“La lluvia se detiene y el cielo enojado me reclama la estrella que ahora está dentro de mi ser”
D E L I R I O S
Marité Ibarra
A través
de una ventana, sentada en una gran piedra, contemplo mi alrededor. Puedo ver
la hermosa playa color morada que parece gelatina temblorosa, con su arena
blanca, blanca como la nieve de los volcanes y la adorna unas bellas chispas de
chocolate almendrado. Hay muchos cangrejos volando y queriéndome morder, así que
tengo que ser cautelosa para no sufrir mordedura alguna.
Hay un
hermoso ocaso plateado, las nubes verdes están cargadas de emoción y en
cualquier momento se reventarán, de pronto veo cómo del cielo desciende una
larga y estrecha escalera, y de ella baja apresuradamente una boca parlanchina
diciendo cosas que no puedo entender, pero de repente llaga hacia mí y se queda
parada un rato sobre mi hombro, y es entonces cuando me pregunta en voz baja;
“¡aún lo amas?”. Yo no le respondo nada, no obstante, dentro de mí se desata un
éxtasis y comienzo a llorar, pero mi llanto se corta bruscamente al contemplar
una bella lluvia de estrellas que al tocar mi cuerpo desatan una pegajosa
melodía. Sin pensarlo abro mi boca y me como una de ellas. La lluvia se detiene
y el cielo enojado me reclama la estrella que ahora está dentro de mi ser, mis
emociones de nuevo se exaltan por sus regaños, y entonces reanudo el llanto,
pero mis lágrimas ahora se convierten en pequeñas estrellitas que el cielo
recoge y finalmente me deja en paz.
A
consecuencia de la lluvia, aparece un bello arco iris hecho de flores
silvestres, también aparecen unos duendecillos anaranjados con enormes orejas
pequeñas, ellos juegan y se divierten con las olas del mar sabor a plátano,
mientras que el arco iris los baña con el rocío de unas olorosas amapolas.
En un
pequeño descuido un cangrejo se enreda en la miel de mis cabellos, yo me asusto
y trato de quitármelo rápidamente, pero en ese forcejeo éste me muerde una
oreja, yo pego un gran grito y comienzo a llorar, de nuevo. El cangrejo
arrepentido me empieza acariciar con una de sus acolchadas tenazas de tela, él
empieza a ver mis ojos llenos de dolor y con una voz hermosa me dice: “ya no
sufras más, déjalo ir”… Con estas palabras lloro con más intensidad y quiebro
sin querer los vidrios de esa ventana por la cual veo todo, al romper los
cristales percibo un extraño pero agradable olor a pastel.
De
repente todos los que están en la playa se dejan venir hacia mí, los cangrejos,
los duendecillos, la boca parlanchina, y las estrellas que me rodean, todos
comienzan a hablar a la misma vez y no logro captar nada de lo que me quieren
decir, entonces yo me levanto de la gran piedra negra en la que estaba sentada,
a ellos los dejo atrás discutiendo, piso los vidrios de la ventada rota y
camino por esa arena blanca mientras recojo chispitas de chocolate almendrado y
formo un collar con mi nombre y el de él.
Sin
darme cuenta he recorrido un buen trecho
de camino y me encuentro sola. Al sentir la tibieza de esa tranquilidad que me
rodea, me acuesto sobre la cama de la arena y me quedo dormida por unos
instantes con ese ridículo olor a pastel, pero siento que alguien me despierta,
es el mar quien me da una carta, me doy cuenta que es de mi amado y la abro
apresuradamente, pero en cuanto abro el sobre y desdoblo la carta, las letras
se van corriendo, yo les pido por favor que se formen de nuevo, porque quiero
leerlas, quiero saber lo que me dice mi amado, pero ellas se portan rebeldes y
groseras, se rehúsan a hacerlo y se van riéndose de mí cruelmente, de nuevo
empiezo a llorar con sentimiento y coraje revueltos.
De
repente llega a acompañarme la boca parlanchina y empieza a hablar conmigo, me
pregunta que si porqué siempre estoy triste y llorando, yo le respondo que es
porque mi amado se fue y ya nunca regresará, entonces ésta con un chiflido,
empieza a llamar a los demás y todos juntos tratan de reanimarme, yo les digo
que es en vano, que me dejen en paz, porque desde que mi amado se fue, vivo en
un mundo de irrealidades como éstas así prefiero vivir en vez de aceptar la
realidad de su ausencia eterna, pero tengo que regresar a mi mundo ya que me
llaman del exterior, por lo que agarro a un duendecillo y con una de sus
afiladas uñas negras rompo la esfera donde estoy viviendo, salgo de ella, me
despido de mis nuevos amigos y les digo que muy pronto regresaré a vivir con
ellos indefinidamente…
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