“Insisto en que los profesores aprendan a leer y a redactar bien; porque si ellos no saben hacerlo, tampoco podrán enseñarlo a sus alumnos”







LEER PARA REFORMAR

 

José Manuel Frías Sarmiento


Yo, debo decirlo, no soy profesor de primaria y tampoco he visto con detalle los nuevos planes y programas de estudio que se aplican en ese nivel educativo. Pero me parece que muchos profesores de educación básica tampoco lo conocen muy bien, y mucho menos los aplican como debiera de ser para educar bien a sus alumnos.

Mi percepción parte de la relación que tengo con cientos de alumnos de una licenciatura en educación que, todas las semanas y por dos o tres años consecutivos, han realizado prácticas docentes en escuelas de primaria y de preescolar; y en casi ninguno de ellos observo interés, o preocupación real y verdadera, por platicar y aprender de verdad acerca de los temas necesarios para una adecuada comunicación oral y escrita de los niños que tienen a su cargo.

Ante esta situación, me parece bien que la Secretaría de Educación Pública decida capacitar a los profesores de educación básica para que entiendan y asimilen el nuevo enfoque pedagógico. Alabo, también, la reformulación que harán de los nuevos Libros de Texto Gratuitos para incorporar contenidos y actividades educativas emergentes; así como la impresión y distribución de los Libros para el Maestro, con orientaciones didácticas para cada asignatura. Con esos cursos de capacitación y con esos libros, tomados y leídos con atención, yo creo que muchos profesores comprenderemos un poco de qué tratan las reformas y hacia dónde apunta el objetivo de la Nueva Escuela Mexicana.

Son muchas las áreas en las que se requiere capacitación, pero entre ellas hay una fundamental y urgentemente necesaria: Capacitar a los Profesores en Lectura y en Redacción. Porque podemos convenir, pero no aceptar, que los profesores no conozcan la historia de su estado y de su país, que no sepan nada de inglés, que ignoren un mundo de geografía y de ciencias de la naturaleza y que no atinen, por supuesto, a distinguir entre un polígono regular de uno irregular, y tampoco entender la diferencia entre uno equilátero y otro equiangular.

Eso se podría, más o menos convenir, pero lo que no podemos aceptar bajo ninguna circunstancia, es que los profesores de primaria no sepan casi nada de cuestiones gramaticales y de las más elementales reglas de ortografía; no debemos de aceptar que no sepan, por ejemplo, cuántas grafías y cuántos fonemas corresponden al abecedario; no podemos tolerar que ignoren los diferentes tipos del acento ortográfico y, menos todavía, que al escribir manifiesten su completa ignorancia del idioma español.

Y no hablo de oídas. En un semestre escolar, impartí una asignatura relacionada con la enseñanza de la lengua en el aula. Era un grupo de quinto semestre de una licenciatura de educación primaria, eran alumnos que habían hecho prácticas docentes por dos años en escuelas primarias y, por lo tanto, deberían de tener un elemental conocimiento básico del idioma que hablamos. Y más aún, si habían aprobado satisfactoriamente los cursos de español en primaria, secundaria y bachillerato, niveles educativos en los que se repiten, una y otra vez, saberes gramaticales que casi ninguno de ellos supo responder cuándo les apliqué un superficial examen diagnóstico, para saber por dónde empezar a facilitarles la comprensión de los objetivos o propósitos del curso. Y me topé con pared.

Para iniciar el curso, pregunté cuántas grafías tiene el abecedario, y las respuestas, en medio de un mar de dudas y de titubeos, fueron de 26 a 31. Luego inquirí por la cantidad de fonemas y ahí casi nadie se atrevió a decir una cantidad. Luego vino el acento ortográfico, las sílabas y los diptongos, las palabras agudas y las graves, y ahí empezaron a darse cuenta de que no sabían nada de lo que, se supone, enseñaban o miraban en las escuelas primarias en las que por dos años habían hecho sus prácticas docentes.

Para analizar los textos de la asignatura, les pedí que destacaran la idea central y escribieran una página con su opinión sobre lo que decía el autor. Además de que la mayoría no escribía completa la página, en lo poquito que redactaron encontré más de veinte errores ortográficos y gramaticales; y eso era una realidad deprimente, si ya estaban rebasando la mitad de una licenciatura que los facultaría para ejercer la docencia en las escuelas de primaria.

Y de literatura sabían lo que es cero. Siempre, al iniciar el curso, les digo a mis alumnas, porque la mayoría son mujeres, con la secreta ilusión de que alguien acepte y acierte, que me digan los nombres de cinco autores mexicanos y el título de un libro escrito por cada uno de ellos. Les prometo calificarlos con diez por todo el semestre y hasta hoy, en el montón de años que llevo trabajando como profesor, nunca nadie ha logrado aprobar de esa manera. Y con esos alumnos, no fue la excepción. Ya, para suavizar el tono, les pido que declamen una poesía de las que, por su trabajo, deben de enseñar en sus escuelas, y tampoco nadie ha sabido hacerlo.

Entonces, si no saben prácticamente nada de un idioma que hablan y enseñan, y al cual han estudiado por largos años en su trayectoria escolar y han aprobado, algunos hasta con calificación de diez, me pregunto ¿qué les enseñarán a sus alumnos, si ellos no saben ni lo que debería de saber un niño de cuarto grado de primaria?

Por eso es que me parece loable la prometida capacitación docente, pero insisto en que se enfatice en que los profesores aprendan a leer y a redactar bien; porque si ellos no saben hacerlo, tampoco podrán enseñarlo a sus alumnos. Y, con ello, la Reforma no será tal.

En ese tenor, considero que la Nueva Escuela Mexicana debería de recuperar aquellos saberes y aquellas actividades de antaño, en la que, a los alumnos de primaria, nos hacían practicar tres tipos de lectura: de rapidez, de calidad y de comprensión. También que les hagan declamar y realicen ejercicios y concursos de oratoria para que aprendan a hablar bien y sepan argumentar sus afirmaciones. Que les hagan leer novelas, cuentos, poemas y obras de teatro. Que abreven en lecturas filosóficas y en etimologías de las palabras que utilizamos en el habla coloquial y las que leemos en los libros de mayor o menor complejidad. Que les hagan escribir composiciones y relatos. En fin, que les hagan conocer las diferentes manifestaciones del idioma español para que sepan comunicarse mejor y entender a cabalidad lo que los autores y sus profesores les dicen.

Pero esto que les pido por ahora, no lo sugiero para los alumnos de primaria, sino para los profesores que atienden los distintos niveles de educación básica.

Con eso, créanlo de verdad, la Reforma Educativa daría un salto de incalculable calidad en comparación con lo que ahora prevalece en las escuelas de primaria, de secundaria y de bachillerato.

Comentarios


Estimados lectores, desde hace muchos años insisto en la necesidad de hacer como un alto en el proceso educativo, para analizar la deprimente situación de los alumnos que no saben, no les gusta y no quieren leer ni escribir de manera creativa, personal y argumentativa. Y casi nadie me hace caso, todos se lamentan de la escasa reflexión, de la poca escritura y de la magra argumentación teórica de sus alumnos, pero siguen tercos con lo mismo, sin apartarse un poco de un camino que no les lleva a ninguna parte. Quizás, porque no conocen otro o temen empezar a pensar de manera lateral. Por eso, a lo mejor, tenemos que analizar por qué tampoco a muchos profesores no les gusta y no quieren leer ni escribir de manera creativa y personal, para discutir y explicar, por ejemplo, por qué, con tantos años en la escuela, muy pocos saben, les gusta y quieren leer y escribir de verdad.

Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Buena tarde

Cierto, y sigo aprendiendo como maestra frente a grupo. Es responsabilidad la formación continua y permanente en diversos ámbitos. Si estamos carentes en la lectura y escritura pues nuestros alumnos serán lo que desarrollemos en la práctica docente, y lo sabemos.

¿Entonces qué pasa?

LEER, LEER MUCHO me hizo ver un catedrático. Pero he ahí el problema, somo un país de pocos lectores y de escritores pues más.

Pero hay que empujar, no quitar el dedo del renglón. Como docentes somos el pilar, la columna vertebral de generar buenos aprendizajes, que desarrollemos en los alumnos el gusto por ello. Y no anticipar que es: "aburrido" ¡No señores! es maravillo expresar a como se pueda, intentando e intentado y seguir intentando el placer de leer, para luego pasar a la escritura si también hay el gusto por ello.

Reconocer que se tiene limitaciones en este rubro educativo, necesario en los maestros; la enseñanza aprendizaje no se acaba en los planes y programas de estudios que proporciona la SEP. Escribir debe de ser un acto de expresión humana, libre y disfrutable... así lo siento, así lo veo.

Soy alumna y al mismo tiempo maestra, pero más alumna.


Gracias José Manuel por compartir.

Saludos.

Gracias, Estimada María Luisa, por leer y por enriquecer el texto con tus comentarios.
De alguna manera hemos de incidir y atraer a los profesores a la lectura y a la expresión escrita de su pensamiento educativo.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Mayra Zazueta dijo…
El análisis está muy bien hecho mi estimado Maestro Frías, tiene que ver con muchos factores y me gustaría comentar con usted este gran tema para que ,desde nuestro ámbito ,podamos incidir y fortalecer estos aprendizajes básicos, elementales en los profesionales de la educación. Abrazos.
Estimada Maestra Maira, como siempre, es Usted la primera y única Autoridad Educativa que lee y responde a mis inquietudes gramaticales y literaria, por eso le agradezco de verdad. Mire, el Sistema Educativo nos constriñe con una formalidad tan bien elaborada que no es respiró a ningún atisbo de creatividad porque nos obliga a que todos hagamos lo mismo y evaluemos de la misma manera, como si el mundo fuera igual para todos y todos pensáramos de igual manera. Y en esto de la lectura y escritura parece que ha logrado igualar a la mayoría, pero para mal.
Saludos y ojalá sí, un día, podamos charlar y platicar un poco para hacer algo al respecto, si la nueva política estatal nos lo permite, que yo creo que sí lo hará.
Su amigo, Mtro. José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Me encanto. Yo se que esta expresión no es muy varonil, pero es la manera en que me sentía al ir leyendo y es la satisfacción de uno cuando va descubriendo y aprendiendo nuevas cosas mientras lee.

Me apasionan los temas que tienen que ver con leer, escribir, comunicar ideas, etc entonces aquí en este texto hay muchas estrategias que rescatar y aplicar.

Un aplauso a la "Leyenda Frías". Me da gusto haberme regresado a revisar los textos y encontrar esta joya de gran valor que se me había pasado.

Con este análisis microscópico creo que da muy bien en la problemática.

Aquí un claro ejemplo que se predica se hace. Con ejemplos concretos pinta muy bien y comunica la radiografía en que se encuentran varias personas que intentan
ensenar pero todavía no dominan las herramientas necesarias para transmitir el conocimiento de manera que perdure e inspire a los ensenados.

Al ver eso uno se pregunta : Como es posible que lleguen tan lejos? Con tantas evaluaciones ano tras ano. Pero bueno, ese es otro tema.

Lo bueno que ya se que para exentar ocupo saber 5 autores y sus libros.

Considero que el ante penúltimo párrafo es oro. Mucho que aprender y practicar. Incluyéndome a mi.

Apoyo y me agrada la idea que impulsa que cada persona sea capaz de plasmar su pensamiento y desarrollar un texto con sus ideas.

Espero que esta plataforma sea un puente para esparcir su mensaje y llegue a mas personas.

Increíble! Gracias por tomarse el tiempo y escribir esta pieza de gran valor para los interesados.

Le mando un saludo.

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