“La cultura de la ciudad es parte fundamental de mi vida y cada vez que regreso a mi rancho, me sumerjo en un mundo de recuerdos que me conectan con mis raíces”


 




ENTRE EL RANCHO Y LA CIUDAD:

UN VIAJE CULTURAL DESDE MI INFANCIA

 

Yaritza Icela Quintero Valles

 

La cultura de la ciudad es parte fundamental de mi vida y cada vez que regreso a mi rancho, me sumerjo en un mundo de recuerdos que me conectan con mis raíces. Comparar la vida en el rancho con la de la capital no es sólo una experiencia de comparación, sino una reflexión sobre cómo diferentes formas de vida y tradiciones influyen en quienes somos.

Cuando era pequeña, la tecnología en el rancho era bastante limitada. La mayoría de las casas no contaban con más que lo esencial y la grabadora de mis abuelitos era un lujo compartido. Cada mañana, todos nos reuníamos alrededor de la grabadora para escuchar las noticias, música o, simplemente, la novela Porfirio Cadena. Este momento compartido nos mantenía informados y nos unía como familia y comunidad. ¡La escucha compartida de estos programas se convertía en un momento de unión y armonía! En contraste, en la ciudad, la tecnología está por todos lados. Los teléfonos inteligentes, computadoras y televisión por cable permiten un acceso inmediato a la información y el entretenimiento. Las noticias llegan en tiempo real y las redes sociales nos mantienen conectados con amigos y familiares instantáneamente. Además, la ciudad cuenta con una infraestructura más avanzada, incluyendo transporte público eficiente y supermercados grandes que facilitan la vida diaria. Aunque estos avances ofrecen comodidad, también pueden crear una sensación de desconexión de las tradiciones y momentos compartidos que solíamos tener en el rancho.

En el rancho, mi vida estaba marcada por el trabajo y la colaboración familiar. Iba con mi papá a la milpa para cortar elotes que usábamos para hacer tamales o pastel de elote. ¡Ese día para nosotros era un día de fiesta! También ayudaba a mi mamá a hacer las tortillas a mano, una costumbre que, aunque laboriosa, tenía un valor profundo. Cada mañana, mi mamá se levantaba temprano para preparar el desayuno y calentar el comal para hacer las tortillas. Mientras yo preparaba la comida para ponerle lonche a mi papá, que se iba a trabajar en el campo. El proceso de hacer tortillas y preparar la comida no solo nos unía como familia, sino que también nos conectaba con nuestras raíces y tradiciones. Era una rutina que requería paciencia y dedicación, y cada tortilla hecha a mano representaba el esfuerzo y el amor de mi mamá. En la ciudad, las rutinas diarias suelen ser más rápidas y menos manuales. Las tareas que en el rancho se hacían a mano, como hacer tortillas, se han industrializado. En lugar de hacerlo nosotros mismos, es común comprar tortillas ya hechas en los supermercados o utilizar máquinas para su producción. Este cambio refleja un estilo de vida más acelerado y enfocado en la conveniencia, donde las tareas diarias se simplifican para ahorrar tiempo.

Las celebraciones en el rancho también eran momentos de gran significado y calidez. Recuerdo el Día del Niño, cuando la maestra organizaba una pequeña fiesta con la cooperación de todos los padres. Cada detalle, desde los juegos hasta los obsequios, se preparaba con esmero y cariño. ¡Era una celebración modesta pero llena de esfuerzo y amor comunitario! En algunas ocasiones era difícil que fueran maestros al rancho a dar clases, era algo triste porque perdíamos de aprender, pero cuando enviaban a un maestro o maestra para que nos dieran clases, todos los niños de mi rancho éramos los más felices y todos nos emocionábamos muchísimo. ¡Ah, y sólo era un maestro para todos los grados, desde 1ero hasta 6to grado! Valorábamos tanto esas clases que nos brindaban, comparado con la ciudad, donde es un maestro para cada grado y, aparte, personal de apoyo etc, y muchas personas tienen la oportunidad de estudiar, pero a veces prefieren no hacerlo.

La música en el rancho también refleja nuestras tradiciones. Los corridos son el género predominante entre los jóvenes. Estos corridos cuentan historias de nuestra gente y nuestra región, y se convierten en el telón de fondo de muchas celebraciones y reuniones. Las canciones tienen un profundo significado cultural y transmiten el orgullo y la historia local. Las personas mayores, como mis abuelitos, suelen disfrutar de canciones más antiguas, como por ejemplo las de Carlos y José o Los Invasores de Nuevo León, que les recuerdan tiempos pasados con una mezcla de nostalgia y cariño. En comparación, en la ciudad, la oferta musical es mucho más variada y moderna. Los géneros van desde el reguetón hasta la música electrónica, y las festividades suelen tener un enfoque más comercial y diverso. Los eventos musicales en la ciudad pueden ser grandes y elaborados, con conciertos de artistas famosos y eventos en grandes recintos. Esta variedad refleja la vida urbana, donde la música se convierte en una forma de entretenimiento más diversa y accesible, pero a veces menos centrada en las tradiciones locales. Las costumbres sociales también reflejan una forma de vida diferente. También recuerdo que los padres acompañaban a las señoritas a los bailes que los muchachos realizaban, aunque a mí no me tocó participar directamente, observaba a mis hermanas y a mi papá acompañándolas, y eso me daba una sensación de protección y respeto que me parecía muy especial. Al contrario, en la capital, es común que las jóvenes vayan solas a los antros y regresen sin la compañía de sus padres, a veces sin su permiso. Esto resalta cómo la cultura varía y cómo cada lugar tiene sus propias costumbres que lo hacen único y especial. También recuerdo de cuando estaba pequeña por el año 2006, en mi rancho estaba prohibido que las mujeres tomaran alcohol. Esta restricción era una tradición que muchos aún mantenían en sus familias, reflejando un fuerte sentido de respeto y valores conservadores. En algunos hogares del rancho, esta costumbre sigue vigente, lo que muestra la continuidad de las tradiciones y el respeto por las normas familiares. Sin embargo, en la ciudad, la percepción sobre el consumo de alcohol es diferente. Las jóvenes tienen una mayor libertad en este aspecto y pueden participar en eventos sociales que incluyen bebidas alcohólicas sin las mismas restricciones que en el rancho. Esta diferencia refleja una actitud más liberal y moderna hacia las normas sociales y el comportamiento en la vida nocturna y social.

Cada vez que regreso al rancho, valoro aún más el esfuerzo y el trabajo de mis padres. La cultura del rancho y la de la ciudad tienen sus diferencias, pero ambas han influido en quién soy. La vida en el rancho, con su sencillez y cercanía, me enseña a apreciar el valor del esfuerzo y la tradición. La vida en la ciudad, con sus tradiciones y modernidades, me ofrece una perspectiva más amplia y diversa. Juntas, estas experiencias forman el puente entre mi pasado y mi presente, enriqueciendo mi identidad y mi visión del mundo.

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