“Mi árbol creció y, junto con él, yo también, me gustaba estar sentada bajo su sombra mientras leía un rato o me acostaba a pasar el tiempo con mi hermana”
NUEVA VIDA
Dayanna Itzel Padilla Samaniego
Todo empezó cuando
plantee mi primer arbolito, yo tenía tan solo 7 añitos de edad cuando mi padre
llegó con unas semillas a la casa.
-Mira conejita,
¿Quieres ir a plantar un árbol en el parque?
Mi papá me decía
conejita por mi sonrisa, por ahí en esos años a mí no me gustaba mi sonrisa,
sentía que mis dientes eran muy grandes, pero mi papá decía que era una sonrisa
muy bonita, eran dientes de conejita. Me fui acostumbrando a ese apodo y poco a
poco empezaba a gustarme.
-Sií papá- dije
con emoción
-Ve y avísale a tu
hermana
Fui corriendo al
cuarto de mi hermana para contarle la noticia, mi hermana en ese entonces tenía
4 años de edad.
-Ey, pulgosa,
¿quieres ir a plantar un árbol con mi papá?
-Sií- dijo mi
hermana con felicidad
Bajamos las
escaleras con una gran felicidad, estábamos emocionadas, este sería el primer
arbolito que plantaríamos. Salimos con mi papá y fuimos al parque.
El parque era
demasiado grande, había muchos árboles y en ese gran parque podía ver uno que
otro conejo, algunas iguanas en los árboles y pajaritos con sus nidos, también
había patos nadando en un pequeño rio que se encontraba cerca del árbol en
donde en el vivían una mamá mapache y su bebe, todos sabíamos que ese árbol ya era
propiedad de esa famosa mamá mapache, Bueno, de hecho todos sabíamos que este
gran parque le pertenece a todos estos animalitos, este es su hogar, desde que
tengo memoria, en este parque siempre se han encontrado animales.
-A ver princesas,
busquen en donde quieren que lo plantemos- nos dijo mi padre señalándonos todo
aquel parque precioso.
Mi hermana y yo
recorrimos todo, viendo cual sería el lugar perfecto para nuestro arbolito,
después de unos minutos de pensar, al final nos decidimos.
-Aquí papá, aquí
es perfecto- dije apuntando el lugar, mientras mi hermanita daba brincos de
emoción. Era un espacio que me llamo la atención, ya que, estaba vacío, sentía
que algo le faltaba, era un espacio de tierra en donde no había césped, no
había nada, y a mí me parecía una buena idea plantar nuestro árbol ahí, en
donde pueda dar hogar a otros animales, en donde de vida y no esté tan vacío.
Mi papá nos sonrió
y después empezó a cavar con una pala, al terminar mi papá me entrego la
semilla para colocarla en la tierra, después mi hermana y yo empezamos a
enterrar la semilla con nuestras manos y lo cubrimos de agua. Estaba muy
emocionada, estaba plantando una vida. Mi padre siempre nos ha dicho que los
árboles tienen vida, ellos sienten, y la verdad yo siempre le he creído.
Él me dijo que los
árboles crecen como nosotros los humanos. Ellos liberan oxígeno, necesitan
agua.
Ellos absorben la
luz solar y la convierten en alimento para ellos mismos, mediante la tierra y
el agua consumen sus nutrientes. Para mí los árboles son mágicos, ellos tienen
el poder de transformar la luz en energía.
Cuando terminamos
de enterrar la semilla, mi hermana y yo teníamos una gran sonrisa, mi papá nos
miraba con orgullo. Me quedé viendo un momento la tierra y pude imaginar lo
enorme que sería mi árbol, me lo imaginaba fuerte con algunos animales viviendo
en él y me imaginaba a mi escalando el árbol mientras observaba toda la
naturaleza.
10 años
después
El tiempo paso y
ya no era una niña, ya era costumbre que mi hermana y yo fuéramos a visitar a
nuestro arbolito, nos gustaba ver como poco a poco iba creciendo, y se
convirtió en lo que yo tanto imaginaba, un árbol grande y fuerte. En él vivía
una familia de conejos, se encontraba un agujero en el tronco y se convirtió en
su hogar y arriba entre las ramas estaba un nido de pájaros, me sentía feliz de
que la mamá pájaro decidiera dejar sus huevos ahí, estaba orgullosa de la nueva
vida que había plantado y que ahora era el hogar de nuevos animalitos.
Mi árbol creció y
junto con él yo también, me gustaba estar sentada bajo su sombra mientras leía
un rato o simplemente me acostaba a pasar el tiempo con mi hermana. La sombra
de mi árbol me hacía sentir segura, sentía que me daba un cálido abrazo.
Este parque estaba
lleno de vida, se había convertido en mi lugar favorito y creo que también en
el de muchos animales, me sentía segura, como todos los que se encontraban ahí.
Meses atrás mi
papá me había acompañado a ese gran árbol y me dijo
-Mira conejita,
hay más como tu- dijo mientras señalaba los conejos, recuerdo que apenas eran
unos bebes.
Yo solo reí a
carcajadas
-Daya ¿tú crees
que estos conejos son felices aquí? - dijo mi hermana mientras veíamos los
conejos, estábamos sentadas en una de las grandes ramas de nuestro árbol y
desde aquí podríamos observar casi todo el parque.
-Si- dije
sonriéndole
-A veces quisiera
ser uno de esos conejos, no tienen preocupaciones, tienen un precioso árbol
como hogar y solo comen y duermen, que agusticidad – le dije a mi hermana
mientras lo imaginaba.
-Yo quisiera ser
uno de esos pájaros, de preferencia un pájaro bebe, para que me alimenten
cuando yo quiera, además podría vivir hasta arriba del árbol y despertar
siempre con esta vista - dijo mi hermana con su cabeza recargada a mi hombro.
1
semana después
Todas las mañanas
mi mamá busca algo de comida para mí y mis 7 hermanitos, desde que tengo
memoria este gran árbol ha sido mi hogar. Mi mami siempre nos cuenta la
historia de cómo es que descubrió este árbol y por qué decidió vivir aquí.
Hoy era un hermoso
día, bueno, la verdad es que todos los días en este gran parque son hermosos,
mi parte favorita es el atardecer, cuando el cielo se pinta de colores
anaranjados, rosas y un toque de azul.
Hace unos días que
veo a mi mamá muy preocupada, últimamente con sus orejas caídas, como si
tuviera miedo, pero yo me pregunto ¿miedo de que?, ¿por qué tener miedo cuando
está segura en este hermoso hogar?, Pero bueno, siempre que trato de
preguntarle a mi madre que es lo que pasa, ella solo me sonríe contestando que
no es nada.
A mis hermanos y a
mi nos gusta salir siempre que vienen aquellas dos niñas, son muy amables y la
casa se sienta todavía más agradable cuando nos visitan, de vez en cuando nos
traen zanahorias.
Últimamente por las tardes vienen hombres, siempre que vienen mi mamá no nos deja salir de la casa, a mí me da mucha curiosidad saber que tanto hacen ahí, ¿por qué mi mamá no nos deja acercarnos a ellos?, es un poco raro, ya que con aquellas niñas nos deja convivir y con estos hombres es todo lo contrario.
Llego la noche y
ya era hora de dormir.
-Vengan mis bebes,
ya es tarde y es hora de que sus ojitos descansen- dijo mi madre dándonos una
caricia y un beso.
Yo estaba
acostado, ya listo para dormir, pero seguía con la duda de por qué mi mamá no
nos dejaba salir cada que llegan esos hombres.
-Mamá, tengo una
pregunta
-¿Que pasa mi
corazón?
- ¿Por qué no
podemos salir de la casa siempre que vienen aquellos hombres?
Mi madre se quedó
callada por unos segundos mirando el suelo
-Ay mi pequeño,
debo decirte que no todos los seres humanos son buenos
-Pero Mamá, ¿por
qué dices eso?, no entiendo, yo veo como es que aquellas niñas a veces nos
traen alimento.
-Mi pequeño, en
este mundo existe gente buena, pero también mala, hay gente que da y gente que
quita, lamentablemente la mayoría de los que habitan en esta tierra es gente
mala y debemos tener cuidado.
Yo solo me quede
pensando unos segundos, para mí era difícil de creer, no conocía a nadie que
quite, "personas malas" como dice mi mamá, quiero pensar que todos en
esta tierra son gente buena, gente amable y pura de corazón.
-No lo sé mamá,
para mi es difícil de creer que alguien sea capaz de herir a otros, creo que
todos tienen buen corazón y buenas intenciones.
-Como te amo mi
pequeño, siempre ves el lado bueno de todos- dijo mi madre y después me dio un
beso en la frente.
….
-¡¡¡HIJOOS, MIS
NIÑOS DESPIERTEN!!!
Abrí los ojos y lo
primero que vi fue el cielo azul, volteé a mi alrededor y ahí estaba mi madre
asustada y temblando.
-Corran al árbol
de la señora mapache- grito mi madre con lágrimas en los ojos.
Mis hermanos y yo
corrimos, pero me detuve un momento para voltear hacia atrás, y pude ver mi
árbol, mi hogar, tirado en el suelo, y desde aquí mi árbol ya no se veía grande
y fuerte, toda esa fuerza que duro años, desapareció en un segundo.
Estaba congelada,
esto debía ser una pesadilla, deseaba despertar lo más pronto posible, ¿Por qué
no puedo moverme?, no entiendo que pasa, lo ultimo que escuche fue una voz.
-AGUAAS- pude
observar como el árbol de la señora mapache caía sobre mi cabeza, parecía en
cámara lenta.
La
mañana siguiente
Nunca me había
levantado tan temprano, pero mi hermana y yo sospechábamos que hoy nacen los
huevecitos de aquella pajarita, estamos tan emocionadas de poder ver nueva vida
en aquel parque, mi padre decidió llevarnos, el también quería estar presente
en el nacimiento de los pajaritos.
Al llegar al
parque mi hermana y yo quedamos en shock, parecía ser un mal sueño. No sabía
que había pasado aquí, logré ver a unos hombres con uniforme al lado de una
gran excavadora, corrí lo más rápido que pude a ellos.
-¿Qué paso aquí?,
¿Qué es lo que hicieron?- dije con lágrimas en los ojos.
-Tirando todo-
dijo uno de los hombres, como si no tuviera importancia.
-No entiendo, pero
¿Por qué?
-Vamos a construir
una nueva plaza niña, será mejor que ya te vayas, por que pronto empezaremos a
excavar.
No hice caso y fui
corriendo hacia donde estaba mi árbol, en el camino había arboles tirados al
suelo y algunas higuanas corriendo.
Y ahí estaba, mi
árbol, aquel árbol que era grande y fuerte, aquel árbol precioso que me hacía
sentir que me daba un cálido abrazo con su sombra, que llevaba en el recuerdos
de mi infancia, que sus ramas eran lo suficientemente fuertes para sentarme en
ellas. Todo eso desapareció cuando vi a mi árbol caído, muerto.
Ese espacio de
tierra regreso a como estaba antes de plantar mi árbol, un espacio vacío, sin
vida, sin nada. Busque por todos lados algún conejo, pájaro, lo que sea que
hubiera quedado en todo ese desastre.
Sentía impotencia, ya no había nada en aquel parque que solía estar lleno de vida, no podía dejar de llorar, lo último que recuerdo fue a mi padre junto con mi hermana, nos abrazaba con fuerza y luego fuimos a casa, ya no había nada que hacer, todo había desaparecido.
Siempre recordare
mi árbol grande y fuerte, siempre será parte de mi corazón y de mi infancia.
Todavía escucho aquellos pájaros cantar y siento el cálido abrazo de mi árbol.
Colofón educativo
La naturaleza nos enriquece, nos regala sabiduría, nos protege, es enseñanza, nos brinda recursos vitales como agua, aire limpio, alimentos y medicinas. Yo me pregunto ¿nosotros le regresamos por lo menos el 5% de lo que nos brinda? ¿De que manera le damos las gracias a nuestro planeta?
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