Primer Concurso de Cuento Universitario 10

 “A quien se atreva a hacer las cosas, tendrá en su mano, el mayor poder para cambiar el mundo”


 



ABANDONADO ENCUENTRO

 

Hugo Esteban Martínez Reyes

 

Nací en mi hogar, la calle, hace cuanto... no sé, no lo recuerdo, solo puedo decir que nací un 15 de febrero y mis papás me pusieron Carlos, creo que tengo ocho o nueve años, pero no más y no menos, mis primeros recuerdos son borrosos, desde muy pequeño empecé a estar en calles y aceras de la ciudad, no conocía a nadie que no fuera a mis padres, las tortillas son mi única comida y mi favorita de aquel entonces, las comíamos una vez al día con agua, y si teníamos suerte podíamos tomar refresco.

Mis padres cada que podían tomaban cosas muy amargas y me obligaban a tomarlas y me sentía muy mal cada que las bebía, llegué a vomitar y a sentirme muy enfermo en la mayoría de las veces.

Desde muy pequeño trabajo, al principio acompañaba a mi mamá en sus brazos para que la gente nos diera dinero, era increíble, toda la gente nos daba dinero, pero nunca entendí porque jamás nos alcanzaba para comprar una casa, yo quería una casa; cuando crecí y no pude estar en los brazos de mi mamá, empecé a trabajar yo solo caminando de carro en carro pidiendo dinero, no tenía que hablar, de hecho aún no sabía hablar y me daban dinero, aunque no era mío, siempre se lo daba a mi mamá y papá para que lo guardaran, aunque nunca me daban nada. Pasó el tiempo, creo que tenía algunos cuatro o cinco años, mi mamá tenía una panza muy grande, y una tarde empezó a dolerse mucho en esa zona, se sentó en la manta en donde dormimos, a lado de un árbol de nim, se recostó y mi padre empezó a gritarle de groserías, casi siempre lo hace pero esta vez era con desesperación, después de mucho tiempo, las arrugas de mamá se hicieron más evidentes, mi padre tenía algo en las manos y amenazaba con aventarlo en la cera, le decía gritando que no era su hijo porque estaba güerito, ahí entendí, mi madre había dado a luz a un hermano mío, en el brazo gigante de mi padre mire a un niño, estaba envuelto en las hojas de las tortillas que nos habíamos comido esa mañana, todo sucedió al anochecer, mi padre seguía preguntándole a mi madre cosas que no quiero recordar:

- ¡¿Quién es el hijo de su puta madre con el que te revolcaste?! ¡Este niño es blanquito y ojo de color!¡Seguiste de puta cuando te dije que dejaras esa chamba a un lado! -

Y así siguió mi papá, mientras que mi mamá se encontraba mareada evidentemente por haber parido a un nuevo ser, al cual mi madre llamó Sebastián, es bastante hermoso, no se parecía en nada a mí, solo tenía la misma nariz fina, y más tarde, en él se reflejaba la misma sonrisa que yo tenía al ver a los niños que comían dulces mientras caminaban con la misma combinación de ropa, zapatos negros, pantalones también negros, y camisas color blanco con el mismo dibujo, creo que es un escudo color rojo; en sus espaldas siempre traían una bolsa de tela que llaman mochila, no sé a dónde van con tanta felicidad, pero a mí me encantaría ir a donde ellos van.

Todos los días es la misma escena, mientras hago malabares, limpio los parabrisas de los carros que están en la calle, ayudándole a los repartidores de periódico a acabar sus entregas, siempre que estoy trabajando en el extenso boulevard, cruzan la calle muchos niños por la mañana con las mismas características, mismas ropas, pero con gran variedad de dulces.

¿Cómo sé qué son dulces? Pues, lo sé porque un día, a uno de esos niños se le cayó uno a la calle, se quebró y parecía un polvo, su envoltura tenía una rosa muy hermosa, a simple vista, cuando miré que una parte estaba hecha de tierra, pensé que estaba hecha de eso, pero cuando lo vi bien, pude ver que era muy blanco, y parecía de ese polvo blanco que papá y mamá comen con la nariz cuando mi hermanito y yo nos dormimos, o por lo menos me hago el dormido y veo que comen eso sin darnos; lo probé y jamás creí que existiera algo tan  bueno, rico, delicioso, pareciera que le daban abrazos y besos a mi lengua y mejillas, ¡los dulces son deliciosos!

Ese día mi padre me golpeo por entretenerme comiendo el dulce y no trabajar, así que empecé de nuevo con la rutina diaria; en un semáforo en rojo, empecé a limpiar los parabrisas como siempre, hay gente que me dice groserías por no poderles limpiarles bien y no me dan nada, otras veces se van sin pagar, la mayoría que pide limpiar sus cristales me paga, aunque a veces no me queda bien, y cuando es así, pedía disculpas a los que manejaban. Hay un conductor que me llamó demasiado la atención cuando lo vi desde la primera vez, maneja un auto bastante raro, es un carro que parece camión, y solo tiene el vidrio de adelante, pero atrás tiene algo parecido a una tienda, y nunca se despega del carro por más grande que esté; cuando lo conocí, me preguntó si había comido, antes de responderle, mi hermano, que ya caminaba y apenas y podía correr, tenía un pequeño balde con el agua sucia, en donde lavábamos los trapos con los que limpiamos los vidrios de los coches, Sebastiancito se tropezó con el asfalto, haciendo que cayera todo el agua sucia, ensuciando la parte de enfrente del auto, me quedé quieto del miedo, pero mi hermano se puso peor, se quedó viendo al señor y empezó a llorar, empezó a mojar su camiseta, la cual le quedaba como si fuera vestido, era de color blanco, y en la parte de su barriga se coloreaba de color amarillo mientras lloraba, mi pobre hermano se hizo pipí del miedo más que de la vergüenza, la mujer que venía con el conductor, le dijo algo al oído, y este se bajó del auto, se agachó, y me dijo:

- Dile a tu amiguito que no ha pasado nada, ten esto, creo que tienen hambre, esto los puede ayudar a que amarren mejor la panza por lo menos este día -

Dicho esto, me dio algo envuelto en un papel que parecía metal, nunca había visto algo igual, tenía un olor muy rico y estaba calientito, el señor trató de darle otro a mi hermano, él se alejaba, pero yo le di el mío, y el conductor riendo, me dio otro, se me quito el miedo, y mi hermano dejo de llorar, y le dijo el conductor que no pasaba nada:

- Ya le hacía falta un baño a mi troca, ¡Esperen que me faltó algo bien importante!, aquí tienen una rica agua de horchata pa´ que pasen mejor la comida -

Nos despidió con una sonrisa, pero el momento tan grato fue interrumpido por una orquesta de trompetas de cláxones de los autos detrás del conductor, que a toda prisa meneaba la mano despidiéndose mientras la mujer que lo acompañaba se reía de la situación, y también nos meneaba la mano en seña de despedida. Después de trabajar hasta medio día, mi hermanito y yo queríamos comer la comida que nos habían regalado, nos escondimos atrás de una barda de la calle para que no nos vieran nuestros papás, que de hecho se habían ido y no volvieron hasta mucho más tarde; abrimos la bolsa y sacamos esas cosas, eran muy grandes, estaban hechas con tortillas de harina, ¡Tortillas de harina!, solo las había probado una vez en mi vida y se habían convertido en mis favoritas, le di una mordida y sentí algo duro pero blando, mire que tenía adentro, y era... ¡Carne!, nunca en mi vida la había probado, ¡Esta muy rica la carne! ¡Es de lo más rico que he comido en mi vida!

Ese día fue maravilloso, comí otra cosa que no fue tortillas con sal y chiles en escabeche, era el platillo de todos los días, en algunas ocasiones si hay suerte se comían esas tortillas con frijoles, estábamos tan satisfechos, que parecíamos chanchitos con panza regordeta. Llegó la mañana siguiente, y volvimos a encontrarnos con los mismos señores de ayer, nos buscaban con la mirada a mi hermanito y a mí, los dos nos acercamos, mi hermanito de cuatro añitos no habla, solo dice las vocales y ni siquiera puede decir si tiene hambre o no, pero con una sonrisa de ángel corría presuroso al auto de aquellas personas que no nos regalaron comida, nos regalaron un gran momento que jamás olvidaremos.

- ¡Mis Trigarantes!, JAJAJAJA les digo así por la grasa o lo que sea que tienen pintado en las mejillas, parece camuflaje de los que traen los guachos, ¿Les gustaron los burritos sonorenses que les regalé ayer? ¿Si les sirvió tan siquiera pa´ la muela? -

Con que se llaman burritos, ¡Que nombre tan curioso para algo tan rico y llenador! me causa bastante gracia que se llame de esta forma, me pone intriga saber porque se llaman así, le dije que nos llenaron de aquí hasta la siguiente primavera, después dijo el señor:

- ¿Y qué opinan del agua de sabor que hace mi esposa?, ¿Si o no está muy sabrosa? -

Mi hermanito y yo asentimos con la cabeza muchas veces, nuestra gratitud... era para nosotros muy poca para él, pero el señor pareciera que le entregamos un tesoro, traía una sonrisa digna de un rey al entregarle un cofre lleno de oro, y su esposa sonreía y se secaba unas cuantas lagrimas mientras escondía su mirada en un mandil:

- Mi esposa y yo tenemos un puesto, o una carreta, como le quieran llamar, pero en ella vendemos burritos sonorenses y agua de sabor, el puesto es bastante lejos caminando, pero cuando quieran ir, se pueden venir de raite con nosotros -

Yo asentí, pero solo una vez, y le mencioné que estábamos muy contentos y agradecidos con su propuesta, pero tendríamos pedir permiso a nuestros padres, y dije que dudaba mucho de que nos dejara ir con "extraños":

- ¿Padres?, No entiendo entonces lo... -

No alcanzó a terminar la frase cuando los coches detrás de él empezaron de nuevo con el concierto de cláxones tras ponerse el semáforo en rojo, y no tuvieron de otra manera más que acelerar y alejarse por este día...

Sebastiancito y yo nos quedamos con las ganas de comer otro burrito, pero no todo es miel sobre hojuela, tendremos que esperar otro día.

Mis padres estaban muy enojados porque no juntamos suficiente dinero para ellos, pero yo creía que sí, porque me habían dado un billete azul, de esos que según valen mucho, nunca los había visto, pero sé que valen mucho, porque cuando a los repartidores de periódico le dan uno, siempre están diciendo que no tienen cambio de ese billete, debe valer mucho, porque según ellos, ni vendiendo todos los periódicos juntan tanto dinero; mi padre nos volvió a golpear a mi hermanito y a mí. No podemos hacer nada, es muy grande y fuerte, y si tratamos de hacer algo nos pega aún más fuerte, me pone muy triste eso, porque siempre veo a los papás de los niños por las calles, felices y alegres con ellos, pero el nuestro siempre está enojado, y mi mamá nunca le hace nada, ella también esta enojada cuando él está enojado, y ni siquiera se hablan entre ellos; mi hermanito se pone muy triste por eso, y no me gusta vivir así.

Otra vez vino el señor que hace burritos con su esposa que hace agua fresca, nos saludaron a lo lejos, pero el saludo fue interrumpido por tres hombres que vestían de negro frente a Sebastiancito y a mí, ya había escuchado de ellos, mis papás siempre nos decían que nunca le habláramos a ese tipo de personas, en el cinturón llevaban una pistola y sus zapatos eran relucientes.

Uno de ellos me acarició la cabeza y me dijo:

- Hola muchacho, ¿Como te llamas? ¿Ese más pequeño que tu es tu hermanito? ¿Dónde están sus padres? ¿Por qué visten tan mal?...

Nos hacen muchas preguntas, y yo respondía las que podía, eran bastante amigables, nos dijeron que eran la policía, que ellos sirven a la ciudadanía y que se encargan de poner orden en la región, volteo a ver a mis padres y a gritarles que estaba con la policía. Mi padre estaba de espalda y cuando se volvió hacia nuestra mirada, no tardó ni un segundo y salió corriendo lejos de nosotros, no tardó tampoco mucho una de las policías y fue corriendo tras él, era increíble la manera tan rápida de correr, se lanzó sobre él y pensé que lo estaba lastimando, pero no fue así, lo sostenía de un solo brazo, mientras que mi padre tenía los brazos hechos un nudo sobre su espalda.

No entendía lo que estaba pasando, en cuanto otro policía fue también a donde traían a mi papá, mi mamá salió disparada con algo muy afilado, ¡Trataba de lastimar a la policía que tenía agarrado a mi papá!, era una cosa de locos, el otro policía controló a mi mamá y le hicieron lo mismo que a mi papá, no les gustaba a mis padres que los tuvieran amarrados, y se zangoloteaban de lado a lado, hasta que lo acercaron a un auto color negro y dibujos raros, tenía lucecitas rojas y azules.

Le pregunté muy presuroso al oficial a donde se llevaban a mis papás, se agachó con nosotros, nos tomó de hombros y nos dijo:

- Niños... Ustedes son solo niños, ustedes no deberían estar trabajando a tan temprana edad, a ensuciarse en esta mala vida, ustedes no deberían pasar hambre, ustedes son unas creaturas que necesitan a mejores personas, hay un lugar donde pueden realmente vivir, y este lugar les hará llegar un verdadero hogar, no como vivir en la calle; ustedes deberían estar bajo techo, limpios, sanos, llenos de energía y estudiando en la escuela... -

No entendía algunas cosas que no entendía, pero sé que él siempre se refería a vivir de mejor manera mi hermano y yo.

Nos hicieron subir a su auto, había mucha gente alrededor, no sabía si sentirme muy famoso, o sentirme muy observado, es algo rara esta sensación, lo último que pude ver, fue al señor de los burritos y su esposa hablando muy preocupado con uno de los tres policías, mi hermanito Sebastián está muy asustado, lloraba y lloraba de tristeza, no alcanzo los cristales de la camioneta para distinguir a donde vamos, aunque nunca sabría dónde estoy, no conozco la ciudad, no se leer, y lo peor aún, no tengo a donde ir.

Sebastiancito se quedó dormido de tanto llorar, estaba muy rozado de sus ojeras, una oficial de la policía lo abrazaba con ternura y cuidado de no despertarlo e incomodarlo. De repente el auto se detuvo, llegamos a un lugar muy blanco, entramos y había niños, algunos tenían las ropas parecidas que los niños que cruzaban la calle portaban, pero no traían mochila.

Se leer el reloj gracias a Chuchita, una señora que vendía nopales en la avenida donde trabajaba antes, hay un reloj en ese cuarto grande que indican las cuatro y cuarto, ya pasó algo de tiempo desde que nos trajeron, la oficial que tenía a mi hermanito en brazos, nos escoltaba, y de vez en cuando nos acariciaba la cabeza, diciendo con una sonrisa tierna y con preocupación que todo está bien; llego presurosa una muchacha muy feliz, de bata blanca y con los brazos abiertos a darnos un abrazo, nos llenó de besos y dijo lo siguiente:

- ¡Qué bueno que se encuentran bien! ¡Bienvenidos a su nueva familia!, ¿Ya conocieron a sus nuevos hermanos? -

No comprendía nada, ¿Una nueva familia? ¿Y mis padres? ¿Qué pasará con ellos?; hice estas mismas preguntas que rondaban por mi mente a la oficial, que aún se encontraba con nosotros, ella respondió:

- Tus papás tienen demasiados problemas, ellos hicieron muchas cosas malas, y a ustedes también les hicieron cosas malas; ellos van a estar en un lugar de donde no pueden salir, y a donde ustedes no pueden ir, ellos podrán ser sus padres, pero a ustedes no los trataban como a sus hijos -

Cuando dijo eso, pensé que me pondría triste, pero no, no lo entendía, mi corazón seguía palpitando de manera normal, y sentía incluso un alivio, incluso experimenté por primera vez la relajación. Mi hermanito me abrazó por detrás, tal parece que él de verdad no entendía nada; justo después de esto, la muchacha que nos había abrazado dijo:

- No tienen por qué temer, están en el mejor lugar donde pueden estar, ¡Aquí los vamos a querer mucho muchísimo!; esas ropas todas sucias seran cambiadas por algo digno, y se asearán para quedar limpiecitos y bien guapos, ¡Ay, Dios!, la emoción me ganó, pero tal parece que no han probado un plato de comida en años, ¿Gustan comer conmigo? -

¿Gustar? ¡Claro que gustamos!; nos sentamos en una barra inmensa, ¡Parecía del tamaño de una calle!, la muchacha llegó con dos platos bastante grandes, estaba lleno de un caldo oscuro, con cosas parecidas a los frijoles, pero más pequeñitos y de color verde, además... ¡Su aroma era delicioso!; ella dijo:

- Se llaman lentejas, ¿Ya las habían probado?

Los dos dijimos que no con la cabeza.

- También debo presentarme, soy la doctora Victoria, pero ustedes me pueden llamar doctora Vicky -

Luego guiñó su ojo izquierdo, y con su mano izquierda tomó una cuchara y le dio a probar las famosas “lentejas” a mi hermanito, el abrió los ojos de asombro y empezó a comer algo apresurado, entonces yo también las probé, ¡¡¡Y estaban riquísimas!!! Mientras comíamos de manera frenética, miré que había más niños en distintas partes de la barra, todos sentados y disfrutando de la comida. Terminamos de comer, y eran las seis con cincuenta minutos, la doctora Vicky pidió que la acompañáramos a un lugar, nos llevó a un lugar con unos sillones con forma de rectángulo, y con cojines cuadrados:

- Y bien, esta será su habitación, y estas que ven frente a ustedes son sus camas, aquí pueden dormir de manera más placentera; esta habitación la compartirán también con sus nuevos hermanitos Rafael y Ezequiel, ¡Se que se llevarán muy bien!, todos son unos niños muy buenos y que se querrán mucho muchísimo -

Rafael es un niño con la misma estatura que yo, mientras que Ezequiel es un poco más bajo que nosotros, se volvieron de inmediato amables con nosotros, yo me sentí con desconfianza, pero les pude dar la mano, les dije mi nombre y el de mi hermanito, que se escondía atrás de mí.

- ¡Como lo pude olvidar!, Carlitos y Sebastián, tienen que ir a bañarse, acompáñenme a la sala de la ducha -

La doctora nos tomó de la mano y nos llevó a una sala de color azul y con muchos dibujos de burbujas, nos quitó nuestras ropas, y el agua fría nos sorprendió, pero nos agradó demasiado, por el calor que pasamos todos los días en la calle; después del baño, la doctora nos vistió con nuevas ropas, y nos puso unos huaraches de plástico muy cómodos, se sentía increíble bañarse, la única vez que nos aseábamos era cuando caía agua de lluvia en las calles. Cuando regresamos a nuestra habitación, había dos cajas, una en cada cama y tenía el nombre de nosotros en ellas, adentro había muchas ropas y zapatos en un acomodo muy ordenado, luego la doctora nos dijo que a lado de nuestras camas, hay un mueble con una lámpara y cajones para guardar las ropas nuevas; dieron las ocho de la noche, la doctora llegó a la habitación con vasos llenos de algo blanco, y galletas, esas si las conocía, porque las comían mucho los niños que corrían cruzando las calles en donde trabajábamos; dijo que lo blanco se llama leche, la probé y tenía un sabor dulce muy suave, y las galletas se deshacían en mi boca, y mi hermanito se reía de lo feliz que era.

Ocho con cuarenta, la doctora recoge los vasos y el platón donde venían las galletas, nos dio un beso en la frente a todos y apagó la luz, nos dio las buenas noches, y se marchó; entonces... ¿Tengo que dormir? Es demasiado raro; mi hermanito saltó de su cama a la mía, me abrazó con sus brazos temblorosos, no nos había caído el veinte, ya no tenemos a nuestros padres, a mi hermanito le afectó demasiado la separación, aun es un niño pequeño, y a pesar de lo que son nuestros padres, no puede dormir solo de una manera tan fácil, lo abrace, tal cual lo hacía apenas ayer, que dormíamos en un tapete sucio, alrededor de la tierra, basura y animales, en la fría noche; y hoy, ahora dormimos bajo techo, con una cobija y cama limpia, aseados y con ropa nueva, sin el estómago vacío, con la misma ausencia de nuestros padres quienes salían de noche, no sé si en el lugar en donde estén puedan hacerlo, pero al menos, podemos dormir con la seguridad, de que no volveremos a peligrar en las calles.

La doctora nos levantó temprano, el reloj marcaba las seis con cincuenta minutos, dormimos como nunca mi hermano y yo, sin frío, ni preocupación de que algún bicho raro o un animal nos hiciera daño; la doctora menciona que, en este lugar, además de poder vivir, podemos encontrar una nueva familia y vivir para siempre con ella, eso me intrigó un poco y me sentí algo raro.

La doctora ha sido muy amable con nosotros, nos enseñó a comer con cubiertos, a pararnos derechos, a saludar, a decir por favor y gracias; y sobre todo nos enseñó varios juegos que se juegan en la mesa, como los rompecabezas, que de verdad me rompieron la cabeza la primera vez que los jugué, además, nos ayudó a hacer amigos; realmente nos costaba demasiado hablar con otros niños, siempre tuvimos miedo o ganas de alejarnos de ellos cuando estábamos en la calle.

Ha pasado ya un tiempo desde que entramos a nuestra nueva casa, muchos de nuestros hermanos que viven antes que nosotros, ya se fueron, encontraron lo que llama la doctora Vicky, una nueva familia y vida, vienen señores y se encariñan con algunos de nuestros hermanos, y en cuestión de días estos se despiden de todos nosotros, es algo triste, pero nos alegramos porque podrán seguir con su vida de una mejor manera.

Jugaba en los pasillos de un lado a otro con Rafael y Ezequiel, cuando Sebastiancito me embistió y me jaló la camiseta muy apresurado, no entendía, me señalaba a la puerta del lugar donde se encuentra la oficina de la doctora Vicky, me fui con él, despacio, con calma, posiblemente otro niño va tener nueva familia; de repente, escucho unas voces parecidas, eran las tres y cuarto de la tarde, en ese instante, pegue la oreja a la puerta y escuché dos voces muy familiares junto a la de la doctora Vicky:

- Esos niños son un pan de Dios, que necesitan comprensión y mucho amor fraternal, nosotros los conocemos desde que vivían en las calles, y nunca dejábamos de pensar en cómo vivían, y creer que algo malo les sucedería en cualquier momento... -

Dejé de parar la oreja de la puerta, y me alegré, mi hermanito también estaba feliz, ya sabía quiénes eran. ¡Eran los señores que nos dieron burritos!, pero... ¿Qué estarán haciendo aquí? ¿Buscarán algún niño para que sea parte de su familia?

No lo sé, pero si buscan uno, Ezequiel es un niño bastante listo y bueno, es muy obediente y tierno, cada que nos pasa algo, él es el primero en atender y en tratar de hacer algo para solucionar las cosas; Rafael también es un buen niño, tiene una voz melódica bastante hermosa, no es tan listo como Rafael, pero le encanta escuchar y contar historias, es bastante divertido y es un caballero con la gente.

-... Yo como mujer creí poder formar una familia de manera natural, por más que tratábamos no podíamos obtenerla, no entendíamos por qué, pero nuestro doctor familiar realizó unos estudios, y tras un tiempo me informó que era estéril... -

No entendía nada, pero creo que se refería a que por más que querían algo no podían, pero no sé a qué se referían.

- Doctora, mi esposa no tiene contacto ya con la cigüeña, y es por eso por lo que decidimos acudir a este lugar, además porque sabemos que ellos están aquí, algo me dice que ellos están aquí... -

Escuché al señor algo sentimental y triste, ahora lo entiendo todo, si quieren un niño para la familia, la cigüeña muy mala no quiere traerles niños de París, ojalá y puedan encontrar a ese niño que tanto quieren y buscan. Luego de eso, la doctora salió y nos dijo que fuéramos a jugar a otro lado, que es de muy mala educación escuchar las conversaciones ajenas.

Tiempo más tarde, justo a la hora de la comida, la doctora dijo que hoy comeríamos algo diferente, ya que fue una donación por parte de unas muy buenas personas; sirvieron nuestros platos, y valla sorpresa la que nos llevamos, ¡Eran burritos, de los que venden los señores!; mi hermanito volteó a verme con una sonrisa, amo cada vez que hace eso, y hoy no habría mejor día para hacerlo, disfrutamos como la primera vez esa comida tan llena de recuerdos.

Pasaron algunos días después, mientras coloreaba un dibujo con mis crayones, la doctora Vicky muy sonriente nos llamó a mi hermano y a mí:

- Hay unas personitas que quieren verlos especialmente a ustedes... -

Posteriormente, abrió la puerta de su oficina, en el sillón de visitas se encontraban los señores que venden burritos, nos alegramos de inmediato, ellos también se miraban emocionados, pero no con la misma energía que nosotros, los saludamos, y en la cara de la señora, recorría una lágrima mientras unía sus manos sosteniéndolas como si estuviera rezando o dando gracias; la doctora sin interrumpir el momento dijo:

- Y bien, parece que ya se conocen, ellos tienen una petición, una propuesta para ustedes, solo queremos saber que les parece -

Dicho esto, el señor se agachó con nosotros, nos tomó de hombros mientras se le mojaban los ojos, y nos realizó una pregunta, esa que tanto le costó, y que tanto nos alegró a nosotros:

- Es un verdadero regalo del cielo que la vida nos vuelva a reunir, queríamos saber si… ustedes niños, mis Trigarantes de la vida, ustedes... ¿Quisieran ... -

No pudo terminar la pregunta por la emoción, y la señora con valor y solloza le ayudó:

- ¿Quisieran ser parte de nosotros, y ser una familia? -

Mis ojos se llenaron de lágrimas, los de mi hermanito también, era verdaderamente un sueño, ese que tanto pedíamos sin pedirlo, nos volteamos a ver, le tomé de la mano, y los dos asentimos al mismo tiempo, se nos hacían muy pesadas las piernas, no podíamos correr por más que quisiéramos, es la primera muestra de amor de padres que nos daba alguien, y ellos realmente lo hacían con un corazón sincero y lleno de esperanza; nos acercamos hacía ellos, muy despacio y tratando de tener tranquilidad, y estando frente a ellos, les dimos un abrazo muy caluroso en aceptación y afirmación a la propuesta, ellos por su parte, nos abrazaron con muchas fuerzas, se escuchaban sollozos, y el señor le dijo a la señora, quien bien sabemos es su esposa, lo siguiente:

- Te lo dije, te lo había prometido, que tendremos una familia, fuera de la forma en que sea, pero la íbamos a tener tarde o temprano -

Luego de eso, la doctora Vicky, interrumpió de manera minuciosa y delicada la situación para no incomodar:

- Pero antes que puedan salir de aquí a su nueva casa, tienen que realizarse dos visitas para que puedan conocerse, las cuales se han de tratar en secreto con los futuros padres -

Diciendo esto nos guiñó el ojo de esa clásica forma a mi hermanito y a mí, mientras nos apartaba de la oficina.

Nos emocionamos mucho desde ese día, y mi hermanito, me decía siempre que ya quiere estar en su nuevo hogar, me preguntaba si era bonito, si estaba grande, si había perros y gatos como en las caricaturas y películas que mirábamos, yo no sabía responderle; el día esperado llegó, desde muy temprano ellos llegaron de sorpresa, como había dicho la doctora Vicky, nos abrazaron, se presentaron, ¿No les había dicho que se llaman Fernando y Sarahí?, son enormes personas, llevan casados siete años y se conocen desde hace casi toda la vida; a ellos les encanta jugar juegos de mesa, salir a muchos lugares, al río a lado del parque de las riberas, a la playa de Altata, visitar las cabañas de Surutato en tiempos de calor, y este año por fin pudieron ir a ver jugar a la selección mexicana de futbol la vez que tuvieron un juego en Mazatlán. La vida de ellos es bastante interesante, desde antes de que se casaran, van a vender burritos y aguas frescas en un lugar no muy cerca de aquí, pero siempre hay mucha gente; es maravilloso, pareciera que nacimos para estar con ellos, no hay momento en el que estemos haciendo algo estando todos felices; de pronto me preguntaron:

- Carlitos, ¿Qué te gustaría hacer cuando vallamos a casa por primera vez? -

Yo, respondí que, quería ir a donde todos los niños van en la mañana con cara muy alegre y morrales amarrados a sus espaldas, se vieron a la cara y me dijeron:

- Así que te gusta la escuela -

Les mencioné que no sabía que era eso:

- ¿Cómo no puedes saberlo?, si ahí es el lugar más hermoso que puede existir para un niño, ese lugar es para aprender, es un lugar para divertirse con otros niños y hacerse sabios, ¿No te gustaría aprender y ser sabio? -

Yo muy feliz decía que sí, a todo le diría que sí, con tal de saber por qué esos niños siempre iban tan felices a ese lugar llamado escuela.

Pasarón otros cuantos días más, mientras jugaba, me percate de que la doctora Vicky estaba guardando nuestras cosas en una maleta, lo hacía con tristeza, su cara la delataba cruelmente, luego, se dio cuenta que la observábamos, y sonrío a pesar del par de ríos de lágrimas que le corría por sus pobres mejillas:

- Muchas felicidades mis pequeños, han encontrado una familia, y los echare mucho de menos, es hora de que se despidan de sus hermanos Rafael y Ezequiel -

Abracé a la doctora, y también a mis hermanos Rafael y Ezequiel, quienes me desearon los mejores deseos, y yo también les deseaba lo mejor, y que encontraran una nueva familia pronto, que encontraran una nueva vida. Ellos estaban ahí, esperando con la cara llenas de alegría, eran nuestros nuevos padres, los que de verdad demuestran querer serlo; levanté la pesada maleta, y pensé: Por esa puerta pasamos sin nada, sin ropa decente, sin calzado, sin una cobija que nos calentara, sin comida en la panza, y todo se lo debemos a la doctora Vicky, quien observaba como nos vamos, di media vuelta, y junto a mi hermanito corrimos a abrazarla, agradeciendo por todo:

- No mis corazones, gracias por ser parte de mi vida, por alegrarla y enternecerla cada día, los amo y amaré por siempre -

Luego de eso, tomamos de las manos a nuestros padres, y nos alejamos de aquella que verdaderamente fue nuestra casa por bastante tiempo, todo, mientras el sol nos iluminaba, ahí sabíamos que todo en adelante, sería iluminado en nuestra nueva vida.

El trayecto hasta nuestra nueva casa, fue algo verdaderamente eterno para mí, pasamos por calles que no conocíamos, cruzamos el hermoso río de Culiacán, esa intersección entre tres ríos es un espectáculo poco visto, algo muy único en el mundo; calles y calles, autos y coches, a lo lejos, podemos ver niños haciendo malabares frente al semáforo, a uno de ellos, se le cayeron las pelotas, era pequeño, aún más que Sebastián, al verlo, tuve un deseo enorme por querer levantarlo, ponerle mi ropa, justo lo que traigo puesto, y decirle que todo iba a estar bien, quería abrazarlo muy fuerte mientras se lo repetía constantemente, todo estará bien, todo estará bien, todo estará bien...

Mi nueva madre, Sarahí, me observaba mientras mirábamos a los niños, ella me prometió que el día siguiente haremos algo por ellos.

Llegamos a casa, no era la más grande. pero tampoco la más pequeña; nos mostraron cada rincón, y nos enseñaron nuestra recámara, era hermosa, de nuestro color favorito, el azul cielo, algo les había dicho la doctora Vicky, tal vez muchas cosas, porque también había una pila de juegos de mesa, todos los que nos gustaban, era un sueño hecho realidad, oculté unas cuantas lagrimas que querían salir; más tarde fuimos a comer a un lugar que tiene el mismo nombre que un país, tiene un logo rojo y venden también pan dentro del restaurante, nunca habíamos entrado a un restaurante, nuestros padres nos dijeron que pidiéramos lo que quisiéramos, nos acercaron un papel con muchos garabatos:

- Se que no saben leer, pero nosotros nos encargaremos de describirles los platillos que aquí se venden -

Me emocioné mucho, y me conmoví por los detalles y apoyo que tenía por parte de mis padres, en verdad estos son padres reales; después de comer, fuimos al zoológico, era increíble, sentí demasiado miedo al ver a los grandes felinos frente a mí, ¡A centímetros de distancia!, las aves y el gran espacio aéreo que tenían me encantó, realmente se podía respirar la libertad en el relieve de aire que formaban los aleteos de esos hermosos seres. Regresamos a nuestro nuevo hogar, y nuestro padre Fernando, nos dijo que tenía una sorpresa, nos presentó dos papeles frente a nosotros:

- Estos no son simples papeles, como queríamos que pudieran ir a la escuela, como así tanto lo desean, la doctora les regaló esto, es un regalo que hizo para cuando se fueran a vivir con nosotros, ella los inscribió a una escuela lo más antes posible para que puedan cumplir sus sueños, esos de saber que se siente ir a la escuela, mañana entran a las ocho de la mañana, ¿Qué tal? -

No lo podía creer, por fin sabré por qué los niños se alegraban tanto al ir a una escuela, ¡Ya quiero saber cómo se siente ir a una escuela!

Despertamos al día siguiente, justo a las seis en punto, en nuestros pies, se encontraban esas ropas, las que usaban los niños que mirábamos todas las mañanas, ¡Que emoción!; también había mochilas nuevas, con cuadernos y lápices de colores, desayunamos, y nos llevaron a la escuela, mi madre Sarahí nos dio unas cosas que estaban envueltas como si fueran regalos:

- Son dulces, y en sus loncheras he puesto fruta para que la degusten en el recreo, es mango, melón, sandía... -

¡Dulces! ¡De verdad lo son!

Hemos pasado de nueva cuenta en aquel semáforo, donde los niños juegan a los malabares para por lo menos poder recibir un peso en cada semáforo en rojo, nos frenamos, miré a mi madre, y dijo que tenía una cosa que le podemos dar, pero miré al mismo niño pequeño caer, y mi sentido me hizo salir del auto, correr hacía el niño, mientras mamá y papá gritaban muy asustados, llegué hasta el niño, lo levanté, él se asustó, le dije que estuviera tranquilo, me miró de frente, busqué en mis bolsillos los dulces que me dieron, y mejor se los di a él, le dije que le iban a caer mejor que a mí, me agradeció, y le dije tres veces que todo estaría bien, me sonrío y se marchó, mi madre me abrazó por detrás, y muy llorosa me dijo que no volviera hacer eso; mi padre me reprendió mientras iba al volante:

- No vuelvas hacer eso, fue muy peligroso, no sabemos si alguna moto te hubiera atropellado o que el semáforo se ponía en verde... Aun así, es uno de los actos más nobles que he visto en mi vida, tienes un corazón demasiado grande -

Llegué a la escuela, era una puerta muy grande para mí, entré, y había muchísimos niños, todos corriendo de un lado a otro, mi padre me soltó el brazo, me dio un abrazo, me dio un beso en la frente, y me deseó lo mejor en mi primer día, mi hermanito está en otra escuela, porque aún es pequeño para venir a esta, que le llaman primaria.

Me tocó la buena fortuna de hacer nuevos amigos, la maestra, es un verdadero pilar, una erudita y eminencia, lo sabe todo, hasta lo que los demás no saben; salimos al recreo, me senté a comer mis frutas, y juro que vi la silueta de mi padre en la puerta de la escuela, talvez era una ilusión; terminó el recreo, y por pura curiosidad salí a ver a la puerta enrejada de la escuela, y si, ahí estaba mi padre, sentado a ras de la pared, no me vio, le quería preguntar que hacía allí, pero mejor callé y regresé al salón; la maestra, nos dejó tarea, me la apuntó y la guardó en el bolsillo de mi uniforme, porque sabe que aún no se leer y escribir; al salir de la escuela, mi padre seguía ahí, se quedó las cuatro horas de escuela, de camino a casa le pregunté la razón por la cual se mantuvo afuera de la escuela, el respondió:

- Es que... hemos pasado tanto tiempo juntos, que me sentí inseguro al dejarte solo, solo eso, pero mañana será distinto, ya veraz, tardé mucho tiempo queriendo un hijo como para separarme de él, esas cuatro horas fueron eternas -

Me sentí conmovido, el más afortunado de los niños, en ese momento me di cuenta, que mi vida estaba resuelta, que el futuro sería próspero, y lleno de esperanza.

Epílogo

Carlos, se mantuvo en sus estudios, se puso al corriente de sus habilidades a pesar de no saber ni leer ni escribir al momento de entrar a la escuela, no fue el más destacado, pero mantuvo un buen perfil que le valió ser un gran pedagogo mucho más adelante; su hermano pequeño, Sebastián, si tuvo un futuro destacado, con dotes de erudito, que lo ayudaron a ir a la universidad en la edad temprana de los dieciséis años, se graduó con honores en psicología y siempre mantuvo interés de trabajar en un orfanato, y para su fortuna, el destino lo llevó a trabajar junto a la doctora Vicky en su carrera. Fernando y Sarahí, por su parte, siguieron en su negocio de burritos sonorenses, creció su negocio, y tienen un local bastante famoso en la región; ellos, pudieron cumplir ese sueño que tanto añoraban desde niños, ya que, ellos también eran huérfanos, y vivieron una situación similar a los de Carlos y Sebastián, pero a comparación de ellos, a la pareja no la adoptó nadie, y entrelazaron esa relación de unión desde que eran pequeños desde el orfanato, se casaron, y prometieron en sus votos tener un hijo, crecer y ser feliz con este, pero la esterilidad de Sarahí hizo parecer una pesadilla su situación, pero, al ver a Carlos y Sebastián, se dieron cuenta que la esperanza era adoptar un niño, se contactaron con las autoridades, y los encontraron. El resto ya lo sabemos, pero, en un mundo lleno de problemáticas, no hay atrevimiento por parte de ella para resolverlas, la gente atrevida es mal vista, solo porque se cree que es agresividad, pero las pequeñas acciones, como el simple hecho de decirle a una persona que la esta pasando mal, que todo estará bien, es un poco de ayuda, donde el atrevimiento vale la pena, salva y purifica las vidas de los demás.

A quien se atreva a hacer las cosas, tendrá en su mano, el mayor poder para cambiar el mundo; si aquel que es miserable se atreve a querer ser mejor, lo logrará, y no será aun su mayor victoria…

Comentarios


Estimado Hugo, te felicito por el tremendo relato que acabas de contar. Es un tema vibrante y con plena vigencia en la sociedad que nos hace que seamos lo que somos, aunque también podamos incidir en ella, tal y como lo expresas en tu cuento.

Saludos y felicitaciones por tu excelente narrativa, literaria y social. Mtro. José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Mi estimado Hugo, que gran texto nos regalaste. Prueba de tu talento. Muy bien estructurado. Te mando una gran felicitación.
Hola:

Estimado Hugo, la infancia vivida en la calle en horas de escuela son amargas aventuras, ahí el derecho por Ley no está a la vista, se observa en los senufos niños, jóvenes, ancianos, indigentes en busca de un peso que el otro, el conductor ofrece, bien o mal no lo sé bien.

Esa es la sociedad, aquí, allá a cuya...

Saludos

Entradas más populares de este blog