Taller de Redacción Libre y Creativa


“Los días pasaban y yo esperaba ansioso. ¿Cuándo me usarían? ¿Cuándo comenzaríamos nuestras aventuras?”



 



DE LAS MANOS PEQUEÑAS AL OLVIDO

 

 Nayeli Molina Castelo

 

Mis esperanzas se fueron hasta las nubes cuando aquellas manitas me acariciaron. Ese niño ni se imaginó lo que causó el que haya centrado su mirada en mí, sus ojos brillaron al verme, sentí una emoción que jamás había experimentado, me hizo creer que por fin había encontrado mi destino, él quería llevarme a casa y yo quería ir con él.

De repente salió corriendo y le insistía y le suplicaba a su papá que quería comprarme, pero su papá negaba con la cabeza, le decía al pequeño que ya tenía demasiados lápices en casa. Corrió con su mamá, pero ella también se negaba, nos obstante, el pequeño no se dio por vencido hasta que logró convencerlos

Así que al fin salimos del supermercado, le dije adiós a ese estante gris y me llevaron a casa. La casa era un lugar acogedor, lleno de aromas y sonidos familiares, pero mi felicidad duró poco, sin darme cuenta terminé en el cuarto de estudio del papá, junto a otros lápices, todos más viejos y gastados que yo.

Los días pasaban y yo esperaba ansioso. ¿Cuándo me usarían? ¿Cuándo comenzaríamos nuestras aventuras? ¿Ese pequeño vendría por mí? Por fin, un día, sentí una mano familiar tomarme, era el papá, no podía evitar emocionarme, era la primera vez que sería usado, mi corazón latía con fuerza, parecía que se me saldría, pero qué decepción, el papá sólo hizo unas pocas marcas aburridas en un papel y luego, me devolvió al estuche.

La decepción fue enorme. ¿Era esto todo? ¿Sólo serviría para hacer garabatos sin sentido? ¿Y qué hay de los sueños que tenía de dibujar historias fantásticas, escribir grandes hazañas, incluso ayudarle al niño en sus tareas? Entonces, la puerta del despacho se abrió y el niño entró a jugar con su papá. Sus ojos se iluminaron al verme, corrió hacia mí y me sacó del estuche. Dije entre mí ¡por fin! ¡por fin podríamos escribir nuestras historias!

Sin embargo, antes de que pudiera hacerme tantas ilusiones, la puerta volvió a abrirse y la mamá llamó al niño, con un suspiro, el pequeño me devolvió al estuche.

En este sube y baja de emociones traté de consolarme y dije: ¡No te preocupes, mañana será el día!

Pero al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente, nada cambió, me quedé olvidado en el fondo del estuche, esperando pacientemente mi oportunidad. ¿Cuándo volvería a sentir la emoción de aquellas manitas pequeñas? ¿Cuándo comenzaría nuestra gran aventura? Tendría que seguir esperando para averiguarlo.

 

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