CUANDO LA VIDA PESA
Alma Gabriela Baez Bartolini
Los años calan en
los recuerdos de una memoria castigadora, en la piel blanca como el azúcar se
escribe una historia de sufrimiento, y los recuerdos grises encanecidos por la
tristeza, el peso de las ausencias, de las culpas y las condenas hacen de la
vida un trámite forzoso. Pero, a través de ese vislumbrar sombrío, la luz del
sentido se refleja en el azul profundo de aquellos ojos tristes que, con
dedicación y dureza, transmitieron el amor doliente y fiel que sólo el vientre
de una madre puede engendrar. Con la convicción de la misión cumplida y la
decisión firme de que su transitar por la vereda, de aquello que llamamos vida,
ha llegado a su fin, cierra su boca a todo aquello que prolongue su existencia
¡ya no más!, aquí termina todo.
El cuerpo es el
juez más duro, aquel que le recuerda que, aunque su anhelo sea recorrer enormes
praderas; sus piernas son rígidas y debiluchas y han olvidado la fuerza y el
ímpetu de la juventud, su corazón ya cansado por latir contra corriente, le
recuerda que cada latido es parte de la cuenta regresiva hacia el viaje del
descanso en una eternidad infinita.
Para ella la vida
fue el purgatorio anunciado y sólo espera cruzar hacia el paraíso anhelado; no
puede haber otro destino más deseado, pues la incertidumbre de encontrarse con
otra realidad sería la prolongación de una serie de injusticias a las cuales,
por más golpes recibidos, nunca pudo acostumbrarse, el solo hecho de pensar que
tanto dolor era el augurio de un reino divino, le proporcionaba la fuerza y la
resistencia para no terminar con sus propias manos con la lacerante condena del
vivir.
Sin escaparates,
sin pretensiones y sin ambiciones vanas, ya con la certeza del último respiro
terrenal; la liberación total y absoluta de ataduras, de apegos imaginarios en
presencia de la profunda y verdadera soledad, el último suspiro es el deseo
expectante que llevará a responder esas preguntas que sólo al cruzar el lumbral
de la muerte se pueden ver con claridad.
El momento cada
vez está más cerca y el disfraz corporal va desgarrando velozmente sus
costuras, es así que el alma se siente liviana y el espíritu inquieto al sentir
la cercanía del hogar, pues los olores de la agonía le recuerdan que la vida sólo
es un viaje, y que la fecha de regreso a casa está escrita con tinta invisible
en el boleto de regreso que le fue asignado al nacer. El paseo está llegando a
su fin.
Es entonces que lo
vivido es recordado en un cortometraje de momentos que, marcados por cada
recuerdo, cada lágrima, cada carcajada, cada abrazo y cada cicatriz, dieron
brillo y oscuridad a esa historia que todos estamos destinados a escribir en
este devenir por la existencia divina de la materialidad corporal.
La versatilidad de
la muerte refleja su particular forma de aparecer, su característica
atemporalidad expresa el factor sorpresa en muchos de sus actos de presencia; a
veces esperada, otras veces deseada, en muchos casos sorpresiva y, en otros,
buscada; sin importar la edad, el turno está dado por designio divino. Es así
que la muerte resulta incomprensible, pues la perdida siempre parecerá injusta
y la prolongación para otros será una condena.
El momento ha
llegado y el saldo con la vida ha quedado en ceros; sin reproches ni rencores
las despedidas cierran el ciclo de una existencia que trasciende a través de
los corazones de aquellos que se quedarán llorando la ausencia, reviviendo
recuerdos y sufriendo culpas de los besos no dados, abrazos rechazados y
rencores no resueltos, de aquel café prometido, cita nunca concertada y los te amo que se quedaron en un después o
en un cuando el tiempo alcance, sin
comprender que la mayor estafa es la promesa de ese algún día que nunca llega.
El telón ha bajado,
la historia llego a su fin; un final que los que se quedan añorando su
presencia quisieran reescribir, pero resulta que la pluma desapareció cuando
sus ojos se cerraron y su boca exhaló el último aliento. Una vida llena de
matices donde el dolor permeó a través del tiempo, del peso del cuerpo y de los
recuerdos que fueron alimentando el deseo profundo por concluir el último
capítulo abrazando a la muerte y agradeciendo a la vida por todo lo vivido, por
todo lo aprendido.
Comentarios
Sra. Bartolini, le damos la bienvenida a este Blog.
Seguramente los lectores se estremecerán con su relato que a todos nos pondrá a pensar con mayor detenimiento sobre nuestro breve paso terrenal.
Saludos, José Manuel Frías Samiento