“Nos podemos quedar sin tunas, pero el nopal no debe faltar. Una planta que aguanta el calor y sed y aun así da sus frutos para nosotros gozar de ellos, con las espinas y alguates que tiene y usa para proteger su vida”



 



LA TUNA SIN TUNAS

 

Anni Paola Vargas Loera


En un pueblo, rancho o comunidad como le quieras llamar, pero un espacio de libertad de paz de armonía y felicidad. Crecí allí durante mis primeros 14 años, recuerdos vagos en mi mente que me hacen regresarme a mi vida pasada y darme cuenta de cuanto han cambiado las cosas e, incluso, hasta mi rancho querido.  

Así inicia la vida de una jovencita de rancho que salió de allá para superarse. Mi infancia donde crecí jugando con mis primos y amigos, gozando de la naturaleza que me brindó mi rancho, del aire tan natural, fresco y bueno, de esos sonidos que trasmite la naturaleza en ese espacio tan agradable y silencioso, escuchar cada ave pasar que producían el sonido más único o raro que había escuchado, los cotorros, las golondrinas que invadían mi casa con sus casas, el pájaro carpintero, el gavilán que todos los días cuidaba de él para que no robara mis pollitos, entre una multitud más.

Recuerdo tomar las sombras que nos daban aquellos grandes árboles boscosos y verdes, tan grandes que yo no les veía fin, tan diferentes que los comparaba, eran tan bonitos e impresionantes, nos servían para sentarnos y ahí mismo inventarnos, juego tras juego, para pasar un día divertido, irnos a las pilas de agua o al arroyo, esa agua tan limpia, fresca y buena que podíamos disfrutar en tiempos de lluvia como le llamamos, es decir, cuando toca la temporada que llueve de seguido por allá, imaginábamos que era nuestra alberca nuestra pileta y ahí se nos iban las horas y más horas hasta que llegaba el momento que mis padres me buscaban y tenía que regresar a casa.

En las mañanas solía levantarme temprano y siempre mirar el sol salir desde el picacho del cerro más alto que devisaba desde la comodidad del portal de mi casa, una gran vista sin duda, que nadie me podía contar, yo lo vivía cada mañana, el picacho imagínenlo un cerro una montaña gigante verdosa con diferentes tipos de árboles y siembra de avena para ganado, impresiónate todo se miraba vivo y destellado, con los reflejos del sol que aluzaban y marcaban diferentes caminos o, incluso, hasta el pasar de los animales.

Cuando se me dormía el gallo, como decimos nosotros, recuerdo que los reflejos del sol entraban por la ventana de mi cuarto y no me dejaban dormir más, cuando tenía mucha suerte podía gozar pero cuando no era el sol era mi padre, les cuento, un señor de rancho como lo abarca toda la extensión de la palabra, honrado, bueno y muy trabajador, que todos los días madruga junto con las gallinas y en lo primero que piensa es en tomar una tacita de café que avispara su mañana y despertara su vista para disfrutar de la mañana en lo que mi madre cocina para desayunar.

Era mi alarma de todas las mañanas, no había día que mi padre no fuera y me despertara diciendo "Arribera lo mataron, aliviane la concha, ya es muy tarde el sol está a medio portal mija". Y era hora de levantarme a barrer y ayudarle a mi mamá en el quehacer de la casa, él dejaba las ventanas y las puertas abiertas para que a la princesa de la casa le molestará el ruido y claro se levantara, que era su objetivo.

Yo sólo me preguntaba y decía ¿cuál tarde, papá, si apenas son las 7 de la mañana? Siendo sincera, para mí eso era más que madrugar o, bien dicho, yo soy un oso para dormir. Y se preguntarán ¿por qué un oso? Les cuento, los osos hibernan una temporada, es decir, duermen durante mucho tiempo sin salir de su cueva o casa; pues ésa soy yo, una osita para dormir que puede estar horas sin ningún problema, mientras mi padre solo renegaba y renegaba sin encontrar fin. Mi madre, tan buena y compadecida de mí, una mujer trabajadora, honrada y sencilla, ella siempre me consentía y me cubría de mi padre, me cumplía mis caprichos y solo quería que fuera feliz y, como dice ella, que disfrutara ahora que podía porque luego crecería, mi viada cambiaría, así como está cambiando el mundo, sería una ama de casa, una esposa, una madre una señora ocupada como ella y nada sería igual.

Sinceramente, cuando mi madre me decía que las cosas cambiaban yo en ese entonces no lo veía así, pero ahora que entiendo y comprendo sé que no sólo las cosas personales cambian, más bien mi mundo cambió. Cuando yo tomé la decisión de mudarme a la ciudad fue un cambio tan drástico que no podía acostumbrar a mi mente y cuerpo, tuve que forzarlo a que eso sucediera. Vivir en una ciudad es otra cultura a la cual yo no estaba acostumbrada y todo lo tomaba de manera rara, la sociedad es diferente, las zonas son diferentes, el tipo de vida es diferente y un sinfín de cosas. Nunca pensé que, así como cambió mi vida cuando salí de mi rancho también cambiaria mi rancho cuando yo regresara a él.

Era tan sólo una niña común y transparente como todos los demás, que sin pensarlo era tan feliz y no lo sabía. Vivía en una zona natural, en un ambiente sano con flora y fauna de particulares especies que ni siquiera sabía sus nombres o cómo es que provienen, ni tampoco qué sucede con ellas. Vivir sin ninguna preocupación, disfrutar de las riquezas que mi rancho me daba, salir y pasear y que toda la gente me conozca y salude con aquella felicidad y honestidad, gozar de las comidas, de esa sazón ranchero, de los frutos que cada árbol me brindaba, de los alimentos de producto animal como el ganado que teníamos, convivir en fiestas del rancho y gozar la vida, día a día, sin ni siquiera saber en qué día mes o año vivía.

El momento que estaban esperando, les cuento de mi rancho, un lugar muy lejano escondido en la sierra donde la naturaleza es pura, los cerros verdes, las flores fluorescentes, el aire puro, fresco y sonador, los animales libres, los humanos felices, finos y sencillos, las casas hechas con aquellos estilos tan únicos que llevaban la forma de cada bloque de ladrillo hecho a mano por los habitantes con su respectivo espacio ambiental, como lo son los patios llenos de árboles de frutos, con los cuales las familias esperaban la temporada de cada uno para poder disfrutar de esas delicias que nos brinda la naturaleza y poder alimentar su hambre durante el tiempo de duración; los caminos largos y limpios, las carreteras pedregosas, con los árboles alrededor desojándose y con las flores con los pétalos por doquier, así como el jardín que mi mamá y mi abuela tenían; unas flores de mil colores y mil formas que cada día cuidaban de ellas como si fueran su tesoro preciado, al caer los pétalos corrían por las orillas de cada vereda y se plasmaban en los huecos que forman los animales como refugios.

Naturaleza viva, como los corazones de cada uno de ellos, como las ganas de cada año seguir cosechando sus siembras, como las ganas de querer juntar el agua más fría en las mañanas y ganarle al vecino, como las ganas de poder disfrutar de una buena sombra y un aire fresco para el tiempo de calor, como las ganas de querer seguir viendo llover y que el agua corra por medio rancho atravesándolo con el arroyo, como las ganas de ver a su ganado cada vez más bonito, como las ganas de poder vivir con tranquilidad, como las ganas de querer seguir teniendo un rancho bonito, llamador y enriquecedor digno de presumir.

Así mis riquezas infantiles, un mundo que no cualquiera pudo apreciar, tener, ni mucho menos disfrutar, el maravilloso mundo de rancho o campo, donde los años te pasan sin dejar un día de lado.

¿Y que si por qué se llama la Tuna sin tuna? Así mi rancho tan curioso, que las nopaleras no dan tunas, una planta típica de nuestro México querido y los paisajes que nos brinda, con un símbolo tan importante que mi rancho no se podía quedar desapercibido y no tener como representante. Nos podemos quedar sin tunas, pero el nopal no debe faltar. Una planta tan fuerte, resistente y bonita, que aguanta el calor y sed y aun así da sus frutos para nosotros gozar de ellos, con las espinas y alguates que tiene y usa para proteger su vida.

Una vida sana, la vida que se lleva en un rancho en el campo, con una naturaleza sana y un espacio ambiental del que pueden gozar los habitantes de esa zona, la vida que todos deberíamos de llevar, en fin, EL MARAVILLOSO MUNDO DE RANCHO.

 

NOTA EDUCATIVA

La importancia de cuidar nuestro medio ambiente, se preguntarán por qué este texto, aquí les expreso mis recuerdos y mi sentir de cuando yo estaba más pequeña y pude vivir en un rancho con la naturaleza pura, donde pude admirar de cerca cada detalle tan único que nos brinda la naturaleza del mundo y que ahora, en estos tiempos, ya ni siquiera es una mitad de todo lo que yo les conté, ni para el campo y mucho menos en la ciudad.

Redactado de una manera diferente, pero con un mensaje enseñador, educativo y realista, contando una historia de la vida real que ahora se ha convertido en recuerdos maravillosos.

La Naturaleza es la vida de los seres humanos y lo único que hacemos es abusar de ella, por el simple hecho que no habla, no se queja ni nos reniega, pero seamos claros y observadores críticos, el mundo, el medio ambiente, la naturaleza, los seres vivos y todo los que nos rodea nos están pidiendo a gritos que cuidemos de nuestro planeta Tierra, que no destruyamos lo que tenemos y que nadie nos lo puede quitar porque es de nuestra propiedad sin ningún costo, pero saben que costo vamos a pagar, el tenerlo todo y a la vez no tener nada por culpa de la poca conciencia que existe en los seres humanos para lidiar y cuidar de un ambiente sano para el mundo entero.

Aprendamos a pensar a usar la cabeza y, sobre todo, a actuar y no sólo en beneficio propio; no seamos tan egoísta y nomás miremos por nuestro bien, el mundo lo conformamos una multitud de seres vivos que todos ocupamos de todos. Reuniendo fuerzas se logra el cambio que hoy en día se necesita para tener una sociedad viva con un mundo sano, la unión hace la fuerza y la fuerza logra objetivos, un equipo por un mundo diferente, enriquecedor y natural, cuidar al medio ambiente nos permite vivir en él y gozar de sus beneficios.




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