¿A dónde, por Dios, se han ido las palabras? ¿Quiénes las tienen secuestradas y qué piden, a cambio, para devolverlas?
¿ESCRIBEN LOS UNIVERSITARIOS?
José Manuel Frías Sarmiento
“Quienes no escriben desconocen lo que es esa maravilla”
Ana Frank
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Los universitarios no escriben. O casi no escriben. O escriben y no se les entiende. Bueno, muchos universitarios, pues. Es casi una leyenda urbana que los universitarios no escriben. Aunque sepan escribir no escriben. Nadie está seguro de su escrito: ni los que escriben ni quienes los leen. Hay problemas de congruencia: gramatical o de la otra, pero ambas obstruyen la escritura y la lectura de los escritos universitarios. ¿Qué pasa, pues en los recintos académicos? ¿A dónde, por Dios, se han ido las palabras? ¿Quiénes las tienen secuestradas y qué piden, a cambio, para devolverlas? ¿Por qué tan pocos van en su rescate? ¿Por qué nadie asalta las revistas y, desde ahí, con sus artículos inician la nueva toma de una Bastilla Universitaria
Abundan, ahora, las maestrías y doctorados, las universidades se llenan de Cuerpos Académicos y muchos profesores son miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), las facultades y sus programas escolares son certificados por instancias nacionales y atraen recursos financieros gracias a su alta calidad académica. ¿Y, entonces, qué pasa con la escritura universitaria? ¿Cómo explicar que, con tanto alumno de posgrado y con tantos egresados de maestrías y doctorados en el área educativa, no tengamos textos para publicar las revistas y los libros que, las mismas instancias que las certifican, exigen como parámetro para evaluar esa calidad que les han certificado?
¿Paradojas? ¿Incongruencias? ¿Simulaciones? ¿Incapacidad? La realidad, siempre más terca y evidente que los diplomas y las acreditaciones, se empeña en decirnos que la escritura no aparece; que los alumnos de licenciatura y posgrado no saben o no les gusta escribir de los temas que estudian y de las materias que imparten o de los objetos que investigan. Sí saben de los temas y de las materias, pero no saben cómo escribirlo, o les da miedo escribir de manera diferente a como les han dicho que deben de hacerlo. Ni siquiera con el título en mano y colgado en la pared de su casa, se atreven a escribir con libertad personal. Parece que les abruma la ‘formación académica’ y el ejemplo de sus profesores. ¡Con cuánta razón José Joaquín Blanco clamaba al Colegio de México que ya lo soltara y le dejara escribir sus artículos, sin las estadísticas y las citas que le impedían pensar como persona y no como producto de una formación ausente de sensibilidad profesional!
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Quienes, por una u otra razón, coordinamos una revista universitaria remamos contracorriente al buscar artículos para cada edición. No hallamos la voluntad de publicar, no encontramos los ensayos y las opiniones de los académicos que, por serlo, debieran de sentir la necesidad de escribir y de compartir con la comunidad académica y con la sociedad en general, el resultado de sus reflexiones, las experiencias escolares y el avance de sus investigaciones. ¿Por qué no querrán compartir su saber con sus compañeros docentes y sus alumnos universitarios? ¿Qué pasa, pues, con esa formación anoréxica para escribir? Preocupa la situación porque los alumnos son reflejo de la convivencia con sus profesores, somos ejemplos que varios imitan de buena gana y otros son obligados a seguir mientras cursan materias con nosotros. De ahí la importancia de escribir y publicar con estilo propio y sensibilidad personal para observar y reflexionar acerca de los problemas atingentes a la ciudad, la entidad y el país en el que vivimos. Ése es el entorno inmediato y a él debemos de analizar para incidir en su trasformación; y la escritura es una herramienta idónea para socializar el pensamiento y las estrategias educativas que la realidad nos exige desarrollar, en una mejora sustentable de la universidad y de las escuelas en las cuales trabajamos.
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En las instituciones educativas la escritura personal parece un lujo difícil de sobrellevar. A las autoridades les cuesta apoyarla y los interesados deben luchar contra reales molinos de viento para crear espacios y desarrollarla. Se denigra su ejercicio al tildarla de subjetiva y ausente del rigor académico ¡cómo si todo lo escrito en las aulas fuera netamente científico! No tiene, según las autoridades y responsables de los posgrados, la acreditación necesaria para destinarle tiempo y recursos que propicien su desarrollo en los espacios universitarios. Si algún profesor escribe es por cuenta propia, y si un alumno se atreve a expresar su punto de vista personal sobre una cuestión que se discuta en clase, lo hará en contra de la voluntad y de la égida magisterial que le conminará, de inmediato, a retomar las argumentaciones y los estados del arte planteados en los santuarios de la pedagogía que a ellos también les obligaron venerar.
Así se delimita la escritura: en académica y legítima o en permeada por juicios de valor que, por personales, carecen de la calidad que los formatos prescriben. Se escribe bajo la tensión emocional de hacerlo como lo piden quienes, en muchos de los casos, no hayan escrito más de lo que para aprobar les hayan exigido. En un maldito círculo que no permite la espiral ni los deja salir por la tangente. Los amarran a un molde que los mimetiza y hace que cualquier ensayo escrito por los alumnos parezca el mismo de cualquier posgrado en cualquier institución. Por eso los alumnos y sus profesores no pueden, tal vez, pensar por cuenta propia y escribir sus reflexiones personales. Tienen la cabeza tan hecha que no queda más que seguir la consigna de Bachelard: destrozarla para sacar lo que tengan adentro y llenarla de realidad educativa, actual y vital.
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Hay escritores y mercenarios de la pluma y del teclado. Hay quienes bregan en la maraña de siglas y acrónimos institucionales sin hallar sentido al laberinto académico en el cual nos tienen enredados. Escribir así no tiene precio, pues siempre dependerá de si a los certificadores les parece aproximado o no a los formatos de los SNI y de los PROMEP. Nunca sabrás si está bien escrito lo que dijiste, hasta que te den la beca o le autoricen recursos a tu Unidad. Debes formatear el pensamiento para entrar al software de la excelencia académica. Sólo entonces te mirarán y te otorgarán recursos para escribir y publicar; aunque ya nunca escribas ni publiques nada. Tendrás un título de posgrado, pertenecerás a redes nacionales, serás líder de cuerpos académicos y te pondrán billetes en tu cuenta electrónica para que sigas produciendo sin mojoneras económicas. Pero, ¡la vida es así! cada vez escribirás menos y sentirás más miedo de hacerlo y más de publicarlo porque ¿y si no les gusta a los evaluadores que me dan prestigio y renuevan mi beca año con año? Es una terrible angustia escribir para complacer a otros, para leer ponencias en congresos en Chile, Brasil, España, en la Torre Académica de la UAS o en los ya casi lejanos y olvidados Congresos de la SEPyC y de la UPES. Escribir por dinero o por los puntos que les piden constriñe la escritura personal, nos vuelve mercenarios de las letras y escribimos ponencias a tantos puntos la cuartilla; o, a veces, no escribimos por temor a perder el aura de excelencia que el posgrado nos ha dado. Craso error, pues alcanzar el máximo grado académico, debiera de ser plataforma para expresar lo que sentimos al mirar la educación que se imparte en las escuelas. Desde ahí, tendríamos que iniciar la reflexión para escribir y provocar discusiones que analicen y reseteen los softwares escolares que limitan los pensamientos de los universitarios que, hoy por hoy, no se atreven a escribir lo que su razón les dicta.
Algunos que, en cierta ocasión, redactaron una ponencia interesante se conforman con presentarla, una y otra vez, en varias oportunidades con leves cambios en su estructura más no en su pensamiento. Y ahí van, como el ponente de Monsiváis cuya hija lo buscaba simposio tras simposio, iluminando escenarios académicos de otras latitudes, sin atinar apenas a lidiar con la realidad que tienen en sus instituciones de origen; sin conseguir que sus alumnos escriban con claridad conceptual y sin despertar en ellos la pasión por escribir de lo que saben, antes de repetir lo que leyeron o decir lo que otros les piden que les digan. ¡Digo, para algo debería de servir la educación escolar después de la licenciatura!
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¿Entonces, qué hacer para que la escritura recobre su presencia en las universidades? ¿Cómo persuadir a los intelectuales para que dejen la fraseología impuesta y empiecen a construir discursos si no reales sí, al menos, verosímiles? ¿Cómo traer a las aulas verdaderas los discursos teóricos de las “historias de vida” y los “relatos personales”? ¿Cómo hacer que las “novelas escolares” y la “experiencias de vida”, adquieran relevancia plena y salgan de los esquemas de los ensayos escritos a la medida de la calificación que en las evaluaciones se persigue? ¿Cómo, por Dios, conseguir que los universitarios escribamos lo que pensamos de la vida escolar que como alumnos, profesores o administradores realizamos? ¿Y cómo lograr que los demás nos lean y entiendan las verdades que contamos, de igual manera como parecen aceptar y entender las redacciones académicas que tanto admiran en coloquios de importancia universitaria? ¿Cómo conseguir tamaña proeza con el puro ejercicio de la palabra y sin el amparo majestuoso de las barras, los pasteles y las estadísticas irrefutables del científico saber que en ellas se trasuda? ¿Cómo, en suma, devolver a los académicos su categoría de persona y no sólo de Sujeto Escolar, para que, de nuevo, podamos hablar con el lenguaje llano de la verdad y del pensamiento personal?
Comentarios
Sentimos miedo de que alguien más juzgue lo que escribimos de una manera mala, no todas las personas se atreven a revelar sus escritos por miedo pero aveces alas personas se les tiene que motivar a que si lo escriben ellos esta bien, todos podemos aprender a escribir solo es cuestión de imaginar en grande y confiar en uno mismo para lograr grande cosas.
Saludos. Luz María verdugo
Saludos y bienvenida
Es claro que es necesario escribir como lo dicta y exige la burocracia escolar, pero siempre con la idea fija en el destino de lo que anhelamos de verdad, en la expresión auténtica y clara para expresar a los otros lo que miramos desde nuestro propio saber.
Saludos y bienvenida
Dijeran en mi rancho muchos académicos, son muy diablos donde no hay cruces, pero eso sí, cuando estábamos en la licenciatura exigían que escribiéramos, aunque se predica con el ejemplo, quizá por eso no escribimos mucho, sin duda mientras existan personas como usted y como muchas otras que se preocupan por esa parte, habrá algunos que sigan escribiendo, así es que usted no pite hasta que choque y siga machacando en el buen sentido, para que no se pierda el amor por escribir,” a chillidos de cochi oídos de matancero” un fuerte abrazo.
Y te cuento, este blog es leído mas no comentado. Cada texto va de 200 a más de 600 visitas. Como bien dices, con que la mitad leyera y comentara ya iríamos ganando terreno. Pero sigo tu consejo y no pito hasta que choque. Saludos
Es verdad que tu texto es muy fuerte pero muy real nos sirve para abrir los ojos y la mente a tanto neófito en estos verénjonales de la escritura y pienso que la causa principal es la vergüenza del qué dirán y esto lo digo por mí ..siempre deseaba expresar mis sentimientos pero nunca me atrevía a serlo . Hasta que por insistencia de un gran maestro y amigo me dio aconsejo estas fueron sus palabras...mire Renato usted escriba las pendejadas que quiera así como suelta su lengua suelto su mano y mente y escriba...soy nuevo en esto pero ya e tenido tantas satisfacciones que ahora ya no me puedo detener..
Amigo y maestro frías lo felicito y aquí me tiene como su ferviente fans y admirados de sus artículos ,cuentos o relatos.
Dr.Renato Quintero Arredondo
Pero creo que lo que hace falta es darnos cuenta que escribir es parte de la vida y el leer por gusto y no por obligación
debería ser como comer día con día, pero.... para esto se necesita de rigor a los encargados de la educación
romper con el estereotipo de como se debe ser un estudiante y como debe ser un docente para poder ser más
nosotros mismos.
Un saludo su alumna: Daniela Luna
Tú eres prueba de que escribir recompensa, pues nunca esperaste publicar en un Blog, ni comentar un libro, hasta que empezaste a escribir. Espero que el próximo semestre detones tu capacidad para escribir. Saludos
Alumna:Vanessa Iribe, SALUDOS.
Vanessa esta frase, con la que terminas tu comentario, es la premisa fundamental de todos y de cualquier docente: Ser un Buen Maestro, Y despertar ese interés por la lectura y la Escritura.
Eso, Vanessa, nos obliga a leer mucho y a escribir igual, para tener algo que contarle a nuestros alumnos; algo nuestro, que nos apasiones y nos haga sentir la pasión por compartirlo para que ellos también conozcan esa maravilla de escribir, de la que nos habla Ana Frank.
Saludos
Atte: su alumna Annel Ochoa..