"¡Cómo dolían! ¡Pero qué bien formaban personas aquellos terribles varazos!"

LAS VARAS DE PINO

Adán Lorenzo Apodaca Félix 

(A mis queridos maestros de aquel tiempo, ellos no sabían mucho de teorías educativas, pero sí sabían formar personas de bien, con afecto)

Era un pino extraño. No tenía las ramas tan altas como otros pinos que conocíamos, tenía una raíz que salía al ras del suelo y un tallo grueso y carnoso; éste, en vez de crecer hacia arriba, por esos caprichos inentendibles de la naturaleza, había crecido de forma horizontal, situación que favorecía el trepar por él. 
Era extraño verlo ahí, porque Charay no fue, no es, ni será tierra para el crecimiento de pinares. Estaba en una de las esquinas del cerco de la escuela primaria, la que da para el bordo de un gran canal situado a un costado de la institución.
Por la cercanía a la obra hidráulica, siempre estaban sus ramas muy verdes, “es la humedad del canal la que lo tiene así”, decían muy categóricos los viejos del pueblo. El pino servía para distintos propósitos; por ejemplo, era usado como referencia para orientar a alguien que preguntaba dónde estaba la escuela, “se va aquí todo derecho y donde vea las ramas de un pino, ahí está la escuela”, decían los pueblerinos, hombres o mujeres, interrogados; a las muchachas de aquellos años, sobre todo en tiempos de Navidad, les servía para tomarse fotos teniendo como fondo el  pino; los “escuelantes”, a la salida de las clases lo usábamos como un ring en el que se dirimían las diferencias a puño  limpio, como era la regla no escrita; también nos servía para “changuiar” en sus ramas, imitábamos a Tawa y a Tarzán de los Monos, personajes que conocimos por las revistas que leíamos en aquellos años.
Los profesores, pensaban en el pino cuando no podían controlar los brotes de indisciplina que se generaban en las aulas de clases de la escuela primaria “Niños Héroes de Chapultepec”. Cuando se presentaban estos incidentes, mandaban a un alumno al pino. El aludido ya sabía a qué iba, se brincaba la barda de tela, trepaba al pino, de sus cumbres, cortaba una rama de aproximadamente un metro veinte centímetros, mientras cumplía el encargo, le quitaba la corteza verde; es decir, la pelaba hasta quedar casi elástica y con un color amarilloso, para probar su consistencia, se daba unos varazos en las palmas de las manos y en sus canillas, asentía con la cabeza sobre la elasticidad de la vara, esa vara en esas condiciones iba a servir como correctivo disciplinario en el salón, la historia escolar de muchos años, así lo registraba.
Era la década que corría de los años sesentas a los setentas del siglo pasado, las faltas por las que se nos castigaban, a la luz de la circunstancia actual, pueden ser irrisorias: No te paraste ni diste los buenos días cuando entró el profesor Benito Guerra de sexto grado a tu salón. Propiciaste que los demás le hicieran burla al Samuel porque su mamá vende pan. Te asomaste por la ventana del baño de las mujeres. No hiciste la tarea de nuevo. Entraste tarde al salón después de haber sonado el timbre en la hora del recreo. Mojaste a un alumno en los bebederos. Tumbaste a un alumno por ir corriendo a formarte, le tomaste su agua en aquellos recipientes de patitos coludos a un compañero, entraste con lodo en tus pies porque estabas regando las plantas del jardín del grupo. Todas estas acciones que según nuestros profesores se salían de la norma escolar, eran merecedoras de sanciones.
Los varazos disciplinarios se distribuían de diferente manera: cuando la transgresión áulica no era reconocida por ninguno de los alumnos de la clase, los varazos eran colectivos, hombres y mujeres recibían al parejo la corrección disciplinaria sin intervenir para nada esos asuntos del género. 
Había veces que el castigo era por filas de mesabancos al haber incurrido los ocupantes de esos sectores en una violación a la norma escolar; en otras, el castigo era individual y muy severo, 5 ó 10 varazos en manos y nalgas, independientemente de la forma y el número de varazos propinados el objetivo era esencialmente disciplinar, corregir.
La vara permanecía en el salón algunos días, con el paso del tiempo se secaba, con ese proceso de secado iba perdiendo poco a poco su valor tortmenticio, otras veces, era escondida o tirada al canal por un alumno resentido; pero las varas eran parte del proceso escolar de aquel tiempo.
Hoy que el tema de los valores está muy cuestionado, las varas de pino de aquellos años escolares de los sesentas, formaron en el pueblo de Charay muchas mujeres y hombres de bien. Aunque parezca que padecemos el Síndrome de Estocolmo, las elásticas varas cumplieron un importante valor formativo. 

¡Cómo dolían! ¡Pero qué bien formaban personas aquellos terribles varazos!

Comentarios

Buen y suculento texto, n os remonta a la época de levantamiento de patillas, gracias por compartir esa idea de encauzamiento de los niños escolares con aquellas condiciones autorizadas y legitimadas por los padres.
Es buen texto sobre todo por su estilo, invita al lector a deleitarse con las prácticas legítimas de la buena disciplina. Gracias por compartir sus comentarios
Amigo Adán, gracias por compartir un trozo de una vida escolar que, dicen algunas, para bien, ya desapareció; aunque otros, como Usted y yo, reconocemos la "bondad" de los correctivos de aquellos maestros de antaño, que a ninguno de nosotros nos traumó y que, como Usted bien lo remata en su texto, cuántas buenas personas formaron con esas varas.
Saludos y felcitaciones
Marcelo Tolosa dijo…
Excelente ! Muy buen articulo! Y asi es estimado Adan, como formaron personas aquellos varazos, .ahora ni pensarse. Se cambiaron las varas por "psicologos".

Quiero felicitarlos por esta serie de articulos , me llama la atencion que todos los escritores tienen ese buen estilo para desarrollar las anecdotas.

Les mando un saludo.
Estimado Ing. Marcelo Tolosa, los autores que publican en este blog, son parte de un Colectivo de Academicos Escritores que compartimos una visión de la escritura literaria con fines educativos, sociales y culturales.
Entre todos hemos publicado unos 10 libros, unas 18 ediciones de la revista El Redactor y otras 6 ediciones de la Revista Pedagógica.

Aunque somos diversos en formación profesional, todos atendemos una directriz para redactar los textos que se publicarán mismos que, al final, pasan por un filtro de corrección y estilo para preservar la imagen literaria del Colectivo de Escritores.
Pero qué bien, y lo felicito por la observación que manifiesta saludos y gracias por leernos, ojalá y comparta e invite a sus contactos a leer este blog
Marcelo Tolosa dijo…
Muy bien. Muy bien. Ya entiendo. Claro que si, yo hare todo lo posible por hacer llegar este mensaje lo mas amplio posible. Lo saludo nuevamente amigo Jose Manuel.
Unknown dijo…
Muy buen texto profe, hizo que me trasladara a mi niñez por allá a principios de los noventas del siglo pasado como usted menciona, cuando ese mismo correctivo era utilizado por profesores que quizás aun seguían sin conocer mucho acerca de teorías educativas en la primaria "Miguel Hidalgo y Costilla" del ejido Venustiano Carranza, pero a diferencia de ser de pino las varas eran de tabachin y como bien comenta sirvió bastante en ese proceso educativo y la mayoría de las personas de esa generación hoy somos ciudadanos de bien. Saludos y bendiciones profe!!
Pero dile a Adán quien eres para que sepa a quien agradecer el comentario. Saludos
Agradezco a quienes señalan que les gusta lo que escribo, eso es motivante , quizá lo escrito no esté plasmado con las más estrictas reglas del idioma que llaman de Cervantes, están plasmadas las historias con la conexión que hacen la emoción y los recuerdos, eso ayuda en algo.
GRACIAS MAESTRO FRÍAS, TOLOSA Y A UNKNOWN.
UN ABRAZO DESDE LOS MOCHIS
Unknown dijo…
Me gustó mucho su relato y si todos los maestros tenían su método particular y yo agradezco tanto que mi maestro no tuviera un pino a la mano porq se seguro no me Hiba a escapar .Pero era un sistema efectivo y desde tu casa ya estabas más que amenazado .Felicidades por su participación saludos.
Muy buena historia, porque además de ser el correctivo que los maestros más aplicaban, aunque a veces podrían ser reglas de madera de pino al fin. Y sobretodo por la remembranza que hace de ese pino en particular.. Cabe mencionar que, aunque siempre fui un niño bien portado no me escapé de un reglazo en la mano.

Efrén Morales
Unknown dijo…
En mi experiencia académica, esto era el modelo tradicionalista de enseñanza realmente en todo su esplendor, que funcionaba a la perfección pues se imponía una disciplina a la par con tus padres, que te matriculaban en parvulito entregándote a las maestras y maestros "con todo y nalgas". Pudo haber sido duro en su tiempo, sin embargo, con la perspectiva de la edad, a la luz de la reflexión puedo evocar una callada admiración y, en mi caso, un profundo cariño por mi Maestra Adelita, yo también me formé en la Escuela Primaria "Niños Héroes" de nuestro querido pueblo Charay, El Fuerte, Sinaloa. Por eso, su excelente relato amigo Adán, me ubica en el tiempo con una feliz nostalgia que recreo en cada visita al pueblo cada vez que hay lugar, pues vivimos hoy en otras latitudes. En ese Canal (SICAE) muchos aprendimos a nadar, frente a ese pino pasaban "los judío" (fariseos) los viernes de cuaresma y los pascolas el domingo de resurrección . !Quién nos detenía¡ Si los que fuimos también por las tardes a hacer los trabajos manuales, caligrafías o cuestionarios de ciencias sociales, saliamos de estampida a ver la "corrida de los judios" aunque la maestra Loreto, Inés, Consuelo, Elsie, el profe Juan Bernal y Benito Guerra, quisieran impedirlo, amagando remitirnos a la dirección para ser juzgados por el enérgico director José Juan López Hernández, (fue mucho tiempo Juez menor de Charary), quien habría de aplicar el consabido castigo corporal diciplinario con "la cariñosa", aquel metro de madera que a la par con la vara de pino, orientaba acertadamente (sin masoquismos) nuestra conducta.
Un abrazo Gran amigo Adán Lorenzo Apocada Félix.
Le faltó la maestra Celina Fierro , pero excelentes sus recuerdos amigo.Un abrazo

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