“Ella no habla, no entra a mi cuarto, tampoco toca mis pies, pero me asusta, porque cuando algo te va hacer mucho daño, ni siquiera parece ser capaz de ello”
LA NIEBLA Y LA PUERTA
Dania Adilene
Gutierrez Moreno
Quiero explicarme,
pero no puedo, y es que es tan difícil hablar consigo mismo cuando ya no se es
una niña. Me consume una profunda sensación de perdición que me lleva de la
mano a no sé dónde. Invento de mi cabeza o estrés absoluto. Cada noche la
niebla se posa en mi puerta y, sin tener manos o voz, me invita a ir con ella.
Primero las voces, los llantos por las noches, un llanto que esconde algo
oscuro y tenebroso. Las pesadillas nocturnas. Esa mujer que me persigue. Y en
el fondo de mi mente siento que es un sueño y con profunda fe me digo a mí
misma: “Tranquila, pronto vas a
despertar, no va doler, de verdad”. Pero, al levantarme, el cuarto se
siente extraño, como si hubiera alguien más en él; mis brazos y piernas duelen
como si realmente hubiera corrido, pero la verdad es que jamás me levanté de mi
cama. No es mi casa, tampoco mi cuarto, soy yo que los he llamado sin
recordarlo. Y allí está cada noche la niebla. He comenzado a acostumbrarme a
que esté allí, como una vigilante nocturna, me levanto, la observo y vuelvo a
dormir, la niebla es nueva.
Todo comenzó hace
años, en otra casa, con otras personas, con un pasillo largo y oscuro y sólo
una lámpara en la mano, con la conciencia limpia porque, en ese entonces, yo no
conocía el miedo; conocía la libertad que conoce una niña, el juego, los dulces
y la risa, recuerdo bien caminar, pero no recuerdo el porqué, y mirar a lo
lejos a un hombre alto, muy alto, muy parecido a mi hermano; también recuerdo
haberle hablado y, con un movimiento extraño, giró su cabeza a un lado, siguió
caminando y al cruzar el ultimo marco de la puerta desapareció. Entonces supe que no había nadie
en la casa más que yo; o, al menos. él me acompañaba.
Allí comenzó esta
historia rara, donde parece que algo más al fondo de la vida me persigue en mis
sueños, en los momentos en los que me encuentro sola. Cuando menos lo espero,
allí está. Es una risa infantil plagada de algo malo, como si fingiera ser algo
bueno. Las manos tocando mis pies. Las voces, entre medio de estar dormido y despierto
y una voz amable que me dice “Te estoy
mirando, pero tú no puedes verme, cuando duermas muy profundo te vas a morir”.
Una vez tras otra, hasta que llegó la niebla y se quedó allí. Ella no habla, no entra a mi cuarto, tampoco toca mis pies, pero me asusta, porque cuando algo te va hacer mucho daño, ni siquiera parece ser capaz de ello. Así es esa niebla espesa. Ni siquiera causa frío, sólo es una gran intriga. Tampoco puede llevarme, en realidad, yo me voy con ella. Ya otras veces me ha pasado y la he observado, he mordido mis manos para comprobar que no es un sueño, pero es verdad. He querido cruzarla, pero no sé a dónde me llevará. Lo que más miedo me da es no saber si podré irme con la condición de regresar. La vida me ha dado tanto y jamás ha llenado mi curiosidad. Pero cada noche, en mi puerta se posa la niebla irreal y me promete todo si la acepto y me atrevo a cruzar.
Comentarios
Felicitaciones, tu amigo, José Manuel Frías Sarmiento