“Vivimos en un planeta con mundos muy distintos, mientras unos celebran con champagne y fiestas extravagantes, otros entre los escombros buscan sobrevivir, un día al menos”
LA ÚLTIMA REBANADA DE PASTEL
Itzel Guadalupe Espinoza Gaxiola
¿Qué se
necesita para que se vea a la Naturaleza como parte de nosotros? Dejar de
mirarla como un producto.
El
principal error del capitalismo fue basarse en un sistema que creían infinito,
sin embargo, las consecuencias de la explotación han incrementado sin escalas.
Lo infinito comenzó a verse finito y en algunos lugares escaso, como si de
alguna forma la misma Naturaleza supiera como detener la avaricia.
Es
recurrente escuchar o leer noticias que en partes de África o Sudamérica se
escasea el agua, alimentos o, en general, de cuestiones idóneas para el ser
humano y que países como, por ejemplo, Estados Unidos, busquen “brindar ayuda”
a través de la caridad, donaciones, etc. Pero, debajo del agua, son los mismos
que respaldan los genocidios cometidos en las guerras, son quienes saquean los
recursos de países que no tienen el mismo capital y también son quienes dan la
espalda cuando la situación que acontece en algún lugar no los vuelve
protagonistas.
Porque
es más fácil voltear la vista, pasar de largo y argumentar en contra, decir mil
y una soluciones que según “todos podemos aportar”, como si con un par de pasos
sea suficiente para todo el embrollo que lleva un pequeñito problema.
Y para
ello quiero poner un simple ejemplo; hoy que las represas, lagos y ríos de
Culiacán se encuentran prácticamente vacíos se habla de la importancia de
cuidar el agua, de utilizar sólo la justa y de ser posible reutilizarla. La
JAPAC, institución encargada de proveer los servicios de agua potable,
alcantarillado y saneamiento en nuestro municipio, es la misma que tira miles
de litros de agua cuando de limpieza a lugares e instituciones gubernamentales
se trata; también, por otro lado, sin dejar de observar nuestras acciones
individuales, muchísimas fugas de alcantarillados sin ser denunciadas porque
“no son atendidas” y, agregando una queja personal, la gente que se pone a
regar la calle a plena luz del día como si realmente hiciera un favor, no
reciben ninguna multa porque, de nuevo, no acuden a investigar.
Puede
que suene como un niño acusando a otro con los adultos, pero realmente se
necesita orden cuando la gente es demasiado inconsciente de sus acciones.
Orden y
conciencia, no son suficientes, pero son necesarios en un mundo donde “¿Qué es
lo peor que podría pasar?” Es recurrente de escuchar, “¿Cuánto estás dispuesto
a pagar?” Y agregar en qué sentido porque el dinero está comenzando a perder el
dorado brillante frente al verde y azul claro. En algún momento ni todo el
papel podrá reemplazar los árboles talados, los suelos dañados y el aire
infectado, cualquier lujo se volverá polvo frente a las catástrofes.
La vida
suena ya mismo a una distopía silenciosa, Vivimos en un planeta con mundos muy
distintos, mientras unos celebran con champagne y fiestas extravagantes, otros
entre los escombros buscan sobrevivir, un día al menos.
¿Y qué más
podemos oír? Pues, ¡Que coman pastel!
Tal
cual María Antonieta, frente al pueblo francés muriendo de hambre, tenemos a
los políticos llenando sus bocas de frases como: “planten, reciclen,
reutilicen, cuiden”, hablando de leyes ecológicas que sólo se dicen de
palabras, pero en acciones son pocas.
Sí, no
basta la conciencia, se necesita saciar el hambre de avaricia que irradia en el
ser humano.
Dicen
que si no conocemos nuestra historia estamos condenados a repetirla en bucle
interminable, de diferentes formas, pero con consecuencias pésimas cada vez
más, por eso ahora escucho más a las señoras en la calle quejándose del calor
que aumenta cada año, aunque se supone que estamos evolucionando en medidas
eco-friendly, supongo que todos los años de revolución industrial no se
soluciona en 3 años de pandemia, aunque si se le dio un respiro grande al
planeta.
He
escuchado hablar sobre que los hombres más ricos del mundo no pueden salvar al
mundo, pero aun así, el pueblo debe mantener sus riquezas. Es una realidad muy
pesimista la que planteo, sin embargo, creo que no puedo salirme de la línea de
cuidados que nos han enseñado desde siempre, aquellos que solemos ver en los
libros de texto de ciencias naturales con frases como “¿Quién está dañando el
ambiente?” Y es un niño tirando una cáscara de plátano al suelo, ese tipo de
cosas que no incomodan porque nadie admitirá que no es el peor de los males en
el daño ecológico, con esto no quiero decir que esté bien hacerlo, pero es que
al menos verlo desde la catarsis es minúsculo ante ciertas empresas que
consumen miles y miles de materia prima sin restricción verdadera.
Bajo mi
limitado conocimiento sobre la Naturaleza puedo admitir que nos falta un largo
camino para conectar con ella, conectar con los seres vivos que le habitan,
para siquiera llegar a tenerles un mínimo de respeto porque de pena no vive
nadie.
¡Y es
muy habitual llevarlo a la pena!
Qué
pena que se extingan las Vaquitas de Mar.
Qué
pena que se extingan los Ajolotes.
Qué
pena que se extinga el Guacamayo Rojo.
¡Qué
pena que se extinga el Jaguar!
Pero
¿Por qué se están extinguiendo? Bajo la mano del hombre con lujo manchado de
excentricidad, avaricia y egolatría. Nombrando como “progreso” o “urbanización”
la mancha verde cada día se va borrando frente a un marrón sin vida, porque no
puede existir bienestar individual donde no hay armonía colectiva.
Sería
justo poder tener más que pena con las especies que compartimos territorio y
peor aún, con aquellas a las que les hemos robado su espacio; su hogar. Es
lamentable, pero real, el hecho de que somos completamente ignorantes sobre los
animales, en cualquiera de sus formas, por ejemplo, yo odio a las lagartijas,
sin embargo, soy consciente que ayudan a controlar las plagas de mosquitos y
moscas.
Con
ello, hay miles de ejemplos más sobre animales que ayudan más de lo que
“perjudican”; las abejas con la polinización, las lombrices que airean el
suelo, los peces en el almacenamiento de carbono en el agua, las nutrias de mar
que protegen los bosques de algas y las ardillas que con sus despistes siembran
árboles de aquí por allá.
Sin
todos estos procedimientos ni siquiera podríamos sobrevivir un día en la Tierra,
pero como aun lo seguimos teniendo no pensamos en ello.
Si
trato de imaginar mi vida sin ningún árbol en la tierra, mis pulmones tendrían
que acostumbrarse al escaso oxígeno que existiría, mi cuerpo se tendría que
adaptar a la temperatura extrema que de seguro golpearía sobre el suelo
infértil ante la nula humedad acumulada y qué decir de los miles de animales
que seguro se extinguirían al no encontrar hábitat donde sobrevivir.
Por otro
lado, si trato de pensar en cómo sería la vida sin agua, ahí es más complicado
pues directamente estaría muerta, máximo se dice que se puede estar 4 días sin
consumir agua y eso es sólo hablando individual porque en el ambiente sería
catastrófico; el agua es el mayor componente en la mayoría de los organismos,
por parte de las plantas es importante en la fotosíntesis y viéndola como
territorio, es hábitat de millones de animales marinos.
El
suelo, lastimosamente, casi siempre suele ser ignorado al hablar de
contaminación como tal, pero literalmente sin él no podríamos ni alimentarnos.
Es la base de la agricultura de frutas, verduras y legumbres, funciona de
filtro para retener y proteger el agua y también es necesaria para la ganadería
porque nutre a los animales. Es esa cosa que literalmente está bajo nuestros
pies y, aun así, poco o nada pensamos en ello.
Las
algas marinas tampoco son de mencionarse en este escándalo climático para lo
verdaderamente importantes que son, ellas nos brindan oxígeno y además absorben
CO². También sirven como alimento para animales marinos como los peces.
Finalmente,
si tratamos de imaginar la vida sin oxígeno ¿Realmente podríamos existir?
Definitivamente no lo creo, el aire que respiramos no sólo es vital para
nosotros, también para todo ser vivo existente en la tierra. Y es que aun
existiendo ciudades (por ejemplo; CDMX), donde es pesado y ardiente el siquiera
pasar un poco de aire por los pulmones cuando se está acostumbrado a ambientes
más relajados como los del sur.
Es
inevitable el pensar ¿Por qué tanta diferencia? Si bien los divide varios
kilómetros de lejanía, aún así así no es un espacio aislado como una cápsula,
la cuidad es un espacio abierto gigante y cada contaminante que se produzca en
algún lado tiene que parar.
Recientemente,
cerca de mi casa hubo un incendio de unos botes de combustible que rápidamente
alcanzaron un viejo Yonkers y se incendió un auto, primero se rumoraba que era
una pipa de gasolina que estaban arreglando, pero se descartó cuando después de
algunas horas pudieron apagar el fuego e investigar. Lo impresionante de esto
es que la llama era tan grande que llegué a verla desde mi casa; y qué decir
del humo que se esparció por el cielo antes despejado de ese día; grandes nubes
negras adornaron la cima de la cuidad y no era buena noticia para quienes han
deseado que llueva. Lo más importante del caso ¿A dónde fue a parar todos esos
gases tóxicos? ¿Qué sucedió con la flora y fauna de ese lugar? ¿Fue suficiente
evacuar a los vecinos cercanos sólo unas horas? Y muchas incógnitas más sin
formular.
A lo
que me refiero mencionando todo esto es que, sin importar que podamos verlo o
no, existe y es parte de nosotros, vivimos y sobrevivimos por el Medio Ambiente.
Los pequeños y grandes aspectos que nos mantienen en la Tierra están siendo
consumidos, uno a uno, como pequeñas rebanadas de pastel. Y queda una gran
interrogante en mi cabeza; ¿Qué pasará cuando sólo quede la última rebanada de
pastel?
Comentarios
Saludos, Esbeidy Ruiz.