“Y demostrarles a las personas que un día se rieron de mí, que yo no perdí nada porque soy un diamante y una mujer chingona”





 SER MADRE Y PADRE

                      

Gloria Yaneli Rubio Romero

 

Cuando mis papás se enteraron que yo venía en camino, su reacción fue muy diferente. A mi mamá se le salieron las lágrimas, pero no de la emoción, sino que lo primero que le pasó por la cabeza fue que batallaría mucho ya que mi hermana solamente tenía un año, aun usaba pañales, amamantaba y todos los cuidados de una bebecita. La reacción de mi papá fue impresionante ya que iba a tener otra princesa en su vida, agarro el ultrasonido y andaba como loco enseñándoselos a sus amigos y gente desconocida que se topaba, “Decía: otra vez voy hacer papá”.

A los pasos del tiempo, iba formándome y creciendo cada día más. Mi papá seguía con la misma ilusión y me consentía desde el vientre. Mi mamá encantada, porque todo lo que se le antojaba le compraba. Llega el día en el que por fin me iban a tener en sus brazos, como siempre los familiares van a conocerme para ver si estaba fea o bonita, o ver a quién me parezco. Mi mamá siempre dice no hay hijos feos para la mamá cuerva, para ella yo estoy hermosa y con una piel divina, mi abuelita estaba ansiosa en conocerme, pero cuando lo hizo no fue agradable para mí, ya que lo primero que dijo, ¡Ay, qué negrita esta” ¿Segura que sí es de mi hijo? Ya que mi papá es güero ojos verdes, y yo nací morena ojos cafés. Con el tiempo, yo lo único que deseaba es que mi abuelita me quisiera, ya que con mi hermana era diferente, la llevaba de compras, le compraba tenis, zapatos, vestidos de princesa y la llevaba a comer su comida favorita y yo solamente miraba, un día me pregunté: ¿Qué puedo hacer para que me quiera? Lo primero que se me vino a la mente fue echarme harina en la cara para así poder estar blanca como ellas. Siempre fue la misma. Y fui creciendo con resentimiento, pero lo que me hacía feliz eran que mis papás nos quieren por igual, nos vestían iguales, nos compraban las muñecas iguales, y las nieves del mismo sabor, miraba que ellos no me hacían a un lado, me sentía tan afortunada en que Dios me diera esos padres tan lindos y maravillosos, que tuvieran esa ilusión que sus hijas tuvieran esa infancia tan bonita que ellos no tuvieron. ¡Ah, pero es imposible que olviden mis padres el día de mi nacimiento! Ya que salió re llorona la condenada, lloraba por felicidad, por tener hambre, por tristeza, diría mi mamá por TODO. A veces en la vida, hay muchos obstáculos para saber si es amor de real.

Un día me llevaron con el doctor particular y me hizo el chequeo y no tenía nada. Así eran las madrugadas de mis papás. Del mismo desespero que decían que no tenía nada y seguía llorando, manejar y con el llanto a un lado, un día se hartó y le levantó la voz a mi mamá, ella lo único que supo hacer fue bajarse del carro y decirle a mi hermano: “Bájate, hijo, y déjalo con sus hijas”. Mi papá gritaba: ¡No te vayas! Como loco buscándola por todo el barrio, le preguntaba a los vecinos si la habían visto y yo solamente estaba llorando, como lo único que sabía hacer. ¡Ah, pero mi mamá, por fin estaba relajada, comiendo un delicioso pan y una coca debajo de un árbol junto con mi hermano mayor! A las horas, regresó mi mamá y le dijo: “Ahora si valórame que soy buena madre y buena esposa y lo que más me duele que desprecies todo mi esfuerzo que hago por ustedes”. Fui creciendo y se me iba quitando lo llorona, mi mamá encantada conmigo, que hasta llegó el punto que me mandaba con la miraba, sabia cuando tenía que estar sentada, calladita, cuando mirara alguien comer no acercarme y, mucho menos, meterme en las conversaciones de adultos. Pasaron los años…

A mis 20 años conocí al “Amor de mi vida”. Yo lo miraba como mi mejor amigo, mi compañero de vida, ya que vivía con tan sólo mi hermana y casi no se la llevaba en la casa, ya que según ella tenía “Amigas de pisto”, y yo era más reservada ya que no me gustaba salir a esas andadas. Me gustaba la compañía de mi pareja ya que con él no me sentía sola, me sentía protegida y amada. Pasaron los años y nuestro amor iba creciendo más. Cómo olvidar esas noches que se tenía que ir a su casa, ya que entraba en pánico, porque en la casa que vivía nos espantaban, cerraban las puertas muy recio, se escuchaban voces, y nos apagaban los focos. Tenía que dormir en un tendido en la sala con mis dos mascotas, una en los pies y con la otra abrazada. Y se irán a preguntar ¿Por qué en la sala? Porque si salía alguien o escuchara algo más, pudiera salir corriendo.

Llega el día de la pandemia, mi mamá me dijo hija te tendrás que venir por un tiempo conmigo, yo con todo el dolor de mi corazón le dije: si, mamita, me sentía feliz y a la vez triste, ya no me voy a sentir sola y no estaré viviendo con miedos, pero lo extrañaré mucho. Pasan los meses y decidimos que vendría a trabajar a Culiacán, yo más que feliz porque por fin viviré con el amor de mi vida. Al tiempo, me sentí extraña, con muchas náuseas y no me llegaba mi periodo. Él, asustado, ya que podríamos estar embarazados, rápidamente fue a comprar una prueba de embarazo y que sale positiva, se me salieron las lágrimas del miedo y de emoción. La reacción de él fue que no estábamos preparados para ser papás, que no le siguiéramos con eso, que lo interrumpiéramos. ¡Cómo carajos pensó eso! ¡En dónde quedó todo ese amor que según él me tenía! Me armé de valor y le dije: “Si tu no quieres, te puedes ir porque yo si lo tendré! Él sólo dijo: respeto tu decisión, lo tendremos.

Seguí viviendo mi etapa de embarazo, en un tiempo para tuve amenaza de aborto y era imposible que me estuviera parando porque si no la podría perder, tuve todos los cuidamos y todo salió bien. Él se portaba bien, me daba todas las noches besos en la panza, yo lo sentía que era feliz a nuestro lado. Y que llega el día de nacimiento de mi Reyna. Día 1, urgencia ya que decían que mi bebé no estaba bien. Día 2, esperando respuestas de los médicos. Día 3, me harían cesárea. Día 4, esperando a que me tocara mi turno. Día 5, querer salir corriendo del mismo desespero y del hambre que tenía, ya que no podía comer por esperar el día que me harían la cesárea. Mientras, él en la sala de espera hablando con la chica con la que me engañó, o en mi casa.

Por fin nace mi Reyna hermosa, la primera visita fue mi mamá, llega la noche y diría mi mamá te llego el karma ya que mi hija salió re llorona como la madre. Las enfermeras preocupadas, checándola y pues llegaban a la conclusión que no tenía nada, Me dan de alta y llego por fin a casa, acosté a mi hija en la cama y el papá nomás se le quedo viendo, con todo el dolor que tenía en mi panza a como pude la agarré y le presenté el cuarto donde dormiría. Entré en desespero y le dije ¡Ayúdame, carajos! Dijo: “No sé cómo agarrarla”. Pasó un mes y descubrí que me era infiel. Con todo el dolor y el valor supe cómo llevar eso a cabo. Nos separamos. Pasaba noches y días sin dormir, sin comer bien, me sentía fatal, sentía que ya no podía más y mi bebé seguía llorando día y noche. Sentirme sola tan sola me estaba acabando, hasta que pude salir de esa, meterme a la cabeza que yo no tenía culpa de nada, que él fue el que perdió. ¿Todo mi sufrimiento valió la pena? Para mí, sí. Ya que tengo a mi mejor amiga que también le puedo decir el amor de mi vida, ese pedacito que jamás me dejará sola. He aprendido a amarme y a respetarme, a tenerme amor propio, saber el valor que tengo. Y demostrarles a las personas que un día se rieron de mí, que yo no perdí nada porque soy un diamante y una mujer chingona, ya que pasé mi etapa de embarazo y de maternidad estudiando, haciendo mis tareas acostada cuando estaba pasando la amenaza de aborto, desvelarme haciendo tarea, dormir máximo 4 horas. Y mi más grande orgullo es estar aquí aun, aunque haya pasado muchas tormentas he podido salir de ellas para brillar como el sol junto con mi Reyna. Ser madre y padre es un papel muy difícil, pero jamás imposible, Amo a mi hija y es toda esa fuerza que necesitaba.

 

Comentarios

Gloria, te felicito por este lindo, tierno, triste y valiente relato de superación personal.
Saludos, José Manuel Frías Sarmiento
Marcelo Tolosa dijo…
Bien Gloria Yaneli. La verdad que es un relato muy doloroso. Me imagino la decepción , la tristeza y todo lo que eso trae. Pero toda esa emoción se canalizó en salir adelante. Y no bajar la guardia. Y siempre pensando en lo mejor. Ahora tienes un motivo por el cual luchar. Una historia inspiradora. Te mando un gran saludo.

Entradas más populares de este blog