada más.

Comentarios


Estimados lectores, estamos en vísperas de celebrar un año más de que naciera el Niño Jesús. Debiera, por eso nada más, de ser una fecha para festejar con alegría junto a todos los seres humanos de la Tierra. Y más grande sería la fiesta si la disfrutáramos en familia, como lo hacíamos antes, cuando éramos pequeños y nuestros padres se afanaban porque, por lo menos ese día, sintiéramos que todos nos querían de verdad. Y nosotros devolvíamos incrementado el cariño que el amor del cobijo familiar a todos nos era prodigado, en cada buñuelo degustado, en cada regalo recibido y en cada uno de los abrazos que nos eran dados con un cariño sincero de verdad.

La nostalgia nos invade y el recuerdo vuela en retroceso, como para desandar los caminos que nos han robado esa felicidad que hoy, a partir de hoy, cada quien podemos recuperar prodigándola a quienes comparten su vida con nosotros.

Por eso, queridos amigos, deseo que tengan y propicien una muy Feliz Navidad y que sus corazones recuperen el sosiego para superar los tiempos tan difíciles que hoy nos toca vivir, distanciados, enmascarados y en reclusión.

¡Feliz Navidad a todos los que nos leen, a los que nos comentan… y a los que no, también!

Su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Mayra Zazueta dijo…
Feliz navidad mi estimado Maestro!!! Que hermosos recuerdos, soy de esa época de la que narra tan amenamente, me hizo recordar, reír y ante todo confirmar, que nos toca desde nuestros hogares hacer, todo lo que esté a nuestro alcance, ánimo y amor a la tradición, para que prevalezca viva en nuestros corazones y en el de los que amamos. Que el amor, la paz y la prosperidad, reine en sus hogares.!!!!Abrazos.Maira Zazueta.
Gracias, Maestra Maira, la idea es remover un poco al subconsciente para que aflore el sentimiento adormilado y volvamos a intentar ser como éramos antes, al menos en las épocas Decembrinas, que tanto se prestan para ello.
Gracias por su lectura y por su comentario.
Un abrazo y mis amplios deseos para que disfrute la próxima Navidad.
Su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Me hizo recordar mis navidades, cada palabra que leía sacaba en mi una sonrisa más y más grande, como con lo mucho o poco que tuviéramos de pequeños éramos los más felices. Felices fiestas maestro
Marcelo Tolosa dijo…
Excelente redacción Master Frías. Disfrute cada etapa de su texto que describió con lujo de detalle desde cuando se disfrutaba plenamente, hasta los vicios actuales que han hecho perder esa magia.

Así es. Sin duda estos últimos dos años nos han abierto los ojos. No hay tiempo que perder, porque sabemos lo frágil que es la vida y lo rápido que se va. Entonces, habrá que agradecer, disfrutar y apreciar con el simple hecho de estar vivos y poder gozar a los que nos rodean. No se pide mas.

La mando un saludo y FELIZ NAVIDAD a toda su FAMILIA. Que la pasen muy bien.
Nahidy, gracias por leer y ser compatible con mis recuerdos de las navidades de antes, más alegres que las de hoy.
Feliz Navidad y que el próximo 2022 te convierta en una exitosa escritora universitaria. José Manuel Frías Sarmiento

INGENIERO TOLOSA, ser empático es una virtud que los humanos deberíamos de cultivar hasta que la paz y la armonía fueran el rasgo distintivo de la sociedad.
Me da gusto que mi relato le sea coincidente y le reafirme la decisión de buscar la paz y el afecto entre los que poblamos este planeta. Un abrazo y FELIZ NAVIDAD para Usted y la gente que le quiere. Su amigo José Manuel Frías Sarmiento
Termina el texto con magistral encuentro: ¿y qué tal si s volvemos niños un día, una semana...?
Niños de nuevo, la invitación a hermandad que nos acobija, no solamente en tiempo de Navidad. A querernos, intentar abrazarnos uno mismo, reconocer al dar infinitas gracias por Ser y estar. Por agradecer TODO. Lo bueno y no tan bueno.

Al Blog Cuento y relatos por la gran oportunidad de permitir que la lectura y escritura sea un majestuoso encuentro entre personas encantadoras que se da el valioso tiempo de leer y comentar. Eh ahí, Frías Sarmiento parte la alegría que nos envuelve para reflexionar, valorar, y sobre todo silenciarse con mente, cuerpo y espíritu ante los hechos ocurridos por el bicho que llegó sin avisar, transmutándose.

Maestro José Manuel, La Navidad seguirá siendo, a como la vivió. Similar a la vivida por Usted. Gracias por dejarme transportar y vivirla como: ¿y qué tal si nos volvemos niños ...? ¡Claro que yes!

¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo! Para todos.

Gracias! Le envío el cálido abrazo estimado José Manuel.
Estimada Maria Luisa, Ser lo que debemos ser es difícil, y Ser lo que anhelamos y otros esperan que seamos, es más difícil todavía. Pero entre que Somos lo que deseamos y lo que deberíamos de ser, sería bueno empezar a Ser como de verdad podemos Ser. Ser buenos con los demás, Ser amables y solidarios, Ser buenos aprendices y mejores educadores, o, sólo Ser los seres humanos que una Sociedad en Armonía requiere para vivir en Paz y con Tranquilidad. Y eso es fácil, si dejamos de envidiar puestos, fortunas y poder; si nos afanamos en ayudar a que los otros encuentren su camino y su modo de expresión.

Y estas fechas son idóneas Para comenzar con esa nueva actitud

Feliz Navidad. Tu amigo José Manuel Frías Sarmiento

Miguel_Ángel dijo…
Estimado profesor, cuantos recuerdos para quienes nos criamos en un rancho y extrañamos esas navidades, sin duda el sentir esa ilusión esa alegría que solo un mono del santo todo tieso nos lo podía dar, unas canicas y era lo máximo, ah cuanta felicidad con tan poco, profesor le mando un fuerte abrazo y gracias de nuevo por evocar ese pasado tan maravilloso, un pasado que añoramos pero que jamás volverá.
Amigo Miguel Ángel, tiene razón, es difícil que vuelvan esos tiempos, por eso hay que dejar constancia de ellos con nuestros relatos, para que la raza nueva sepa que se pudo vivir de manera más amable y sin tanto sobresalto en el diario trajinar.
Saludos y sepa que se le extraña en el afecto y en el Blog
¡Feliz Navidad!
Un abrazo, su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Anónimo dijo…
No pues me hizo llorar, tal vez a mi si me toco un muñeca pelona pues mi padrino se acordaba de mi, pero lamentablemente mis hermanos no le toco esa suerte así que lloraban. Ya no sabía si yo me merecía ese regalo pues me dolía ver a mis hermanos llorar. Buenas tardes maestro que hermoso recordar esos momentos que en muchas partes ya se perdieron ya una tasa de chocolate. Gracias por compartir ese detaye por que sigue siendo algo que a muchos nos llena de alegría, el recordar nuestros momentos de felicidad o por que no a veces tristeza. Un fuerte de abrazo.
Muchas gracias por tu comentario, pero lástima que no sepa quien eres, pues no pusiste nombre. Sólo sé que te gustaba tu taza de chocolate y tuviste un mono de plástico. Saludos y gracias por leer y comentar. José Manuel Frías Sarmiento
Anónimo dijo…
Hola Frías eres grande con la pluma, el papel y las ideas. Te digo que, afortunadamente yo viví ese tipo de Navidades. Todavía recuerdo los buñuelos que hacía mi mamá y los juguetes que yo hacía con trozos de madera, botes de jugos, piolas, fichas de botellas de refrescos y otros materiales reciclables para hacer sumbadores, teléfonos alambricos, trompos, para mis hermanos. Sillitas y mesitas de comedor para las muñecas de mis hermanas y..., todo porque en Badiraguato por esa época no llevaban juguetes a vender. Que tiempos aquellos, hoy se ha perdido esa magia.mejor ahí le para de contar porque me voy a soltar llorando a grito abierto y espantare a los vecinos.
Te deseo una feliz navidad y próspero año nuevo, aunque con la pandemia no creo que ese buen deseo cristalice.
Tu amigo Profr. SAPIENS
Lupita Cuevas dijo…
Feliz navidad maestro para usted y su familia.
Me encanto leerlo, me trajo tantos recuerdos de mi infancia la emoción con la que esperaba aquellas navidades poner el pino con los foquitos puntiagudos, por los regalos aunque fuera juego de te, una muñeca, no importaba ni el tamaño del regalo, ni el presio, sin duda lo mejor era compartir en familia esa fecha tan importante. Saludos
Estimado maestro, disfruté mucho su nostálgico relato, sobre las antiguas Navidades que ya no volverán, al igual que muchos otros usos, costumbres y cosas del pasado.
Muchas gracias por compartir sus historias y cuentos. Que tenga una muy feliz Navidad, en compañía de su familia.
Laura Trujillo dijo…
Que momentos tan lindos me hizo recordar y volver a vivir, siempre he añorado esas navidades donde nos reuníamos todos y reíamos sinceros esperando los regalos que aunque no fueran los más caros eran los mejores. Siempre he dicho que las navidades ya no son las mismas y a uno como madre le pesa que sus hijos ya no puedan vivir esas fechas como lo hicimos nosotros, ahora son historias que les cuento a mis hijos y ellos se emocionan y ven a la nada imaginando tan dichos momentos que ya no volverán. Antes corriamos y bailábamos bajo la luz de ña luna esperando que dieran las 12 y abrazarnos sin miedos y preocupaciones, hoy suenan los balazos suenan antes de dar las 12 y antes de abrazarnos corremos a refugiarnos por miedo de una bala perdida. Las hermosas fechas del año ya no son las mismas, cada vez se va perdiendo un poco más.
Maestro yo deseo que esta navidad y próximo año nuevo sea feliz y tenga salud junto con su familia, ese es el regalo más codiciado, el que no tiene precio y el que yo deseo para usted y los suyos... un gran abrazo
Lupita Cuevas, José Luis Rodarte, muchas gracias por coincidir con la nostalgia de mi relato y por compartir un espacio de lectura.
Laura escribir es otra forma de vivir y de recordar lo bonito y bueno de la vida. Y me da mucho gusto compartir escenarios con personas como ustedes a las que también les apasiona leer y escribir
Saludos y una Feliz Navidad
Su amigo José Manuel Frías Sarmiento
G Moreno dijo…
Maestro Frías, repasando un poco los contenidos de este hermoso espacio, me encuentro con este bello relato y reflexion sobre la Navidad y las costumbres de antaño. La pérdida de los valores originada por una indiscrimidad volatilidad del verdadero ser. El irracional uso de las tecnologías que en lugar de acercarte como unos piensan, nos aleja.
Me identifico mucho con sus forma de escribir y la intención que le imprime a su inspiración.
Somos de la vieja escuela, de las viejas costumbres, de otros tiempos que, ojala el sistema educativo en Mexico diera prioridad al rescate de los valores basados en el amor al prójimo.
Saludos Cordiales Maestr Frías.

Su amigo, Gilberto Moreno.

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