“¡Vamos Sergio, tú puedes! ¡Adelante, Sergio, goléalos, detén ese balón, no lo dejes llegar, cabecea, patea! ¡Braaaaaaaaaaavo!”
¡ÉCHAME PORRAS, PAPÁ!
José Manuel Frías Sarmiento
¡Échame porras Papá! Así me dijo
Sergio Alexis cuando lo dejé en su escuela hoy en la mañana. ¡No se te olvide
que a las diez y media empezamos el partido y necesito tu apoyo para golear al
equipo azul! Es sólo un partido de futbol, pensé; pero luego recapacité que era
el primer partido de mi pequeño hijo de ocho años y que era él quien me pedía
un apoyo tan sencillo como echarle porras a distancia. ¡Cuánta dulzura y confianza
en esa petición! ¡Cuánta seguridad de que a su padre no le parecería ridículo
gritar eufórico en su trabajo: ¡Vamos Sergio, tú puedes! ¡Adelante, Sergio,
goléalos, detén ese balón, no lo dejes llegar, cabecea, patea!
¡Braaaaaaaaaaavo! ¡Así se hace Sergio, síguelos, levántate, corre, ¡GOOOOOOOOL!
de Sergio Alexis! ¡GOOOOOOOOOOL!
Mi trabajo, por fortuna, me permitiría que le gritara porras a mi hijo, pero mejor las escribo para que las lea cuando llegue a casa a comer; cuando me cuente las hazañas de su primer partido de futbol, cuando mire sus ojos brillantes y su expresión emocionada por los goles que metió o por los goles que falló. Ahora, en este momento, Sergio corre tras un balón pensando que su padre y su madre le echan porras a lo lejos, mientras su hermana de 12 años le grita desde la orilla de la cancha.
¡Cuántos niños, cuántos jóvenes carecen de un padre que los apoye, cuántos desearían unas porras, aunque fuesen a distancia! ¡Cuántos hijos anhelan la presencia y el cariño que los impulse a ser mejores! ¡A cuántos se les niega eso porque los padres ya no quisieron a su familia y se alejaron a formar otra con otra mujer! A muchos, sus padres se les fueron para siempre, unos muertos y otros alejados, para siempre, también, de sus tristezas y de sus alegrías. Esos niños y jóvenes no tienen a quien decirle ¡échame porras Papá! Ellos estudian y trabajan sin tener a nadie a quien presumirle sus triunfos ni a quien contarle sus desgracias; porque la desgracia mayor es ésa: no tener con quien compartirla. Hay quienes tienen mucho dinero y con él quieren moldear el mundo y la vida de sus hijos, sin percatarse que los moldes constriñen las ansias de crecer, o son demasiado grandes para llenarlos con las pequeñas perspectivas de los hijos que aún no conocen el mundo como sus padres, ni tienen la visión de futuro con la cual les han marcado el sendero de su vida por los años que les quedan por delante. Son padres que, sin ponerse los zapatos de sus hijos, les exigen que den los pasos que ellos dieron para llegar a ser tan exitosos como ahora son. Padres que no admiten rumbos distintos al camino que ellos recorrieron y que, aunque les cause zozobra a sus hijos, los obligan a caminar sin distracción ni salida lateral posible. Y, a veces, por eso, los hijos son los que se van del hogar para poner distancia de los padres que los ahogan con expectativas que sienten no poder cumplir. Pero, cuando inician su vida, cuando enfrentan situaciones diferentes, desearían, como Sergio Alexis, decirle a su padre ¡échame porras, Papá! Pero no les tienen confianza para pedirles un apoyo que saben no recibirían porque su Papá jamás apoyará lo que su hijo hace, simplemente porque no redituará en futuras posibilidades de ganar mucho dinero. Por eso aquí estoy echándole porras a Sergio Alexis, deseando que siempre me pida el apoyo a lo que haga. Ahora, es muy sencillo, lo sé; pero espero tener la claridad para entender sus planteamientos futuros y la capacidad para reaccionar de la mejor manera posible para él; aunque ello implique renunciar a las expectativas que, de seguro, iré formando para su desarrollo personal. ¡Ojalá y pueda explicarle mis intenciones y ojalá pueda entender las suyas para seguir echándole porras como ahora lo hago: ¡Braaaavo Sergio! ¡mételes otro gol, y compártelo con tu padre que te apoya lejos de la cancha en la que inicias uno de los tantos juegos de tu vida!
Comentarios
Es un texto escrito con cariño, no sólo para Sergio, aquel niño de ocho años que confiaba en su padre para que le apoyara y celebrara sus triunfos, por pequeños que éstos fueren; como los festejo y celebro hoy que ya corre por el mundo desarrollando su conocimiento y sus habilidades como Ingeniero Industrial; sino que lo escribo para él y para todos los niños que disfrutan a sus padres y, especialmente, para los que no tienen la dicha del apoyo de tan importante figura paternal y educativa.
Sergio, ahora, colabora con una Fundación Internacional que purifica el agua que beben los alumnos de escuelas primarias ubicadas en comunidades muy precarias, en México, en Cambodia, Tailandia, Costa Rica, Vietnam y en Filipinas; y hoy, como en su primer partido de futbol, vuelvo a gritar jubiloso y emocionado: ¡Bravo, Sergio, sigue trabajando para llevar salud y felicidad, a niños que, como tú, un día, más adelante, harán lo propio con otros niños de otras partes del mundo, cuando cumplan sus sueños, como Yuzbi, aquella pequeña de Aguascalientes, que probó el sabor del agua purificada por primera vez, con la Torre y el filtro que instalaron en su escuela.
Con el mismo gusto y satisfacción, ¡Felicito a todos los padres que quieren y apoyan a sus hijos, aunque éstos sean ya unos profesionistas y parezcan no requerir de nuestro aliento! Pero créanlo, ellos y nosotros, siempre agradeceremos y extrañaremos el abrazo y las porras de los padres atentos y amorosos.
Su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Saludos
Desde acá, del mundo terrenal atesoro lo que un día fue, para hacer posible hoy el ejemplo de sencillez que fue.
¡FELIZ DIA DEL PADRE!
P.D. Nunca es tarde para agradecer (a destiempo, que no nos limite)
Saludos.
Saludos
Gracias a nuestro maestro y amigo JM el Tal Frías, por abrirnos su corazón.
Salud en la Familia.
Saludos y gracias por leer y por compartir. Su amigo, José Manuel Frías Sarmiento
Un abrazo desde Los Mochis con mi afecto incrementado
Adán Apodaca