“Entonces entendí que Yo, La Muerte, ya no podía ser la muerte, porque ahora comenzaba a sentir, a querer, a pensar, a soñar, inclusive a dormir”







LA MUERTE ESTÁ VIVA

 

Dania Adilene Gutiérrez Moreno

 

Y allí estaba, sentada en mi trono. Mi trono, el mismo de siempre. Hecho de piel con viseras, mirando al cuarto de almas, en el que están las luces de todo el mundo, de todos los países, de todas las edades. Siempre lo mismo. Debo admitir que mi trabajo se ha vuelto obsoleto, rutinario y pesado. Antes trabajaba con reyes y emperadores que morían en batalla, con honor; amantes que morían por amor verdadero; y también, claro, los que morían por viejos, con ellos todo es muy fácil, no hay que hacer ningún papeleo, y ya están esperando el viaje. Pero, hoy en día, mueren por todo. Se suicidan porque les rompen el corazón o porque no sacaron 10 en mate. ¡Ay, es tan patético! Pero, bueno, es el trabajo y qué podemos hacer. Todos los días matan, descuartizan, rafaguean, ah y los mejores son los que mueren en accidentes que ellos mismos provocaron; y todavía me preguntan que si porque están aquí, la negación es la peor parte, se ponen tan mal, lloran y gritan porque quieren despertar. Es curioso, si eso fuera un sueño yo no estaría allí, no suelo ir a esas banales fiestas, yo voy a los cataclismos, guerras, ¡Esos sí son eventos! Bueno, creo que el trabajo llama. Ahora me levanto de mi pedestal, camino sobre el puente que separa el cuarto de las almas de mi féretro. El puente es negro, hecho de huesos quemados, debajo de él hay un rio de agua salada, pero no es simple agua salada, son lágrimas, las lágrimas de todas las personas aún están vivas en el mundo. Es más curioso, pero ahora está en sequía, no porque nadie llore, al contrario, la gente es más infeliz que nunca, sino porque muere tanta gente, es demasiada, a ese ritmo se reproducen, pero ése ya no es mi trabajo, mi trabajo es matarlos; pero ya no es lo mismo, no no, no sé en que acabara esto.

Al cruzar el puente hacia el cuarto de almas todo era normal, por un lado, vi a unas japonesas que estaban matándose, creo que era por una mala nota, puse mi mano en mi barbilla y acomodé mi cabeza por el aburrimiento; después, miré a unos muchachos siendo torturados; -esto no es ninguna sorpresa. Seguí observando a las almas colapsar, hubo algo que llamó mi atención, y eso era rarísimo: otra escena de muerte por descuido, un clásico entre las madres jóvenes o con muchos hijos, era una bebé subiendo por unas escaleras, nada del otro mundo, la bebé tenía entre ocho o nueve meses, con el cabello negro, la piel blanca, bastante regordeta, seguía subiendo y subiendo… Incluso, tuve que asomarme hacia los lados para verificar que no hubiera algún querubín a punto de interceder, no había nadie, creo que ésta es toda mía, entonces pasó, sentí que mi trabajo venía a mí, saque mi hoz, la agité hacia la luz de la bebé, pero algo en mí tambaleó, sólo la rocé, ligeramente tropecé en el intento. No es lo mismo los primeros dos mil años a estas alturas de la eternidad, pero Yo, La Muerte que ha visto nacer al mundo y próximamente lo verá desaparecer, tropezó; me levanté inmediatamente, me sacudí y puse mi túnica en su lugar cubriendo mi rostro y volví a mi trabajo. Cuando miré el alma flotar, ella cayó, quizá no fallé por completo, estaba allí tendida en el suelo, con un mar de sangre, había personas a su alrededor agitándola. Sentí alivio, mi trabajo no falló, nunca ha fallado y nunca fallará, dije con orgullo y emoción; cuando, de repente, escuché un sonido, alguien había entrado aquí, pero cómo, nada en todo el Universo puede entrar aquí más que yo, comencé a enfurecer, agitando mis manos por doquier salí del cuarto de almas buscando al intruso, lo haría pagar, sentiría toda la ira del universo, pero cuando encontré al intruso, me morí de risa, era aquella bebé, que yo había encaminado al otro mundo. Estaba sentada debajo de mi pedestal, golpeteando el suelo con una mano, me acerqué a ella cuidadosamente y ella me miró, fue un momento extraño porque nunca me había acercado a ningún ser humano, solo había tocado su alma, lo más profundo de su ser, lo más íntimo, yo conozco los verdaderos sentimientos humanos, esos que ocultan para pasarla bien en la vida, conozco todo, y la conocía a ella, aun no tenía ni una pisca de maldad, sólo inocencia; comenzó a dar brinquitos y a levantar las manos, como si quisiera que la sostuviera, algo en mí estaba muerto, bueno, es lo más lógico, soy La Muerte, pero sentía una leve emoción, me agaché, me saqué los guantes, dejando lucir mis manos, delgadas y largas, con uñas color carmín en punta, la tomé despacio y la sujeté frente a mí, comenzó a llorar, tenía miedo estaba totalmente cubierta con mi túnica, acerqué mi cabeza a ella y con sus pequeñas manitas bajó mi túnica de mi cabeza, y entonces sonrió al mirar  mi cara. Que no es como siempre han creído ¿Qué pensaron, que eran puros huesos sin carne? ¿O que tengo cara de susto? ¿Qué la niña se quedó muda del miedo? Para nada, en realidad, mi verdadera cara es menos espeluznante, muy parecida a la suya, pero, claro, más hermosa, pues qué esperaban, soy La Muerte. Tengo un par de ojos color purpura, mucho más bellos que los de esa Elizabeth Taylor, muy amiga mía por cierto; tengo piel blanca, he pensado en broncearme, pero es difícil, saben, no hay como que mucha luz por acá; bueno, como les decía, tengo una nariz, una boca, cabello largo color rubio y, por supuesto, orejas, si no cómo escucharía los lamentos. Era tan suave su piel, olía muy bien, no pude evitar marcar una sonrisa en mi rostro, ¿una sonrisa? ¡Qué estaba pasando! Dejé a la bebé en el suelo y corrí hacia el cuarto de almas. Todo seguía igual. Sentí una presión en mi pecho, como si un lado casi humano despertara en mí. No podía dejar que la bebé muriera. Era mi trabajo, tenía que hacerlo, pero, por primera vez en toda la eternidad, no quería. Saqué mi hoz, puse mi brazo, corté un poco en él, dejando salir mi sangre, muerta, oscura, con olor a azufre y la dejé caer sobre el alma de aquella bebé. Salí corriendo hacia mi pedestal. Ya no estaba. Señal obvia de que había vuelto. Me senté en mi pedestal a pensar en lo que había hecho. ¿Qué me estaba pasando? Soy La Muerte, mato gente porque eso debo hacer, pero no sé qué marca pueda dejar eso en esa alma, en esa vida. Respiré profundo y me dije a mí misma que no pasaba nada, todos los días iba hacia mi trabajo evitando ver a aquella bebé; por alguna extraña razón me sentía sin ánimos, vacía, algo en mí ansiaba verla. Al fin, no pude resistirme y fui hacia ella, ya tenía 10 años, era enorme, sana y hermosa, me sentí feliz, sentía un gusto inexplicable por una persona inexplicable, después me sentí fatigada, caminé hacia otro de los cuartos, en el cual descansaba, había nubes esponjosas color rojo, en ellas me recosté, quitándome los guantes, la túnica, y todo mi disfraz de eminencia espiritual; recosté mi cabeza, cerré mis ojos y dormí. Nunca había dormido. Puedo hacerlo, pero siempre tengo energía para mil décadas más. La última vez que dormí fue un caos enorme, pero ahora no lo seria, el mundo ya había tenido demasiada acción por mi parte. Cuando abrí los ojos, todo seguía igual el cuarto del mismo color gris, el puente con lágrimas seguía salado, todo igual, me asomé al cuarto de almas, pero en ese momento, un alma se desvaneció sin que yo la tocara. Estaba en shock, nada en el Universo puede hacer eso más que yo, corrí a tocar el sitio, agité mis manos buscando al culpable, al que me ha robado mi lugar, para mi sorpresa ya no era la bebé que traspasó el umbral de la muerte, el que nadie traspasa, ya tenía 16 años, y, al parecer estaba enojada, muy enojada con otra jovencita, y entonces la mató sin ponerle una mano encima, con sólo quererlo. Ésa era la consecuencia, sabía que las habría. ¿Qué hacer ahora? Tenía la manera de acabar con todo a su paso, pero lo peor era que no tenía sentimientos, no tenía nada, era más vacía que La Muerte misma. Intenté solucionar el problema. Saqué mi hoz, la agité en ella, pero ésta seguía intacta su alma, no podía matarla. Después de mucho pensar y pensar, decidí traerla hacia acá, quizá su con mi sangre la desvanecería y todo esto acabaría. La llamé en sus sueños, ella entró, no parecía sorprendida, es más se meneaba en el lugar con tal confianza que creo que jamás olvidó lo sucedido, camino hacia mí, me abrazó, yo me acomodé en ella, sentía una emoción extraña, me dejé llevar por algo que era nuevo para mí; de pronto, sentí algo brusco y frío en mi pecho, era mi hoz clavada en mí por ella, mi sangre salía a choros, sangre roja, fresca viva, me dolía, sufría, mientras que el rostro de ella era frío sin emociones, no parecía humana, parecía más humana yo; entonces entendí que Yo, La Muerte, ya no podía ser la muerte, porque ahora comenzaba a sentir, a querer, a pensar, a soñar, inclusive a dormir. Había acabado mi tiempo. Eso que los humanos toman como su limitante. Eso que para mí nunca fue nada y lo dejaba que siguiera pasando sin importancia para mí. Pero ahora era diferente… de pronto, era parte de los árboles, de la tierra, del viento y del tiempo que tanto limita a los seres vivos.

Comentarios


Dania Adilene, qué gusto, de verdad, me da el que colabores en este Blog. Siento gusto por mí, por ti y por los lectores que se maravillarán con los relatos que brotan de tu imaginación. Siempre te dije que eres una excelente narradora, con un tipo de textos no muy apegados a lo esperable en una jovencita, en aquel tiempo de los Talleres de redacción y ahora de una Licenciada en Educación. A todos, estoy seguro, les agradará tu escritura y estaremos pendientes y a la espera de tus próximos relatos.

Bienvenida y gracias por colaborar. José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Increible ! Muy bien Adilene. Se ve el talento para desarrollar una buena historia con creatividad e imaginación. Saludos!
Anónimo dijo…
Que hermoso!!! Me imagine a la muerte y que la niña podría ser su hija en la tierra jajja.. felicidades Dania y sigue así con el maestro Frias llegarán muy lejos tus relatos...
Anónimo dijo…
Que hermoso Dania,, saludos maestro Frias.. su enorme amor a la escritura... unos de mis mejores maestros en la universidad un placer ver sido su alumna... oigan y si, si es la hija de la muerte, y si la muerte anda aquí entre los humanos!!
Mayra Zazueta dijo…
Dania Adilene, me erizaste la piel, porque tu texto se siente tan real y hoy con tanta muerte, me la imagino imparable e insensible en su tarea. Gracias Maestro Frías por desarrollar tanto talento como Dania. Espero nos sigas deleitando con tus historias. Abrazos. Maira Zazueta.

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